Se suman indicios que contradicen la confesión como arrepentido de Ernesto Clarens, el financista de los Kirchner
Ante los fiscales que investigan la causa de los cuadernos de las coimas, el financista Ernesto Clarens se acogió a los beneficios del régimen del "arrepentido". A cambio, debía contar todo lo que sabía sobre el pago de sobornos y sobre su rol en esa operatoria. Pero el financista calló mucho de lo que sabe, según reconstruyó LA NACION durante los últimos meses en base a expedientes, documentos privados y los testimonios de varios involucrados. Obvió nombres, maniobras y lugares. Acaso para proteger a sus amigos.
"Generalmente hablaba con un corredor, Vallarino", contestó Clarens cuando el fiscal federal Carlos Stornelli le preguntó de dónde provenían los billetes de 100 dólares y 500 euros que cambiaba a los empresarios desde sus oficinas de la calle Maipú 311 de la ciudad de Buenos Aires.
Clarens, que fue el financista de confianza de Néstor Kirchner durante años, aludió así a un operador de la City porteña, Marcelo Vallarino, hoy en la quiebra y con sus bienes bajo remate. Y aludió también a un solo banco, el Finansur, la entidad que compró Cristóbal López, pero cerró sus puertas en marzo de 2018. Es decir, dos callejones sin salida.
Sin embargo, la confesión de Clarens acumuló lagunas e imprecisiones singulares, según surge de los relatos coincidentes de varios referentes de la City porteña al tanto de lo ocurrido durante aquellos años que accedieron a dialogar con LA NACION bajo reserva de sus nombres.
Vallarino trabajó durante años para Horacio Roncagliolo, un corredor de cambio autorizado por el Banco Central. "Fue nuestro apoderado ante el Banco Central hasta 2010 o 2011", confirmó Roncagliolo a LA NACION. "Él tenía sus propias actividades con alguna cooperativa, pero mientras estuvo conmigo hubo cero problemas. Después supe que recibió amenazas, pero hace años que no sé de él".
Acaso por eso, las operaciones entre Clarens y Vallarino se desarrollaron a través de Thaler, la agencia de cambio que el ahora "arrepentido" desplegó por la Patagonia, con sucursales en Río Gallegos, El Calafate, Ushuaia y Comodoro Rivadavia.
Allí, dentro de Thaler, el colaborador de Clarens que más interactuó con Vallarino fue Félix Roberto Diperna, más conocido como "El Tano". ¿Quién es? Un viejo amigo de Clarens, a quien acompaña desde los tiempos de la financiera Finmark en los años ’80, y luego pasó por Credisol, Invernes, Patagonia Financial Services y Austral Construcciones, la constructora patagónica que creó Clarens y luego quedó bajo el control de Lázaro Báez, de acuerdo a los registros societarios que cotejó LA NACION.
Sin embargo, el "Tano" Diperna no fue el único ladero de Clarens que interactuó con Vallarino. Los memoriosos también apuntan a Carlos Alberto Eduardo Di Gianni, "Charly", quien aparece junto a distintos miembros de la familia Clarens en Excel Servicios Aéreos SA, Pampa Sports SA, Agropecuaria Aconcagua SA, Procredit SA y en la agencia. Thaler, con domicilio en el piso 12 "A" de la calle Maipú 311.
Ante los fiscales, Clarens buscó despegar a Di Gianni de la actividad delictiva. "Trabajaba conmigo, [y] puede ser que en alguna oportunidad que yo no estaba él recibiera los retornos, pero en realidad no conocía de qué se trataba la entrega de ese dinero", sostuvo.
Junto con el "Tano" y "Charly", un tercer colaborador de Clarens interactuó a diario con Vallarino. Se trata de Rafael Merlini, "Nano" para sus amigos, quien trabajó hasta septiembre pasado en Panter SRL, la empresa de Clarens que durante años operó la concesión del Paseo de la Infanta y en la que Vallarino figuró como gerente general durante trece años.
LA NACION contactó a Di Perna, Di Gianni y Merlini, como así también al abogado de Clarens. De manera cortés, todos declinaron responder las consultas de este diario.
Pésimo final
La relación entre Vallarino y la firma que Clarens controla en las sombras, Panter SRL, terminó pésimo, con denuncias y reclamos cruzados con sus accionistas que se dirimen en los fueros penal, civil y comercial, según reconstruyó LA NACION, que accedió a algunos de esos expedientes.
"Si realmente quieren investigar, que los fiscales busquen las llamadas ‘punto a punto’ con Vallarino. Eran 10, 12 llamadas diarias", rememoró un veterano de los tiempos en que Clarens y Vallarino, operaban desde la torre de la calle Maipú 311, apenas separados por unos pocos pisos.
Ante los fiscales, sin embargo, Clarens solo aludió de pasada a Thaler. Declaró que la compró y puso a nombre de su esposa, Ana María Sangiorgio, para luego añadir que "en este contexto, [el entonces secretario de Obras Públicas] José López me propone ayudarlos a recaudar de las empresas que tenían obra pública", según consta en su confesión, que obtuvo LA NACION.
Pero muy distinto es el recuerdo que dejó en la City porteña. Allí afirman que Clarens solía salir a la caza de billetes de euros, pero que también buscaba dólares y "mexicanas", como se conoce a las monedas de oro acuñadas en México. "Clarens operaba lo de él a través de Thaler", precisó un veterano que conoce desde hace décadas al fundador de Austral Construcciones.
Ante los fiscales, Clarens ahondó un poco más en cómo era la operatoria con los empresarios que lo contactaban para pagar sobornos a los funcionarios kirchneristas. Pero también en este eje muestra diferencias con los recuerdos de memoriosos de la City porteña.
¿Un ejemplo? Clarens afirmó que entre sus actividades lícitas, él le ofrecía "asistencia financiera a empresas del sector" de la obra pública. ¿Cómo? Mediante una "operatoria de descuento de cheques que me traían de Vialidad provincial y que yo, que sabía que se pagaban, luego se los vendía al Banco Macro, generalmente, y en menor medida al Finansur"
Otro es el recuerdo de los operadores del sistema. "Casi el 90 por ciento de las operaciones entre Clarens y los empresarios se liquidaban en el tesoro del Macro", precisó uno de los involucrados en esas operaciones, en alusión al banco de Jorge Brito.
Pero Clarens dio otra versión. "Íbamos con los pesos y nos daban los dólares, como se hace en la mayoría de las operaciones del mercado ‘blue’", sostuvo, para luego despegar a la entidad de Brito, su íntimo amigo desde hace décadas. "Con el Banco Macro tenía una relación de crédito por haber trabajo muchos años con ellos".
Las zonas grises de Clarens al declarar ante los fiscales van más allá. Primero, porque los euros necesarios para la operatoria solo pudieron llegar a la mano de un puñado de bancos grandes que debieron importarles. Pero el financista solo aludió a uno, el ya extinto Finansur, en su confesión.
Segundo, porque Clarens declaró que los empresarios solían llevarle valijas repletas de dinero en moneda local. Es decir, en pesos. Pero no sería así. "La verdad es que muchos empresarios venían con cheques y Vallarino tenía que llevar los euros hasta el Tesoro del Macro", ahondó un involucrado.
¿Qué cheques? Los emitidos por las empresas a emisores de facturas truchas, según reconstruyó LA NACION. ¿Cómo era la maniobra? Un falso proveedor emitía una factura apócrifa por un servicio inexistente, la empresa emitía un cheque "a la orden" para pagar esa factura de fantasía y el falso proveedor cobraba una comisión o suma fija por endosar ese cheque, que quedaba en manos del empresario, que se lo canjeaba a Clarens por euros. Y con esos euros, sí, cada empresario pagaba su coima.
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