Cerca de la meta, con el amianto chamuscado
Si un observador externo hubiera sido testigo de alguna de las reuniones del oficialismo de los últimos días, le hubiese costado recordar que el candidato presidencial del espacio viene de ganar las PASO por amplio margen. Hubo pases de factura cruzados por el escándalo de Tucumán, recriminaciones por la estrategia comunicacional y desconcierto a la hora de recuperar la iniciativa.
"A Scioli se le arruinó el radar después del episodio de las inundaciones. Está como un boxeador que recibió una piña y quedó con la vista nublada", sintetizó un hombre con llegada al entorno del gobernador. Todavía se escuchaban de fondo las quejas de Scioli contra Juan Manzur, porque en la noche del domingo le insistió que fuera a Tucumán cuando ya se vislumbraba un escenario turbio. El candidato presidencial quedó atascado entre las urnas quemadas en vez de disfrutar de un nuevo triunfo del Frente para la Victoria. Al día siguiente, Cristina Kirchner estalló contra José Alperovich por la violenta represión en la plaza Independencia. No podía creer que quien hasta hace algún tiempo fue uno de sus gobernadores preferidos reavivara en el imaginario de la sociedad la escena de la policía montada golpeando manifestantes. Después la puesta en escena conjunta de la oposición les permitió unificar el discurso, pero el daño estaba hecho.
En el sciolismo también hubo duros cruces (algunos incluso dicen que no sólo verbales) por la dificultad para recuperar una línea comunicacional más efectiva, después de tres semanas plagadas de contratiempos: inundaciones y viaje a Italia, la muerte del militante en Jujuy, dudas sobre su declaración jurada, un hostil acto en la Casa Rosada el día del anuncio del proyecto para acotar la venta de acciones estatales en firmas privadas y el calvario de Tucumán.
Scioli se encontró sin la contención necesaria en un momento crítico. Navegó en aparente soledad durante varios días, con intervenciones en tono de denuncia que no le cuadran bien a su registro vocal optimista. Fue casi una bendición la aparición pública de Juan Manuel Urtubey para oxigenar el discurso oficialista, aun a costa de erizar la piel al kirchnerismo puro. Su aporte fue muy agradecido puertas adentro y puesto como ejemplo por los sectores que reclaman un mensaje más peronista. En la reunión del PJ que se hizo el jueves en la sede del partido, se habló mucho de la necesidad de reforzar esa línea.
Pero la ecuación no es tan sencilla. Los sciolistas presentes coincidieron en el diagnóstico y anticiparon que a partir de esta semana se verá un Scioli más propositivo y con mayor contenido. Sin embargo, el candidato no dirá nada que provoque reacciones en Olivos. "No entiendo por qué en la reunión con los gremios de esta semana fueron los sindicalistas los que anunciaron que Scioli estaba dispuesto a modificar el impuesto a las ganancias", se lamentaba un hombre cercano al gobernador. Su estrategia es clara: él habla del futuro con frases en diagonal, y sus funcionarios o interlocutores dicen lo que él cree inconveniente.
En el Gobierno hubo un gentil paso atrás durante los días más áridos para el candidato. La ayuda prestada por la Casa Rosada por las inundaciones llegó acompañada con una cuota de reproches a la supuesta "inoperancia" de la administración provincial. Y cada vez que hablan Cristina o Aníbal Fernández se filtra algún mensaje envenenado. La Presidenta dosifica sus intervenciones y disfruta de las penurias de su delfín. Hace planes para después de diciembre (hay quienes la escucharon hablar últimamente de la posibilidad de armar una fundación, al estilo de la que encabezan los Clinton), pero apuesta a ganar. Esta semana vio con preocupación un sondeo en el que María Eugenia Vidal supera por un par de puntos al jefe de Gabinete y volvió a estallar. Pese a todo, Scioli sigue siendo el candidato con más chances de ser presidente, aunque llegue con el traje de amianto chamuscado, como desean varios en el oficialismo.
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