Conectados solo por el Fondo
El lunes fue un día hiperactivo para Martín Guzmán. Por la mañana participó en una videoconferencia con el expremier italiano Enrico Letta, donde anunció un proyecto de ley para que todo futuro endeudamiento externo deba ser aprobado por el Congreso. Al mediodía recibió a corresponsales extranjeros, a quienes les adelantó que negociaría un programa de facilidades extendidas con el FMI para postergar cuatro años los pagos adeudados. A la tarde emitió un bono en dólares canjeables por títulos en pesos para darles una salida a los fondos atrapados en el cepo que presionaban sobre el sistema cambiario. Y ya de noche, recibió en su oficina a Máximo Kirchner, Santiago Cafiero y Sergio Massa para escenificar un consenso sobre la reforma jubilatoria. Al día siguiente, Guzmán recibió a los emisarios del Fondo Monetario Internacional. Bienvenidos.
El ministro había conversado varias veces con Alberto Fernández, y también había puesto al tanto a Cristina Kirchner sobre su plan de acción para la visita de la misión encabezada por Luis Cubeddu y Julie Kosak: mostrar un sendero de racionalidad económica, dar señales claras de reducción del déficit fiscal, exhibir gestos de empatía con el sector privado y, fundamentalmente, unificar el frente político interno para poder prometer consenso y convicción en el cumplimiento de lo que se pacte. Un gladiador del optimismo.
A pesar de algunas dificultades que intentó disimular (un índice inflacionario de octubre preocupante, el brusco rebote del dólar blue, las quejas de la CGT), Guzmán creyó lograr su objetivo como interlocutor central. Fue notorio que en la semana en la que el Gobierno blanqueó una gran cantidad de medidas de ajuste, como la finalización del IFE, el aumento de las tarifas de los servicios públicos y una reducción de las jubilaciones, ningún dirigente relevante del Frente de Todos alzara una voz crítica.
Fue curioso escuchar a Fernanda Raverta, titular de la Anses, plantear que "si la Argentina no crece, no hay fórmula de movilidad jubilatoria ni de la Coca-Cola que pueda favorecer a nadie". Ese mismo día, Wado de Pedro les prestó su despacho a los emisarios del Fondo para hacer una videoconferencia con él, que está aislado por prevención tras haber cenado a medio metro de Gustavo Beliz. La Cámpora aprobó esta semana la materia Pragmatismo I en su licenciatura del poder. Cristina, su maestra, los aprobó con el silencio.
"A Guzmán le vino muy bien el FMI", reconocen cerca del ministro. La convicción compartida de que el Gobierno estaba a punto de estrellarse terminó de amalgamar a los principales protagonistas y proyectar, por primera vez en un año de gestión, un plan básico de acción económica, que se complementa con la expectativa de una rápida reactivación (los analistas privados son mucho menos optimistas) y la ilusión óptica de un 2021 con vacuna y sin pandemia. En un país anárquico como la Argentina, solo el miedo a una crisis terminal y los incentivos normativos externos, funcionan como ordenadores.
No se trata de un pacto muy sólido, y de hecho la principal preocupación de los enviados del Fondo fue auscultar el grado de consenso que tendría un acuerdo por la deuda. Pero es el mínimo común denominador que puede encontrar el oficialismo. Tal como ocurrió con la negociación con los bonistas, arreglar con el FMI es hoy el único objetivo compartido en el Frente de Todos. En el resto de los temas, impera la desconexión. Ingratitudes del progresismo.
Incomunicados
"No hablan desde la semana previa al 17 de octubre. La relación se está enfriando y cada día que pasa es más difícil". El relato de un hombre muy cercano al Presidente grafica el vínculo distante que hoy existe con Cristina Kirchner. El propio Alberto Fernández reconoce que no habla con su vice "hace varias semanas". Los más positivos aseguran que hubo algún intercambio vía Telegram, pero está claro que el diálogo directo está interrumpido y que no se repuso después del burofax de ella.
Podría tratarse de una mera pereza comunicacional, si no fuera que retrata una nueva realidad en la cúspide del poder: el Presidente y la vice habitan definitivamente en casas separadas; sin ruptura, pero con distancia. Es como un matrimonio que volvió a perder el afecto, pero que por ahora no está dispuesto a repetir la escena de la división de bienes. Tras la carta se instaló entre ellos una otredad política muy palpable.
"Fue un desahogo de Cristina, pero a mí en lo personal no me cambió nada. En todo caso si se percibe que ahora actúo con más autonomía, está muy bien porque así lo siento". La reflexión que Fernández hizo en Olivos durante sus días de aislamiento, es matizada por algunos de sus hombres más cercanos, que admiten que percibió en la epístola una ingratitud que lo descolocó.
Desde entonces el Presidente y su vice se envían mensajes cifrados sin que les preocupe tanto que se note en público. Alberto le dedicó la confirmación del envío del proyecto de la legalización del aborto, a pesar de que Cristina había ordenado frenar esa iniciativa hace un mes, cuando la librepensadora Dora Barrancos se adelantó con el anuncio. Ahora directamente salió a oficializarlo Vilma Ibarra, casi una provocación para los códigos kirchneristas. Cerca de Fernández explican: "Iba a generarnos más costo político atrasarlo que presentarlo, nos iba a pegar en nuestra base electoral, a la que el Presidente le prometió impulsar el tema. Es parte de una búsqueda por recuperar una agenda propia". Los pañuelos verdes que se vieron en la movilización por los diez años de la muerte de Néstor Kirchner, terminaron de convencer a los albertistas de la movida. No hubo interconsultas con el Congreso.
El Presidente también activó dos movidas electorales favorables a sus aliados internos. Por un lado, alentó a los intendentes bonaerenses a reinterpretar la ley que limita sus reelecciones, contra los deseos de renovación que impulsa La Cámpora. "Fue un gesto para 30 intendentes que lo bancaron en la pandemia y que lo apoyan permanentemente", dijo uno de los jefes comunales más cercanos a Alberto Fernández. En esa clave –más cargada de voluntarismo que de realismo– también leyeron la incorporación de Jorge Ferraresi al gabinete, porque si bien se trata de un incondicional de la vicepresidenta, también es cierto que últimamente venía con una dura interna en Avellaneda con el camporismo. "No le avisé nada a Cristina", se jactó Alberto Fernández ante sus íntimos. Claro, después de elegir un nombre que sabía que no generaría resistencias. El viejo truco de elegir lo que de otro modo sería impuesto. Autonomía es un concepto que aún excede al Presidente, sobre todo porque presume que en el Instituto Patria sería traducido como ruptura.
La otra movida fue dirigida a los gobernadores, que estaban desilusionados porque con María Eugenia Bielsa perdieron el que supuestamente era uno de sus dos lugares en el gabinete (el otro es Luis Basterra). El Presidente dejó que instalaran la hipótesis de una suspensión de las PASO para 2021, que les evitaría internas fogoneadas por el kirchnerismo puro. Sergio Uñac activó la jugada tras recibir un aval de la Casa Rosada. "Lo habló con varios ministros y todos lo vieron bien", dijeron cerca del sanjuanino, aunque también admitieron que "Wado fue el que expresó más reservas". A veces la política se comporta como la física, con efectos predecibles.
El gobernador también habló con Massa del tema, y al rato el diputado Luis Di Giacomo generó una gran discusión en plena sesión del Congreso al pedir, fuera del plan de labor, que se tratara la suspensión de las PASO. Casualidades. Sin embargo, las cuestiones electorales por ahora son solo escaramuzas preparatorias para el próximo año.
La reina también juega
Cristina también movió sus piezas del otro lado. Hizo reimplantar el tratamiento del impuesto a las grandes riquezas para que sea aprobado pasado mañana en Diputados, a pesar de que la iniciativa no incluye al Presidente entre los más convencidos. De hecho él se enteró una vez que estaba tomada la decisión de avanzar. Devolución de gentilezas y un poco de oxígeno redistributivo entre tanta ortodoxia. Tampoco está en la lista de entusiastas Guzmán, quien esta semana todavía sigue atento a sus huéspedes del Fondo, que están algo desconcertados con los alcances del proyecto.
La vicepresidenta además dejó su huella en la última sesión del Senado, donde en una decisión sin precedentes hizo regresar el presupuesto a la Cámara de Diputados. En Economía admiten que hubo un error con las pícaras planillas de obras, pero absolutamente todos en el Gobierno reconocen que se podría haber buscado alguna alternativa más discreta para subsanarlo.
"Está claro que Cristina le quiso mandar un mensaje a Massa por los retoques que le hizo al proyecto. No le cambió el presupuesto, pero le va a hacer pagar el costo de un nuevo tratamiento", reflexionaron en la Casa Rosada. Cerca de Alberto también hay molestia con el tigrense, porque dicen que últimamente se le notan mucho sus intereses políticos particulares. El hijo adoptivo del matrimonio a veces suma tensiones. En otro sector del oficialismo responden: "¿Y no dicen nada de Máximo, que ni siquiera fue capaz de hacer un discurso para defender las enormes partidas para las cajas que maneja en la Anses, el PAMI, YPF y Aerolíneas". Otro vástago díscolo.
"La gran batalla"
Pero todas estas travesuras legislativas no empardan la gravedad institucional que tiene el mayor punto de colisión dentro del oficialismo: la designación del procurador general. "La gran batalla", como la definen en el Gobierno. Cristina mandó a la senadora María de los Ángeles Sacnun a plantear que no tratarían el pliego de Daniel Rafecas si no se modifica antes la ley del Ministerio Público, a sabiendas de que el juez anticipó que no asumiría si no hay un consenso de dos tercios. Quiere ser un funcionario institucional y no deberle su cargo al oficialismo. Alberto retrucó con Marcela Losardo, quien dijo: "Rafecas es el candidato y el Gobierno espera que el Senado acompañe". El kirchnerismo, enterado de que la Casa Rosada se empezó a mover con los gobernadores y la oposición para que sus senadores lo apoyen, retrucó con un proyecto a medida que presentó el senador Alberto Weretilneck.
Es claramente el tema que más antagonismo genera dentro de la coalición gobernante. El Presidente preferiría una ley que solo incorpore un límite temporal al mandato, pero al final de la semana ya no se inmolaba contra la posibilidad de que también se flexibilicen los dos tercios y se pase a una mayoría simple para designar al procurador (el Consejo de Expertos se expedirá en esta semana en ese sentido). En este contexto sería una derrota durísima para él, con Cristina como la reencarnación de Julio Cobos.
Hace un par de días Fernández reflexionó entre los suyos: "No sé por qué lo hicieron, a mí no me consultaron. Ya les dije que si insisten con lo de la mayoría simple lo sacan en el Senado y después se va a trabar en Diputados, como la reforma judicial". La frase del Presidente no solo expresa su disgusto con la estrategia de Cristina, sino que refuerza la idea de que el Poder Ejecutivo y el Congreso orbitan como galaxias inconexas. El bloque del Frente de Todos en el Senado le resulta ajeno; el de Diputados, tercerizado. Son manifestaciones descoordinadas del oficialismo que en este tema, además, pulsean por influir sobre del tercer poder del Estado, la Justicia.
Estas inconsistencias también observan los funcionarios del Fondo Monetario Internacional por más de que Guzmán se esfuerce en tenderles una alfombra roja.
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