Con la inspiración de Nueve Reinas: cómo Rosner engañó a Cristóbal López con Indalo
Si no vio "Nueva Reinas" no siga leyendo. Porque el colapso de Cristóbal López y el desembarco del financista Ignacio Rosner al frente del Grupo Indalo es la versión real de aquella película, según surge de una docena de nuevos testimonios y documentos hasta ahora secretos a los que accedió LA NACION. Una historia en la que todos los personajes simularon ser distintos y hasta se actuaron situaciones. Y todo, por un negocio que los compradores soñaron que superaría los US$ 500 millones, pero terminó por hundirlos a todos.
La trama comenzó en octubre de 2017, cuando López y su socio Fabián de Sousa, angustiados ante el riesgo de terminar en prisión acusados de defraudar al fisco por más de $8000 millones en impuestos, y frustrada la venta a Orly Terranova, convocaron a un viejo conocido, el lobbista Jorge Rottemberg, para que le buscara comprador al Grupo Indalo.
¿Quién es Rottemberg? Un ex funcionario menemista que en 1997 renunció al difundirse que había sido condenado por una estafa, pero que entre 2009 y 2010 ayudó a López y De Sousa en la compra de activos de Petrobras en la Argentina, una operación que investiga la Justicia brasileña por el presunto pago de sobornos a ejecutivos de esa petrolera.
Poco después de recibir el nuevo encargo, Rottemberg apareció con un candidato que parecía ideal: Rosner. Egresado del colegio Cardenal Newman, como el presidente Mauricio Macri, y de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica Argentina (UCA), también como Macri; ex Sideco, del Grupo Socma, junto a Macri, y una década en el directorio del Grupo Clarín, además de supuestos lazos con las finanzas internacionales. "La realidad es que se juntaron el hambre y las ganas de comer", resumió un testigo de las negociaciones secretas que siguieron. "Cristóbal buscaba una salida política a sus problemas judiciales y Rosner creyó que el Gobierno le tiraría una soga y se haría megamillonario".
Pronto quedó claro para Rosner que no sería así. Se reunió en la Casa Rosada con el jefe de Asesores de la Presidencia, José Torrello, con el entonces titular de la AFIP, Alberto Abad, y con su luego sucesor en el organismo, Leandro Cuccioli, además de con el abogado Ricardo Gil Lavedra, y siempre chocó con el mensaje opuesto al que buscó: "Primero que aparezca algún inversor que ponga el dinero para cancelar la deuda con la AFIP y luego hablamos".
No solo eso. En plenas negociaciones con López, Rosner intentó otros puentes. Con el asesor Jaime Durán Barba, que le planteó que se trataba de una cuestión política, y con el "hermano de la vida" de Macri, Nicolás "Nicky" Caputo, que se desentendió del asunto, según confirmaron a LA NACION desde ambos lados.
Pero Rosner le ocultó todo eso a López, como tampoco le contó cuál era el apodo con que Torello y otros viejos conocidos del Newman lo conocían desde hace años, "el Plomo", por su verborragia. Por el contrario, avanzó, alentado por su abogado y luego socio, Santiago Dellatorre Balestra, con quien decidió antedatar ciertos documentos notariales, según ratificaron a LA NACION un protagonista y dos testigos directos.
Lanzados, Rosner y Dellatorre se reunieron entonces con López en el departamento del patagónico en el complejo Madero Center, frente al Hilton, el hotel que sirve de escenografía para un momento decisivo de "Nueva Reinas". El encuentro, que comenzó la mañana y duró hasta la noche del sábado 21 de octubre de 2017, fue surrealista.
López, de jogging y con apariencia de boxeador al borde del knock-out, solo quería una garantía: que sus hijos -directores de empresas del holding- no pasaran un día tras las rejas. Por eso cedió su imperio y hasta aceptó inyectar US$20 millones en la petrolera Oil Combustibles para mantener en marcha al verdadero corazón del Grupo Indalo.
En paralelo, De Sousa negoció una tajada extra para él, más allá del acuerdo base. Pidió quedarse con los derechos de cobro de AECSA, concesionaria de las autopistas Ricchieri y Ezeiza, por un reclamo multimillonario contra el Estado. Rosner tampoco se quedó atrás. Simuló conversaciones telefónicas con enigmáticos inversores que jamás existieron. Un "acting" al que recurrió varias veces ante las exigencias de López. Lo escuchaba, le decía que debía consultarles a sus mandantes, se iba al balcón del Madero Center y, con el teléfono apagado, actuó diálogos completos, en inglés. Junto a Rosner, afirman que eso "no fue tan así". Pero admiten que "quizá hubo algo de ‘bluff’, habitual en este tipo de negociaciones, como demorar una respuesta un par de horas para ver qué más le sacás a la contraparte".
Dellatorre, por último, desplegó sus artes de abogado. Pero también invocó a Osvaldo Pugliese cada vez que la negociación parecía naufragar. El músico era un talismán de la suerte. Como cuando Rosner planteó que, además de los US$ 20 millones, los vendedores debía poner US$ 3 millones para el "due dilligence" de la operación y López enfureció. "Pensó que ya lo tomaban de boludo y entonces Dellatorre comenzó a repetir por lo bajo ‘Pugliese, Pugliese, Pugliese’ para que todo no se fuera a la mierda", rememoró un testigo de aquel sábado inverosímil.
Pero todo fue muy real. Tan cierto como que el enigmático fondo de inversiones que trajeron Rosner y Dellatorre a la negociación se llamó primero "GG-OP" y luego "OP Investment". Pero esas iniciales no pertenecen a ningún supuesto capitalista oculto. Son las del "Gauchito Gil" y las del genial pianista, director y compositor argentino de tangos, devenido ícono anti-mufa.
Cerca estuvo todo de estallar por los aires porque López consideró que se aprovechaban de su necesidad y Rottemberg los cruzó a Rosner y sus colaboradores, al que acusaba de "bocón". "¿Qué quieren ¿Quedarse también con la mujer de Cristóbal?", los desafiaba. Para entonces, López ya había tapado un retrato de su pareja, Ingrid Grudke, acaso por pudor.
Al final, sin embargo, primó más la necesidad de López y la negociación se encauzó. Al día siguiente, domingo 22, volvieron a reunirse. Pero esta vez en las oficinas de "Salaverri, Dellatorre, Burgio Wetzler Malbrán", el estudio jurídico externo de los negocios del empresario Marcelo Mindlin, lo que llevó a López a otra confusión. Creyó que Mindlin podía ser el capitalista detrás de OP Investments. Y firmó los documentos que habían ido y venido durante dos semanas, y que antedataron al viernes 20.
Mientras tanto, Rosner afirmaba que tenía el "pulgar arriba" del Grupo Clarín y de la embajada del Reino Unido para la operación, pero no logró el compromiso de inversor alguno, mientras que Dellatorre repetía "soy rico, soy rico" ante quien quisiera escucharlo, pero el lunes mismo del desembarco se guardó en su bolso diez lapiceras "Pilot" –cinco azules y cinco negras– que una secretaria ejecutiva del Grupo Indalo le facilitó para firmar unos papeles.
Junto a Dellatorre lo negaron con indignación. Al contrario, retrucaron, ante la consulta de la nacion. "En los meses previos a que entráramos en Indalo, se llevaron todo. Hasta el café y el azúcar. Todo. Vaciaron Oil [Combustibles) y saquearon las empresas de abajo del holding",
Ya al mando del Grupo, el objetivo de Rosner y Dellatorre era negociar en silencio durante las primeras semanas con el Gobierno y con los potenciales inversores. Pero el secreto duró apenas tres días antes de que se filtrara la aparición del enigmático fondo "OP Investments". La tormenta mediática que siguió provocó un reacomodamiento de piezas. El estudio Salaverri se abrió de las tratativas y borró incluso el apellido Dellatorre del nombre del buffet, mientras que su principal cliente, Mindlin, dejó claro a los medios que nada tenía que ver con la operación.
En ese contexto, Rosner y Dellatorre avanzaron con tres planes. Plan A: reflotar ellos mismos el holding y "ser megamillonarios como Raúl Moneta", como comunicaron a sus allegados. Plan B: que de todos modos colapsara el Grupo Indalo pero "abrirse de la operación con US$5 millones cada uno"; y plan C: "Iniciarle un juicio a López por la ‘pérdida de la chance’" de completar la operación.
El Plan A pronto quedó atrás, los números mostraron que la cifra mágica de los US$500 millones que les había trazado De Sousa no era más que una fantasía, mientras Lukoil declinó involucrarse. "Al ver los números real salieron espantados", resumió un conocedor a LA NACION.
Los nuevos timoneles del holding fueron entonces por el Plan B. Por ejemplo, adelantaron sus honorarios por $ 8,1 millones en Oil, lo que terminó por frustrarse por el reclamo de los coadministradores judiciales -Francisco Cárrega, Carlos Bianchi y Liuba Lencoba- que lo informaron al juez Javier Cosentino, y Rosner y Dellatorre debieron devolver el dinero.
El saldo final fue aún peor. Porque López y De Sousa sí terminaron en prisión. Y como en Nueve Reinas, nada salió según lo previsto. Quebró Oil Combustibles, Rosner sufrió un ACV y Dellatorre terminó eyectado del estudio Salaverri, del que era socio y al que le inició un juicio millonario.
Dueño de un sólido patrimonio, Dellatorre también le pidió la quiebra a López -remedo de su Plan C-, al que pretende ejecutarle un cheque por $356 millones del quebrado Banco Finansur. Es decir, los US$20 millones que López se había comprometido a aportar si la Justicia aprobaba la operación, lo que no pasó.
Para avanzar contra López, Dellatorre le pidió a la Justicia el beneficio de litigar sin gastos. Con domicilio legal constituido en su propia casa -un semipiso de Avenida del Libertador y Suipacha- afirma que tras la implosión del Grupo Indalo y su salida del estudio, no puede afrontar la tasa judicial de $10 millones. Plantea que él era el único sostén de su familia y que ahora solo le queda un viejo Ford.
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