Daniel Rodríguez. El amo y señor de Olivos que sumó poder gracias a Alberto Fernández
Era intendente de la quinta y conocía todos los movimientos; varias veces aparece en los chats involucrado en el negocio de los seguros
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Daniel Rodríguez fue el intendente de la Residencia Oficial de Olivos durante el mandato de Alberto Fernández. En esos cuatro años este excabo bombero de la Policía Federal (PFA) tuvo poder. “Mucho poder”, según grafican quienes lo conocen de cerca. Se lo dio directamente Fernández que lo conoció cuando Rodríguez integró su custodia durante su paso por la Jefatura de Gabinete de Néstor Kirchner. Desde entonces se convirtió en uno de sus más fieles laderos. “Le debe la vida a Alberto”, resumen quienes lo conocen bien.
A Rodríguez, que además de poder se le adjudica “saber todo lo que pasaba en Olivos”, no se le conoce la voz, pero todo indica que pronto se la podrían conocer autoridades judiciales. Su nombre aparece en la causa de los seguros, en la que figura en varios chats, y su teléfono está siendo peritado luego de que se lo secuestraran en un allanamiento por la causa. Fue en la casa en la que vive y que es propiedad de Héctor Martínez Sosa, el broker apuntado por la justicia, y su esposa, María Cantero, histórica secretaria de Fernández, y a través de cuyo celular se llegó a las imágenes y chats que devinieron en la investigación por violencia de género contra Yañez.
Quienes conocieron la intimidad de Olivos sostienen que Rodríguez sabía “absolutamente todo lo que pasaba allí”. Incluso se lo ubica como un testigo directo de lo que sucedía allí entre el exmandatario y Fabiola Yañez, la exprimera dama que denunció a Fernández y cuyas imágenes golpeada se conocieron en las últimas horas.
Fuentes directas de lo que pasaba allí afirmaron haber visto cómo Rodríguez habría intervenido en un episodio en el que Fernández habría agredido a Yañez. Aseguran que esa situación fue cuando ella ya vivía en el chalet de huéspedes, con su madre e hijo, los mismos con los que hoy comparte su tiempo en Madrid. Rodríguez habría mediado llevándose a Fernández a bordo de un carrito de golf rumbo al chalet oficial, tras haberse acercado al lugar después de escuchar gritos.
“Era el jamón del sándwich en esas peleas”, grafican para explicar su rol en la intimidad de la expareja. Quienes lo conocen saben que, por su lealtad con Fernández, si es citado a declarar, Rodríguez negará haber visto cualquier situación de violencia de género, pese a que por la ley estará obligado a decir verdad. LA NACION consultó a Rodríguez para esta nota, pero al cierre de la misma no había respondido a las consultas.
Pero el de violencia de género contra Fernández no es el único caso que preocupa a Rodríguez. En junio pasado la casa que habita, en Martínez, fue allanada en el marco de la causa de los seguros. La orden del juez Julián Ercolini era allanar una de las propiedades de Martínez Sosa, pero cuando los efectivos llegaron encontraron a Rodríguez, que vive ahí con su tercera pareja en menos de cuatro años. La postal de Rodríguez viviendo en una propiedad de Martínez Sosa y Cantero sirve para graficar el nivel de cercanía entre los tres, algo que ya se desprendía en los chats que están siendo analizados por la justicia.
Con el matrimonio también se conoce desde tiempos de la presidencia de Kirchner y nunca perdió el contacto. “Le pagaban un sueldito como todo terreno desde que se retiró hasta que entró a Olivos”, dicen sobre los años que pasaron desde el retiro de Rodríguez de la fuerza y su ingreso a Olivos. En el medio estuvo la campaña de Fernández, en los que también ofició de chofer.
En la causa ya consta, a través incluso de imágenes, que en abril de 2021 Rodríguez Sosa y Martínez Sosa almorzaron en Olivos, pollo con ensalada y vino. El registro es por la imagen, porque el ingreso de Martínez Sosa nunca se asentó en los registros oficiales que Rodríguez mismo manejaba. No fue la única oportunidad en que eso sucedió. En otra, también a través de otra fotografía, ambos se muestran saludando a Cantero: “mis gorditos”, les responde cariñosamente ella. El vínculo y entramado detrás de ellos está bajo análisis judicial.
Los días de Rodríguez en Olivos
A Olivos, Rodríguez llegó a hacerse cargo de la intendencia de la residencia en diciembre de 2019. Se instaló con su por entonces esposa en uno de las construcciones del lugar. Cuando promediaba la gestión, se vinculó sentimentalmente con una empleada administrativa de Servicios Generales de Presidencia. Se separó de su mujer y hay quienes sostienen que a su por entonces nueva pareja “le compró departamento y auto”, con el que ella comenzó a diario a ir a trabajar ahí. La relación no duró demasiado, pero la joven sumó “unidades retributivas” con el guiño de Rodríguez, lo que le incrementó su sueldo primero y complicó sus chances de desplazamiento cuando se cortó la relación poco después. Terminó con un pase al servicio telefónico.
Para entonces Rodríguez ya salía con una maestra del plan FINES, que ayudaba a que los empleados de Olivos, que no habían terminado los estudios, pudieran hacerlo. Con ella, cuentan, comenzó una etapa de viajes, con Nueva York, como uno de sus destinos favoritos. Con el avance de la relación llegó una mudanza. La suerte de Fernández ya estaba echada políticamente y Rodríguez se fue con su pareja a vivir fuera de Olivos, aunque no demasiado lejos de ahí. La casa al costado del shopping Unicenter, a pocos kilómetros de allí y propiedad de Martínez Sosa fue el lugar elegido.
Con la suerte adversa, tras el cambio de gestión, a su mujer la sacaron de Olivos y la asignaron a trabajar en una de las sedes del gobierno en el centro porteño, en un traslado en el que perdió privilegios y a él, le llegó el allanamiento por la causa de los seguros. Fue cuando se llevaron su celular, que por estas horas está siendo peritado.
Durante su paso por la Olivos, salvo esos romances, Rodríguez no cosechó afectos. Quienes lo trataron lo describen como “corto y rústico”, “sin carisma, ni educación”, que “trabajaba a través del terror” y ponen en duda que en ese predio de casi treinta hectáreas, “alguien lo quiera”. La falta de formación de Rodríguez hizo que hubiera que hacer una excepción para su nombramiento en 2019.
“Lo suyo siempre fue la ley del látigo porque de otro modo no sabe construir vínculos o autoridad” a lo largo de sus 64 años.
En la quinta, Rodríguez es también señalado como el responsable de varios contratos, como el de los servicios de limpieza. Pero también fue amo y señor del lugar: decidía quiénes pasaban y quiénes no, y hasta se lo responsabilizada del desplazamiento de algunos edecanes. “Todo a través del terror, porque era muy corto”, detalla alguien que lo conoció bien.
En tiempos normales cuentan que Rodríguez no compartía la rutina diaria con Fernández, pero no son pocos lo que lo ubican en tiempos de pandemia sentado mesa en la Jefatura de Gabinete, con Fernández y otros integrantes de su equipo de gobierno.
Se diferenciaba así de las ochenta personas que trabajan todos los días, entre custodia, amas de llaves, mucamas, mozos, cocineros y jardineros, entre algunas áreas del lugar. Y hasta la Unidad Médica que tiene una guardia instalada en el lugar las 24 horas. Se trata de algunas de las persona que pueden saber qué pasaba puertas adentro del predio. Pero, nadie, cuentan podría contarlo tan bien como Rodríguez. “Nadie sabía tanto de Olivos como él”, aseguran.
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