Con apoyo y crédito abierto, aunque no en forma indefinida
Respaldo, preocupación y esperanza. Con esas tres palabras puede resumirse el estado de la opinión pública argentina a 100 días de haberse iniciado la gestión de Mauricio Macri.
En efecto, como muestra la encuesta que hoy presentamos en LA NACION, una amplia mayoría de la población apoya la tarea que está realizando el Presidente. El nivel de aprobación de su gestión se ubica en un elevado 69%, mientras que su imagen positiva personal alcanza el 62%, consolidándolo como el dirigente mejor evaluado del país. La fuerte confianza es acompañada por la opinión generalizada de que la nueva administración sabe cómo resolver los problemas del país, pero necesita tiempo para empezar a solucionarlos.
Quienes apoyan el gobierno de Macri manifiestan una combinación de júbilo y alivio por el cambio político que se produjo en el país y por el alejamiento del kirch-nerismo del poder. Se muestran esperanzados y creen que el año próximo la Argentina estará mejor. No obstante, reconocen que en la actualidad la situación general del país no es buena y que el macrismo tuvo y tendrá que tomar medidas incómodas, producto de la herencia recibida. Lo entienden como una etapa necesaria luego del despilfarro kirchnerista.
Por ahora, para una mayoría significativa de argentinos, el Gobierno tiene un crédito abierto, aunque guardan un recelo: les preocupa que la inflación no ceda, que la economía no se reactive y que los cambios no se produzcan. Temen ser defraudados otra vez.
Uno de los principales desafíos que enfrenta Macri para los segundos 100 días de gobierno es lograr que la base social que hoy lo apoya mantenga esta interpretación de la realidad del país. Las expectativas sociales son altas y si los indicios de mejorías concretas en áreas sensibles se retrasan o no aparecen, la paciencia de la gente se irá agotando y con ella el crédito político del que goza actualmente el Presidente.
Existe, por su parte, un sector minoritario de la sociedad -inferior al 30%- que es sumamente crítico. Sus miembros desconfían de las intenciones de Macri y lo asocian con la década del 90. Creen que la nueva administración trabaja en beneficio de los intereses de un sector privilegiado de la sociedad y no por los de la mayoría de la población. Se quejan de la inflación, la situación del empleo y por la necesidad de empezar a restringir el consumo familiar. Les preocupa que el Estado deje de proveer asistencia y ayuda a los sectores más desfavorecidos, incrementando la desigualdad social. Esta puja evidente entre lo que llega y lo que se va es la expresión más tangible de un cambio político y cultural que no es siempre fácil de identificar.
El profundo realineamiento internacional de la Argentina, que tendrá en la foto entre Macri y Obama su síntesis perfecta; la desintegración del poder cristinista, cada vez más solo en su apuesta por el fracaso del gobierno; la revitalizada centralidad de un Congreso plural, como espacio para la construcción de gobernabilidad democrática; el despabilamiento de un sector de la Justicia; la nueva relación del gobierno con los medios de comunicación, empresarios e inversores, y la consolidación del macrismo como fuerza política, con la posibilidad de hacer a la provincia de Buenos Aires su nueva base de poder territorial, constituyen un cambio significativo en el rumbo de la Argentina.
Pero, tal vez, el éxito del gobierno de Mauricio Macri no dependa de estas transformaciones, sino de que la población perciba mejoras económicas en su vida cotidiana y que no pierda la paciencia esperándolas llegar.
Director de Poliarquía Consultores
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