Coronavirus: hiperactivo, Sergio Massa juega al límite y sube el perfil en medio de la pandemia
En los desolados pasillos de la Cámara de Diputados hay solo un despacho con la luz encendida. Allí el movimiento es intenso: apostado frente a dos pantallas led gigantes, rodeado de técnicos, cámaras de televisión y fotógrafos, Sergio Massa inaugura la primera reunión de comisión por videoconferencia, con el ministro de Educación, Nicolás Trotta, como figura invitada. Luego mantendrá cientos de conversaciones telefónicas y otras tantas videoconferencias con funcionarios e intendentes. Recibe un llamado y parte a Olivos; sus encuentros con el Presidente ya forman parte de la rutina en medio de la crisis del coronavirus.
La cuarentena obligatoria que impuso el brote en el país no detiene al presidente de la Cámara de Diputados. Sus asesores atribuyen su hiperactividad a un sentido de responsabilidad en medio de la crisis. Sus detractores, en cambio, le achacan que sólo pretende protagonismo mediático; de otra manera no se explica que haya anunciado una rebaja en las dietas de los legisladores en un 40% sin consultar a la oposición. Massa sonríe: al igual que Alberto Fernández y que el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, dos protagonistas en medio de la crisis, su imagen escaló en las encuestas desde que estalló la emergencia por el coronavirus. Las crisis pueden ser momentos de oportunidad y Massa, con sus ambiciones políticas intactas, parece no estar dispuesto a desaprovecharla.
En el ajedrez de la política, Massa no teme jugar al límite. A veces sus movimientos resultan fallidos, como cuando se topó con la férrea negativa de Cristina Kirchner, presidenta del Senado, a forzar sesiones virtuales en el Congreso en medio de la emergencia. O cuando anunció que la Cámara aumentaría el monto de los subsidios para que cada diputado pueda destinar $100.000 al combate contra el coronavirus. La indignación estalló en las redes sociales, una lluvia de críticas sobre el "clientelismo parlamentario" recayó sobre los legisladores y los diputados de la oposición rápidamente tomaron distancia de la decisión del presidente del cuerpo. Massa, ofuscado, acusó que la medida fue malinterpretada.
Desde que estalló la crisis por la pandemia, Massa asumió el rol de intermediador entre el Gobierno y la primera plana de la oposición. Con los jefes de bloque comparte un grupo de WhatsApp donde la comunicación es permanente y, al menos una vez por semana, mantienen videoconferencias conjuntas para intentar mantener activa la Cámara de Diputados en medio de la cuarentena.
Pero la armonía en la relación se interrumpió súbitamente en la tarde del lunes pasado cuando los diputados de Juntos por el Cambio desafiaron al presidente Fernández a que convoque a los funcionarios de los tres poderes del Estado a que destinen un 30% de sus sueldos a un fondo común para combatir el coronavirus. No fue casual el momento elegido para lanzar la propuesta: aquella noche resonaría el primer cacerolazo en distintos puntos del país para reclamarles a los políticos un gesto de esfuerzo en medio de la pandemia.
Indignación
Esa noche Massa llamó indignado a Cristian Ritondo, el jefe del bloque Pro y quien primero hizo trascender la propuesta a los medios. La grieta se había reinstalado entre el oficialismo y la oposición: el Gobierno entrevió que detrás de las cacerolas estaban los gurkas del macrismo y los sectores del establishment más concentrados contrarios a la cuarentena obligatoria. Qué más evidencia que Patricia Bullrich, jefa de Pro, en un video por las redes sociales alentando la protesta, reprochaban los oficialistas.
La jugada macrista no sólo enojó al Gobierno; también agudizó las tensiones internas en Juntos por el Cambio luego de que los diputados de la Coalición Cívica, azuzados por Elisa Carrió, amenazaran con romper filas.
Al día siguiente Massa habló con el presidente Fernández: pocas horas después anticiparía su decisión de rebajarle las dietas a los diputados, no en un 30% como proponía la oposición, sino en un 40%. Los diputados de Juntos por el Cambio leyeron la medida como una represalia. Fiel a su estilo, Massa jugó al límite, le redobló la apuesta a la oposición y, además, se ganó los títulos de los portales de noticias. Su objetivo estaba cumplido. Pero la jugada podría salirle cara: los opositores, que insistirán en que el Presidente lidere la gesta para que todo el sector público done una parte de su sueldo, ya hicieron saber que difícilmente vayan a acatar lo que Massa les pretende imponer. "Sergio no es el dueño de nuestras dietas", advierten. Las comunicaciones hoy están rotas. La grieta, que había insinuado tomarse una tregua, volvió a desnudarse en toda su dimensión.
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