La vicepresidenta organiza la oferta electoral bonaerense, evita costos y estudia Economía; ¿Hay que descartarla como candidata presidencial del Frente de Todos?
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Estamos en una encrucijada sanitaria a escala internacional extraordinariamente incierta. Nos estamos moviendo desde hace ya más de un año en arenas movedizas. Parece que llegáramos a situaciones que se configuran de manera estable y son espejismos. Este gráfico nos muestra la situación de Europa, ante un rebrote importante de casos en una tercera ola de Covid. La curva de Reino Unido, Portugal, España, es de nuevo muy inquietante. La curva de la Unión Europea, en general. Empieza a haber un rebrote. En la última semana, los casos en la Unión Europea subieron 38%; 68% en el Reino Unido, 65% en España, 27% en Francia, 53% en Portugal. Es, desde julio, el crecimiento más alto con esta nueva variante delta. Sigo: 36% en Holanda, 97% en Grecia, 19% en Rusia. En Luxemburgo, donde fue internado el primer ministro, 413%. Solo bajan Alemania, Bélgica e Italia.
No es lo mismo que las olas anteriores. No está pasando lo mismo. Este gráfico fue publicado por The Guardian en un estudio sobre esta tercera ola de Covid. En relación a los casos, la tercera tiene una curva más pronunciada hacia arriba que la segunda ola. Sin embargo, hay muchísimo menos hospitalizaciones en esta ola que en la anterior, y lo mismo respecto a las muertes. ¿Por qué esta mejora? Por las vacunas.
La clave de estos cuadros, de estas diferencias entre la segunda y tercera ola que se vive hoy, es la vacunación. Y en la Argentina, la vacunación sigue siendo un problema. Entra el oficialismo en la campaña electoral y sigue con esa piedra en el zapato. Si comparamos la cantidad de gente totalmente vacunada por millón de habitantes, vemos que entre los primeros países están Chile, el Reino Unido y Estados Unidos. Mientras que la Argentina se encuentra después de Colombia y Brasil.
La aparición de una tercera ola invasiva y muy contagiosa, más el problema del atraso que tiene el país en materia vacunación, a pesar de que llegan más vacunas de las que había hace un par de meses, explica el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que tuvo que firmar Alberto Fernández.
Ese decreto es interesante porque muestra nuevamente el funcionamiento de la política en el Ejecutivo. Es decir, se reproducen -en la decisión de firmar ese DNU- lógicas anteriores de este mismo equipo político. La más importante de todas, las malas noticias, las cosas desagradables las hace Alberto Fernández, que para eso fue puesto en la Casa Rosada. La idea de delegar el poder en Fernández por parte de Cristina Kirchner, en su origen, está basada en la hipótesis de que en la Argentina, en este tiempo, iba a haber un ajuste inevitable que ella no iba a querer titularizar o llevar adelante en persona, para no desfigurar su imagen en la historia y para no perder, ella misma, competitividad electoral.
El rol de Cristina y el rol de Alberto Fernández se reproduce en este DNU que tuvo que firmar el Presidente para que, sobre todo la vicepresidenta -porque se mira la Cámara de Diputados, pero el problema es el Senado- no tuviera que atravesar una discusión muy desagradable con la oposición. Más allá de núcleos muy recalcitrantes del propio kirchnerismo que le pueden estar reprochando al Gobierno haberse “arrodillado” delante de los laboratorios americanos.
El misterio sigue estando. ¿Por qué tardaron tanto si el vilipendiado Ginés González García había propuesto que firmen un DNU para traer la vacuna Pfizer en el mes de abril y Alberto Fernández no quiso firmarlo diciendo: “No voy a quedar como que yo me entrego frente a los laboratorios”?
El Gobierno tiene poco argumento para explicar por qué tardó tanto en firmar este decreto, por una razón muy sencilla: tendría que revelar los términos de la negociación. Y los términos de esa negociación con los laboratorios aparentemente son secretos. Los laboratorios pidieron muchas más cosas que dejar de lado la palabra “negligencia”, como una posible imputación penal. Si uno lee el decreto entrelíneas, esas cosas están insinuadas, se advierte que pedían muchas más garantías. Hay un artículo de Laura Serra en LA NACION que habla de que también los laboratorios piden regalías como garantías.
En Brasil, a Jair Bolsonaro se le reprochó, y se le sigue reprochando, la firma tardía del convenio con Pfizer. Hay una comisión investigadora en el Congreso sobre el problema de la contratación de vacunas -donde también Bolsonaro está salpicado por casos de corrupción-. Lo curioso es que el abanderado de ese reproche es el PT, Lula da Silva. El PT le pregunta a Bolsonaro por qué no se “arrodilló” ante los laboratorios. Al revés que acá.
En Brasil la negociación fue secreta, pero por un desliz, por mala intención, por un fallido, no sabemos por qué, al ministro de Salud se le escapó durante algunos minutos el contrato con Pfizer, que fue colgado en el sitio web del ministerio de Salud brasileño. Allí se notan todas las prerrogativas que piden los laboratorios para ponerse a salvo de cláusulas complejas, que rigen sobre todo en el derecho americano, por las que alguien puede llevar adelante una demanda en nombre de todo un universo de damnificados que no decidieron demandar. Estamos hablando de vacunas que fueron aprobadas en seis meses, ocho meses, cuando vacunas similares en otras pandemias llevaban un promedio de ocho años para su aprobación. Este es el centro del problema. El Gobierno no puede demostrar todo lo que defendió al país, que es la razón por la cual explica su demora, soportando el desgaste de una oposición que hizo de la marca Pfizer una bandera. Y nos queda un interrogante: cuánto cedió Pfizer. Porque si demoramos tanto para lograr poner a salvo los intereses de un país frente a un laboratorio que pedía muchas cosas, es evidente que la Argentina logró de parte de ese laboratorio cosas que otros países no lograron. ¿Será así? Hay derecho a dudar de todo esto.
Existen dos situaciones de contexto que explican la aceleración de este proceso y que justifican por qué Alberto Fernández tuvo que firmar el decreto. La primera, una enorme presión de redes de padres, que hoy están mandando cartas documento a la ministra Carla Vizzotti, para que se aplique la vacuna pediátrica, que solo la fabrica Pfizer, a chicos con comorbilidades. Esto es una ola que empezó a crecer. El otro tema, probablemente menos imperativo, es la geopolítica. Vacunados los Estados Unidos, Joe Biden salió a ofrecer vacunas gratis, mirando a Rusia, mirando a China, que cobran sus vacunas. Biden ofrece 80 millones de dosis, con una primera tanda de 25 millones. De esas 25 millones, 6 millones son para América latina y 2 millones 300 mil dosis son para la Argentina. Cómo hacer para decir que porque no queremos consumir Pfizer ni Johnson ni Moderna nos negamos a una donación de 2 millones 300 mil dosis, con esta performance tan atrasada que tiene la Argentina aun respecto de países que vacunaron mal, como Brasil, por ejemplo.
Todo esto es el contexto de un DNU que se explica por la decisión del oficialismo de no darle una bandera en el parlamento a la oposición, en un debate que hubiera llevado varios días y que hubiera significado un desgaste importante para el Frente de Todos, pero sobre todo para Cristina Kirchner como presidenta del Senado. El Gobierno firmó un DNU que exime a los laboratorios de muchas obligaciones y, sobre todo, los libera de la imputación de negligencia. La negligencia es un delito que puede ser culposo, es decir, producido por alguien que no necesariamente quiere hacer daño, como la famosa mala praxis del mundo de la medicina que genera tanta litigiosidad. La negligencia es un delito penal que está mencionado en el contexto de la mala praxis en el articulo 84 del Código Penal. Subrayo penal porque la Constitución prohíbe emitir decretos de necesidad y urgencia sobre materia electoral, tributaria y penal. Quiere decir que si alguien se ve afectado por una vacuna Pfizer, Johnson o Moderna y entiende que ese daño se produjo por una negligencia y hace un juicio, pero el laboratorio contesta amparándose en un DNU, el damnificado puede decir que eso no lo exime, porque está prohibido por la Constitución. El decreto sería por este motivo inconstitucional.
El otro costado interesante de esto es que para que tenga validez tiene que ir a una comisión bicameral, que sigue todo este tipo de legislación que emite el Poder Ejecutivo tomando facultades del Congreso. En esa comisión bicameral están los diputados y senadores del kirchnerismo que se negaron a aprobar una ley sobre el tema, que hubiese sido mucho más sólida desde el punto de vista jurídico. Más aún, en esa comisión bicameral da la casualidad de que va a tener que aprobar ese decreto el diputado Pablo Yedlin, que era el abanderado del rechazo a este tipo de reformas. O sea que el desgaste podrían tenerlo igual solo que de manera menos visible. Entonces, todo esto vincula dos temas unidos desde el comienzo, y a medida que va pasando el tiempo esas peculiaridades se acentúan. El plan de vacunación es inevitablemente un plan electoral.
En un año complicado para la economía apareció un estudio muy interesante de una consultora que se llama Equilibra, que lideran Martín Rapetti y Diego Bossio-, y describen lo que es el plan electoral del Gobierno en materia económica. Obsesión por el aumento del salario real; y no llegan, porque las paritarias siguen atrasadas respecto de la inflación; los aumentos jubilatorios de la fórmula de actualización que este Gobierno adoptó también quedaron atrasadas respecto de la inflación, por lo que hay que esperar un nuevo aumento emitido por el Poder Ejecutivo; congelamiento de precios; atraso cambiario; y una cantidad de variables administradas de tal modo que se instala un gran signo de interrogación para lo que pasará con la economía en la Argentina después de las elecciones. Se entiende que antes de acordar con el Fondo el Gobierno quiera ver cómo salió en las elecciones para saber qué tipo de discusión va a tener. Porque van a ser necesarios muchos ajustes. ¿Alcanza todo esto? Voy a otra consultora, Fixer, que estudia movimientos de opinión pública en redes sociales, y muestra que sigue cayendo el oficialismo en el voto joven y en el voto de personas menos capacitadas. Dos votos típicamente kirchneristas. Es un dato que hay que anotarlo en un rinconcito del disco rígido. Porque por acá puede venir la sorpresa. Cae Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Axel Kicillof, Larreta, Vidal, Bullrich, caen todos. Hay como una especie de desencanto pasable, tampoco dramático, con la política, según advierten quienes estudian opinión pública en las redes sociales.
En este cuadro, de un Gobierno que tenía el monopolio del voto joven y que empieza a perderlo en los sectores menos capacitados, se entiende perfectamente que Cristina hable de traperos en sus discursos. Que nombre a L-Gante. A pesar de que lo nombró como “Elegant”, lo que demuestra que el coaching no fue del todo perfeccionado para dirigirse a ese votante que ella pretende recuperar.
La campaña oficialista está pensada como una trilogía que vemos todos los días.
Miren las noticias de actos oficiales en el Gran Buenos Aires durante las semanas pasadas. Aparecen Sergio Berni, Axel Kicillof, Sergio Massa. Es un menú. Al que le gusta Bolsonaro le ofrecen Berni; si te gusta algo más de centro te ofrecen Massa; y si querés algo que bordea la izquierda stalinista tenés a Kicillof. Es un lujo que se puede dar una fuerza política con el liderazgo de Cristina Kirchner. Los sondeos son interesantes. No tanto porque hoy tenga valor la intención de voto. Es muy prematuro. Lo que es interesante es a quién mide el oficialismo. A Berni. A Daniel Gollan, ministro de Salud; Daniel Scioli; Malena Massa, inclusive hay llamados telefónicos de alguna consultora que pregunta por candidatos y pasa avisos de la gran gestión de Malena Massa en AySA. ¿Quién pagará eso? Y Fernanda Vallejos, una economista, diputada, muy ligada a Cristina; menos ligada a La Cámpora, ortodoxa del pensamiento económico de Cristina. En estas mediciones aparece también Santiago Cafiero. Es importante este dato. Cafiero puede ser un candidato irreprochable, por lo que significa el apellido en la provincia de Buenos Aires. Pero detrás de la intención de llevar a la elección a Santiago Cafiero está la intención de despejar el lugar del jefe de Gabinete, y la fantasía de que Cristina Kirchner intervenga con un jefe de Gabinete nuevo, más ligado a ella, con otra capacidad de administración. Más que por razones ideológicas, por razones de ejecutividad, que le intervenga el gabinete a Alberto Fernández. Eso es lo que hay que mirar con la postulación insistente del kirchnerismo duro de Santiago Cafiero, al que descubrieron como gran candidato para la provincia de Buenos Aires.
Todo esto es un escenario donde en el centro reina Cristina Kirchner. No aparece Alberto Fernández, lo vemos poco por el conurbano. Lo tienen escondido, como a Mauricio Macri en Juntos por el Cambio. Y sí aparece Cristina, que se relanza, que está atenta a todo, que está estudiando economía; lee y subraya libros de Marcelo Diamand sobre la restricción externa. Economistas amigos la encontraron leyendo esos libros y se preguntan: “¿Qué hay acá?”.
Hay que acordarse de que el 26 de octubre del año pasado, cuando escribió un texto en Facebook explicando por qué le iba a fallar Alberto Fernández en la conmemoración de los diez años de la muerte de Néstor Kirchner, abrió una línea que después quedó inexplorada, diciendo que el problema del dólar en la Argentina es estructural. Parece que está metida en ese tema. Es inquietante. Porque aparece mucho, estudia economía. ¿Habrá que descartarla tanto como la descartan La Cámpora, Massa, Kicillof, como candidata para 2023? ¿No le estarán faltando el respeto? ¿No habrá un sueño de una Cristina que vuelve?
Lo mismo sucede en Juntos por el Cambio, pero con un problema. Ahí no hay un liderazgo nítido. En Juntos por el Cambio hay que mirar hasta dónde la disputa interna que se está librando es un riesgo que puede producir fuga de votos. Un ejemplo: se va Bullrich de la campaña en Capital Federal. ¿Retienen Larreta y Vidal estos votos? Cristina tiene la capacidad de ofrecer tres opciones armónicas a pesar de su diversidad en la provincia de Buenos Aires. Berni, Massa, Kicillof. Como un trío que hace campaña por el conurbano. ¿Qué costo puede pagar Juntos por el Cambio por la disputa interna que está librando?
Es una disputa que solo se puede entender si uno descifra tres planos distintos que se están discutiendo ahí. Hay una discusión típica, sobre cuál es el mejor candidato para ganarle al kirchnerismo. Hay una segunda discusión, menos admitida pero bastante evidente, por el liderazgo y la candidatura presidencial de 2023. Entre Macri y Rodríguez Larreta. No es solo un problema de jefatura. Es conceptual. ¿Dónde se va a ubicar esta fuerza en 2023 conceptualmente? ¿Va a ser una fuerza que repite, como Patricia Bullrich, que el kirchnerismo es un enemigo de la República? ¿Va a dominar la idea de Larreta? Detrás de la diferente relación con el kirchnerismo hay dos visiones de la economía, de la responsabilidad sobre la crisis. Todo eso se discute entre Macri y Larreta. Otros pueden aspirar a esa discusión. Como Bullrich. Vidal aclaró que no sabe qué quiere hacer de su vida, salvo candidata a Presidente. Es obvio que será candidata a diputada en Capital Federal, y eso está decidido.
Hay una tercera discusión que es qué lugar ocupa cada aliado dentro del polinomio de Juntos por el Cambio; y ahí aparece el radicalismo que recupera protagonismo en Capital con Martín Lousteau, y que pretende recuperar protagonismo en Buenos Aires con Facundo Manes. Le dicen a Larreta que son necesarios para ganarle a Macri, aunque no sean del Pro. Y por lo tanto quieren rediscutir el contrato interno. Esta es la discusión que se abre.
Habrá que ver hasta dónde el radicalismo la sostiene en la provincia de Buenos Aires; y hasta dónde en la configuración de Larreta como líder le conviene una interna, aunque la gane; o si le conviene más mostrarse como un líder inclusivo que incorpora a sus aliados al sistema de poder, más que Macri en la experiencia anterior. Todo esto está cifrado en la discusión interna de Juntos por el Cambio. Larreta le acaba de encargar una encuesta a Federico Aurelio, y según lo que resulte de ese análisis tomará decisiones en la provincia respecto de si darle pelea o no a un radicalismo que lo está desafiando con Manes.
En el fondo, la pregunta que queda pendiente de la experiencia del liderazgo de Macri no es tanto el qué, sino el cómo. El problema que deja el expresidente es: cómo hace para durar un proyecto reformista que pretende modernizar la economía en la Argentina. Es una pregunta política. Por lo tanto, trata acerca de cómo se consolida determinada masa de poder, y eso es lo que tenemos que estar ya vislumbrando de esta forma en que se empieza a armar esta coalición opositora desde las elecciones legislativas de este año.
Para entender el cuadro general hay que mirar también a Florencio Randazzo porque, sin un peronismo que se separe del kirchnerismo, el no peronismo no puede ganar. Y si no se alía con ese peronismo, muy probablemente no pueda gobernar. Esta es una lección que no pudo aprender Macri. Todo esto es lo que miramos, cifrado, en la ensalada de nombres que vemos en los diarios cuando miramos la interna de Juntos por el Cambio.
En este contexto hay una pregunta misteriosa: ¿Qué lugar ocupará Macri? El exmandatario está en Europa y este martes participará en una reunión del Partido Popular, el espacio que conduce Pablo Casado y que enfrenta al socialismo en España. El jueves presentará su libro en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid. Y el viernes estará en una reunión que es organizada por la fundación de Mario Vargas Llosa en la capital española. A ese encuentro también asistirán –virtualmente- Sebastián Piñera (presidente de Chile), Guillermo Lasso (presidente de Ecuador), Luis Lacalle Pou (presidente de Uruguay), Iván Duque (presidente de Colombia, que acaba de conquistar la presidencia de la Corporación Andina de Fomento, CAF) y Leopoldo López (líder opositor al gobierno venezolano).
Nota al pie: en la elección de la presidencia de la CAF, en la que recientemente se consagró el postulante de Duque, ni siquiera la Argentina votó a su candidato. Nuestro país recibió sólo 2 votos. Curiosamente, los 2 que le corresponden a Venezuela. Al candidato argentino no lo votó la Argentina, pero sí lo votó Venezuela. Tanto es el amor de Nicolás Maduro por Fernández o tanto es el odio de Maduro por los colombianos.
Este encuentro de la derecha latinoamericana y española es de gran importancia. Hay que mirar la participación de Macri allí porque en el contexto del pedido de la extensión de la quiebra del Correo Argentino el expresidente se presentará como la víctima de una dictadura, como ya empezó a hacer.
Es verdad que en la causa del Correo hay una obsesión del Gobierno y de Carlos Zannini. Macri dice que es para llevar la quiebra de la Sociedad Anónima del Correo a la familia Macri, donde están sus hijos. El líder de Juntos por el Cambio usa una palabra inadecuada: dice que es una “venganza”. Si fuese una venganza, es porque él algo hizo. Él quiere decir que es una persecución. Si uno mira la historia del Correo Argentino, observará que de la estatización de esta compañía nació una amistad inesperada y estrechísima entre Néstor Kirchner y Franco Macri. Probablemente, entonces, si uno mira esos antecedentes, lo de hoy sea una persecución.
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