Cristina ahonda la estrategia del silencio y se mira en el espejo de Brasil y Ecuador
Llegó ayer a La Habana; se mantendrá sin apariciones públicas mientras medita su futuro político
Cristina Kirchner aprovechará la visita a su hija Florencia, en Cuba, para profundizar la "estrategia del silencio" y analizar con tranquilidad una decisión, que, según explican en las filas de Unidad Ciudadana (UC) y alrededores, encuentra antecedentes útiles en otros dos países de la región. Tras despedir a su madre, fallecida el viernes en La Plata, Cristina tendrá tiempo para pensar y mirarse en los espejos de Brasil y de Ecuador.
Lo acontecido en esas naciones durante los últimos años suele ser invocado como argumento por los dirigentes kirchneristas que quieren que compita en las elecciones presidenciales. Pero, también, por los que prefieren que no sea candidata. Ella escucha y calla. La expresidenta no tiene previsto hablar en público, al menos no hasta mediados del mes que viene. Su silencio, explican sus colaboradores, permite que la atención mediática se concentre en la gestión de Mauricio Macri y que, como contrapartida, ella siga subiendo en las encuestas. Muy activa para recomponer el vínculo con los gobernadores del PJ, Cristina no habla en público desde la sesión preparatoria del Senado, el 27 de febrero.
El caso de Brasil se usa de maneras muy diversas, a gusto del dirigente que hace el análisis. En un extremo, los que sostienen que Cristina no tiene que ser candidata, argumentan que, si volviera a la Casa Rosada, debería lidiar con una situación económica mucho más compleja que las que enfrentó en sus dos mandatos anteriores. Para colmo, plantean, gozaría de una luna de miel fugaz, dado que cargaría con el desgaste de doce años de kirchnerismo, en una sociedad polarizada. "No podemos permitir que Cristina se vaya como Dilma [Rousseff]", dijo un dirigente del Movimiento Evita, que propone como candidato a Felipe Solá.
En el espejo
Los comicios del 28 de octubre en Brasil, en los que se impuso Jair Bolsonaro, también son invocados con frecuencia. Obligado por la Justicia Electoral a deponer su candidatura dos meses antes de las elecciones, Lula Da Silva, que marchaba primero en las encuestas, demoró hasta el 11 de septiembre para designar en su reemplazo a Fernando Haddad, solo un mes y medio antes de los comicios. La derrota del delfín del expresidente tiene dos lecturas entre los dirigentes de UC. Unos lo toman como una demostración de que Cristina debe ser a candidata, porque, razonan, "los votos son intransferibles".
Con los mismos datos a la vista, otros hacen una lectura diferente. Afirman que el 45% que obtuvo Haddad no es un mal resultado, si se tiene en cuenta que cuando se lanzó como candidato medía poco más del 5%. "Le faltó tiempo", concluyen, y advierten que si Cristina tuviera decidido no competir y, en cambio, apostar por otro candidato de su espacio, debería hacerlo cuanto antes. Esa preocupación le transmitieron Jorge Taiana, un virtual canciller de la expresidenta, y Daniel Filmus, partidario de una candidatura de Agustín Rossi.
El jefe del bloque de diputados del kirchnerismo sigue adelante con su postulación presidencial, pero no logró visibilidad. La centralidad de Cristina opaca cualquier movimiento de los dirigentes que la rodean. Con un razonamiento similar al de Taiana y Filmus, cerca de Rossi advierten que cuanto más tiempo pase sin una definición, más posibilidades hay de que la candidata sea la expresidenta. Para Juan Grabois, uno de los que la visitan más seguido en el Instituto Patria, ya no hay margen para un plan B. "Por más que los dirigentes que la acompañan no lo digan, la candidatura de Cristina ya es un hecho que se va a consolidar en las próximas semanas, y creo que va a ganar", dijo esta semana, en declaraciones a Futuröck.
Los que quieren que la expresidenta sea candidata celebraron como un gol que la Justicia haya postergado la definición sobre la fecha de regreso de Florencia Kirchner a la Argentina. La posibilidad de una detención de la hija de Cristina es un factor condicionante que por ahora quedó fuera del escenario.
El caso de Ecuador, donde el oficialista Lenín Moreno ganó las elecciones en abril de 2017, deja una enseñanza amarga, explica un dirigente que visita con frecuencia a Cristina en su departamento de Recoleta. Rafael Correa eligió como sucesor a Moreno, a regañadientes. El entonces vicepresidente era el que mejor medía en las encuestas, pero había dado muestras de autonomía. Poco tiempo después de asumir, tomó distancia del expresidente y en agosto de 2017, en medio del escándalo de corrupción de Odebrecht, echó a su vicepresidente, Jorge Glass, muy cercano a Correa. Fue el inicio de un enfrentamiento a muerte con el exmandatario.
"No podemos elegir a un Lenín Moreno", advierte un dirigente del PJ, renuente a llegar a un acuerdo para que, en pos de la unidad opositora, Cristina se autoexcluya de la boleta y el PJ kirchnerista se encolumne detrás de una candidatura de Roberto Lavagna, de Sergio Massa o, incluso, de Daniel Scioli. La última intervención pública de la expresidenta fue el 11 de abril, cuando, vía Twitter, criticó la detención de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, habilitada por Moreno.
La expresidenta llegó a La Habana ayer por la tarde, tras hacer una escala en Panamá. Allí se reencontró con Helena, su nieta, ya instalada junto a su madre en Cuba. Mientras, con un mensaje en Twitter, Mauricio Macri envió condolencias a la familia Kirchner por la muerte de Ofelia Wilhelm, la madre de la exmandataria, cuyos restos fueron cremados ayer en La Plata.
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