Cuáles eran las principales ideas de la obra de Ernesto Laclau
El historiador y filósofo político se convirtió en uno de los referentes del postmarxismo y sentó las bases teóricas del populismo
Vinculado actualmente con el kirchnerismo, el filósofo y politólogo Ernesto Laclau –quien murió hoy a los 78 años -, forjó una larga carrera académica centrada, en sus inicios, en la izquierda, hasta convertirse en una referencia del postmarxismo.
Con los filósofos Louis Althusser y Antonio Gramsci como las bases de su obra, Laclau se formó en Historia en la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la década del 60 y más tarde consiguió –de la mano del historiador británico Eric Hobsbawn- una beca para un doctorado en la Universidad de Oxford, donde se especializó en filosofía política.
En su obra, entre la que se destacan Hegemonía y estrategia socialista (1985), que escribió junto a Chantal Mouffe, y La razón populista (2005), Laclau cobró notoriedad al sentar las bases teóricas del populismo. Algunas de las definiciones que él mismo elaboró sobre su legado académico:
- "La cuestión del populismo es la siguiente: supongamos que hay un grupo de vecinos que presenta un pedido a la municipalidad para que se cree una línea de ómnibus que los lleve al lugar donde casi todos ellos trabajan. La demanda puede ser aceptada, y en ese caso no hay problema, pero si es rechazada, esa gente empieza a sentirse excluida. Esa serie de demandas insatisfechas se cristaliza alrededor de un símbolo antisistema, de un discurso que trata de dirigirse a estos excluidos por fuera de los canales de institucionalización. Cuando eso ocurre, hay populismo. Ese populismo puede ser de izquierda o de derecha, no tiene un contenido ideológico determinado. El populismo es más bien una forma de la política que un contenido ideológico de la política. Ahora bien: una democracia que no aceptara ninguna forma de populismo tendría que ser una democracia en la cual todas las demandas fueran institucionalizadas de una manera absolutamente perfecta (lo que es un fenómeno impensable). Si no, la democracia tiene que aceptar esta forma de pluralización de demandas y esta distancia institucional entre demandas y canales de acceso. Esta última es la democracia viable, y tiene que ser siempre, en alguna medida, populista". En LA NACION, 2004.
- "Lo que yo no creo que pueda desaparecer nunca es el principio de la división social, que siempre va a existir y generar antagonismo. Uno puede plantear eso en términos de la distinción entre derecha e izquierda, pero en el futuro podría llegar a plantearse en términos distintos. Lo que no creo es que estemos avanzando hacia sociedades en las cuales haya un pensamiento único. (…) Una sociedad en la cual no hubiera adversarios funcionaría como una fórmula matemática, pero uno no tiene libertad dentro de una estructura matemática. La libertad supone que haya distintas posibilidades, y esas posibilidades suelen generar antagonismos. Por eso, la democracia requiere la oposición entre adversarios. Esa confrontación tiene que estar sometida a reglas, pero tiene que existir. Es como jugar al ajedrez: hay un sistema de reglas y hay dos adversarios, pero no se puede jugar si hay un solo jugador, o si hay dos, pero uno de ellos patea el tablero". En LA NACION, 2004.
- "Cuando las masas populares que habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el populismo. Pero el populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración". En LA NACION, 2005.
- "En todo proceso de representación siempre va a existir un doble movimiento. Por un lado, el de los representados hacia los representantes. Y, por el otro, el del representante al representado. En este proceso la identidad del último es complementada y reconstruida a través de la representación. Tomemos el caso extremo de masas marginales en donde no está claro un interés de sector. Allí la función del representante político es dotar de un lenguaje y una capacidad de movilización a esos sectores. No es cierto que la función del representante en una democracia tenga que ser pasiva. El movimiento de Chávez en Venezuela es profundamente democrático. Allí el discurso del poder es el mismo discurso que comienza a movilizar a esas masas. No sólo actúa movilizándolas. Ese discurso también ayuda a su formulación y deliberación. De otra manera tendríamos la situación anterior: masas completamente vacías y un poder que se reproduce sin ninguna solución de continuidad". En Página/12, 2007.
- "Tomando algunos conceptos del psicoanálisis, podemos afirmar que el lazo social es un lazo de amor por el líder. Pero al mismo tiempo ese líder tiene que representar algo que compartan todos los otros miembros de la comunidad. Ningún movimiento sólido puede sostenerse sólo en el amor por el líder". En Página/12, 2007.
- "Yo creo en el antagonismo administrado. Si hay instituciones dentro de las cuales el antagonismo distingue a la izquierda de la derecha y si ambas participan de un mismo juego institucional, entonces tenemos una sociedad más sana". En LA NACION, 2013.
- "En temas más globales el desafío fundamental para América latina en los próximos años es cómo conectar dos ideas que en principio son difíciles de combinar: el principio de la autonomía y el principio de la hegemonía. No hay expansión de un sistema democrático sin un sistema de proliferación de cadenas que amplían las demandas. Eso es lo que implica la autonomía. Pero, al mismo tiempo, si esas formas autónomas de la voluntad de las masas no son unificadas en torno de ciertos significantes centrales, no habrá acción a largo plazo. Una de las cosas que me preocupa de los movimientos libertarios en Europa es que ellos enfatizan casi exclusivamente el momento de la autonomía. Pero sin voluntad de construir un Estado alternativo, las voluntades tenderán a diluirse. Y del otro lado, insistir exclusivamente en el momento de la hegemonía negando el momento de la autonomía es pecar de un hiperpoliticismo que niega a los movimientos sociales en su autonomía. Ese es el dilema: cómo unificar la dimensión horizontal y la dimensión vertical". En Página/12, 2013.
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