Cristina Kirchner arrastra al peronismo en defensa propia y habilita el operativo clamor por su candidatura
Fortalece su liderazgo con el apoyo de sectores internos del Frente de Todos y de la militancia callejera; pero en el partido también se habla de los planes B y C para retener el poder en 2023
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La escena tuvo lugar el martes pasado en el Senado. Cristina Kirchner apareció rodeada de los bloques legislativos del Frente de Todos, que le fueron a ratificar su apoyo ante lo que consideran una persecución judicial en su contra. Allí tomó el micrófono José Mayans que, sentado junto a la vicepresidenta, no vaciló en afirmar que “la Argentina merece otro gobierno de la compañera”. Hubo, de parte de ella, un minúsculo gesto para atemperar esa intervención, pero en los hechos el formoseño recibió un aval con los aplausos de los presentes.
Apenas 24 horas antes, el lunes, había sido Estela de Carlotto quien designó “candidata” a Cristina. Claro que la titular de Abuelas no tiene esa prerrogativa política, pero en el mundillo interno del kirchnerismo su palabra resuena con peso simbólico y emocional. “Ella me agarró la mano y la consagré Presidenta”, exageró tras una reunión de los organismos de derechos humanos con la vice, para repudiar la actuación de la policía porteña en el metro cuadrado de Recoleta. Otra vez, el Senado fue el escenario de un encuentro de tono partidario, lo que vulneró su condición institucional.
El miércoles fue el turno de Andrés Larroque. El ministro bonaerense y secretario general de La Cámpora suele ser el vocero extraoficial de la vicepresidenta; lo demostró con sus furibundas diatribas contra Martín Guzmán, que llevaron al exministro de Economía a comprender que se había acabado su tiempo en el gobierno. “Se está gestando la recuperación de la esperanza”, dijo en tono preelectoral. Ese proceso incluyó las demostraciones “espontáneas” de afecto callejero hacia Cristina y la recuperación de su centralidad política.
Este jueves fue el propio Máximo Kirchner el encargado de alimentar el “operativo clamor” por la candidatura de su madre. “Será una decisión de ella. A mí, si me preguntaras como ciudadano o ciudadana, quiero que me gobiernen los mejores, siempre”, sostuvo el primogénito en declaraciones a la radio El Destape. En la misma aparición tuvo un gesto político con Sergio Massa, el ministro de Economía con quien construyó una sólida relación política: dijo que el tigrense está “reacomodando el desastre que dejó Martín Guzmán”.
El próximo hito en ese camino se plasmará el sábado en el corazón del conurbano, el territorio donde el kirchnerismo asienta su poderío electoral. La vicepresidenta será la oradora de cierre en Merlo del congreso del PJ bonaerense, al que fue invitada por su hijo Máximo como parte de una estrategia de apariciones escalonadas hasta confluir en una gran marcha contra la “proscripción” de Cristina. “Hay que construir un 17 de octubre y eso no se hace un día solo”, describió un diputado afín al doble jefe pejotista y camporista.
La conducción del “operativo clamor” en torno a la jefa del kirchnerismo pasa exclusivamente por la oficina principal del Senado. Por allí desfilan los interlocutores de Cristina y desde ahí ella se conecta con los dirigentes a los que requiere para consultas o bien para dar indicaciones. El PJ bonaerense y el Instituto Patria actúan como filiales de esa “instancia superior” y acatan órdenes. El PJ nacional, que encabeza el presidente Alberto Fernández, corre por cuerda paralela, como quedó demostrado el martes en la sede de Matheu.
Allí resultó notorio el intento del jefe de Gabinete, Juan Manzur, por kirchnerizar su discurso, más apegado cotidianamente a los temas de gestión. “Creo firmemente en la inocencia de Cristina”, dijo el tucumano, que aún no perdió las esperanzas de estar en el lote de dirigentes peronistas con chances de postularse a la presidencia el año próximo. Y para ello, requerirá el aval de “la doctora”: como afirmó el sanjuanino José Luis Gioja en la sede partidaria, a nadie le quedan dudas de que es “la conductora del movimiento nacional”.
El plan B
Debajo de la superficie que tiene a Cristina acaparando la atención política y del Poder Judicial fluye en el oficialismo una corriente interna, subterránea, que proyecta una fórmula electoral similar a la de 2019, con un moderado a la cabeza, para captar al siempre esquivo votante independiente. El hombre al que se dirigen las miradas para encarnar el plan B es Sergio Massa. El ministro de Economía está metido en la gestión en la búsqueda de estabilizar la macroeconomía y procura que no se le escape una sola palabra sobre 2023.
A tal punto, que a diversos interlocutores les comentó que su objetivo, en todo caso, será competir por la presidencia recién en 2027. Pero en el oficialismo empieza a observarse que “si a Massa le va bien” en el manejo de la economía, entonces el peronismo “irá girando hacia el centro” del arco político y tendrá una propuesta diferente a la que puede ofrecer el kirchnerismo. Incluso, sostienen que Juntos por el Cambio incurre en un “error estratégico al virar hacia la derecha cuando las elecciones se definen en el centro”.
Un ministro del Gabinete consultado por LA NACION dijo, sentado ante su escritorio de trabajo, que las alternativas que baraja el peronismo hacia 2023, por más que parezcan enfrentadas, parten de un acuerdo político entre el presidente, la vice y el ministro de Economía en la “mesa de los tres”. Y puso en palabras el tenor de ese entendimiento: “Las elecciones se ganan o se pierden con una estrategia común”, definió. Sugirió, de esa manera, que el plan A de Cristina o el plan B de Massa podrían alumbrar por consenso interno.
Ofreció, como prueba de esa afirmación, las palabras del “Cuervo” Larroque cuando sostuvo que el gobierno del Frente de Todos, “después de tres años, tiene un ministro de Economía”. El nivel de pragmatismo en sangre con el que el kirchnerismo avala la gestión de Massa -incluido el ajuste para ordenar las cuentas públicas y cumplir el programa del FMI- también da cuenta de que el futuro político de “la jefa” y del líder del Frente Renovador podría estar entrelazado. Algunos, incluso, llegaron a medir una fórmula compartida.
Otros, en cambio, apuntan que una fórmula posible -en la línea de la moderación- podría ser Massa-Wado de Pedro, el ministro del Interior a quien Cristina Kirchner le encomendó cultivar un perfil más amigable con el “círculo rojo”, aunque no faltan los que piensan que cualquiera de ellos dos debería tener una mujer como compañera de fórmula. Esta suerte de síntesis política entre el massismo y el kirchnerismo podría ser una variante del plan B que barajan en el peronismo. La tercera alternativa incluye a los gobernadores del PJ.
Es una opción que podría despuntar en caso de que Cristina defina “hacer la segura” -candidatearse a senadora para contar con fueros parlamentarios- o que a Massa no le vaya bien en Economía y por lo tanto no tenga plafón para presentarse. El plan C del peronismo sería que un gobernador encabece la fórmula en 2023. Allí podrían anotarse Manzur, un primus inter pares de los mandatarios norteños, y el chaqueño Jorge Capitanich. A su vez, Axel Kicillof quiere competir por la reelección, pero depende de los planes de Cristina.
Mientras tanto, la vicepresidenta monopoliza la conversación política tanto dentro del peronismo como en la oposición. Tanto es así, que en JxC se preguntaron por qué Cristina subió al ring al alcalde Horacio Rodríguez Larreta, más allá de su enojo público por el episodio de las vallas en Juncal y Uruguay. En el Frente de Todos la intención resultó más clara: lo que busca es confrontar “dos modelos de país”, el de la Ciudad de Buenos Aires y el del conurbano y las provincias del interior. La vice profundizaría esta idea en sus próximas apariciones.
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