Con la mira en la economía, la Presidenta advirtió a los gremios
Dijo que son tiempos de "sintonía fina" por la crisis; destacó que existe "derecho de huelga, no de extorsión"; Moyano fue el gran ausente; Moreno aumentó su poder en el área económica; su hija le colocó la banda presidencial; masivo acto en Plaza de Mayo
Salvo el luto, que mantuvo intacto, la presidenta Cristina Kirchner rompió varios moldes durante la ceremonia en la que ayer asumió su segundo mandato, en el Congreso. No sólo en lo formal, cuando su hija Florencia le colocó la banda presidencial tras jurar por "él", en alusión a su esposo fallecido, Néstor Kirchner, sino también en el discurso: embistió contra la "extorsión" de los sindicatos, reclamó a los bancos que sean una "palanca" en la economía, le envió otro guiño al empresariado y hasta se atrevió a cuestionar la ausencia del derecho de huelga en la constitución peronista de 1949.
En medio de un ambiente festivo dominado por los jóvenes de la agrupación La Cámpora (dentro y fuera del Congreso), la Presidenta destacó logros de su primera gestión al subrayar el crecimiento de la economía, la explosión del consumo como pilar del crecimiento, el proceso de desendeudamiento, el aumento del empleo y la caída de la pobreza.
Pero en su discurso, Cristina Kirchner dio un giro en el que reconoció, tácitamente, que la economía ya no será la misma por influencia de la crisis internacional; por esa razón anunció la creación de una sola Secretaría de Comercio y otra dedicada a la competitividad. "En estos tiempos que vienen, donde hablamos de sintonía fina, vamos a tener en el ámbito del Ministerio de Economía una Secretaría de Comercio Exterior, junto con la de Comercio Interior", anticipó la Presidenta, ante un enfervorizado Guillermo Moreno, que controlará esas dos áreas (una de ellas, bajo el mando formal de su aliada Beatriz Paglieri).
Quien no parecía contagiado por el entusiasmo fue Facundo Moyano, visiblemente incómodo sentado en su banca cuando la Presidenta le dedicó al sindicalismo párrafos durísimos. Su padre, Hugo Moyano, jefe de la CGT, no estuvo presente en la ceremonia. "Con nosotros, derecho de huelga hay; pero derecho de huelga, no de chantaje ni de extorsión", advirtió la Presidenta. La admonición vino después de que recordara que en la Constitución reformada de 1949 durante la primera presidencia de Perón no contemplaba este derecho. "¡Con Perón no había conflicto!", retrucó, desde el fondo del recinto, la diputada del peronismo disidente Graciela Camaño.
"¡Ah, no había conflicto con Perón! O sea que cuando estaba Perón no había derecho a huelga. Lo digo por los que reivindican a Perón y nos critican a nosotros", insistió la mandataria.
La ofensiva hacia los gremios no terminó allí; cuestionó también a los sindicatos petrolero y docente de su provincia por provocarle pérdidas millonarias al fisco y advirtió que los maestros, al igual que los alumnos, deberían ser evaluados. Una iniciativa que, sugestivamente, instrumentará Mauricio Macri (Pro) en la ciudad.
De la dureza hacia el gremialismo Cristina viró con gestos de cercanía hacia la industria y el empresariado. Lo hizo cuando afirmó que la "sintonía fina" no llegará de igual manera a todo ese sector. "Vamos a ir empresa por empresa, actividad por actividad; porque también he decidido crear una Subsecretaría de la Competitividad, que es el gran desafío en esta etapa que viene. Que no pasa por el club de los devaluadores ni por el club de los endeudadores: pasa por el club de los que queremos generar mayor valor agregado, mayor innovación, mayor ciencia y tecnología", enfatizó.
José Ignacio de Mendiguren, titular de la UIA, aplaudía a rabiar desde una de las galerías. No era para menos: la Presidenta también le propinó duras advertencias al sector financiero cuando le reclamó que sea la "palanca" de la economía real. "Los bancos son una parte fundamental, pero no pueden ser lo fundamental de la economía", dijo.
"¡Cristina, Cristina corazón, aquí estamos los pibes para la liberación!", exclamaron los jóvenes de La Cámpora, que, con sus cánticos, se apropiaron de la fiesta kirchnerista. Abajo, en medio de una lluvia interminable de papelitos, la platea de legisladores oficialistas festejaba con los brazos en alto, con la típica señal peronista de victoria.
Una ovación recibió a una solemne Cristina Kirchner al ingresar al estrado del recinto de la Cámara de Diputados; la mandataria se esforzaba, con gesto adusto, por no largar un sollozo. "Hoy no es un día fácil para esta Presidenta. Pese a la alegría y la contundencia del voto popular falta algo, falta alguien", confesó.
Fue una tácita alusión a su marido muerto, figura a la que invocó desde el principio de la ceremonia, cuando prestó juramento. Lo hizo ignorando deliberadamente a Julio Cobos, ahora ex vicepresidente y archirrival del kirchnerismo, encargado de presidir la Asamblea Legislativa. Cobos recibió los abucheos kirchneristas y se retiró raudo.
Al borde del llanto, Cristina Kirchner juró por Dios, la Patria y los Santos Evangelios velar por la Constitución. "Si así no lo hiciere, que Dios y la Patria y él [por Néstor Kirchner] me lo demanden", clamó.
Presencias extranjeras
Ubicados a los costados del estrado, observaban la escena el gabinete en pleno, que asumiría pocas horas más tarde; una decena de gobernadores y los presidentes de la región que asistieron a la ceremonia: Dilma Rousseff (Brasil); José Mujica (Uruguay); Fernando Lugo (Paraguay); Sebastián Piñera (Chile), y el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón. Todos ellos miraban entre absortos y sorprendidos el singular espectáculo de sello kirchnerista que se desplegaba a su alrededor.
Claro que no todo era una fiesta: en la oposición dominaban los gestos adustos y escaseaban los aplausos. "Por primera vez la Presidenta reconoce debilidades de su gestión: la falta de productividad y de competitividad del país", subrayó Oscar Aguad (UCR). "La ausencia de anuncios revela la etapa de ajuste que se viene", advirtió Gustavo Ferrari (Peronismo Federal).
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