Curiosidades del discurso de Cristina modelo 2007
Diferencias, rupturas y contextos separados por un abismo
Los cuatro años que separan la asunción de Cristina Kirchner como la primera mujer elegida para gobernar la Argentina , de la jura que marca el inicio de su segundo mandato parecen, por momentos, un siglo. Por otros, un suspiro. Más allá de las percepciones subjetivas, vale volver a aquel diciembre de 2007 y mirarlo desde este otro de 2011, sopesar diferencias, similitudes, rupturas y continuidades.
El 10 de diciembre de 2007 fue lunes y, por primera vez en la historia, una presidenta electa recibió los atributos de mando de manos de su marido. Néstor Kirchner dejaba el poder después de cuatro años signados por la salida de la crisis de 2001.
Los guiños de complicidad entre la Presidenta y su marido atravesaron la ceremonia. Sentado a su izquierda ("Es casualidad que esté a mi izquierda, no vaya a ser que se lo crea", lo chicaneó), Kirchner siguió el discurso serio y casi inmóvil. Sólo sonrió ante esa referencia a su ubicación espacial y hacia el final cuando la Presidenta le preguntó: "¿Se va?". Kirchner, que evitó contestar, dejaba ese día de tener un cargo político formal después de 20 años de actividad ininterrumpida.
A su derecha, Julio Cobos, siguió el discurso casi sin inmutarse. Sólo tres meses después se desataría el conflicto que selló la ruptura entre ambos. Cristina Kirchner lo mencionó una vez cuando habló de la fórmula con la que cuarenta días antes había ganado las elecciones con el 46 por ciento de los votos.
La Presidenta habló durante 45 minutos, con esa mezcla de improvisación y control sobre el discurso que luego convirtió en sello de sus apariciones públicas. Justo a la mitad del mensaje pronunció la frase más fuerte, una sentencia de una actualidad que asombra. "El acuerdo del que hemos hablado durante toda la campaña no es un acuerdo de precios y salarios. No he venido a ser presidenta para convertirme gendarme de la rentabilidad de los empresarios, que se olviden. Tampoco para convertirme en parte de una interna sindical", exclamó.
La advertencia a los sindicatos y a los empresarios parece calcada de la que hizo ya varias veces desde que ganó las elecciones de octubre. La relación con Moyano era otra. Y no tanto. La distancia no era (por mucho) la de hoy. Pero tampoco eran todas flores. De hecho, el día de la jura el camionero no estuvo en las celebraciones frente a la Casa Rosada y al día siguiente amenazó: " No va a faltar mucho tiempo, que sólo los camioneros vamos a llenar la Plaza de Mayo ". Cambió también el vínculo con los empresarios, con quienes en el último tiempo la Presidenta tuvo gestos de acercamiento, impensados hace cuatro años.
Es que el contexto económico, sobre todo mundial, ante el que hablaba la Presidenta era muy distinto. Bregaba entonces de profundizar el "modelo económico de matriz diversificada de acumulación con inclusión social", luego devenido simplemente en "el modelo", una consigna que el discurso oficial mantiene hoy en pie, pero a la que en las últimas semanas se le sumó la figura de la "sintonía fina", por no decir, entre otras cosas, ajuste o inflación.
Otro momento tenso de aquella tarde de diciembre llegó cuando promediaba el discurso. Cristina Kirchner había enumerado los países de la región cuyos presidentes participaban de la jura. Por primera vez en toda la ceremonia cayeron papelitos desde los palcos. Retumbaron los aplausos. La Presidenta sonreía y apuntaba que "también América latina" tenía "nombre de mujer". Uruguay había quedado fuera de la lista. Enseguida quedó claro por qué.
"Quiero decirle que no va a tener de esta presidenta un solo gesto que profundice las diferencias que tenemos. Pero también quiero decirle que la situación que hoy atravesamos no nos es imputable. Nos hemos presentado en la Corte de La Haya porque se ha violado el tratado del río Uruguay al instalar las pasteras sin consentimiento", le enrostró a Tabaré Vázquez ante la mirada atónita de Michelle Bachelet. El presidente uruguayo, que segundos antes agradecía sonriente que Cristina Kirchner lo hubiera dejado para el final, quedaba serio e inmóvil.
Para el final, Cristina Kirchner dejó otra de las reflexiones que se volverían un clásico de sus discursos en los años siguientes. "Sé que tal vez me cueste más porque soy mujer, estoy absolutamente convencida", dijo. Con el cierre llegaron las lágrimas y el momento más emotivo. "Pero sé que tengo el ejemplo no sólo de Eva, que no pudo y que tal vez lo merecía más que yo. Tengo el ejemplo de unas mujeres de pañuelo blanco que se atrevieron donde nadie se atrevía y lo hicieron". Fue la única vez que miró hacia arriba para encontrarse con el saludo de Estela de Carlotto y de Hebe de Bonafini, dos mujeres que no perderían protagonismo durante su mandato. Todos se pusieron de pie. Los papelitos volvieron a llover desde los palcos. Cristina Kirchner había dado su primer discurso como presidenta de la Argentina.
Hoy brindó el primero de su segundo mandato. Sin Néstor Kirchner. Ante una Argentina y un mundo distintos. De cara a desafíos distintos. A cuatro años de aquel diciembre a la vez cercano y abismal.
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