Cristina Kirchner jugó de local en un auditorio camuflado de militantes que celebraron su frase de la banda y el bastón
En su reaparición, la vicepresidenta tuvo el apoyo de sus incondicionales en uno de los salones del CCK; “me siento telonero de los Beatles”, la endulzó el eurodiputado que la presentó
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“Hoy no hay bombos ni banderas”, afirmó sin ruborizarse un miembro de la organización, mientras el CCK comenzaba a llenarse de funcionarios, legisladores y decenas de militantes camporistas, sin identificaciones partidarias pero con indudable entusiasmo por escuchar a “la jefa”.
“Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación”, cantaron los militantes “camuflados” ni bien la vicepresidenta Cristina Kirchner ingresó, minutos después de las 12, al salón “ballena azul” con sus tres palcos repletos para la inauguración del congreso de la Eurolat, toda una excusa para su despliegue de histrionismo y fortaleza política.
Con sus asesores del Senado, su secretaria administrativa María Luz Alonso y hasta Charo, su fotógrafa personal cerca en todo momento, la vicepresidenta jugó de local en su vuelta al remozado edificio luego de casi siete años sin pisarlo. Con énfasis constante y sin leer, Cristina deleitó a sus fieles durante media hora de discurso contra sus enemigos de siempre (“el partido judicial”, “los poderes concentrados”, Mauricio Macri, Estados Unidos y la OTAN), combinadas con estocadas medidas contra el presidente Alberto Fernández, sobre todo cuando lanzó: “Que te pongan una banda y que te den el bastón no significa que tengas el poder, y si no hacés lo que tenés que hacer, peor todavía”.
En tiempos de interna feroz, y habida cuenta de la expectativa que había despertado su reaparición, ningún incondicional se lo quiso perder. Durante la espera previa, el senador nacional Oscar Parrilli pasó un largo rato de charla debajo del escenario con el titular del bloque del Frente de Todos en la Cámara baja, Germán Martínez, mientras la titular del Inadi, Victoria Donda, y el sindicalista Víctor Santa María conversaban, y un grupo de senadores kirchneristas, llegados en combi desde la Cámara alta, se sacaban selfies sentados en las butacas cercanas al estrado. Cerca de ellos, el diputado Leopoldo Moreau charlaba con el bancario Sergio Palazzo, tan sindicalista como Roberto Baradel y Hugo Yasky, que saldrían de allí con encendidos elogios hacia Cristina. Los intendentes Mayra Mendoza (Quilmes), Fernando Espinoza (La Matanza) y Gustavo Menéndez (con licencia en la intendencia de Merlo) y la vicegobernadora bonaerense Verónica Magario también participaron de la autocelebración, con la solitaria excepción opositora del mendocino Alfredo Cornejo, y el “intermediario” Eduardo Valdés, que estuvo muy activo de fila en fila tal vez explorando una reconciliación entre las tribus.
“Telonero de los Beatles”
No solo el auditorio afín se cansó de aplaudirla. También los legisladores del Eurolat que la precedieron la dedicaron elogios, sabedores de que agradarían a la tribuna. “Usted engalana le da altura a nuestras deliberaciones”, dijo el legislador colombiano Oscar Pérez Pineda, antes de que el español Javier López reconociera, con gracia, que se sentía “como telonero de los Beatles” y prometía acortar su discurso para acelerar el turno de la vicepresidenta.
Cristina, que se mostró muy seria cuando López condenó la “invasión” rusa a Ucrania, prefirió aplaudirlo cuando el diputado de izquierda catalán reivindicó la soberanía argentina de Malvinas. Luego le pediría disculpas por renombrarlo como “Jordi”, gesto que el español aceptó con una sonrisa.
Durante su discurso, aplaudido de pie por el auditorio casi a cada rato, la vicepresidenta se acordó de Macri cuando reclamó que “le tocaba” estar en ese edificio, porque “otros presidentes lo hicieron”, un sayo que también le cabe al presidente Fernández.
Luego de elogiar al capitalismo como el “sistema más eficiente de producir bienes y servicios”, realizó una larga defensa del Estado, y metió otra estocada metafórica con objetivo en Balcarce 50. “Las desigualdades son producto de las decisiones políticas, o de la falta de decisiones políticas”, disparó.
Luego de fustigar al Poder Judicial, “tantas veces cooptados por los sectores económicos”, y de hacer callar silbidos contra el fallecido juez Claudio Bonadio por la causa del dólar futuro, relativizó el poder de los gobiernos y parlamentos y habló de la “insatisfacción de las democracias”, antes de apuntar a la OTAN “que nos puso una base” en Malvinas y a Estados Unidos y Gran Bretaña, a quienes acusó de “no respetar el derecho internacional”. Fue aplaudida a rabiar, sin dedicar una palabra al avance y las masacres denunciadas de su histórico aliado, el ruso Vladimir Putin, en territorio ucraniano.
“Hablá un ratito más!” le rogaron desde la platea cuando se despidió. “Hoy no se habló de internas, sino de temas internacionales y el partido judicial”, dijo Baradel, mientras Moreau se sonreía y negaba a la vez cualquier referencia directa de la vice hacia su compañero de fórmula. “La tensión va a seguir mientras sigamos discutiendo la distribución de la riqueza. Pero no va a haber ruptura”, aseguraba un leal mientras la multitud se desconcentraba y algunos se animaban, por lo bajo, al histórico “vamos a volver”, esta vez bajo un gobierno propio al que muchos de los que llegaron al CCK sienten ajeno.
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