Cómo rearmar el rompecabezas que pateó Milei
Los comandos de campaña de Patricia Bullrich y de Unión por la Patria aún buscan entender las motivaciones de un alto porcentaje de votantes que eligieron romper el sistema
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Los números de las PASO ya está analizados y dados vuelta mil veces. Sirven como referencia, pero no como respuestas para lo que viene. Dónde se ganó y, sobre todo, dónde se perdió, es pasado. La realidad es muy distinta que antes y que inmediatamente después. El estado de shock no se disipó.
A pesar de haberse dado un virtual empate técnico, las primeras imágenes y el sentido común construido por el resultado electoral dejaron a Javier Milei en el sitial de presidente electo y a los candidatos de Juntos por el Cambio y del oficialismo en el rol de sparrings que, con fortuna, pueden ser los desafiantes del anarcocapitaista en un ballottage.
Son todas construcciones provisionales, con una probabilidad de ocurrencia apenas superior al resto de las combinaciones. Aun quien salió más airoso necesita todavía sumar los 10 puntos porcentuales (mejor dicho, más de dos millones de votos) para llegar al piso mínimo necesario para ganar la elección presidencial. Una enormidad.
Como señalan politólogos y sociólogos, el resultado de las elecciones no solo es el emergente de realidades previas, sino que también es instituyente de nuevas realidades. Son esas nuevas realidades las que empezaron a producirse y se están produciendo con dinámica de vértigo, en medio del estupor, una semana después de que el espacio con menos estructura y sin competencia interna se llevara el mayor caudal de votos. A contrapelo de los manuales.
Por eso, las dudas crueles que atraviesan los comandos de campaña de Patricia Bullrich y de Unión por la Patria se dan en varias dimensiones. Primero, buscan entender las motivaciones de un alto porcentaje de votantes que nunca imaginaron que le darían su apoyo a La Libertad Avanza y se lo negarían a ellos. La incógnita, obviamente, es mayor en el universo cambiemita, Pero, cuando el zoom acerca la mirada a territorios históricamente peronistas, también interpela (y muy fuerte) a massistas, kirchneristas y peronistas sin más.
“Estamos indagando en lo que pensó y piensa ahora la gente. Tenemos intuiciones, pero no precisiones. Por ahora estamos haciendo radiografías, tomografías, colonoscopías y análisis de sangre. Cuando tengamos los resultados podremos hacer el diagnóstico y diseñar la nueva estrategia”, les dice Bullrich a los que le piden respuestas urgentes.
La primera semana sin mayores definiciones ni designaciones aumentó las preocupaciones en el espacio. Por eso, aun antes de tener los resultados de esos estudios, esta semana habrá algunas resoluciones tendientes a bajar la incertidumbre y el estado de zozobra y no seguir perdiendo espacio en la agenda pública frente a Milei, que ya no solo confirmó que le habló a un tercio de los votantes, que gritó por muchos, sino que es hablado por todos.
La designación de portavoces potentes que le den volumen y coralidad a la individualidad de Bullrich, eclipsada por Milei, es una prioridad. Es ahí que aparece Carlos Melconian sacándole una luz de ventaja a Luciano Laspina para liderar el equipo económico.
“Tenemos que potenciar a gente que tiene experiencia como fighter en los medios audiovisuales y que se conecta fácil con las audiencias”, explica una de las personas que más cerca están de la candidata presidencial de JxC. Es casi un pliego hecho a la medida de Melconian, que a su formación le suma locuacidad e histrionismo y la espalda que le da ser presidente del instituto de investigaciones de la Fundación Mediterránea, el think tank sostenido por grandes grupos económicos nacionales, muchos de los cuales miraban con desconfianza a Milei y ahora revisan sus análisis.
La ampliación de la vocería no solo está pensada para debatir sobre la economía, sino que se busca a muchos más que puedan competir con los soliloquios de Milei y hablar por Bullrich. Más voces para más públicos. Que peleen, que expliquen y que movilicen. Una demostración de la magnitud del desafío. La cuestión es ahora encontrar una narrativa. La que había se demostró falible y, además de agotarse en la interna, ya no sirve para la nueva realidad que implica remarla de atrás. Cambio urgente de planes.
Si antes de las PASO se sabía que la fecha excluyente en el calendario de Bullrich era el 13 de agosto y que todo estaba elaborado para llegar a ese momento, lo ocurrido en las PASO reforzó la complejidad para afrontar la nueva etapa. Como se vio en la noche del domingo y en la semana que le siguió, a todo JxC, a la candidata y, muy especialmente, a Mauricio Macri les costó metabolizar que habían quedado detrás de Milei.
Todos los discursos tenían sentido en caso de un triunfo propio, no para la consagración del anarcocapitalista como el más votado. Milei lo aprovechó y redobló la apuesta cuando le sugirieron que bajara a su candidata a gobernadora bonaerense, Carolina Píparo, para apoyar al candidato de JxC, Néstor Grindetti. El intendente de Lanús ganó por la mínima diferencia solo gracias al empuje de Bullrich, que le permitió desplazar a Diego Santilli. Al exjefe de gobierno porteño lo hundió la mala performance de Horacio Rodríguez Larreta. Lo demuestra el excepcional corte de boleta en favor de Santilli, que, al final no le alcanzó para imponerse, a pesar de que los resultados de algunas mesas están en discusión. Lo admite en reserva el propio exprecandidato
Ahora Bullrich necesita construir el camino hacia el 22 de octubre para el que, si antes no tenía una hoja de ruta muy definida, ahora no tiene casi ninguna, más que la necesidad de ofrecer un cambio radical con gobernabilidad, que la diferencie de los anarcocapitalistas y no espante a votantes moderados.
Así, para el propósito de sumar voces resuena ahora el nombre de algunos intelectuales que tocan cuerdas potentes pero no tan agudas, como la del politólogo Andrés Malamud, y de nuevos dirigentes cambiemitas que han ganado en elecciones provinciales o se han consolidado como líderes en sus espacios, más desde el pragmatismo que desde la confrontación o el dogma.
Ahí rankean el radical santafesino Maximiliano Pullaro, que aspira a quedarse con la tercera gobernación en importancia del país, y gobernadores electos, como el sanjuanino Marcelo Orrego, el chubutense Ignacio Torres (ambos originarios de Pro) y el puntano Claudio Poggi. Un lugar destacado le cabe al radical bonaerense Maximiliano Abad, que le dio a Bullrich un despliegue territorial y un sustento electoral decisivos para llevarse la interna en la provincia de Buenos Aires, y que podría ser más relevante en las generales.
El estado de conmoción todavía no pasó. La esperanza de ser los beneficiarios del fracaso del Gobierno y de la de la crisis económica fue una ilusión. Milei capitalizó mejor que ellos la demanda de cambio, sea radical o consensual, que eran las dos ofertas de JxC. “Romper todo” fue más fuerte que “cambiar”.
El oficialismo busca culpables
En el oficialismo tienen menos motivos para las dudas sobre el resultado de las PASO presidenciales. La mala performance palpable de la administración de Alberto Fernández y la convivencia tóxica en la cúpula del ex-Frente de Todos eximen de muchas elucubraciones teóricas.
No obstante, más allá de las ayudas que puedan haberle dado a Milei para socavar a JxC, se buscan explicaciones (y culpables) para los altos números que obtuvo el libertario en bastiones propios, como en provincias en las que habían ganado fácil los candidatos oficialistas en las elecciones anticipadas; en los territorios en que domina el peronismo y Milei no tenía casi candidatos ni fiscales o en los distritos donde los cortes de boletas superaron la media histórica. Todo y todos están bajo la lupa. No se trata solo de explicarse lo que pasó, sino de evitar que empeore.
En este contexto, la segunda pieza clave del rompecabezas que cambiemitas y oficialistas tratan de recomponer es la cuestión interna. El resultado de las PASO dejó ganadores tan preocupados como perdedores tan heridos o incómodos. Ni Bullrich ni Massa tienen margen para no contar con una militancia de todas las partes de sus coaliciones comprometida o para padecer el cuentapropismo de quienes solo quieren cuidar las boletas en las que figuran sus candidatos o pretenden conservar su identidad.
Bullrich necesita, urgente, resolver el dilema que significa Mauricio Macri. El lugar estelar que ocupó en el acto del domingo, las señales amistosas hacia Milei y las devoluciones de gentilezas del candidato de la derecha libertaria al expresidente complican aún más la reinstalación de la candidata, a la que no le bastó con su eslogan “si no es todo, es nada”. No había nadie que propusiera cambiar (o romper) todo más que Milei.
“Mauricio está más preocupado por no perder protagonismo y por lo que dice Patricia de él que por trabajar para que Patricia crezca y gane JxC. No entiende que favorece más a Milei que a nosotros”, dicen en el entorno de la candidata. Es una tácita admisión de que no basta una declaración para hacer realidad su autoproclamación de lideresa cambiemita y no solo de candidata presidencial. Macri ya logró la derrota de Larreta, a quien no le perdonó nunca que lo haya querido jubilar hace dos años. Todo vuelve.
Por eso, resulta vital para la suerte de Bullrich restablecer el orden interno y el funcionamiento de las correas de transmisión dirigencial para mantener o sumar a votantes que preferían la moderación de Larreta o se sienten casi en las antípodas de sus propuestas y sus formas. Al mismo tiempo, debe evitar nuevas fugas hacia el espacio antisistema.
Larretistas y radicales son una parte importante de esa ecuación. En el primer caso no es fácil, a pesar de la foto de mitad de semana con Larreta y Gerardo Morales y de las declaraciones de unidad de rigor. Por el lado de Bullrich, el encono con el jefe de gobierno porteño sigue a flor de piel. Para Larreta, la reconfiguracíón de su lugar tras la derrota es compleja, porque pretende no perder su identidad de cara a un futuro hoy incierto.
Respecto del radicalismo, parece haber menos problemas en el plano dirigencial, aunque es mayor el desafío con los votantes. El mendocino Alfredo Cornejo, el inasible correntino Gustavo Valdés y el bonaerense Abad son piezas claves que ya jugaron para Bullrich, aunque no todos con la misma intensidad. Eso es lo que se propone hacer valer Abad en su objetivo de construir un liderazgo nacional dentro de la UCR.
Más complejas son las cosas con los radicales porteños golpeados hasta la médula por la exigua derrota que sufrió Martín Lousteau frente a Jorge Macri. Por eso, el bullrichismo se propone alimentar los cuestionamientos sobre Larreta por la complicaciones para los votantes que trajo el sistema de elección concurrente. No es fácil, a veces, resolver cuáles son las contradicciones principales y las secundarias.
En el caso porteño, se suma el clima de tensión que se vive en el seno de la administración local tras el triunfo de Jorge Macri. Las escenas vistas en la primera reunión del gabinete porteño tras las PASO fueron elocuentes. El candidato disfrutó de no mirar cuando le hablaban algunos ministros larretistas que jugaron para Lousteau.
Del lado oficialista, Massa, a pesar de su doble debilidad como ministro y candidato, intenta seducir a votantes larretistas, radicales moderados y peronistas no kirchneristas.
Al mismo tiempo, procura movilizar a los dirigentes locales oficialistas para que reviertan resultados negativos y busca evitar que los derrotados en las internas de UP bajen los brazos o jueguen en contra de los ganadores. La mira está puesta en lo que hará el Movimiento Evita en La Matanza. Ese monumental distrito, aunque sigue perdiendo sufragios peronistas, aportó votos claves no solo para el binomio presidencial, sino para que la boleta provincial de Axel Kicillof fuera la más votada.
Antes, Massa necesita evitar que la economía termine de desbarrancar. Esta semana sabremos y, sobre todo, sabrán los mercados qué se traerá del FMI. Si las generosas promesas que él promocionó terminan en las modestas expectativas que tienen muchos, más compleja será la realidad. Por ahora busca, paradójicamente, reafirmar la campaña del miedo contra el avance de la derecha ajustadora. Una apuesta para el futuro que es un dilema para el crítico presente.
Tanto para JxC como para el oficialismo no es fácil rearmar el rompecabezas que pateó Milei en las PASO.
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