Cómo se llegó al "soy aburrido"
"Dicen que soy aburrido" fue un boom, al que el candidato se resistía
La campaña presidencial de la Alianza no había adquirido una personalidad definida cuando, una noche de abril último, los jóvenes Antonio de la Rúa, Darío Lopérfido y Miguel Sal enfrentaron, en el living de su departamento de Barrio Norte, a Fernando de la Rúa; a su esposa, Inés Pertiné, y a su amigo Nicolás Gallo.
"¡Yo no puedo decir esto!", se escandalizó De la Rúa. "Fernando no va a decir eso", lo respaldó Pertiné. "Están locos. La gente no lo va a votar", coincidió Gallo. El debate llevó horas. A las 2 de la mañana, el apasionamiento del hijo mayor del vocero y de uno de los publicistas de De la Rúa había triunfado: "Probemos", concedió el candidato.
El spot salió al aire en mayo, luego de una gestión de último momento del publicista David Ratto contra las presiones del sector político de la campaña, que temía un desastre. "Dicen que soy aburrido", admitía De la Rúa, en un gesto de audacia inusual. Fue el comienzo de la transformación que, pocos dudan hoy, lo convirtió en presidente electo.
"De la Rúa es una de las diez marcas más conocidas de la Argentina", se congratula Sal, integrante del equipo de comunicación de la campaña, en una entrevista con La Nación , la primera que concede el grupo completo o alguno de sus otros integrantes: Ratto, Ramiro Agulla, Carlos Souto y Luis Stuhlman.
Se sienten parte del triunfo que consagró al nuevo presidente. Se sienten los mejores. Ramiro Agulla, la estrella del equipo, el dueño de la idea del "aburrido", indica que Antonio de la Rúa fue el factótum del grupo y acota: "Si nos hizo laburar para él, tiene que ser piola".
La entrevista es reveladora: De la Rúa perdió la mayor parte de las peleas que intentó librar contra los publicistas por las palabras exactas que debía decir ante las cámaras; escribió por decisión propia algunos textos para los comerciales de Graciela Fernández Meijide, que tampoco fueron aceptados; fue engañado para filmar aquella escena polémica en la que comandaba a un grupo SWAT armado hasta los dientes.
Se llaman a sí mismos el "drink team", por los tragos que preparaba Ratto, el decano y más admirado de los propagandistas políticos desde la campaña presidencial de Raúl Alfonsín, cuando ofició de anfitrión. "Fue una campaña familiar. Fue friendly", dice, sorprendido de haber vuelto a disfrutar del armado de un candidato.
"El único animal que tropieza con la misma piedra soy yo", bromea. Pero esta piedra no fue como aquélla. "En aquel tiempo, era la vida o la muerte. El primer anuncio que se hizo decía: "Más que una salida electoral, una entrada a la vida"". La campaña de Alfonsín fue más fácil, opina, "porque del otro lado estaba la muerte. Incluso cerraron (la campaña) con un cajón. Ahí con los indecisos no hubo que hacer nada". La construcción de De la Rúa, en cambio, se centró en el candidato, en su persona.
Una idea controvertida
"Sabíamos cuáles eran las limitaciones, cuáles eran los problemas que la gente sentía que tenía De la Rúa -admite Ratto-. Lo primero que dijimos fue: vamos a hablar del candidato por lo que el candidato es. Está el viejo dicho de que se puede engañar a parte del mundo parte del tiempo, no a todo el mundo todo el tiempo. Y lo peligroso que es."
Así nació "el aburrido". El senador peronista Antonio Cafiero había encontrado una ofensa ingeniosa contra el candidato de la Alianza: "No hay nada más aburrido que un domingo de lluvia, sin fútbol y con De la Rúa como presidente". Agulla dijo entonces: "Hay que convencer a la gente no de que De la Rúa se puede parecer al excéntrico de Menem, sino de que la Argentina se tiene que parecer a De la Rúa". Los primeros en escucharlo lo rechazaron, hasta que llegó a oídos de Ratto y empezó la difícil tarea de persuadir a De la Rúa.
Cuando lo hizo, se inició su transformación. "Se empezó a encontrar. Sacó de adentro de él una personalidad, vaya a saber por qué, que empezó a tener una fuerza... Quizá la forma de graficar esto en números es la cantidad de tomas que hacíamos al comienzo y al final", recuerda Ratto. De la Rúa tuvo que repetir 50 veces el discurso del comercial. "Cuando me fui, pensé: este tipo no me va a querer ver nunca más", confiesa Agulla.
La frase causó conmoción. Los chicos pedían al candidato que "hiciera el aburrido", en sus visitas a escuelas o viajes de campaña.
Agulla está convencido de que, con ese aviso, "De la Rúa entró en la piel de todos los argentinos, de los niños, de las familias. Fue lo que captó la atención de todo lo que vino después. Era mostrar a un tipo capaz de hablar de lo que sea. Hablaba con honestidad. Y si se pensaba que De la Rúa era un tipo que dudaba, era mejor tener a la gente pensando que no, que es aburrido. Porque se puede ser presidente y aburrido, pero no se puede ser presidente dubitativo o débil. Era poner a la gente a hablar de lo que nosotros queríamos que hablara y olvidar lo que nosotros queríamos que olvidara".
Los publicistas se refieren al presidente electo como "el producto". Encuentran paralelos en la venta de jabones en polvo. "No podés pretender que el candidato sea perfecto, el candidato es como es y es justo presentarlo como es. No se puede engañar a la gente. Vos tenés que hacer cuentas con eso", explica Sal.
Hombre seguro
Vencida la desventaja del carácter del candidato, Agulla resolvió rebatir la idea de la falta de decisión, que el inconsciente colectivo atribuía a De la Rúa. Vistió de comandos armados a un grupo de actores y lo puso a caminar detrás de un De la Rúa de sobretodo oscuro, de aspecto presidencial. La idea "surgió para poner un icono de fortaleza explícito, exagerado a propósito", explicó.
La imagen fue filmada con un engaño. "Yo no quiero que la hagamos con todas estas armas", le había dicho De la Rúa a Souto, en el lugar de filmación. "No, no, es para ver cómo queda", mintió Souto.
El público aliancista reaccionó mal, pero, según Agulla, "en La Matanza nos fue bomba". "Había que ir a buscar más allá", afirma.
Esa imagen mostró, según el publicista, "el tamaño del candidato". Sólo De la Rúa podía filmar una escena como ésa, coinciden los demás. "Poné cualquier nombre adelante y es Al Capone o Elliot Ness. Nadie puede dudar del sentido de república de Fernando de la Rúa", afirma.
"Poné cualquier cara diciendo: yo no miento. Poné cualquier cara diciendo: soy aburrido. Poné cualquier cara con tres tipos con escopeta atrás. Es el valor de De la Rúa", coincide Ratto. "Si lo ven a De la Rúa con la mano en la lata van a pensar que está poniendo y no sacando dinero", acota Stuhlman. Risa general.
¿Duda Mendonça? No es competencia, coinciden. Sólo los asustó una vez: con el aviso del "padre de Pablo", que contestaba a aquel de la Alianza en el que un tal Pablo criticaba la década menemista. En lugar de contestarle, cambiaron el eje. Hicieron el spot en el que De la Rúa hablaba a los peronistas. "O sumábamos a los peronistas o los obligábamos a ellos a hablarles sólo a los peronistas. Eso es lo que pasó", explica Agulla.
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