El inicio de era cristinista: se cumplen diez años de la muerte de Néstor Kirchner
El día que Néstor Kirchner murió,Alberto Fernández se subió a su auto en estado de shock y deambuló por Buenos Aires durante dos horas. Después telefoneó a Florencio Randazzo, por entonces ministro del Interior, y le pidió despedirse del expresidente. En una pelea que parecía sin retorno con Cristina Kirchner , él no podía acaparar la atención. Era la capilla ardiente de una presidenta de luto inmóvil frente al féretro, rodeada de una peregrinación. "Entré, recé un padre nuestro y me fui", recordaría Fernández a LA NACION días antes de su asunción.
Una década después, la escena es distinta. El martes 27, cuando se cumplan diez años de la muerte del expresidente, Fernández recordará a Néstor Kirchner –su principal mentor político- con la inauguración de su monumento en el CCK. En medio de la pandemia, el jefe de Estado se ocupó de la repatriación y restauración de esa figura de bronce, que tiene 2,28 metros de alto y un peso aproximado de 600 kilos. Había sido encargada por la gestión de Cristina en 2014 y obsequiada a la Unasur, en Ecuador, pero terminó arrumbada en un depósito en Quito.
La Casa Rosada invitó a Cristina al acto y todos esperan que asista, aunque los portavoces de la vicepresidenta aún no dan por confirmada su participación. El kirchnerismo organizó una agenda de rememoración propia. En las redes del Frente de Todos viene difundiendo un discurso de Kirchner por día y en la víspera del aniversario hará un "proyectorazo" con imágenes del exmandatario sobre fachadas de edificios. Para el martes está convocada una caravana a la Plaza de Mayo y luego se emitirá un "programa especial" vía streaming.
"La fecha de Cristina es el 27, no el 17 de octubre", reflexionó esta semana un ladero presidencial luego de que la vicepresidenta se ausentara del acto por el Día de la Lealtad que organizó la CGT para respaldar a Fernández. Según con quién se hable, la hipótesis de ese "faltazo" varía. En el oficialismo hay quienes resaltan que Cristina nunca fue afecta a esas demostraciones del peronismo tradicional cegetista (hay pocas fotos de ella en Azopardo). Otros señalan que ese día quiso evitar una luz cenital sobre su figura y dejarle el protagonismo al Presidente. Y un último grupo aduce motivos personales.
Una década
El aniversario del fallecimiento del expresidente tiene otra carga simbólica. La muerte de Néstor Kirchner fue el nacimiento del cristinismo. Un cambio de piel que devino en un kirchnerismo más cerrado e ideologizado. Con el tiempo se convertiría en un núcleo duro con un capital electoral firme, pero con un techo que lo condujo a más de un revés en las urnas.
Para demostrar que su gobierno estaba entero, en aquel octubre de 2010, Cristina regresó a trabajar a Buenos Aires el lunes posterior al entierro de Kirchner en Río Gallegos. "Cuando llegó un funcionario le dijo: «Si la historia hubiera sido al revés, a Néstor le hubieran dado una semana». Ella estuvo a prueba enseguida", recuerda un testigo de aquellos días en la Casa Rosada. Olivos dejaría de ser sede de largas tertulias políticas (casi siempre de hombres) para ser un lugar reservado solo para su familia.
"Como sociedad política, Kirchner siempre había sido un articulador pragmático con el resto del peronismo, con los gobernadores e intendentes, incluso con la oposición. Cristina siempre fue más dogmática, siempre fue la vanguardia ideológica de la pareja", agregó. Como jefa política única, la expresidenta abrió paso a un kirchnerismo más defensivo, en un contexto más hostil: la pelea con el campo había levantado un muro con el establishment y declarado una guerra con el Grupo Clarín. El modelo económico mostraba los primeros signos de agotamiento.
La Cámpora-que tenía trabajo territorial desde mucho antes- tuvo su mayor auge después del fallecimiento de Kirchner. Creció en músculo militante y en posiciones de poder. "En ese momento Máximo Kirchner vino a Buenos Aires a defender a Cristina, a recibir los golpes", recuerda un colaborador de la Casa Rosada de aquel entonces. La organización juvenil se convirtió en la "guardia pretoriana" de la expresidenta y comenzó a escalar en la estructura gubernamental.
En octubre de 2011, cuando llevaba un año vestida de luto, Cristina obtuvo su reelección con 54 puntos. Con el lema de "Cristina eterna", su segundo mandato fue la cristalización del relato kirchnerista en torno al "proyecto nacional y popular". La era de los patios militantes y las cadenas nacionales. También los años de la relación conflictiva con la CGT, del peronismo dividido, de la revelación de los primeros casos de corrupción, del enfrentamiento con los grandes empresarios y de una cruzada con los grandes medios, a los que acusó de disparar "balas de tinta".
Tras la muerte de Kirchner, Cristina fue la gran electora del oficialismo pero ni en 2013 ni en 2015 su boleta pudo ganar la elección. "El llano nos dio perspectiva de análisis. Tiempo para reflexionar y repensarnos", dijo un integrante de La Cámpora sobre los años que la agrupación caminó el desierto durante el mandato de Mauricio Macri.
"Se aprendió que faltaba articulación política. Eso que tenía Néstor", dijo otro portavoz de la agrupación. Cristina también entendió el límite y fue por eso que en 2019 –tras una reconciliación que dejó atrás una pelea de largos años- fue ella quien entronizó a Alberto Fernández para que abroquelara al peronismo.
Tras trajinar en los tribunales durante cuatro años, hoy el kirchnerismo duro se concentra en su agenda de asuntos judiciales. En público Cristina se muestra poco (en su entorno destacan que se cuida de la pandemia) y no opina mucho de los temas económicos y sociales centrales, ni de la marcha de la gestión. La Cámpora, que nunca antes había asumido tantos cargos públicos, aspira a culminar el trasvasamiento generacional. El proyecto es volver conducir un gobierno propio.
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