Cristina logró ilusionar a casi todos, incluso a sus rivales
Si hacer política es generar expectativas y despertar ilusiones, Cristina Kirchner honró el manual con su decisión de ser candidata a vicepresidenta de Alberto Fernández. En todos o casi todos los espacios y subespacios políticos encontraron algún motivo para alimentar sus propias esperanzas electorales, aunque resulte poco razonable.
La particularidad de la forma en la que, una vez más, la expresidenta resolvió las postulaciones, por instinto político y necesidades personales y políticas, explica lo que debería ser un contrasentido. Hasta que no se ausculte, cuantitativa y cualitativamente, qué significa para el electorado la fórmula Fernández-Fernández todos pueden tener razón. Una ventaja para Cristina. Ella ya avanzó. Los demás siguen y seguirán discutiendo.
El oficialismo encontró desde anteayer otro motivo de debate. O de división transversal. Dato no menor. De un lado se enrolan quienes están convencidos de que lo que acaba de ocurrir demuestra que el potencial electoral de la expresidenta no tiene la fortaleza que ciertas encuestas le adjudicaron, que sus seguidores pregonaban y que algunos cambiemitas críticos temían.
Agregan en este sector que la composición de la fórmula fue un nuevo error que suma Cristina a los que ha cometido otras veces en materia electoral. Consideran a Alberto Fernández un candidato incapaz de sumar más votos que los que podía recolectar su jefa. Es más, apuestan a que le restará adhesiones. Ven demasiadas contradicciones internas en este armado. Lo que se llama inconsistencias.
Suscriben esa interpretación dirigentes que suelen tener visiones enfrentadas, como Marcos Peña y Emilio Monzó. A ellos se suman algunos radicales, como Mario Negri, Ernesto Sanz y Jesús Rodríguez. A excepción de Monzó, todos los demás son los que rechazan las demandas de ampliar la arquitectura de la coalición oficialista para sumar dirigentes hoy ajenos a Cambiemos. Son también quienes se oponen, aún más, a revisar la consagración de la candidatura a presidente de Mauricio Macri y rechazan abrir la PASO para que el Presidente compita con otros candidatos.
En otra vereda de la interna de Cambiemos están quienes se alegran por motivos exactamente opuestos. Aquí aparecen tanto los radicales que siguen al díscolo presidente partidario Alfredo Cornejo como algunos conspicuos macristas porteños y bonaerenses de la primera hora. También adhieren altos funcionarios nacionales.
Argumentan que la expresidenta demostró realismo al adoptar una decisión "inteligente y oportuna", porque, a su juicio, ahora el kirchnerismo puede aspirar a ampliar su base de sustentación. La cualidad blanqueadora del nombre de Alberto Fernández al frente de la boleta presidencial se suma a la fidelización que asegura la presencia de Cristina Kirchner en la fórmula, dicen.
¿Qué puede ver de bueno un oficialista en todo eso? Para ellos, la necesidad de abrir Cambiemos, que venían impulsando, se torna ahora una obligación. La nueva realidad vendría a reafirmar su prédica.
Las posiciones son casi irreductibles, pero no hay empate. A pesar de lo que algunos creen ver o creen haber escuchado, Macri sigue en el plato de la balanza de los que no quieren dibujar nuevas geometrías. Al menos hasta que las encuestas no le demuestren lo contrario. Ganar tiempo para él es ganar. ¿Acertará?
Si la posición del sector purista encabezado por Peña es confirmada por los sondeos no resultaría un problema para ellos. Todo se complicaría en caso contrario. El tiempo es un bien cada vez más escaso para abordar cambios que requieren de una ingeniería política compleja para lograr la aleación de materiales muy diversos. Las victorias pírricas nunca ganan guerras.
La decisión de la expresidenta también ilusionó a Sergio Massa y a su equipo de campaña. La confirmación de su hipótesis de que Cristina no iba a ser candidata a presidenta ahora alimenta otra ilusión: que tampoco integrará la fórmula presidencial y que, al final, se bajará.
En un punto los massistas coinciden con el macrismo liderado por Peña. Están convencidos de que el binomio Fernández-Fernández no despegará en las encuestas .
El tigrense y sus asesores van más lejos: apuestan a que eso terminará dando paso a otras candidaturas, que deberán ir a una PASO más amplia donde se incluya a Massa. Apuestan a un sinfín de carambolas. Por eso, refuerzan su perfil opositor al Gobierno. "No queremos relevarlo a Macri, pretendemos sustituirlo", es la máxima que pregonan en estas horas. La convicción (o la construcción) de que la fórmula kirchnerista lanzada anteayer es provisional, para ganar tiempo y sumar a otros sectores del panperonismo, justifica y condona su acercamiento al mundo cristinista. Añaden el argumento de que Alternativa Federal no logrará convertirse en una opción electoral con posibilidades de éxito. En tal caso, dicen, "¿por qué no ir a una PASO del peronismo, que incluya a los candidatos kirchneristas?"
En pos de construir expectativas (o ilusiones), como corresponde a todo candidato, Massa no se conforma con pequeñeces: busca ser visto (y apoyado) por el establishment como un actor moderado y racional, capaz de vencer al kirchnerismo. Por eso niega que vaya a ser un partenaire del neocristinismo como candidato a gobernador bonaerense. También necesita convencer al "círculo rojo" de que "Macri ya fracasó" y que no vale la pena apostar por su espacio. Al tigrense nunca le faltó ambición, aunque lo persiga la desconfianza.
Por ahora, Massa disfruta, como otras veces, de la recuperada centralidad. Sus movimientos son seguidos con interés tanto por el resto de Alternativa Federal como por un sector del oficialismo. Ambos temen que termine aportándole al kirchnerismo apoyos decisivos (aunque relativos cuantitativamente), para sumar incógnitas. En el macrismo purista tampoco ven amenazas ante un posible acuerdo del massismo con el kirchnerismo. Sostienen que los votos que podrían sumarle a los kirchneristas ya se fueron, porque los que le quedan no votarían allí.
Por último, también algunos se ilusionan en Alternativa Federal. Argumentan que Cristina adoptó la medida apurada por la confirmación de Juan Schiaretti, con su rotundo triunfo en Córdoba, como el peronista capaz de armar un opción peronista exitosa, con el apoyo de varios gobernadores. Los apoyos de mandatarios provinciales que lograron los Fernández no hizo mella en el optimismo. No habrá que recurrir a sondeos para verificar esta hipótesis. Esta semana está prevista una reunión del peronismo no kirchnerista, bajo la conducción de Schiaretti, convertido en el arquitecto de esa casa que aún es un boceto. Allí se verificará si reúnen material suficiente para empezar la obra. Mientras tanto, hoy volverán a votar los mercados. Nada es seguro en ningún lado. Sobran las especulaciones y faltan las mediciones que las corroboren. Todos corren sin red al borde del precipicio, sin perder las ilusiones. Minuto a minuto. Tictac, tictac.
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