Con impostergables desafíos pastorales y sociales, el Episcopado renueva su conducción
El lunes a la tarde comenzará la asamblea plenaria en la que los obispos elegirán autoridades para los próximos tres años; finaliza el mandato de Oscar Ojea y tres arzobispos asoman como posibles sucesores
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Con el desafío de encontrar formas y lenguajes adecuados a los nuevos tiempos, que permitan renovar el diálogo de la Iglesia con la sociedad –especialmente con los jóvenes-- y dar respuestas en el plano social a la persistente angustia de más de 25 millones de personas que viven bajo la línea de pobreza, el Episcopado se encamina a una renovación de sus rostros más visibles.
El lunes por la tarde comenzará la asamblea plenaria y, luego del intercambio pastoral inicial el obispo de San Isidro y presidente saliente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, celebrará, a las 19.30, la misa de apertura. Al día siguiente, el arzobispo emérito de Tucumán, cardenal Luis Villalba predicará un retiro y, al caer la tarde, comenzará el proceso de elección de autoridades para el período 2024/2027, que reflejará cambios generacionales y llevará a nuevos obispos a asumir responsabilidades en áreas decisivas.
Con el plus de un año adicional por la pandemia, Ojea presidió el Episcopado durante los últimos siete años, casi la mitad del tiempo que lleva el pontificado de Francisco. Atravesó en esa condición el debate sobre la ley del aborto en la Argentina, la explosión de la pobreza, las secuelas de la recesión económica y la consolidación de la grieta en el campo político y social. Interactuó, en ese sentido, con tres presidentes de la Nación muy distintos: Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei.
Están llamados a asumir roles más preponderantes en la Conferencia Episcopal, ya sea en la comisión ejecutiva o en áreas estratégicas, los arzobispos de Córdoba, el jesuita y cardenal Ángel Sixto Rossi; de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, y de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic Iglic, promovido por Francisco al frente de la arquidiócesis convertida en primada, a modo de reparación histórica, por tratarse de la sede episcopal más antigua del país. El 8 de diciembre, por decisión de Francisco, Bokalic recibirá el birrete de cardenal.
Los tres arzobispos tienen un estilo pastoral con marcada sensibilidad social. Y a ellos se suma el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, formado con el recordado obispo Jorge Novak en Quilmes, y con experiencia pastoral en las diócesis de Orán y de La Rioja, donde impulsó la beatificación de los mártires riojanos, al reivindicar la figura de Enrique Angelelli. En los últimos años acompañó a monseñor Ojea como vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal.
Rossi (66 años) creó en 1992 la Fundación Manos Abiertas, que brinda ayuda a las personas más pobres y vulnerables en distintos centros del país. Ingresó a la Compañía de Jesús en 1976, cuando Jorge Bergoglio era superior provincial de la Orden Jesuita y en noviembre de 2021 fue designado arzobispo de Córdoba, donde constituyó la Vicaría de los Pobres.
García Cuerva (56 años) nació en la provincia de Santa Cruz y se formó en la diócesis de San Isidro. Trabajó más de una década en la Villa La Cava y en otros barrios populares del conurbano, y fue obispo de Río Gallegos. Nombrado arzobispo de Buenos Aires en mayo de 2023, visita varias parroquias durante las semanas e integra en la Santa Sede el Dicasterio para los Obispos y el Dicasterio para las Iglesias Orientales. Al igual que sus pares, es un fuerte impulsor del diálogo y la unidad y en el tedeum del 25 de mayo último pidió a la dirigencia del país “dejar de pensar estrategias para que al otro le vaya mal”.
De bajo perfil y fuerte sentido misionero, Bokalic Iglic (72 años) es hoy el arzobispo primado de la Argentina. Fue ordenado sacerdote en la Congregación Vicentina, dedicada a la atención de las poblaciones más vulnerables, y fue obispo auxiliar de Buenos Aires, donde trabajó con el entonces cardenal Bergoglio. En diciembre de 2013 Francisco lo trasladó a Santiago del Estero, tierra de misión de Mama Antula, la primera santa argentina.
La asamblea de los obispos concluirá el viernes, a las 12, con una misa en la Basílica de Luján. La elección del nuevo presidente, que coincidirá con los últimos tres años del gobierno libertario, se definirá por el voto directo del centenar de obispos que participará de la asamblea plenaria, en la casa de retiros El Cenáculo, de Pilar. Habrá dos instancias de votación en las que se requerirá el respaldo de las dos terceras partes de los obispos, y luego una tercera ronda entre los dos que resulten más votados, que se resolverá por mayoría.
Además de la presidencia, las dos vicepresidencias y la secretaría general, se votarán las cabezas de comisiones estratégicas, como Pastoral Social, Educación y Fe y Cultura, entre otras, y las autoridades de Cáritas, el brazo social de la Iglesia. Como ocurrió ya en 2021, los obispos emplearán un sistema de votación digital y, a lo largo de la semana, elegirán la totalidad de los integrantes de 22 comisiones y delegados regionales.
Desafíos eclesiásticos y sociales
Los retos que asumirá la nueva conducción del Episcopado van más allá de las urgencias trazadas por la crisis en materia política, económica y social. Apuntan a encauzar un diálogo de la Iglesia con el mundo contemporáneo, enfrentar la notoria caída de la asistencia de los propios católicos a las celebraciones religiosas y de la recepción de los sacramentos, lograr una mayor presencia y visibilidad de las mujeres y los laicos en puestos de decisión, no solo en tareas de asesoramiento, y el tratamiento de las denuncias de abusos, entre otros temas que estuvieron en la agenda del reciente Sínodo de la Sinodalidad que el Papa encabezó en el Vaticano, con obispos, sacerdotes, teólogos y laicos de todo el mundo.
Pero, invariablemente, la nueva conducción episcopal cruzará caminos con la política. Por lo pronto, estará atenta al incierto y siempre postergado viaje del Papa a la Argentina. Teniendo en cuenta que en la segunda parte del año habrá elecciones nacionales, el calendario para una hipotética visita –que depende de una decisión de Francisco- se reduciría al primer o segundo trimestre de 2025. Y debería complementarse con las actividades que le obligarán al Papa a permanecer en el Vaticano, ante la celebración del Año Santo y del Jubileo.
Los obispos en la Argentina no disimularán seguramente su voz ante el núcleo duro de la pobreza, que cada año parece más consolidado. Las últimas mediciones marcan que la pobreza asciende al 55% de la población y la indigencia superó el 18% (8,5 millones de personas). Aún en el período en que gobernó Alberto Fernández, el Episcopado publicó 24 pronunciamientos en los que alertó sobre la grave situación social, las denuncias de corrupción y la necesidad de fortalecer las instituciones de la república.
“Habría que impulsar nuevas formas creativas para estar cerca de los pobres, sin que esa mirada sea percibida como un signo de politización”, confió un obispo consultado por LA NACION.
Una fuente eclesiástica estimó, en ese sentido, que sigue vigente un pensamiento de Jorge Casaretto, hoy obispo emérito de San Isidro, quien solía señalar que el lugar de la Iglesia es estar “lejos del poder y cerca de los pobres”. Pero la fuente se animó a actualizar el concepto: “Tiene que estar lejos de todo poder y no ofrecer argumentos que intenten identificar a la Iglesia con una línea política determinada”.
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