Coronavirus en Villa Azul: "Hay que mentir para que te hagan un test"
- Señora, ese es mi hijo. ¿Lo puede llamar? ¡Javi, Javi! -grita María. Hace horas que busca a su hijo para darle una bolsa con pan, jugo, galletitas y cigarrillos.
Javier tiene 20 años, tres hijos y otro en camino. Su novia Soledad, embarazada, dio positivo en Covid-19 y se la llevaron al hospital, con lo puesto. No supo más de ella. Un día antes, junto a otros vecinos, habían cortado el Acceso Sudeste para pedir que se hicieran testeos de coronavirus. Ya habían empezado los casos.
Soledad está internada en el Hospital Iriarte de Quilmes, el mismo donde hace 10 días dieron positivo de Covid-19 el director ejecutivo y el director asociado. En ese momento se le hizo el hisopado a los funcionarios que habían hecho una recorrida con ellos, por lo que se denomina "contacto estrecho", entre los que estaban la intendenta Mayra Mendoza, y el ministro de Salud de la provincia, Daniel Gollán. Todos dieron negativo.
La definición de caso en barrios populares del Ministerio de Salud de la Nación indica que es contacto estrecho "toda persona que comparta habitación, baño o cocina con casos confirmados de COVID-19". Javier, entonces, se considera contacto estrecho de su novia, pero después de que se llevaran a Soledad al hospital fue a pedir que le hicieran el hisopado y le dijeron que no, porque no tenía síntomas.
"Hay que mentir para que te hagan el test", le dice Javier a su mamá. "La Sole no tuvo ningún síntoma. Yo vine y no me querían hacer nada. Le mentí que todos teníamos tos para que me lo hicieran, pero menos a ella que no tengo el documento", cuenta y señala a su hija de siete años que tose sentada en el piso. Tiene otra hija de tres y un bebé de uno que lleva en brazos.
- Hijo yo te vi en la tele y me puse mal, me agarró un ataque -le dice María, su mamá, a Javier.
- Fue re feo -le cuenta él-. La Sole me dice: "Me voy a hacer el testeo". Vuelve, pasó al otro día y me dice: "Voy a retirar el testeo". Viene llorando y me dice: "Me salió positivo". "Bueno, quedate tranquila, ahora vamos a quedarnos encerrados", le digo. "No, me tienen que trasladar", me dice. "Andá a preguntar a ver si te dejan hacer el aislamiento en casa", le digo. Después no vino más. Preguntaba y nadie sabía nada, que ya la trasladaron pero que me vaya a mi casa a cuidar a los chicos, me decían.
Los vecinos lo ayudan desde que supieron que su novia había dado positivo. Incluso, para su sorpresa, lo está ayudando un chico con el que él se había peleado. "Me dijo que me iba a demostrar que él era mejor que yo. Y lo es", dice Javier sonriendo a través del barbijo.
Bajo control
Hoy, y al menos por los próximos 15 días, Villa Azul está cercada con vallas de todos tipos y colores, llena de policías en trajes amarillos y negros de astronauta, de funcionarios con barbijo, de operadores de salud vestidos con trajes blancos y antiparras, otros sólo con tapabocas y planillas, y vecinos caminando las calles o subidos a los techos, pidiendo comida, agua y testeos.
Según datos del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, los hisopados seguirán cada mañana en este barrio, y también durante toda la semana en otros de La Matanza, Almirante Brown, San Isidro, Lomas de Zamora y Tres de Febrero, en búsqueda de más casos.
Un hombre que sólo dice su nombre -Gonzalo-, vestido con un traje blanco que le cubre todo el cuerpo, no quiere decir ni siquiera su cargo, lo único que explica es que ya al mediodía están cortando los hisopados, que arrancaron temprano. "No estoy autorizado a dar esa información", dice, y se va. Después evita que LA NACION hable con otros operadores que pasaron casa por casa haciendo las preguntas sobre síntomas. Una mujer y un hombre se sientan en la vereda, de espaldas a la valla, llenan planillas y anotan datos en una notebook. Cuando se los llama, alguien les avisa que no pueden contar nada.
María,la suegra de Soledad, habla con él, pero ni Gonzalo ni nadie le resuelven la situación para poder alcanzarle alimentos a su hijo Javier. "Si usted habla con su hijo y le dice que se acerque a la reja yo se lo llevo", le dice Gonzalo, y se va. Pero María no se puede contactar con Javier porque él no tiene teléfono. Logra encontrarlo después de hablar con una vecina que se acercó a la valla.
Ya es el mediodía, y un grupo de promotoras de salud salen de la villa. Explican, apuradas, cómo es el operativo: a cada familia se le preguntan los síntomas. "Le preguntamos si tiene fiebre, pérdida de olfato, de gusto. La gente piensa que si tiene fiebre ya tiene coronavirus. Pero puede ser que tenga otros síntomas, sin fiebre", dice una de ellas, que no quiso dar su nombre. Esos datos los anota en una planilla.
En caso de que la respuesta a la pregunta sobre los síntomas sea positiva, acompañan a la persona a una carpa que está ubicada afuera del CAPS (Centro de Atención Primaria de Salud), en la entrada del barrio. Ahí, con un hisopo largo, se les toma una muestra de la garganta y otra de la nariz. Cuando termina el test, le dicen al paciente que se vaya a la casa y espere el llamado con los resultados.
Las condiciones de Villa Azul
Este es un barrio de dos municipios: una parte pertenece a Avellaneda, la otra a Quilmes. En Avellaneda hay viviendas sociales que son de material. Pero en el lado de Quilmes, la gran mayoría de las casas están construidas con materiales no sólidos, y en muchas de ellas el material no es ni siquiera madera o chapa, sino telgopor.
Según el Censo en Barrios Populares de la provincia de Buenos Aires, realizado en noviembre de 2018, en Villa Azul viven más de 3 mil habitantes, un promedio de casi 4 personas por casa, donde la gran mayoría usa garrafa para cocinar. Hoy el gobierno estaba entregando garrafas sociales a las familias que ya no pueden cargarlas en ningún lado, por el cerco de vallas que tienen desde el domingo a la noche.
El 67% de las personas no tiene otra cobertura médica más que la pública, y casi la mitad de su población tienen un basural a una cuadra. Pero Villa Azul no es una excepción en su distrito: Quilmes tiene 65 barrios populares en los que viven 41.899 familias.
"Si bien hay una extensión limitada pero amplia de la red de agua, no hay presión y no llega a las casas. Cuando hace dos meses comenzamos a trabajar diciendo que se necesitaban políticas situadas, hablábamos de eso", dice María Maneiro, del Instituto Gino Germani, que releva casos de coronavirus en los barrios de la Región Sanitaria VI.
Gabriela Rodríguez vive en Villa Azul, tiene un kiosco y se está quedando sin nada que vender. "Dicen que vamos a estar dos meses así", le dice un vecino, y ella piensa: "Me quedo sin mercadería y no comemos ninguno". En su familia son cuatro, pero está preocupada por su comadre Soledad, embarazada, con pérdidas, con coronavirus, y sola en el hospital.
La mamá de Gabriela llamó a un hospital donde la encontraron, y lograron hacer una llamada entre Soledad y una médica. La grabaron y se la mandaron. Esa fue la única manera que se pudieron comunicar. Y fue una sola vez. Lo que sabe Gabriela es que su amiga todavía no tuvo el bebé.
El posible caso cero
Silvia Orellana es ama de casa y ahora está ayudando en el punto solidario, en un comedor al que llegará, esperan, mercadería del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. "Me estoy sintiendo re mal, cada vez hay más casos. La gente ya se está enloqueciendo. Hoy sacaron 22 casos más", dice Silvia.
Piensa que lo importante es tener paciencia. Los vecinos que tienen familiares con coronavirus ya recibieron un bolsón con comida y lavandina, pero hay otros que todavía no recibieron nada. El lunes a la noche se cocinó para el barrio en el jardín de infantes, pero no alcanzó para todos.
"Sólo le dieron mercadería a los que son positivo", se queja Gabriela Rodríguez, la amiga de Soledad. Los proveedores no entran. Algunas madres traen bolsas con pan y algo más y le dan a sus hijos a través de la reja. Como si fuera una cárcel.
El caso cero del barrio, dice Silvia, llegó por celular. "Un muchacho salió a trabajar en la pizzería y dijo: ´Me salió positivo covid, estoy aislado en mi casa´. Ahí empezamos a hacer corte en el acceso para que venga a testear a las familias", cuenta. Avisó en un grupo de Whatsapp. Lo hizo, quizás, sabiendo que ya muchos de sus vecinos se podrían considerar contacto estrecho. Y eso aumentaba el peligro de contagio.
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