¿Batakis fue una opción propuesta por Pesce y Marcó del Pont o estaba en la cabeza de la vice desde un comienzo? Los movimientos de la expresidenta y el mensaje cifrado a los jueces
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Alguien dijo lo siguiente: “Faltan 17 minutos para que abran los mercados. Solo los ayuda el feriado en Estados Unidos”. ¿Quién fue? Silvina Batakis.
Ocurrió el 3 de septiembre de 2018. Hablaba del Gobierno de Mauricio Macri. La frase era premonitoria porque los mercados la recibieron con el pulgar hacia abajo. Las pocas operaciones con bonos en dólares que hubo -porque los salvó el mercado que estaba cerrado en Estados Unidos por el día de la Independencia- registran una caída del 10%, junto con un riesgo país que ya era altísimo. Nota al pie de página: hay quienes dicen que si el Gobierno fuera inteligente, hablaría con el Fondo Monetario Internacional para recomprar la deuda a estos precios. Las acciones en dólares sufrieron caídas entre el 8 y 12%. El contado con liquidación, llamémosle “dólar libre”, trepó a 280 pesos. El Banco Central tuvo que vender 650 millones dólares, luego de comprar dólares gracias al hipercepo de la semana pasada.
Pero el dato más importante de todos no está en estas cifras y es que el Banco Central volvió a salvar el valor de los bonos en pesos, que son los títulos que emite el Tesoro nacional para financiarse tomando pesos del mercado y así prescindir de la emisión. Como hay tanta desconfianza en el mercado de que esa deuda en pesos se pague y no haya una restructuración, el Banco Central sale a comprarlos. Pero, claro, para hacerlo tiene que emitir. Con lo cual, la jugada global sigue siendo la misma: se quiere evitar la emisión emitiendo bonos del Tesoro, pero tiene que seguir emitiendo para salvar esos mismos bonos del Tesoro. ¿Cuánto se supone que emitió el lunes el BCRA para poder comprar esa masa de bonos? Son 265.000 millones de pesos. Este es el dato. ¿Por qué? Porque en los días anteriores de crisis, con Martín Guzmán, el mercado se alarmaba con compras de 100.000 millones por día. Y hoy pasó muy de largo este tope. ¿El mercado qué presume? Con esta emisión para salvar los bonos, se supone que va a haber más inflación. Eso se traducirá entonces en mayor atraso cambiario y más perspectiva de devaluación. Hay una relación entre esta perspectiva y la inflación porque el mercado piensa que si el único precio que no se mueve -cuando todo lo demás lo hace- es el del dólar oficial, lo que hay que hacer es presumir que ese precio en algún momento se va a mover. ¿Y quién me indica la verosimilitud de ese movimiento? La brecha cambiaria, que ha llegado a niveles insostenibles.
¿Qué está mirando todo el mundo? Ven la proyección de los niveles inflacionarios. Se espera una inflación del 94% anual para 2022. Esto de alguna manera explica el timing de la renuncia de Martín Guzmán. ¿Por qué hay tanta desconfianza? Para entender lo que está pasando hay que olvidarse de la anécdota, de los nombres. Estratégicamente, y en las últimas 48 horas, el Gobierno inundó a la prensa, a la opinión pública, de nombres. Toda esa maraña de nombres disimula el problema principal. Y es en ese problema principal que está cifrada la desconfianza y las expectativas negativas. Y el problema principal es que, como nunca antes, Alberto Fernández está mostrando una confusión conceptual respecto de la cuestión que tiene que resolver.
Hay dos tesis -o había hasta ahora- en el oficialismo. Una es la que plantea la vicepresidenta Cristina Kirchner. Ella sostiene que hay un problema de falta de dólares por crecimiento. Es lo que ella llama la restricción externa, algo que toma de los libros de Marcelo Diamand. Es decir, hay un crecimiento que sería un éxito, un movimiento virtuoso, que supone demanda de dólares porque para crecer hay que producir cosas y se necesitan insumos importados y, por lo tanto, no tenemos los dólares suficientes como para solventar ese proceso. Este dilema de la sociedad argentina, que es histórico, lo describe de mejor manera Pablo Gerchunoff. Cristina observa un problema histórico, estructural, que lo viene señalando durante su primera manifestación pública en este Gobierno en octubre de 2020, cuando explicó a través de esa carta por qué ella no iba al homenaje de Néstor Kirchner. Esto explica también su visión del acuerdo con el FMI.
El viernes pasado, Alfonso Prat-Gay hizo una presentación en Tucumán para la Fundación Federalismo y Libertad, un simposio en el Norte, y explicó lo que sería la carta de intención económica de Cristina Kirchner, que está formulada en el primer manifiesto del PJ en el Senado sobre las relaciones con el Fondo. Allí los senadores del Frente de Todos plantean que tiene que haber atraso cambiario o dólar quieto, tarifas congeladas y tasa de interés real negativa. Por lo tanto, si hay atraso tarifario, si hay un Banco Central destinado a asistir al Tesoro -razona Prat-Gay- lo que va a haber es una despreocupación absoluta por el déficit fiscal, que se financia con emisión dándole más plata al mercado y degradando más el peso, lo que resulta en inflación. ¿Es el único motivo de la inflación? No. ¿Es el único problema de la economía? No. Pero cuando adquiere esta magnitud, cuando el BCRA emite en un solo día 265.000 millones de pesos, tratar de explicar la inflación por otros factores es ridículo. Esta es una explicación, una visión de la economía planteada desde el kirchnerismo, que Cristina misma expone sistemáticamente todo el tiempo. En Ensenada, el pasado sábado, sostuvo esta tesis cuando dijo “[Carlos] Melconian piensa de una manera y yo pienso de otra. Él piensa como Guzmán”.
Martín Guzmán tenía otra explicación, que era más alineada con la mayoría de los profesionales de la economía. ¿En qué consiste? Hay un déficit desbocado, en cuyo centro está el déficit previsional y el problema de los subsidios a la energía, que benefician casi exclusivamente al área metropolitana que es donde Cristina tiene los votos. Este déficit fiscal, por su dimensión y por la dificultad de solventarlo, hace que los que prestan no le quieran prestar al Gobierno por haber una alta probabilidad que no pague. Es lo que indica el problema de los bonos en dólares y ahora en pesos. Nadie le quiere prestar a un Gobierno con este tipo de descontrol fiscal. Por ende, el oficialismo emite. Al emitir, sobran pesos. Y esos pesos se trasladan a los precios en forma de inflación. Esta era la lectura de Guzmán y la que está en la base del acuerdo con el Fondo.
Pero sucedió algo muy importante la semana pasada y fue motivo de risa. Alberto Fernández dijo que “no es que sobran pesos -como explicaba Guzmán- si no que faltan dólares porque estamos creciendo tanto y tan bien que ya no nos alcanzan los dólares para los insumos que tenemos que comprar con vistas a sostener ese proceso de crecimiento”. Primero, es un dato falso desde el punto de vista estadístico. La actividad económica se mantiene planchada desde que rebotó después de la cuarentena. Pero lo importante no es eso, no importa si es cierto o falso. Lo importante es que el Presidente con esa frase dijo: “Yo coincido con Cristina Kirchner y disiento con Martín Guzmán”. Es decir, la explicación que él da para resolver el problema no tiene nada que ver con lo que se comprometió a hacer con el Fondo Monetario Internacional. Pactó con el FMI una terapia que no tiene nada que ver con la enfermedad que él diagnostica. Esta enorme confusión conceptual y política es la que está detrás de la desconfianza del mercado. Es la que genera en todos nosotros una enorme incertidumbre respecto del futuro. Un presidente que dice “esto es un resfrío” y aplica una terapia para la hepatitis.
Es posible, no lo sé, que la gota que rebalsó el vaso y que hizo que Guzmán presente su renuncia haya sido esta declaración de Alberto Fernández. Esa frase puede haber hecho que el exministro diga: “Acá me están soltando la mano conceptualmente. Ya no es que no me respaldan para hacer lo que quedamos en hacer. Alberto Fernández directamente piensa que no debemos hacerlo”. Es una diferencia enorme, sobre todo para alguien que tiene que dar explicaciones ante el Fondo Monetario Internacional sobre el grado de compromiso que tiene este Gobierno con aquello que ha pactado para renegociar una deuda. La gran inquietud del FMI es anticipar qué capacidad tiene este Gobierno de implementar el programa que se comprometió a cumplir, que es un programa absolutamente demagógico.
Es mentira que Fernández no sabía que Guzmán se iba. Es probable que Guzmán no le haya dicho que se iba el sábado. Pero la semana pasada, hubo una charla entre Guzmán y el Presidente donde el economista le puso condiciones. Básicamente, se referían al campo energético, que es el gran problema. Es el único resorte que se puede tocar razonablemente para cumplir con un ajuste en el déficit público que determine menos emisión y menos inflación. Se puede rever el subsidio a la energía, al gas y a la electricidad. Estamos hablando de una suba nominal de tarifas, pero una rebaja real. El aumento de tarifas que va a haber, aún el más dramático que es el que el Gobierno tiene pactado con el Fondo, es menor que la inflación. En realidad, en el acuerdo con el Fondo, si se considera esta inflación, hay un aumento de los subsidios. Quiere decir que, si además no se aplica esta suba de tarifas, el aumento es mayor, y por eso ya es muy presumible que va a haber muchísima más emisión y que el programa se cae por completo. Es decir, que lo único que se podía cumplir tampoco se cumple.
Vamos a mirar lo que está pasando con las tarifas a través de un gráfico de Daniel Gerold, experto en energía, que muestra muy bien el papel de lo energético en lo económico.
El atraso no solo determina que las empresas no puedan invertir y que el Estado tenga que volcar una cantidad de recursos fiscales, impuestos nuestros, en ese subsidio. Hay otra derivada del atraso tarifario que es que uno consume más energía. Hay un derroche. Se observa la demanda eléctrica residencial, no la industrial. En la línea histórica cuanto más bajas son las temperaturas más sube el consumo de energía. Es lógico. En mayo y en junio de este año, los gráficos muestran un récord de consumo por encima de lo histórico, hasta 12% arriba. Es decir que acá no hay sólo un problema de subsidio a la energía, sino que ese subsidio se va agigantando porque consumimos mucha más energía, porque no sabemos ni cuánto vale.
Esto lo quiso corregir Guzmán, pero no lo pudo hacer por dos razones. Primero, porque había un veto del kirchnerismo que permanece hasta hoy; y en segundo lugar porque el propio Guzmán no supo o no pudo ofrecer un esquema de segmentación, que era lo que él había pactado con el Fondo. Cuando llevó al FMI el tema de la segmentación le dijeron que lo arreglara él, que solo les lleve el ajuste del subsidio. Él les explicó que si no mostraba que esa segmentación estaba dentro del acuerdo con el FMI no podía pasar por el visto bueno de Cristina.
La segmentación no funciona. Si uno hoy habla con una distribuidora eléctrica va a decir que no están las reglas con las cuales se segmenta. Le preguntaron al Gobierno, al ENRE, y la persona especializada les dijo: “Dejame estudiarlo”.
Además, no es que no está la segmentación, sino que ni siquiera les llegaron a las distribuidoras eléctricas los cuadros tarifarios. Todo esto tenía que estar decidido el 1 de julio. Hoy es 4, ya no está Guzmán y tendremos que ver cuánto compromiso tiene Batakis con esta línea de acción.
Esto de un Estado que regula, que genera reglas, resoluciones, que el propio Estado no entiende, se da también en el plano cambiario. Por ejemplo, River Plate vende a Julián Álvarez, recibe los dólares, y los tiene que pesificar al valor oficial. Ahora quiere comprar un jugador, pide los dólares y le dicen “no”. Aún cuando el propio River generó esos dólares con la venta de Álvarez. En cualquier momento les van a decir que vendan langostinos.
Hay otro caso más patético todavía, estoy hablando de una empresa muy importante, que quería traer unas maquinarias. Entonces, mandan la pregunta al Banco Central y el de Legales les dice “no sabemos, todavía no entendemos qué quisimos decir, que nos hicieron decir”. Estamos en ese laberinto regulatorio, que es el segundo párrafo del cepo que establecieron la semana pasada. Quiere decir que además de un problema de la administración de la macroeconomía hay un problema de enredo, de gente que se pisa el cordón de los zapatos y se va tropezando con sus propias iniciativas. Conclusión, si el acuerdo con el Fondo ya estaba incumplido, ahora navega sin luces.
Jorge Arguello, el embajador en Estados Unidos, que es un funcionario muy responsable, está elaborando la agenda de diálogo con Joe Biden, quien aparentemente tiene muy buena predisposición de recibir al Presidente a fin de mes en la Casa Blanca. Hasta le pidieron que vaya Fabiola Yañez por la buena sintonía que adquirió con Jill, la primera dama estadounidense, en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles.
¿Cuál es hoy el tema con Biden? Poder zafar del acuerdo con el Fondo. Para eso hay que hablar con los americanos, hay que hablar con los alemanes. Están hablando con los chinos y siempre se olvidan de lo mismo: hay que hablar con los japoneses, que son los segundos accionistas del Fondo. Todavía no entendieron, a pesar de la experiencia anterior, que hay un trío que decide sobre la Argentina, integrado por Estados Unidos, Alemania y Japón. Están coordinados en Buenos Aires, en sus cancillerías y en el directorio del Fondo en Washington. En el Gobierno están pensando en pedirle al Fondo que no tomen dentro del déficit la compra de energía, de gas, por la guerra. En realidad, es porque no pudieron hacer lo que se comprometieron a hacer. Pero, detrás de la guerra entra todo.
En los grandes centros de decisiones están interpretando qué pasa en Buenos Aires. La semana pasada estuvo en la ciudad una figura importante del Departamento de Estado, uno de los principales funcionarios que atienden América Latina en Washington, Mark Wells. Habló con funcionarios del Gobierno y con Guzmán, pero ya hoy esa información no sirve más. Tiene que preguntar todo de nuevo. Wells viajó para preparar la reunión con Biden.
El Fondo mira todo esto con desasosiego, porque tampoco quiere ser parte de una espiral inflacionaria y mucho menos de un shock devaluatorio que es lo que el mercado supone que va a suceder. De hecho, en los futuros del Banco Central está contemplada una devaluación.
Guzmán se fue y dejó colgado al Club de París. Este martes tenía que haber estado negociando. Se postergó el vencimiento. ¿En cualquier momento entraremos en default o viajará de urgencia Batakis?
Alberto Fernández está entre el Fondo y Cristina. Después de designar a Batakis tuvo una charla con ella y quedó tranquilo, según le dijo a su entorno, porque Batakis le dijo: “No se confunda Presidente, yo soy fiscalista”. Alberto le habría dicho: “Ah bueno, me quedo tranquilo, quiero que cumplas con mi programa”. Pero ya no se sabe cuál es el programa de Fernández, porque él dice que el problema no es el exceso de pesos sino el crecimiento virtuoso que nos hace dependientes de dólares que no hay. En otras palabras, Fernández parece no tener una preocupación fiscal ni monetaria.
Quiere decir que hoy, sobre el rumbo del Gobierno, sobre la orientación del programa económico, sobre los instrumentos y los conceptos de los que dispone el Gobierno para resolver el enorme problema de la inflación hay más incertidumbre que el último día que estaba Guzmán en el Ministerio de Economía.
Hay una versión oficial del reemplazo de Guzmán que dice que empezó el operativo de Sergio Massa, luz y sonido, su sueño en colores: desembarcar en el Gobierno como jefe de gabinete y convertirse en salvador, que sería para él la única vía rápida que podría llevarlo a una candidatura presidencial en el 2023. Para eso, pedía todo. El Banco Central, la AFIP, pedía presumiblemente el Ministerio de Producción y lo pedía en nombre de él y de Máximo Kirchner. Con lo cual, encendía una alarma en la cabeza de Alberto Fernández, que veía su anulación como Presidente. Massa empezó a ofrecer el Ministerio de Economía. Se lo ofreció a Redrado, a Miguel Peirano, se lo ofreció a Marco Lavagna. Curioso que lo ofrezca alguien que todavía no era jefe de Gabinete.
El Ministerio de Economía era un cheque volador. El Presidente no lo endosaba. Finalmente, no fue Massa. Quedó pésimo con Pesce, porque él pedía el reemplazo; quedó pésimo con Marcó Del Pont, porque él pedía el reemplazo. Mientras tanto, Alberto Fernández, según la versión oficial, discutía con su equipo -Vilma Ibarra, Julio Vitobello, Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos- si reformar toda la arquitectura del Gobierno o solamente el Ministerio de Economía. Le pedían que hable con Cristina y él decía que no. “No voy a perder la dignidad”. Dicen que cuando dijo eso un edecán bajó la vista y movió la cabeza.
Le mandaron el mensaje de que Cristina quería hablar con él. Primero, fue Massa de parte de Máximo Kirchner, luego el senador José Mayans, jefe del bloque de Cristina en el Senado.
Al final, se convenció de que tenía que hablar con Cristina. Recurrió a Julio Vitobello, al secretario general de la presidencia, dicen que también intervino Gabriela Cerruti. Le pidieron a Estela de Carlotto que llame a Cristina porque Fernández quería, por una cuestión de autoestima, que se lo pida Carlotto. Le hicieron pedir que le pidan. Entonces aceptó. Media hora de reproches cruzados donde Cristina hizo más críticas. Después se habló del rumbo del Gobierno.
En un momento, dicen que estaba el nombre de Emmanuel Álvarez Agis, no sabemos hasta donde era un nombre de Alberto Fernández o si era un nombre, en el Gobierno usan dos palabras, de los patrones de Álvarez Agis o de los clientes: Marcelo Mindlin, Sebastián Eskenazi, José Luis Manzano. Estos empresarios querían que llegue Álvarez Agis al Ministerio de Economía. Era bingo, cartón lleno. Con Massa, que también es cliente o subordinado de este grupo empresarial, sumado a Álvarez Agis, tomaban el Gobierno. Álvarez Agis, así y todo, dijo que no.
La versión oficial dice que fueron Miguel Pesce y Marcó Del Pont quienes sugirieron el nombre de Batakis. Ambos son, en la lista del kirchnerismo, dos candidatos a ser reemplazados. Sabemos algo concreto de todo esto, que hubo un acuerdo entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández: que Massa no iba a ocupar ese cargo. La versión real, pero no oficial, es que está absolutamente verificado que el sábado a la noche, para La Cámpora, la ministra era Batakis. ¿Quién puede haber sugerido el nombre? No lo sabemos. Yo propongo que fue su jefe, Wado de Pedro. Esto quiere decir que, si en la intimidad de La Cámpora el sábado a la noche la ministra era Batakis, la puso Cristina Kirchner. Lo que significa que todo lo ocurrió el domingo fue un acting, un simulacro, un zafarrancho de deliberación y que lo usaron a Massa, ida y vuelta a Tigre, para disimular que el nombre ya había sido puesto por Cristina el sábado a la noche. O fue un intento vano de resistencia del Presidente a un mandato de su vice. Eso se coronó con una conversación entre Alberto Fernández y Cristina para que ella le explique cuál es el sentido de la designación de la nueva ministra de Economía.
Hay algún paranoico que dice: “Que raro que Batakis al primero que le agradece es a Scioli”. El ministro de Producción también salió a decir yo conseguí el teléfono. Todos quieren ser parte de la operación. Este paranoico que se pregunta por qué le agradeció a Scioli en realidad lo que se está preguntando es por qué no le agradeció a Wado de Pedro que era su jefe y, presumiblemente, quien la promovió. Es raro que Wado no aparezca en toda la película siendo el ministro del Interior, el jefe de Batakis y el amigo de Cristina.
Obviamente que, si la historia es la segunda, estamos frente a un fenomenal avance de Cristina Kirchner sobre el Gobierno de Alberto -no hay que sorprenderse- y todo lo demás sería una simulación para salvar la dignidad del Presidente ofendido. En el entorno de Fernández juran: “A Batakis la propusieron Pesce y Marcó del Pont. No hay otra historia”.
Vamos a ver cómo sigue esto. En el entorno de Cristina, supongo, deben pensar: “Si lo que queremos es aplicar nuestra teoría, que es que al mercado hay que disciplinarlo con regulaciones y con represión, no alcanza Batakis”. Por eso, a la mañana salió Manzur a decir “se acabaron los cambios”, porque siente que tiene la marca en el cuello. Por eso Scioli dice “yo la puse”. A ver si lo cambian. Scioli a sus amigos les die: “Ya tenemos dos ministerios, el de economía y el mío”. Ahora solo falta la fórmula: Scioli-Alicia Kirchner. Ese es el plan del exgobernador de la provincia de Buenos Aires. Se enfrenta a Kicillof, que posiblemente sea en las hipótesis de Cristina una carta para 2023, pero también le hace frente a Cristina, que está lanzada.
Será clave observar cómo se desenvuelve esta historia después de la reunión presencial entre Cristina y Alberto Fernández. Ella aspira a compartir una mesa permanente con el Presidente. Como Fernández la compartía cuando ella gobernaba. Un colaborador íntimo de Fernández aclara: “Cristina debería entender que esa mesa no existe. No para ella. Para nadie. Alberto no gobierna deliberando con otros. Escucha, pero decide sin que nadie sepa lo que está pensando”.
Hay que observar a Cristina, que está en “modo Atila”. Por donde pasa no vuelve a crecer el pasto. La hemos visto el otro día con un estado de ánimo rozagante, en Ensenada, diciendo cosas extraordinariamente importantes, que probablemente pasaron inadvertidas porque Guzmán, que parece ser más vengativo de lo que se suponía, le arruinó el acto con su tuit. Se presentó en Avellaneda con un gran discurso, hasta con números, luego se presentó con otro gran discurso en Ensenada. Ahora va a ir a Calafate y va a seguir haciendo campaña. Está dispuesta a reunir todo alrededor de ella. Cuando digo todo, es todo.
Este viernes que viene, Julio De Vido, por ejemplo, que hubiera merecido largamente una visita de Cristina en la cárcel, va a hablar sobre Energía en Neuquén, invitado por la Casa Patria, de Oscar Parrilli, en la Universidad del Comahue. Es una reivindicación de Vido después de 35 años al lado de los Kirchner. Es decir, Cristina está cerrando todo alrededor de ella. También se aproxima a De Vido.
A Cristina le faltan los movimientos sociales a los que llamó para apretarlos y, después. atraerlos. Porque Máximo Kirchner no habla con el Chino Navarro, pero habla con “Gringo” Castro, habla con Leonardo Grosso, es decir, con las segundas líneas del Movimiento Evita. Quiere quitarle la última base de sustentación bonaerense al Presidente. Ya se llevó a los ministros bonaerenses, entre ellos Ferraresi, Zabaleta y Katopodis.
Cristina, obviamente, está pensando en 2023, disponiendo las piezas para la batalla electoral. No sabe si le van a dar los números o no. Está como Macri, tocando el agua para ver la temperatura. También se está preparando por si sucede un huracán y le toca asumir a ella. Son cosas simultáneas, superpuestas. No es una cosa o la otra. Pero se está preparando para algo más, y lo viene diciendo sin que se advierta demasiado. El sábado en Ensenada dijo: “Máximo me dijo que en el 55 no se animaron a meter preso a Perón por miedo a otro 17 de octubre”. Curiosa la idea, porque en la semana anterior, cuando estuvo en Avellaneda, lo felicitó a Ferraresi. Le dijo: “Que bien estuviste, porque la Justicia te objetó una decisión del Concejo Deliberante de la Municipalidad y movilizaste a la gente en contra de la Justicia”. Y ahora recurro a un hecho histórico. ¿Cuándo volvió Cristina a escena después de la derrota de 2015? El 13 de abril de 2016 frente a Comodoro Py, junto con una gran manifestación de adherentes, para hablarle al juzgado de Bonadio.
¿Qué quiere decir? Que Cristina le está hablando al Tribunal Oral que la va a juzgar en el caso de la obra pública de Santa Cruz. Y está relampagueando un 17 de octubre, una movilización a favor de ella, que en su cabeza y en su concepción del tema judicial e institucional es absolutamente coherente. Es la escenografía de su ideología: el pueblo la vota y le da legitimidad frente a jueces que, como ella le dijo a un Tribunal Oral, “¿quién los voto?”. Eso está detrás de ese discurso, de esos movimientos y de esta reactivación con tanta carga política.
Dijo al pasar otras cosas interesantes, también. Lo saludó 20 veces a Julián Domínguez como si no lo hubiera visto. Pero es al primero que vio. Se dio cuenta de que tenía en frente a un ministro de Alberto Fernández. Hubo otro momento que fue comidilla de la oposición en la última semana. Cristina dijo: “Les voy a mostrar en mi teléfono cómo fue lo de Melconian porque yo puedo mostrar mi Telegram, mis chats”. ¿De quién estaría hablando? ¿Quién es la figura pública tan importante en la Argentina sobre la que se dice que tiene cosas que no son tan presentables en su chat? Hablo de vida privada y no de vida pública.
En diciembre del año pasado hubo una comida importante. Fue en la casa de Eduardo “Wado” de Pedro, en Mercedes. En ese encuentro estuvo Lula da Silva. Se habló sobre su trayectoria, sobre su estrategia. Cristina lo está mirando y se encuentra ejemplificada por el camino que transitó Lula en Brasil. Es la trayectoria de un condenado que vuelve. Ese es el agua que está tocando para saber si hay temperatura. Y el regreso de Lula -que parece inevitable en Brasil- y la victoria de Gustavo Petro en Colombia le pueden estar dando a ella la presunción de que se ponen de moda otra vez esas ideas y esos liderazgos.
A su vez, mira a la izquierda. Este martes, el Partido Obrero va a hacer una manifestación en González Catán. Quieren reunir 10.000 personas. Es en González Catán, justamente donde más votos sacó la izquierda trotskista en La Matanza, que es un lugar del peronismo. También mira eso. Es más, hay una especie de pesadilla de Máximo Kirchner pensando en Chile. Es decir, una rebelión de descontentos sin rostro, sin conducción, sin alguien con quien negociar. Y ese también aconseja a los Kirchner radicalizarse.
La oposición zafó. Porque si hubiera sido Sergio Massa, hubiera buscado un acuerdo con Gerardo Morales y Horacio Rodríguez Larreta. Y ese pacto hubiese hecho crujir de nuevo la relación de Macri con el resto de Juntos por el Cambio, de la misma manera que le habría pasado a Patricia Bullrich. Mientras tanto, con Silvina Batakis se unifica el frente opositor: hay que criticarla a la flamante ministra que -hay que recordar- elaboró la teoría y los números para quitarle la plata al Gobierno porteño cuando había que parar la rebelión policial en la provincia. Por suerte, está Batakis que disimula que en la oposición también hay una crisis.
Hay que poner la lupa en un detalle estratégico. La semana pasada se votó en el Senado lo que se llama erróneamente una nueva moratoria previsional. En realidad, es la incorporación de más gente al sistema previsional que no hizo aportes. Juntos por el Cambio votó dividido, seis senadores del PRO votaron en contra, 18 senadores radicales se abstuvieron. A mi juicio, es un dato de primera magnitud porque indica que, en un tema estratégico, como es el déficit provisional en la Argentina, el problema que está en el núcleo de la fiscalidad, la oposición no se puede poner de acuerdo. Hay un contrato que tiene que ver con el programa económico que todavía no pueden firmar. Y esto es importante porque la crisis crece, porque las cosas se complican, porque con Batakis el mercado está peor que con Guzmán. Nada garantiza que por que haya meramente un cambio de Gobierno esa agenda se vaya a liquidar tan sencillamente.
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