Convulsión en la cima, el anticipo de una transición turbulenta
El descalabro económico y los cruces políticos reavivaron el temor de un interregno caótico; los preparativos de Milei por si hay una entrega anticipada del poder
- 12 minutos de lectura'
La Argentina es un extraño país que ejercita cada vez con más frecuencia la costumbre de asomarse al abismo y detenerse en el centímetro final. Parece administrar el mecanismo con habilidad, pero en cada intento el sistema de frenado se desgasta un poco. El último martes volvió a ocurrir cuando el dólar superó los $1000 y sonaron todas las alarmas. Se dispuso un virtual feriado cambiario y se paralizaron por completo las Siras. Los proveedores dejaron de vender porque se quedaron sin precios de referencia y se agravaron los faltantes de productos básicos. Cuando Javier Milei recomendó desarmar los plazos fijos en pesos, y Sergio Massa le respondió al calificarlo de “irresponsable”, directamente se congelaron todas las operaciones financieras. “El efecto que tuvo la politización de la corrida fue inmediato”, señaló un agente del sector.
Muchos intuyeron en esa escena de descalabro económico y fricciones políticas una muestra de lo que puede ocurrir a partir del próximo lunes 23, tanto en un escenario de triunfo en primera vuelta de Milei o de un eventual ballottage con Massa o Patricia Bullrich. En todos los campamentos políticos, y también en círculos empresarios, verbalizaron la idea de un caos en el interregno, si se impone la lógica de un ganador que tiene el poder de su palabra, pero no ejerce, y un gobierno perdedor sin incentivos para seguir en modo Cirque du Soleil, con sus piruetas y trapecistas. En ese sentido lo que se percibió esta semana pareció un anticipo del futuro. De hecho en el equipo de Milei vienen trabajando desde hace tiempo en una hipótesis de desmadre generalizado y entrega anticipada del poder. Es la indicación que recibieron los que articulan con los equipos técnicos, y así lo transmitieron a interlocutores del sector privado. El propio candidato dijo varias veces: “Yo estoy preparado para asumir ya”. Difícil que el peronismo entregue esa bandera histórica. Los más moderados al lado del líder libertario aseguran estar “dispuestos a dialogar en una transición”, pero advierten que solo lo harían si es para “implementar nuestro plan” y jamás para establecer un cogobierno. Los más políticos ven ineludible un período de fuertes convulsiones.
Después del caos de los primeros dos días de la semana, la alerta cundió en el oficialismo, como ya había ocurrido con la corrida de abril, aunque ahora ocurrió a diez días de las elecciones. En el kirchnerismo se conversó con inquietud sobre los riesgos de la transición y de los esfuerzos que había que hacer para evitar una eventual retirada a lo Afganistán. El término hiperinflación como amenaza se coló en las charlas. Massa suspendió su campaña, se reunió con gremialistas y dirigentes sociales que fueron a verlo en gesto de apoyo, y por la noche habló con Cristina Kirchner para ponerla al tanto de las medidas que adoptaría a partir del día siguiente. La vicepresidenta refleja una preocupación crónica por la situación social, pero al mismo tiempo trasunta una lejanía que por momentos decepciona a sus fieles más nostálgicos. El opaco desencanto de ya no ser.
Massa no lo lamenta tanto. De hecho dice sentirse cómodo con la centralidad absoluta que adquirió tras las PASO, una manera indirecta de marcar que no extraña las intervenciones de ella (algunos siembran dudas sobre si podría reaparecer en el acto del martes en Sarandí). También debió prescindir de un rol más activo de Máximo Kirchner, muy lastimado por el caso Insaurralde (quien el martes volvió de su aislamiento en el Partido de la Costa, donde estuvo recluido en el country de su socio Juan Pablo De Jesús, para replegarse en el campo de otro amigo, pero en el conurbano). El diputado deambuló en la última caravana de Axel Kicillof y Massa como quien cumple el papel en una obra a la que le quedan pocas funciones. De hecho Máximo transmitió a algunos interlocutores su decisión de dejar la presidencia del PJ bonaerense a fin de año. En todo ese ecosistema subsiste el pánico a nuevas filtraciones; es el fantasma de Sofía Clerici.
A partir de esas enormes dificultades, Massa intentó contraatacar desde su rol de ministro y candidato, con la convicción de que es en la acción donde encuentra sentido su gestión. Le entusiasma encontrar culpables y lanzar operativos comando, aunque su eficacia sea dispar. Guillermo Michell, el “sheriff” según la jerga del establishment, irrumpió con agentes de la AFIP, la Aduana, la UIF y la CNV en cuevas y financieras varias. No confía en la policía para esas operaciones relámpago porque está convencido de que actúa en connivencia con los operadores. De hecho sostiene que el “croata” Ivo Esteban Rojnica recibió un preaviso para fugarse. Las gestiones de Massa para que el sector agroexportador acelerara liquidaciones fracasaron. Los productores están sentados sobre su cosecha con la convicción de que después del 22 sobrevendrá otra devaluación. La prueba está en que en septiembre vendían unas 250.000 toneladas de soja por día a un valor de $162.000 y ahora, con un precio de $179.000 ofrecen 38.000 toneladas diarias.
La alternativa que buscó el Ministerio de Economía fue ofrecer otro dólar especial a la minería, la pesca y el sector automotor, pero las internas entre las secretarías de Desarrollo Productivo, Agricultura y Minería demoraron siete días su implementación y la medida regirá solo para cinco días hábiles. El cortoplacismo alcanza a veces su paroxismo en este contexto. Massa apuesta a obtener de ahí 1250 millones de dólares, que sumados a los 5000 millones más del swap chino le permitirían llegar hasta el día de un supuesto ballottage, pero en esos sectores aseguran que con suerte lograrán juntar 700 millones. A Matías Tombolini tampoco le fue bien. Insistió con ampliar subsidios del fideicomiso del trigo y no tuvo eco. Los productores están desgastados de esa fricción negociadora y ahora solo esperan el resultado de las elecciones. De hecho algunos le transmitieron con crudeza su visión: “Ahora estamos todos esperando el resultado electoral. Si entran al ballottage con una diferencia de 3 o 4 puntos, hablamos. Si quedan afuera o pierden por 7 u 8 puntos, te bloqueamos el Whatsapp”. Es el infierno temido por Massa. Por más de que él se quede en el cargo y mantenga su hiperkinesis voluntarista con la idea de volver algún día, el riesgo si pierde feo es que se le licúe el poder que aún retiene, no solo porque el empresariado se lo demuestre, sino porque el peronismo ya no lo reconocerá como líder.
Números y percepciones
Hay dos modos de intentar asomarse a lo que puede pasar en las elecciones del domingo. La primera es la racional-cuantitativa, basada en encuestas cada vez más desacreditadas (los propios consultores hacen advertencias sobre sus números), que muestran que el escenario de tercios de las PASO no se alteró demasiado y que seguro habrá ballottage. Milei estaría arriba con alrededor de 32-34 puntos, Massa en torno de 30 y Bullrich entre 26 y 28. Si esto es así, la definición está abierta. Pero no menos importante que la incertidumbre sobre el ganador, es que se estaría a la puerta de un gobierno con solo un tercio de las adhesiones. El amesetamiento demostraría también fragmentación del voto y un enorme desafío para los planes reformistas que todos enuncian. Casi una inevitable condena al que gane a consensuar apoyos para desarrollar un plan de gobierno. Sería una señal de una sociedad de que no termina de confiar en nadie definitivamente, y que en consecuencia divide sus preferencias para que la política se encargue de unir las piezas. Lo hace no solo al distribuir el voto entre los presidenciables, sino al diferenciar su conducta entre las elecciones provinciales y las nacionales. Lo que viene será un mapa muy heterogéneo del poder.
En esta primera lectura cuantitativa, se supone que Milei se despegó mucho en las primeras semanas post PASO, pero después retrocedió un poco cuando quedó en el centro de la escena y empezó a ser cuestionado en sus propuestas. En su entorno aseguran que no les alcanza para ganar en primera vuelta, pero que están cerca. Asumen que el vínculo con Luis Barrionuevo desgastó algo su slogan contra la “casta”, pero lo justifican con un dato insoslayable: “Nos está aportando fiscalización en los lugares donde nosotros no llegamos, además de logística y a veces alojamiento, como el otro día lo hizo en el hotel Sasso de Mar del Plata”. Hay un ala pragmática, como la que integran Guillermo Francos o Sebastián Pareja, que está convencida de que finalmente Milei aceptará las dinámicas de la política y terminará negociando con gobernadores, intendentes y legisladores. Los puristas son menos concesivos y hablan más de la ruptura del sistema para moldearlo desde una lógica renovada.
Massa tropezó con la devaluación, se recuperó con las medidas como las de Ganancias, y ahora se frenó otra vez, sobre todo por el dólar y la inflación. Su equipo maneja un escenario de 34 puntos de Milei, 30 para él y 25 para Bullrich. Tanto Massa como Milei admiten que buscan polarizar para correr a la candidata de Juntos por el Cambio. De allí que ambos se hayan sentido cómodos con los cruces por la corrida cambiaria, aunque lo sazonaran con duras críticas cruzadas. “Nosotros nunca lo atacamos, solo criticamos sus ideas”, se atajan en el campamento de Massa.
Mientras tanto, Bullrich cerró su mejor semana post PASO, después de muchos días de desconcierto y desánimo en su tropa. Tuvo un desempeño más vibrante en el segundo debate que en el anterior, buscó contrastar la crisis cambiaria con su mensaje de orden, logró que Mauricio Macri se sumara a su campaña activamente y lo coronó con el anuncio de que Horacio Rodríguez Larreta será su jefe de Gabinete si gana. Se percibió finalmente la necesidad de recuperar centralidad a través de movimientos concretos y no ya solo desde un discurso antikirchnerista que exhibía un desgaste. Macri acompañó la idea con una lógica pragmática: su objetivo prioritario es evitar que Massa pase al ballottage porque piensa que si lo logra apelará al discurso del gobierno de unidad republicana contra Milei, al que considera una trampa para incautos. La manera de inocularlo es potenciar a Patricia para ver si recorta distancia. No le entusiasmó demasiado enterarse el viernes en Pergamino, mientras recorría las calles con la candidata, del ofrecimiento que le haría a Larreta. “¿Estás decidida a hacer lo que estás haciendo?”, le preguntó sorprendido. “Solo le tenía que comunicar una decisión que ya había tomado”, esgrimió ella. Claro, el tema es que él no supo que Bullrich y Larreta venían hablando desde hace un tiempo sobre esa posibilidad y que lo terminaron de cerrar solo entre ellos hace tres días. Tampoco el jefe de gobierno porteño está exultante. Admite que “tenía otra ilusión” y en alguna charla reciente con su entorno había dicho que no le interesaba ser jefe de Gabinete. Pero este sábado demostró espíritu cooperativo al aceptar la propuesta de quien hasta agosto parecía algo más que una rival.
No es casual la decisión, aunque no está claro cuál será el efecto real en votos. Bullrich justificó hacerlo en la última semana para generar sorpresa en el tramo decisivo, cuando la gente madura su decisión. También es probable que haya atendido lo que decían los estudios cualitativos. “En nuestros trabajos se ponía en duda la capacidad de gestión de Patricia, si puede llevar a cabo el cambio profundo que promete, que es su principal activo. Del mismo modo, a Milei se le cuestiona la cordura. Mientras sus votantes lo ponen en valor diciendo que es un ‘genio loco’, al resto le genera miedo. Y en Massa el concepto clave es autoridad: cuando él logra imponerse, crece, pero cuando se muestra impotente ante la realidad económica, retrocede”, señalan en una de las encuestadoras más consultadas.
Pero si se toma distancia de la mirada cuantitativa que arroja un escenario de paridad, parece prevalecer en varios sectores una sensación no mensurable de que la elección está resuelta a favor de Milei, ya sea en la primera vuelta o en el ballottage. Algunos consultores señalan que “la espuma” que alcanzó el candidato en las semanas posteriores a las PASO mostró que podía estirar su techo; serían votantes en latencia que pueden volver, sobre todo atraídos por la posibilidad de clausurar la incertidumbre y dar vuelta la página hacia una nueva etapa. En el bunker libertario agregan que, basados en experiencias anteriores, la mayor parte de los que se suman a votar entre las primarias y las generales lo hacen siempre por la oposición, y que esta vez en ese grupo hay un núcleo de desencantados y descreídos que son la base de su electorado.
Parece concordar con algunos de los resultados del reciente estudio sobre cultura constitucional en la sociedad argentina que realizó la consultora Poliarquía y que será presentado este miércoles en el Colegio de Abogados por Daniel Zovatto, Eduardo Fidanza y Antonio María Hernández. Allí un 72% dijo sentirse “poco o nada satisfecho” con el funcionamiento de la democracia y el 50% de los encuestados estuvo de acuerdo con la frase “No me importaría que un gobierno no democrático llegue al poder si resuelve los problemas de la gente”. Además creció un 6% el nivel de respuestas que dice que “en algunas circunstancias un gobierno no democrático puede ser mejor”. También se evidenciaron síntomas de anomia social al ser consultados sobre si la gente debería obedecer las leyes dictadas por el Congreso, aún si están en contra de su manera de pensar (33% de desacuerdo, 13% más que la última medición de 2014), o si los miembros del Congreso toman decisiones pensando en la gente (87% en desacuerdo, con una suba de 12%).
Los resultados denotan una fragilidad peligrosa en la construcción de institucionalidad cuando se van a cumplir 40 años de democracia, un deterioro que esta vez no parte de una amenaza de golpe militar, como en el pasado, sino de la profunda erosión del sistema de representación. Un campo inapropiado para que se repitan escenas de tanta inestabilidad y desorden como las que se vieron esta semana. Esa irrefrenable pasión por bordear siempre el abismo.
Más leídas de Política
El escándalo de los aviones. Analizan sancionar a la pareja del exjefe de la Fuerza Aérea que hizo viajes irregulares
Ataques a la prensa. ADEPA denunció una grave escalada de agresiones del presidente Milei contra periodistas y medios
Allanamientos e impacto político. Un escándalo de corrupción golpea a la vicegobernadora de Neuquén