Cristina sugirió que no quiere volver a la Rosada y agitó un viejo debate en la coalición de gobierno
La vicepresidenta lo planteó en su alegato por el pacto con Irán; el Frente de Todos oscila entre la continuidad de Alberto Fernández y la proyección del tridente Kicillof-Máximo-Massa
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Por primera vez en público, en medio de un alegato político ante un tribunal de Comodoro Py, la vicepresidenta Cristina Kirchner planteó abiertamente que no tiene en sus planes volver a ocupar la Casa Rosada. Se le puede creer o no, pero lo cierto es que dentro del variopinto espectro oficialista ya se contempla ese escenario como efectivamente posible. Y se empieza a delinear el futuro del Frente de Todos con miras a la sucesión presidencial de 2023.
Suena prematuro para una coalición que reúne a sectores muy disímiles y que para colmo debe gobernar en medio de una pandemia, pero el apartamiento de la mentora de la alianza –no del manejo obsesivo de los hilos del poder, sino de la futura disputa por la primera magistratura- provoca un impacto interno anticipado, cuyos reflejos podrán verse en la forma en que se armará la lista de candidatos que importa: la de la provincia de Buenos Aires.
Mientras se inicia la cuenta regresiva para esa definición, en la Casa Rosada tomaron nota de la declaración de Cristina ante el tribunal que juzga las responsabilidades del fallido pacto con Irán. ¿Qué pasará, para la mesa chica del Presidente, en 2023? “Si nos va bien, seguirá Alberto. Si nos va mal, será (Horacio Rodríguez) Larreta. En ese caso no habrá Axel (Kicillof), ni Máximo (Kirchner), ni (Sergio) Massa”, dijo una fuente albertista consultada por LA NACIÓN.
La mención al gobernador bonaerense, al jefe del bloque de diputados del Frente de Todos y al presidente de la Cámara baja no fue al azar. En el oficialismo hace rato se especula con que integran el trío de posibles sucesores en la línea presidencial, siempre en acuerdo con Cristina claro está. El que pica en punta con esas versiones es Kicillof: tal vez por eso en La Plata se apresuran a contestar que “el proyecto de Axel es hacer una Gobernación de ocho años”.
Pero lo cierto es que el gobernador bonaerense es tal vez el dirigente que mejor interpreta el pensamiento de Cristina. “¿Siguieron el alegato?”, preguntó este diario a un colaborador directo de Kicillof. “¡Claro, como la final Argentina-Brasil!”, respondió sin tapujos, haciendo una comparación con la expectativa que generó la final de la Copa América, con resultado feliz incluido. El gobernador se siente identificado con las denuncias de Cristina contra la Justicia.
En especial, cuando la vicepresidenta alude a “la utilización de la Justicia para hacer campaña”, como hizo ante el tribunal que la escuchó vía zoom, al que se conectó desde el Senado. Kicillof sufrió su imputación en la causa del “dólar futuro”, iniciada en 2015 justo antes de dejar el Ministerio de Economía nacional, y otra por enriquecimiento ilícito que ya se cerró. “Es un alivio, porque te afecta en muchos niveles de la vida”, aseguró alguien que conoce de cerca al Gobernador.
De quien no trascendió ningún comentario sobre el alegato de Cristina fue de Massa. El tigrense recuperó su relación política con la vicepresidenta, pero históricamente tomó distancia de los problemas judiciales del kirchnerismo. Ahora prefiere concentrarse en acciones conjuntas con ella en el Congreso: la última fue la firma de una resolución con la que adhirieron al duelo nacional por la tragedia de los 100.000 muertos de coronavirus.
Cristina pasa más horas en su despacho en el Senado de lo que se conoce públicamente. Ayer, tras su discurso que superó largamente los 45 minutos que le había dado el tribunal, permaneció allí para atender varias reuniones políticas. En la fachada de su departamento de Recoleta, en la esquina de Juncal y Uruguay, también se vio una muestra de duelo: una gran bandera argentina con un crespón negro, que colocaron vecinos poco amistosos con la Vice.
La frase
“Lo único que me mueve, con 68 años, es dejar un país mejor que el que Néstor tomó en 2003, por mis hijos y fundamentalmente por mis nietos”, dijo Cristina en la parte final de su alegato, al descartar tácitamente la posibilidad de intentar un regreso a la Casa Rosada, tras los dos mandatos que completó entre 2007 y 2015. Como ocurrió en sus recientes incursiones por el Conurbano, reivindicó aquellos años como “felices”, sin reconocer errores políticos ni económicos.
De hecho, rechazó “el mito de que no se creció” en el decenio 2010-2020, pese a que es considerado por los especialistas como una década perdida por el estancamiento y la involución de los indicadores socioeconómicos. Y exhibió un gráfico con el que buscó demostrar la caída del peso de la deuda externa sobre el producto bruto. También denunció que los “fondos buitres” presionaron para “doblarme la mano” y dijo que ella no quiso “pagar cualquier cosa”.
La argumentación de Cristina, que atribuyó a lo que denomina “lawfare” a la supuesta dominación extranjera a través de la deuda, da una dimensión de la importancia que le otorga a la negociación con el Fondo Monetario Internacional que lleva Martín Guzmán. El ministro de Economía hace rato que se adaptó a esa lógica y sostiene que “los programas a acordar los promueve la Argentina” y no el staff del organismo, al que acaba de ver en Venecia, donde sesionó el G-20.
Antes de ese viaje a Italia hubo una reunión en la quinta de Olivos en la que Guzmán debió comparecer ante Alberto, Cristina y Kicillof. Allí la vicepresidenta reiteró su reclamo para que la política económica sea expansiva en el segundo semestre, en coincidencia con el calendario electoral que tendrá paradas clave en septiembre y noviembre. El bono para los jubilados anunciado en la semana y un plan de empleo para jóvenes que se comunicará en los próximos días son ejemplos de que esa demanda será acatada.
Cristina ejerce el liderazgo del Frente de Todos sin pisar la Casa Rosada. Esa fórmula política podría extenderse en el tiempo, de acuerdo a sus propias palabras ante el tribunal que debe juzgar si encubrió a los autores del atentado contra la AMIA al promover el memorándum con Irán, en el improbable caso de que la causa llegue a juicio oral. En torno a esa definición de la vicepresidenta es que los referentes de la coalición gubernamental empiezan a hacer sus propios planes.
En caso de que Cristina profundizara la línea de los “funcionarios que no funcionan” e incluyera al propio Fernández en esa categoría, entonces Kicillof sería su preferido para la sucesión. A su vez, Máximo aspiraría al sillón de Dardo Rocha -ya está instalado en la región platense, a juzgar por su internación en el hospital Italiano y que se vacunó contra el Covid en el Estadio Único- y Massa reclamaría una PASO presidencial contra el gobernador bonaerense.
El tridente que anima la “mesa de los lunes” tendrá que doblegar la intención del Presidente y de varios de sus ministros de completar un ciclo de ocho años. “Alberto es el único que puede mantener este espacio unido. Solo él interpreta a todos”, aseguran en el gabinete. En lo que todos coinciden, sin embargo, es que el primer candidato a diputado de la lista bonaerense será una mujer o un hombre alineado con el Presidente. Y en que el resultado electoral será, en definitiva, el que determine cómo seguirá el gobierno en la segunda mitad de su mandato.
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