Daniel Dessein: “El Gobierno recicla viejas prácticas de ataques a la prensa”
El abogado y miembro de la Academia Nacional de Periodismo sostiene que el período más complejo desde la recuperación de la democracia fue entre 2009 y 2015, durante la presidencia de Cristina Kirchner
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En un mundo en el que los hechos se ponen en duda y mientras en América Latina sobreviven gobiernos con sesgos autoritarios, el ejercicio del periodismo enfrenta “atropellos y descalificaciones” desde el poder, denunció días pasados la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), al poner como caso más emblemático la “velada amenaza” del ministro Aníbal Fernández al dibujante Nik.
“Todas estas prácticas nos recuerdan el período más complejo para la libertad de expresión desde el regreso de la democracia, que fue entre 2009 y 2015, durante la presidencia de Cristina Kirchner”, reveló Daniel Dessein, nuevo presidente de ADEPA, en una entrevista con LA NACION.
Abogado, miembro de la Academia Nacional de Periodismo y presidente de la empresa editora de La Gaceta, de Tucumán, Dessein tiene 48 años y viene de encabezar la comisión que redactó el informe sobre la situación de la libertad de prensa en el país. Ya ocupó la presidencia de ADEPA en tres períodos anteriores y lamenta que el presidente Alberto Fernández no haya condenado la fuerte agresión de su ministro.
“La Argentina vive un período de extraordinaria aceleración histórica y enorme incertidumbre, no sabemos cómo se va a definir nuestro futuro económico y político. Por eso es importante alertar sobre la relevancia estratégica de la libertad de prensa y poner énfasis en los atropellos y descalificaciones que alteran el clima necesario para que el periodismo pueda ejercer adecuadamente su oficio”, dijo Dessein, también vicepresidente regional de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Reconoció, de todos modos, que la sociedad argentina aún mantiene “reflejos democráticos”, un haz de luz optimista frente a los ataques e intimidaciones con que muchas veces desde el poder se intenta silenciar a la prensa.
–¿Cómo evalúa la reacción del Gobierno frente a hechos graves, como la amenaza de Aníbal Fernández?
–Muchos referentes de la coalición gobernante expresaron su rechazo, como Juan Manzur y Leandro Santoro. Pero sobresalió el silencio del Presidente. Ese ministro dependía de un presidente que no habló.
–¿Es preocupante que el Presidente no haya condenado la amenaza a Nik y, en cambio, haya aplaudido el exabrupto del intendente Mario Ishii, en favor de un “levantamiento del pueblo contra los medios”?
–Absolutamente. Son todas frases muy poco felices y peligrosas para el clima necesario de libertad de expresión. La amenaza de Aníbal Fernández fue el episodio más grave dentro de las desafortunadas expresiones de funcionarios públicos, pero hubo muchos otros, como las palabras de la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien en un acto público dijo que los argentinos merecerían otros medios, que no los amargaran tanto.
–¿Cómo recibe el periodismo esa descalificación de la expresidenta?
–El periodismo argentino se caracteriza a nivel internacional por la calidad, el vigor, la diversidad. Las redacciones más modernas de América Latina están en la Argentina, los mejores índices de audiencia de habla hispana están en la Argentina y esa pluralidad en la oferta informativa es lo que permite que la audiencia elija una u otra opción. Y ese es el premio o castigo del público. De ninguna manera necesitan las democracias prescripciones gubernamentales, ni ningún tipo de tutelas, normas asfixiantes u observatorios inhibitorios como los que se intentaron instalar en algún momento.
–¿Hay casos de persecución judicial contra periodistas?
–El caso de Daniel Santoro es un símbolo. Es uno de los periodistas más reconocidos a nivel internacional y viene sufriendo un hostigamiento constante desde ciertos sectores del Poder Judicial, con el avance de jueces que fueron revocados en las cámaras de apelaciones, a pesar de lo cual esos revocamientos fueron desoídos. Se desconoce la naturaleza del ejercicio del periodismo de investigación.
De ninguna manera necesitan las democracias prescripciones gubernamentales, ni ningún tipo de tutelas, normas asfixiantes u observatorios inhibitorios como los que se intentaron instalar en algún momento
–¿Tiene antecedentes la ofensiva de sectores judiciales contra el periodismo de investigación?
–Todas estas prácticas nos recuerdan el período más complejo para la libertad de expresión desde el regreso de la democracia, que fue entre 2009 y 2015, durante la presidencia de Cristina Kirchner. Allí hubo un despliegue de un arsenal de medidas. El acoso judicial fue una de ellas, pero también la ley de medios, el uso de la publicidad oficial, la utilización de los medios públicos para desacreditar a los medios independientes, escraches, agravios, intimidaciones. Ese fue el peor momento.
–¿El Gobierno avanza en esa dirección?
–Ahora no vemos cosas de esos niveles, pero sí algunas reediciones, después de los cuatro años de Mauricio Macri, donde se desmontaron todos los elementos de esa gran batalla contra los medios y se recuperó un clima de debate público, de diálogo, con ciertos avances, como la ley de acceso a la información pública. Cambió totalmente el clima.
–¿Esos avances se dejaron de lado?
–A partir de la nueva gestión empezamos a ver cómo se reciclaban algunas de estas viejas prácticas y siempre hay que alertar tempranamente. Lo que empieza por la violencia verbal, muchas veces termina en hechos más graves, como lo hemos visto en toda la región.
–¿Al Gobierno le molesta la prensa independiente?
–Siempre hay una tensión natural entre los gobiernos y los medios de comunicación. El problema es cuando se quiebran ciertos límites, que terminan minando la calidad del debate público, con estas agresiones e intimidaciones, con estas asimetrías entre el poder y la prensa. Los periodistas deben moverse con libertad para ejercer su oficio y no pueden estar estigmatizados ni apuntados con el dedo público, como hemos visto en estos casos. Están expuestos y hay un factor de intimidación que muchas veces puede llegar a la autocensura, a no meterse en ciertos temas.
–¿Existe una relación entre la sucesión de atropellos y descalificaciones y la profundización de la crisis política y social?
–Está íntimamente vinculada la calidad democrática con el vigor del periodismo. Cuando se multiplican estos intentos de deslegitimación, agresiones, atropellos, se afecta el clima de convivencia armónica de una sociedad y eso es peligroso en contextos muy volátiles, como los que hoy atraviesa la Argentina, en etapas de definiciones, de grandes fragilidades institucionales y económicas. Se necesita preservar el ámbito de debate público. El periodismo ofrece esa agenda común sobre los grandes temas acerca de los que nos tenemos que poner de acuerdo.
Los periodistas deben moverse con libertad para ejercer su oficio y no pueden estar estigmatizados ni apuntados con el dedo público, como hemos visto en estos casos. Están expuestos y hay un factor de intimidación que muchas veces puede llegar a la autocensura, a no meterse en ciertos temas
–¿Frente al horizonte electoral, con una probable derrota del Gobierno, es preocupante el panorama para los próximos dos años en el país?
–Es preocupante por la fragilidad de todo el tejido institucional, económico y sanitario. El gran misterio es cuál será la reacción de la coalición gobernante y de la oposición frente al resultado. Puede haber tres caminos en el oficialismo: una moderación, que prime el ala más racional, más dialoguista; que se siga un rumbo parecido, con dos alas que se neutralizan, con tensiones y grandes indefiniciones, o que se radicalice, con preeminencia de la corriente más hostil en materia de libertad de expresión y otros campos, y tal vez eso acelere los niveles de intolerancia, que se acerque más al momento más duro del período kirchnerista anterior.
–¿Qué aspectos preocupan?
–Estamos en un momento de aceleración y movimiento de piezas. Todas las posibilidades están sobre la mesa. Al mismo tiempo, vemos que alrededor de la Argentina se acentúan los extremos, movimientos pendulares, lo vemos en el Brasil de Bolsonaro, en Perú, Chile, Colombia, que se refleja en movilizaciones callejeras y un aumento de la crispación social. Un elemento auspicioso es que en las últimas PASO prevalecieron coaliciones integradas por los dos partidos históricos y hubo una apuesta a la moderación. Hay que ver si eso tiene una recepción adecuada en el frente gobernante o se deciden acelerar las prácticas y los estilos más duros del Gobierno.
–¿En este escenario de incertidumbre es mayor la responsabilidad de la oposición?
–Sí, la oposición tendrá un papel importante, especialmente si se ratifican los resultados de las PASO. El oficialismo puede perder la mayoría en el Senado, que es el ámbito natural del diálogo, y también será clave en la formulación de una alternativa para 2023, que vaya generando oxígeno y algún horizonte auspicioso.
No puede haber un periodismo vigoroso sin una sociedad receptiva, con reflejos democráticos y que valora adecuadamente las libertades. Es el mejor síntoma que puede tener una comunidad
–¿Sigue siendo discrecional la distribución de la publicidad oficial?
–Si bien no existen los extremos del período más crítico, entre 2009 y 2015, cuando hubo exclusiones extraordinarias, hay claras asimetrías. En aquel período, muchos medios de mayor audiencia no recibían nada y tenías castigos muy directos. Por el contrario, medios que prácticamente no tenían audiencias recibían volúmenes enormes, a partir de los cuales se construían grandes grupos que creaban o compraban medios. Fue el gran combustible que usó el gobierno de Cristina Kirchner para cooptar yu seducir. Hoy vemos claras desproporciones: medios que tienen la mitad de la audiencia de un competidor y reciben cinco veces más de pauta. Faltan elementos objetivos, que vayan en línea con los preceptos del sistema interamericano, apoyados en los niveles de audiencia, de influencia.
–¿Estas situaciones se replican en muchas provincias?
–Tenemos mayores niveles de transparencia en el nivel nacional. En la mayoría de las provincias eso no ocurre. Hay muchos agujeros negros y eso facilita la arbitrariedad y la discrecionalidad.
–¿La sociedad reacciona frente a las situaciones de atropellos y descalificaciones por parte del poder?
–Es uno de los elementos más positivos de este tiempo. Muchas veces en América Latina hay sociedades que se quiebran, se quedan dormidas y no advierten a tiempo los riesgos de ciertos avances autoritarios, que van naturalizando ciertas acciones. En la Argentina vemos todavía reflejos democráticos muy vivos. Repudios generalizados a situaciones como las vividas por Nik. En el propio oficialismo entienden que no hay margen para que ocurran ciertas cosas.
–¿Es un signo positivo?
–Esa reacción temprana de la sociedad nos permite ser optimistas frente al futuro. No hay una ciudadanía dispuesta a que se traspasen ciertos límites. No puede haber un periodismo vigoroso sin una sociedad receptiva, con reflejos democráticos y que valora adecuadamente las libertades. Es el mejor síntoma que puede tener una comunidad.
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