El cierre de San Jorge, en Tigre: miedo y angustia en el nuevo foco de coronavirus de la provincia
Hace tres semanas, en el barrio San Jorge no había contagios. Los agentes del programa Detectar habían pasado casa por casa preguntando si alguien tenía síntomas. La respuesta fue negativa. Ahora, el panorama es el contrario: anoche había 92 casos positivos confirmados y se esperaba el resultado de 43 más.
"Dijeron que nos iban a ayudar, esperemos que sea constante. Que no vengan dos semanas porque está el virus y después nos dejen a la deriva, como nos dejaron siempre", dice Gabriel Giordano, de 26 años, aislado en su casa. Su mamá y su esposa tienen Covid-19.
Durante toda la mañana del viernes salieron del barrio muchos vecinos con bolsas de alimentos. Aún no lo sabían, pero lo sospechaban: esa sería su última salida, al menos en los próximos siete días. Las autoridades sanitarias de la provincia ordenaron un cierre parcial y fueron avisando casa por casa que ya no podrían volver a salir. Muchos fueron, apurados, a comprar comida con la Tarjeta Alimentar.
Cuando volvían de hacer las compras, una persona de traje blanco y antiparras les tomaba la fiebre con la pistola y les sanitizaba las zapatillas. Para el mediodía, la calle de acceso al barrio estaba repleta de voluntarios, funcionarios y policías. "Necesitamos menos Berni y más ayuda social. No es un problema de seguridad, es un problema de salud", dijo a LA NACION Oscar Hurtado, referente político de Barrios de Pie en este distrito, antes de entrar al barrio.
El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni,visitó el lugar en estos días. El operativo, que se ampliará, ya tiene 50 policías apostados en los accesos.
De acuerdo a datos del municipio de Tigre, se hicieron unos 200 hisopados en el barrio San Jorge y casi el 50% dio positivo. El número, hasta anoche, era de 92 contagiados. En total, viven allí unas 1700 personas.
El barrio empieza sobre las vías del tren Belgrano, en Don Torcuato, partido de Tigre. Los pasillos son tan angostos que solo entran dos personas a lo ancho y las casas están pegadas una al lado de la otra. Más atrás hay una zona de canchitas de fútbol y, al fondo, otras casas. A ese fondo solo se accede por los pasillos. La distancia social, entonces, es imposible.
La mayoría vive de changas, en albañilería, del cartoneo o pidiendo ayuda en la calle. Aún así, cuando se supo que había una mujer contagiada todos pusieron plata para la desinfección. Cien pesos cada uno. Hasta ese momento no había políticos en el lugar.
El viernes, militantes de Barrios de Pie prepararon, al mediodía, una olla popular en una garita donde hay un escudo pintado del Club Atlético Tigre. Antes de la cuarentena, la organización ya hacía ollas populares en el barrio.
Hoy empezó a llegar comida para los vecinos. Hasta ayer los únicos que recibían los bolsones del Gobierno eran los contagiados o sospechosos. Ahora, al cerrar por siete días la entrada y salida, la provincia promete entregar kits de limpieza y bolsones de verduras a todas las casas. Habrá un camión con carne para quienes puedan comprar. Los almuerzos los seguirán haciendo en ollas populares los militantes de Barrios de Pie y desde el lunes hará la cena el Ejército.
Este 11 de junio, el ministro de Desarrollo Social de la Nación, Daniel Arroyo, visitó el barrio. Hoy está aislado como "contacto estrecho" de Martín Insaurralde, intendente de Lomas de Zamora, que tiene Covid-19.
Caso cero
María Luisa Pérez tiene 56 años y está internada en el Hospital General de Agudos "Magdalena V. de Martínez", en General Pacheco. Tiene coronavirus. El domingo 24 de mayo se empezó a sentir mal, pero no le dio importancia. Pensó que era uno de sus resfríos habituales.
Un día después ya tenía "chuchos de frío", pesadez, falta de aire. Empezó con fiebre que subía y bajaba. Toda esa semana se quedó en la casa, acostada, sin querer preocupar a nadie. Ya dejaba de comer cuando habló con una de sus hijas diciéndole que llamara a una ambulancia, pero no para ella, sino para su nieta.
"¿Por qué no le llaman la ambulancia a esa criatura?', le dije a mi hija. Escuchaba a mi nietita llorar. Y ella me dice: '¿Y a vos qué te pasa?' -cuenta María- 'Nada, hija, me siento mal, pero yo soy grande, me la voy a aguantar, le dije."
María es diabética, hipertensa, tiene EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y sobrepeso. De los 340 fallecidos por coronavirus en la provincia de Buenos Aires, 80 tenían diabetes, 148 hipertensión arterial, 49 obesidad, 34 EPOC. María combina cuatro de las comorbilidades más peligrosas en un solo cuerpo.
Ese día, su hija llamó a la ambulancia a las cuatro de la tarde. La atención tardó cinco horas. En el medio, los vecinos se enteraron y decidieron ir a cortar las vías del tren Belgrano para pedir ayuda. Es, dicen, la única forma de ser escuchados.
Finalmente, la ambulancia llegó a las nueve de la noche, pero los médicos no querían entrar al barrio. Hacía mucho frío y María ya no se podía mover. Su hija insistió y logró que se acercaran un poco más, pero la terminaron atendiendo en la calle.
"La doctora me preguntó qué me pasaba. Le dije que sentía mucho frío. 'A ver, abra la boca' . Yo abrí la boca. 'Ah, no, tiene amigdalitis'. Me dio unos remedios y me dijo que vaya a descansar. Eso fue lo único que me dijo", cuenta María desde el Hospital de General Pacheco.
Su hija insistía por el hisopado. Pero María no quería ir a Pacheco porque había tenido una muy mala experiencia ahí. Consiguió que la llevaran a Tigre a hacerse el test y volvió a su casa. Al otro día, supo que el resultado era positivo. Entonces la internaron. Pero otra vez la ambulancia tardaría más de lo esperado.
"Me avisaron temprano, pero fueron a buscarme como a las 9 de la noche. No entraron tampoco a mi casa. Me mandaron a preguntar si podía caminar, si llegaba. Y ahí me trajeron acá, al hospital de Pacheco", dice María. Cuando se fue del barrio, los vecinos desinfectaron su casa y su habitación.
Ella vive con dos de sus hijos. A ellos no les hicieron el hisopado. No tienen síntomas, pero se mantienen aislados por ser contacto estrecho de una persona contagiada. Su hija y su nuera sí se hicieron el hisopado y dieron positivo. Lo que no saben es quién contagió a quién.
Miedo, enojo y mea culpa
"Hicimos todos, en general, las cosas mal... es la realidad. Pensamos que de la vía para allá no iba a llegar. Nos cuidábamos afuera", dice una vecina que salió a comprar carne antes de que cerraran el barrio. "Salíamos con tapabocas y adentro del barrio no nos cuidábamos", cuenta. No quiere que se publique su nombre. Más allá de la autocrítica, está enojada. "Acá limpiaron todo porque venían las cámaras", dice, y señala las vías del Belgrano.
Gabriel Giordano también hace el mismo mea culpa. Cuando se enteró de que su mamá había dado positivo, decidieron, como familia, avisar a todos los vecinos, para que todos tuvieran la misma información. "Ahí se empezó a aplicar el protocolo. Acá la gente del barrio no respetaba la cuarentena, me incluyo yo también. Cuando le dio positivo a mi mamá empezamos todos a cumplir el protocolo", cuenta.
Dice que ahora tienen otro problema: el miedo de estar contagiados y que los manden al Centro de Aislamiento Covid-19, en Troncos del Talar. Lo que cuentan sus vecinos desde allá no es para nada alentador. "La gente del barrio está con mucho miedo. Hay miedo y bronca porque se llevaron a toda la gente a un galpón a aislarlos y la están pasando mal", cuenta Gabriel.
Su tía está aislada en ese centro. Ahí se cayó y se cortó la cabeza. Su prima embarazada tuvo pérdidas. Se quejan de que no hay suficiente calefacción. "Le tenemos que estar mandando mucho abrigo desde acá porque pasan mucho frío", dice Gabriel. E insiste: "No la están pasando bien".
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