Coronavirus: un encierro largo y más estricto, la próxima etapa de la guerra
Cada día que pasa sin un colapso del sistema de salud es un triunfo. Cada día que se prolonga el aislamiento de la población agiganta el riesgo de una depresión económica de consecuencias inimaginables. Es el dilema hostil que el coronavirus le plantea a Alberto Fernández.
El mundo entero se divide entre países en los que el virus ya desbordó sus hospitales, con una avalancha de infectados y muertos, y los que esperan una tormenta cuyos truenos ya suenan en el horizonte. A todos, incluso a aquellos casos excepcionales que lograron contener el brote, los une la certeza de un porvenir económico angustiante.
"Entre la salud y la economía priorizo la salud", repite Fernández, en un mantra de sentido común. Pero el debate interno sobre cómo mover la perilla entre la reclusión y la actividad desvela a la primera línea del Gobierno. La pregunta recurrente es: ¿hasta cuándo mantener la cuarentena, sin que el remedio sea peor que la enfermedad?
Ahora mismo la prioridad es comprar tiempo. La bendición de que el virus haya llegado a la Argentina después de ensañarse con países como Italia y España le permitió a Fernández enfrentar la batalla mejor armado. Dictó el aislamiento obligatorio antes de que los contagios fueran masivos, con la esperanza de demorar el pico del brote y mientras tanto preparar un sistema de salud que arrastra deficiencias severas desde hace décadas.
Las conclusiones después de una semana de encierro es que se necesitan dos cosas: una cuarentena más larga y restricciones en alza.
Expertos en sanidad que consulta el gabinete de crisis del Gobierno creen que la próxima etapa –que iría hasta después de la Semana Santa- demanda medidas de distanciamiento social todavía más extremas. El objetivo en este punto de la crisis debe ser reducir al mínimo posible la tasa de contagio del virus, es decir la cantidad promedio de gente a la que un infectado le transmite la enfermedad. En condiciones normales, esa tasa se ubica entre dos y tres. Una estrategia efectiva debe tratar de bajarla a menos de uno. Ese sería el umbral aceptable para considerar el brote bajo control y retomar, gradualmente, cierta normalidad en la vida cotidiana.
Lograr semejante victoria requiere velocidad y precisión en la detección de casos positivos, para así aislar rápidamente a los infectados, de modo que no contagien, y controlar a sus contactos cercanos. La exitosa receta coreana. El Gobierno viene atrasado en la adquisición de test, aunque el ministro de Salud, Ginés González García, espera contar en los próximos días con 500.000 kits PCR de análisis rápido.
Mientras ese operativo todavía es una promesa, la única opción a mano para bajar la tasa de contagios consiste en retener todo lo posible a la población en sus casas. En la Casa Rosada circulan bocetos de medidas que podrían dictarse durante la segunda etapa de la cuarentena. Una de ellas sería limitar la cantidad de veces a la semana que se puede ir a comprar alimentos (regulado con un formulario online al estilo de los que se crearon para las profesiones exceptuadas). Hoy mirarán con atención el estreno de la medida que dictó Neuquén consistente en establecer días de prohibición total de salida a la calle.
A veces la realidad choca con la voluntad política: las colas eternas en los cajeros automáticos que se registraron el viernes, con gente que buscaba sacar el dinero de bonos y asignaciones estatales desesperaron a los funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires. Nadie había previsto el peligro sanitario de tantas personas amuchadas durante horas. Fernández pidió estudiar medidas para evitar que esas escenas se repitan.
En esa línea de severidad se encaja la ingrata decisión de suspender el regreso de los miles de argentinos varados en el exterior. Independientemente del uso político de algunos sectores oficialistas que tildan de "chetos" a estas víctimas colaterales de la pandemia, el Presidente actuó bajo impulso de informes de Cancillería y del Ministerio de Transporte que alertaban sobre la cantidad de infectados que llegaban en los vuelos y la falta de recursos idóneos en Ezeiza para garantizar la seguridad del personal sanitario y de control. "El riesgo de convertir el aeropuerto en una zona de contagio masivo es muy concreto", alertó un cable confidencial que la Cancillería envió a los consulados en el exterior.
Frenar la llegada de más enfermos era imperativo, explican en la Casa Rosada, donde se sigue buscando un mecanismo para traer a los más de 12.000 varados en vuelos seguros. "El problema es que cada avión que despega con un infectado baja con diez. Qué hacemos después con ellos. Es inmanejable", explica una fuente que participa del operativo retorno.
En el cierre de fronteras pesó también el temor que despierta en el Gobierno la actitud temeraria de Jair Bolsonaro en Brasil, un reto adicional para la guerra contra el virus en la Argentina.
Cuándo se abrirá la puerta
El coronavirus ya circula a nivel comunitario en el país. Los casos confirmados aumentan a diario. Por suerte, todavía no perdimos la cuenta de los muertos.
La cuarentena dictada antes del desastre ofrece un tiempo dorado para preparar camas, conseguir respiradores y comprar insumos, hoy faltantes, para que médicos y enfermeros puedan atender a los infectados con el menor riesgo posible de contagiarse.
Una segunda etapa de encierro apunta a ofrecer más días de preparación para el combate que viene. Pero, ¿será suficiente mantener la cuarentena hasta mediados de abril, cuando el pico del brote se espera ahora para mayo?
"La explicación de los científicos es que cuanto más estricto sea el aislamiento más rápido se podrá retomar la actividad", señala una fuente del Gabinete.
La experiencia de Wuhan, la zona cero del Covid-19, puede aportar algunas pistas. La ciudad pasó dos meses de encierro forzado (con policías que soldaban puertas de casas con infectados y comandos estatales que entraban a departamentos a tomar la fiebre). Acaba de pasar una semana casi sin reportar casos nuevos y el 8 de abril empezarán a relajarse los controles.
La expectativa del Gobierno es que, al haber iniciado el aislamiento antes de un brote descontrolado, no sea necesaria una reclusión estricta de dos meses, con el consecuente desastre que significa para una economía que ya estaba en emergencia.
Pero falta información para trazar hoy mismo un panorama de mediano plazo. En los próximos días, habrá datos para evaluar la efectividad de la cuarentena. Resulta clave saber cuánta gente se infectó después del 20 de marzo, cuando Fernández decretó el aislamiento preventivo obligatorio.
Alertado por experiencias ajenas, el Presidente decidió hablar con crudeza de lo que viene. Las encuestas le dicen que la sociedad valora en estas horas únicas un mensaje franco. Lo mismo hace el gobernador Axel Kicillof, a quien le espera la tarea adicional de contener la demanda social del conurbano bonaerense. Como otros líderes del mundo están reaprendiendo a comunicar: entrenados para transmitir calma, les toca infundir algo de miedo para que el aislamiento funcione.
La convicción en la cima del poder es que abril será otro mes de encierro y que solo después podrá estudiarse un paulatino regreso a la actividad. El encierro podría continuar para los grupos de riesgo. Se mantendrán conductas de distanciamiento social. Los cielos seguirían muy restringidos. Y habrá que ecualizar las regulaciones durante bastante tiempo, al ritmo de la tasa de contagio.
Hasta que una vacuna esté disponible es la nueva normalidad de los gobernantes: deben convertirse en expertos en administrar libertades.
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