Cristina Kirchner apeló a un tono más confrontativo y le dejó consejos a Fernández en la Plaza de Mayo
Lo acompañó en el escenario frente a la Casa Rosada y le dijo que convoque al pueblo cuando lo necesite; mantuvo la frialdad con Mauricio Macri durante la jura en la Asamblea Legislativa
Cristina Kirchner fue una coprotagonista estelar en el traspaso del mando a Alberto Fernández: frente a una multitud en Plaza de Mayo, donde compartieron escenario, le dijo que su gobierno tiene buenos augurios, lo instruyó a que convoque a su pueblo cada vez que lo necesite y le recomendó que "no se preocupe por la tapa de los diarios, sino por llegar al corazón de los argentinos". Su tono fue claramente más confrontativo que el de Fernández, lo mismo que su gestualidad.
Como si fuera un faro que iluminaba el camino que le espera a Fernández, la ahora vicepresidenta le dijo que "el pueblo" que desbordaba la plaza era leal a quienes los representan y le dijo que "tenga fe en su pueblo, que son los que escriben la historia". Recordó finalmente a Néstor Kirchner y a su hija Florencia, a quien pidió permiso para visitar en Cuba entre el 28 de diciembre y el 12 de enero.
Volvió a presentarse como víctima de una supuesta persecución judicial e incluso trazó lo que pareció un paralelo con las víctimas de la última dictadura: "Se buscó que literalmente desapareciéramos", dijo.
El discurso de cierre de Cristina Kirchner fue la continuidad de sus gestos durante todo el día. Ofició de guía de Fernández en la Casa Rosada y siguió letra por letra, leyendo en silencio por sobre su hombro, el discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa.
Comenzó por la mañana en el Congreso con ostensible frialdad hacia Mauricio Macri, a quien apenas si le dio la mano en el recinto, mirando para otro lado al saludarlo, y mientras vigilaba el discurso de Fernández. Minutos antes de las 12, cuando Macri entró en el recinto corriendo un cortinado, se encontró de frente con Cristina Kirchner, que estaba vestida de blanco con una capa traslúcida de tul blanco. Estiró la mano para saludarla, pero la vicepresidente giró y le dio la espalda, así que el líder de Pro fue a estrecharle la mano a Alberto Fernández y los dos se fundieron en un abrazo. Macri, con la sonrisa contenida, y Fernández, serio, pero cálido.
El expresidente se acercó luego a Cristina Kirchner para darle la mano, pero la vicepresidenta apenas si estiró la suya, lánguida. Macri le buscó la mirada y ella miró para otro lado, ignorándolo y dejando en claro su intención de cara al recinto y las cámaras. Macri siguió de largo, disimulando el desaire y le dio la mano a Sergio Massa. Cristina Kirchner había salido a las 11.30 de la casa de su hija Florencia, en la calle San José 1111, acompañada de su custodia. Mientras Florencia sigue en Cuba, recuperándose de un cuadro de estrés postraumático, su madre permanece allí de lunes a viernes junto a su nieta Elena. Los fines de semana, la niña va a la casa de su padre, Camilo Vaca Narvaja. A las 11.45 llegó a la entrada del Congreso, donde la recibió la exvicepresidenta Gabriela Michetti, vestida de celeste. Ambas se mostraron cordiales, como en su último encuentro en el Senado. Cristina firmó los libros de honor de los visitantes junto al titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. En ese momento llegó Alberto Fernández. Se saludaron y el propio Fernández empujó la silla de ruedas de Michetti hasta entrar al recinto, mientras caminaba secundado por Cristina Kirchner junto a Fabiola Yáñez. Ya en el recinto, Michetti anunció sus presencias a la Asamblea Legislativa. Fernández, Cristina, Massa y Claudia Ledesma Abdala, la presidenta provisional del Senado, ocuparon el lugar central. Michetti quedó ubicada detrás y tuvo que abrirse paso para tomarle juramento a la fórmula presidencial. Cristina Kirchner juró por Dios, la patria y los Santos Evangelios.
En ese momento entró Macri y se produjo el desplante. La escribana adjunta de gobierno leyó el acta de traspaso del mando. Macri y Fernández firmaron con la misma lapicera, pero Cristina Kirchner pidió a un asistente que le diera su propia lapicera, dorada, con la que firmó.
Fue Cristina Kirchner la que, ahora sí como vicepresidenta, invitó a Fernández a dirigirse a la Asamblea Legislativa. Sentada a su lado, siguió el discurso mientras se apantallaba con un abanico blanco. En varias ocasiones se sirvió agua mineral de una botella sin etiqueta visible.
Pero lo que más llamó la atención fue cómo la vicepresidenta, espectadora de lujo, seguía el discurso leyendo directamente de las planillas que había llevado Fernández, por encima de su hombro. En ocasiones miraba hacia arriba, a las bandejas y los balcones donde se ubicó la militancia, y sonreía saludando. O miraba a su hijo Máximo, en su banca.
La expresidenta asintió cuando Fernández anunció la instalación de capitales alternativas en el interior del país o cuando habló de fortalecer la unidad latinoamericana. Se mantuvo seria y sin hacer gestos cuando Fernández habló de la necesidad de una reforma judicial y de cesar con la persecución judicial. La cámara la mostraba a ella en primer plano y, más atrás, a los jueces de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz, Juan Carlos Maqueda y Ricardo Lorenzetti. Tampoco hizo manifestación alguna cuando el Presidente prometió transparencia en la obra pública, un caso por el que está siendo juzgada.
En el cierre, Fernández la puso en primer plano cuando le agradeció su "generosidad y visión estratégica". La mitad del recinto la aplaudió de pie y ella agradeció. Repitió el gesto, pero emocionada, cuando el Presidente evocó a Néstor Kirchner.
Acompañó al presidente Alberto Fernández y a su hijo hasta la puerta del Congreso, junto a Fabiola Yáñez. Ya en la Casa Rosada asistió a la jura de los ministros, que siguió sentada en las primeras filas. Y cerró en el escenario montado frente a la Plaza de Mayo.
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