Entre otras cosas, el virus ha suspendido, en la Argentina, la reflexión, el debate. La emergencia, el temor a la catástrofe –sanitaria, económica, social–, ha cubierto con su manto de incertidumbre la consideración de temas esenciales. Todo parece estar justificado, o desplazado, por el rigor de lo urgente. Hay, sí, discusiones que tienden más al forcejeo que a la contraposición de ideas. Es lógico. Están en juego cosas tan dramáticas como la vida, el alimento, el trabajo, la paz. La agenda pública se llena de estadísticas, curvas, protocolos, noticias, en un devenir frenético donde lo cotidiano es dueño de nuestra atención y nuestro tiempo.
En esa agenda no parecen estar teniendo un lugar apropiado cuestiones tan relevantes como, por ejemplo, el funcionamiento de las instituciones. Ningún cacerolazo reclama por el cierre del Congreso y del Poder Judicial o por el creciente uso de decretos de necesidad y urgencia. ¿Insinúa el Gobierno un perfil autoritario amparado por la pandemia? ¿Es verdad que asistimos al final del capitalismo y la globalización, lo cual obligaría a plantearse hacia dónde va el mundo y cuál sería la inserción de la Argentina en ese nuevo mundo?
Frente a encrucijadas tan apremiantes, ¿qué están pensando las cabezas que, por vocación o por sus responsabilidades, piensan el país? Esta producción que hoy presenta LA NACION es una aproximación a esos espacios de análisis y discusión que se están echando de menos. Un foro –ningún parentesco con las escatológicas riñas de las redes– movilizado por seis preguntas y enriquecido por las respuestas de personalidades de muy distintos ámbitos: intelectuales, economistas, empresarios, dirigentes deportivos.
Con matices, predomina en ellos un tono elogioso al examinar a Alberto Fernández como conductor de la crisis. "Sensato, realista", dice Beatriz Sarlo. El mismo adjetivo, realista, usa Gustavo Marangoni. Ana María Mustapic lo califica con un "muy bien". Similar al "muy positivo" de Carla Yumatle. Santiago Kovadloff le reconoce la velocidad con que ordenó la cuarentena, pero se pregunta si será tan eficaz para organizar la salida de ella. Facundo Manes prefiere esperar: "La evaluación hay que hacerla cuando pase la tormenta".
Prevalece también el escepticismo sobre la capacidad del país para hacer frente a una posible estampida en el número de infectados. "Con una curva muy empinada, no hay sistema de salud que aguante", advierte María Eugenia Estenssoro. Otra coincidencia: la emergencia no debe dar lugar a una suspensión del funcionamiento de las instituciones. Si solo está activo uno de los tres poderes, señala Graciela Fernández Meijide, "se puede temer la aparición de una tendencia autoritaria".
¿Y el mundo? Entre los consultados no hay certezas ni de la dirección ni del ímpetu de los posibles vientos de cambio. Sergio Kaufman arriesga una hipótesis, sustentada en el arrasador avance de las nuevas tecnologías en tiempos del Covid-19. "Estamos ante una gran paradoja: lo que no sea virtual puede dejar de existir".
En cualquier caso, el país y el mundo están pidiendo esto: que se los piense más.
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