El Presidente pide no alentar el "albertismo" y advierte sobre un escenario difícil
Neutralizó cualquier intento de fortalecer una línea propia pese a que goza de un alto nivel de aceptación en los sondeos
"Alberto nos prohibió hablar de albertismo". La frase corresponde a un viejo amigo del Presidente que vio con ojos entusiastas la imagen positiva que cosechó el jefe del Estado al inicio de la pandemia. Fernández se ocupó de transmitir en su entorno que no son tiempos de tentarse con una vertiente política propia ni adosarle su nombre a algún "ismo". A sabiendas de que transita un escenario volátil, pide a los suyos concentrarse en pilotear la crisis y en administrar las diferencias en el interior de la coalición de gobierno, que asomaron con mayor intensidad en los últimos días.
"Él es el primero que le dice no al albertismo. No te deja ni nombrarlo, ni te deja armarlo políticamente. Su lógica de construcción de poder hoy es convencer y armonizar, no hay lugar para sumar diferencias", dice a LA NACION un colaborador que trata a diario con Fernández. Otro hombre que escolta todos los días al Presidente reconoció: "Su única preocupación hoy es gestionar la crisis y mantener el frente político unido".
Si algún ladero presidencial leyó con euforia los sondeos de opinión que marcaron una imagen positiva de Fernández superior al 80%, esta semana debió comprender que el camino que dejará la pandemia será largo y espinoso.
En el Gobierno observan que la alineación política y social detrás del objetivo de controlar el virus comenzó a dar a lugar a un escenario más hostil. A la quinta presidencial llegaron sondeos de opinión que hablan de una leve caída de la aceptación de la cuarentena.
Además, en la Casa Rosada sobre el escritorio hay un estudio del "termómetro político", un monitoreo que registra día a día si las provincias están o no alineadas con la posición del gobierno nacional y detecta cuáles son los temas que más preocupan. Según ese estudio, si a fines de marzo aparecía la salud como el asunto más inquietante, para principios de abril los temas económicos y políticos coparon las agendas en casi todo el país.
El viraje tuvo su correlato en la estrategia presidencial. En la primera fase, el Presidente se había erigido como único comunicador de crisis, con un alto nivel de exposición en entrevistas y un mensaje que priorizó el aspecto sanitario. Pero en los últimos días Fernández habló menos, comenzó a ponderar el problema económico y quiso compartir la carga de la cuarentena con los gobernadores.
"Muchos argentinos necesitan volver a su vida habitual y entre lo habitual está ganarse el sustento", fue lo primero que manifestó el Presidente hace una semana, cuando delegó en las provincias la decisión de habilitar actividades.
"Dijo lo que dijo para salir de la disputa salud versus economía. Que la gente tenga en claro que nadie más que el Gobierno quisiera reactivar la economía", analizó un funcionario con acceso a Olivos.
Gestión en las diferencias
"Acá no hay que comerse la curva. Tenemos que entender que vamos a gestionar con una crisis económica muy profunda y con un contexto mundial totalmente imprevisible. No se registró un escenario así en toda la democracia. No hay lugar para profundizar las diferencias", dijo a LA NACION un importante asesor de la Casa Rosada.
Al pronóstico de tormenta se suman, además, las diferencias que asoman en el Frente de Todos. Tras la salida de Alejandro Vanoli de la Anses-primer alto funcionario desplazado del gabinete-, todos lo desconocieron como un cuadro propio. En la Casa Rosada recordaron que el economista fue funcionario de Cristina Kirchner y disertó en los últimos años en el Instituto Patria. Desde el kirchnerismo subrayaron que Vanoli gestionó bajo el ala de Santiago Cafiero y que estaba enemistado con su segundo, Santiago Fraschina, un referente de La Cámpora.
La escalada por la excarcelación de presos también expuso a toda luz las diferencias. La polémica se inició con el pedido del secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, que responde al kirchnerismo duro, para que le otorguen prisión domiciliaria a Ricardo Jaime y Martín Báez. Lo que más ofusco a Fernández, aseguran en la Casa Rosada, es que el funcionario no avisó que había tomado una medida de semejante sensibilidad política. La polémica subió de tono y el Presidente terminó por mostrar comprensión por el malestar social que causaron las liberaciones, aunque dejando el asunto en manos de los jueces. Sergio Massa fue más allá y pidió el juicio político contra tres magistrados.
La incógnita que queda es si habrá acuerdo en cómo salir de la crisis económica que dejará el coronavirus. Un asesor de la Casa Rosada se preguntó: "¿Cuánto permitiría recaudar el impuesto a las grandes fortunas? ¿Unos $250.000 millones? Estamos hablando de que en tres meses tendremos que volcar el 5,6% del PBI. El camino es muy largo".
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