Cristina Kirchner acumula poder mientras administra sus silencios
La mano de la vicepresidenta en las decisiones del Gobierno es cada vez más visible en contraste con su bajo perfil público
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Silencios estratégicos e intervenciones con indisimulable cálculo político son solo la cara visible del amplio tablero de ajedrez en el que Cristina Kirchner mueve, desde las sombras, sus piezas no solo en el Congreso, sino también en el gobierno nacional, en el Frente de Todos y, a pesar de su prédica sobre la guerra judicial de la que dice ser víctima, también en la Justicia.
La estrategia es conocida, pero queda más en evidencia cuando la tensión política llega a niveles como los provocados por la crisis por la incapacidad para conseguir vacunas que llevó a Alberto Fernández a chocar de frente con el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por las clases presenciales.
“Cristina no quiere entrometerse en la gestión de gobierno, pero Alberto sabe que siempre puede contar con su respaldo cuando lo necesite”, es el latiguillo que repiten como un mantra aquellos que frecuentan a la vicepresidenta a la hora de justificar su estruendoso silencio en los momentos más críticos que atravesó la gestión de Fernández desde que llegó a la Casa Rosada en diciembre de 2019.
Como muestra de este apoyo a la gestión presidencial citan el botón de la rápida convocatoria a la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo y el próximo tratamiento en el recinto del Senado para ratificar del decreto de necesidad y urgencia que mantiene a Fernández y Larreta enredados en una dura batalla judicial.
Sin embargo, la jugada es más profunda que el aparente respaldo al Gobierno que implicaría blindar jurídicamente un DNU con el aval de una de las cámaras del Congreso, lo cual cerraría el camino a su rechazo, al menos en el ámbito legislativo.
Así, en un despacho oficialista del Senado no tenían dudas de que el gesto de Cristina Kirchner tiene como objetivo principal a la Corte Suprema de Justicia, cabeza del Poder Judicial en el que Rodríguez Larreta apostó todas sus fichas para ganar la pulseada con la Casa Rosada y cuerpo al que la vicepresidenta le declaró la guerra por considerarlo parte del “lawfare” en su contra.
Es que con la ratificación del DNU por al menos una cámara legislativa, y nada menos que la que preside y maneja con mano de hierro, Cristina Kirchner buscará acotar el margen de acción del máximo tribunal, al menos desde su óptica, limitándole las posibilidades de declarar inconstitucional el decreto de la polémica.
La movida tiene fuerte sintonía con la presentación de Carlos Zannini, Procurador del Tesoro, es decir el jefe de los abogados el Estado, que intentó desconocerle a la Corte competencia para laudar en la crisis por las clases presenciales.
Estos dos casos, la jugada legislativa y la intervención de Zannini, demuestran la amplitud de la botonera que maneja Cristina Kirchner, cuyos resortes mueven piezas mucho más allá de su despacho del primer piso de la Cámara alta.
Si bien la relación con el Presidente se ha descongelado, después del frío glacial que imperó durante largos meses de incomunicación del año pasado y de que no se privara de criticarle públicamente a sus “funcionaros que no funcionan”, las preocupaciones de Cristina Kirchner están centradas, más allá del siempre presente frente judicial, en la gestión de Axel Kicillof, a quien todavía ve como su delfín de cara a las próximas elecciones presidenciales, aun cuando los tiempos políticos de la Argentina conviertan a 2023 en un futuro de ciencia ficción.
La sintonía con la gestión bonaerense de su exministro de Economía es casi perfecta. Kicillof, y sus funcionarios, expresan sin cortapisas y casi a la perfección lo que la vicepresidenta pretende ver en la Casa Rosada ante las dificultades que encuentra para aspirar a un tercer mandato.
El hecho de que el gobernador bonaerense sea uno de los ideólogos de las nuevas restricciones para combatir la segunda ola explican también la rapidez con la que la vicepresidenta decidió salir a respaldar el decreto del gobierno nacional, admitieron en usinas oficialistas.
Además de Kicillof, son pocos los que tienen línea directa con Cristina Kirchner: el viceministro de Justicia, Martín Mena; el ministro del Interior, Eduardo De Pedro; el senador Oscar Parrilli y, por supuesto, su hijo y jefe de la bancada oficialista de la Cámara de Diputados, Máximo, son algunos de los pocos con quienes la vicepresidenta suele dialogar para analizar escenarios, dar órdenes o coordinar acciones. A ellos se suma la pampeana María Luz Alonso, otro producto de la factoría camporista que ocupa la estratégica Secretaría Administrativa del Senado.
Los roles, están bien definidos y el equipo funciona, casi siempre, como una maquinaria recién aceitada, permitiéndole a Cristina Kirchner manejar un poder que no deja de crecer.
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