Cristina Kirchner y su recorrido por el laberinto del poder
La Presidenta militó desde joven y avanzó hasta llegar a la cúspide; la intensa vida de una mujer que conoció las oscilaciones de la política
Cuando habla de Cristina y Néstor Kirchner como pareja, a Alberto Fernández le cambia la cara. Describe casi con tono de sentencia. "No he visto en mi vida dos personas tan enamoradas entre sí", afirma. La nostalgia y la tristeza se cruzan en el relato (y en su mirada) en cuanto aparece el recuerdo de su amigo.
El ex jefe de Gabinete fue testigo directo de esa unidad que, en la vida y en la política, conformaron la Presidenta y su marido. Fue también protagonista del surgimiento del kirchnerismo, del gobierno del santacruceño y del traspaso de poder entre ambos. Fue un funcionario clave de ambos. Los vio ejercer el poder. Los vio convivir. En la vida y en la política.
Desde ese lugar, habló con LA NACION de Cristina Kirchner. En sus palabras, el cariño y el respeto se combinan con la decepción. No duda en describirla como una mujer brillante, decidida, fuerte y valiente. Tampoco duda en endilgarle una pérdida de la capacidad de escuchar "opiniones distintas" que, y lo deja bien claro, nunca dejó de tener Kirchner.
Víctor Bugge es el fotógrafo presidencial desde 1978. Entre risas, admite que le "divierte" ver cómo una mujer "da órdenes" y que la llegada de Cristina Kirchner a la Casa Rosada fue todo un desafío. "Después de fotografiar a 14 hombres tuve que empezar a mirar otras cosas, fue todo un desafío", indica a LA NACION uno de los pocos hombres que sigue a la Presidenta adonde vaya.
Como lo fue Alberto Fernández hasta mediados de 2008, Bugge es testigo del día a día de Cristina Kirchner desde esa rara mezcla de proximidad y distancia que se fusionan en una cámara. Accede a algunas caras de la intimidad de la Presidenta, como su conocido cuidado por la estética personal o algunas escenas de su vida familiar, y, a la vez, tiene que retratarla en todas las situaciones oficiales. De esa (otra) combinación surgieron retratos agudos e inolvidables como el que hizo de la jefa del Estado junto al féretro de Néstor Kirchner el 28 de octubre de 2010.
Fernández y Bugge conocen facetas bien distintas de la Cristina Kirchner pública. Pero sus relatos se encuentran en varios puntos. El de la particular forma de unión que compartieron la Presidenta y su marido, es uno de ellos.
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Cristina Elizabet Fernández nació y creció en un hogar platense en el que se respiraba política. Así fue también el que construyó después con Néstor Kirchner. Su vida de militante tiene el sello de su paso por la Facultad de Derecho.
También el del hueco que impuso la dictadura militar cuando, ya casada con Kirchner, se mudó a Santa Cruz. En esos años el matrimonio cambió la militancia por los negocios inmobiliarios. Gracias a las ejecuciones hipotecarias y la circular 1050 del Banco Central, los Kirchner acumularon 22 propiedades. Fue el origen de la fortuna personal de ambos, una polémica que los acompañaría a lo largo de sus años en el poder.
Santa Cruz, la provincia natal de su marido, se convertiría también en su lugar: una de las muchas cosas que compartirían durante 35 años de vida en común. En 1977 nació su hijo Máximo y en 1990, Florencia.
Cristina Kirchner está acostumbrada al protagonismo. Nunca se resignó al segundo plano que la política suele reservarle a la mujer. Y lo hizo desde la reivindicación, muchas veces criticada, de su condición de género. Combinó la legisladora aguerrida con la madre atenta, la primera dama incondicional con la esposa amorosa y la presidenta firme con la mujer frágil golpeada por la sorpresiva muerte de su compañero.
Desde la banca
Su carrera política fue entrelazándose con la de su marido. Fue diputada provincial por Santa Cruz mientras Kirchner fue intendente de Río Gallegos y luego gobernador de la provincia. En 2007 los Kirchner se sucedieron uno a otro en la presidencia, un hecho inédito en la historia argentina.
Durante los años en el Congreso, - donde ejerció como diputada y senadora-, Cristina Kirchner se hizo conocida por su perfil de oradora hábil, polemista aguda y casi imbatible, y trabajadora incansable. También en el Congreso, pasó de la crítica furibunda al menemismo a la defensa sin matices del gobierno de su marido. Desde su banca impulsó iniciativas polémicas, como la reforma del Consejo de la Magistratura y la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia. Esa transición también marcó el fin de su fluida relación con la prensa, a la que, al igual que Kirchner, convirtió en blanco de sus críticas más duras.
Su llegada a la Presidencia en 2007 estuvo signada por el escándalo de la valija de Antonini Wilson y, enseguida, por el conflicto con el campo que le valió la ruptura con Julio Cobos.
En 2009 sufrió una dura derrota en las elecciones legislativas que tuvieron a Kirchner como protagonista. Por primera vez en sus vidas, los Kirchner perdieron una elección.
La estatización de Aerolíneas y del sistema jubilatorio, y la sanción de la ley de medios fueron algunas de las principales apuestas de su gestión.
En 2010 empezaron las especulaciones sobre su sucesión. El dilema estaba en pie cuando el 27 de octubre, con la muerte de Kirchner, la vida de Cristina cambió para siempre. Tuvo que reponerse al tremendo golpe de perder a su compañero de la vida y de carrera política.
Desde ese lugar, y después de meses de misterio, mientras aumentaba su popularidad, decidió ir por la reelección. El aluvión de votos que recibió el 14 de agosto allanó el camino hacia la pelea definitiva del próximo 23 en la que, todo indica, renovará su mandato hasta 2015.
Serán ocho años en la cúspide del poder. Ese que conoció desde joven. El mismo que convirtió en pilar fundamental de su vida personal y política.
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