Ceferino Reato: “Seguimos con esta mochila de los ´70 porque decidimos olvidar algunas cosas y reinventar otras”
El autor de Masacre en el comedor pasó por Hablemos de otra cosa y dio detalles del salvaje atentado montonero que dejó 23 muertos y cien heridos
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De eso no se habla. El 2 de julio de 1976 los Montoneros llevaron a cabo el atentado más sangriento hasta la voladura de la AMIA. Una bomba muy destructiva de origen vietnamita fue activada en pleno almuerzo cuando estaba lleno de comensales el comedor de la Policía Federal.
Entre las víctimas no se registró ningún oficial de alto rango; la mayoría eran efectivos rasos y varios eran civiles. Ceferino Reato, especializado en los hechos de violencia de los años 70, de los que tiene varios libros publicados, acaba de dar a conocer el último: Masacre en el comedor, y por eso es el invitado de esta semana, en Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco por LN+.
“Defender a Montoneros no tiene nada de progresista en el mundo -aclara el periodista-; algunos se hacen los progresistas criticándome a mí y no fueron ni a una marcha por los derechos humanos como yo durante la dictadura”. Y agrega: “Durante el kirchnerismo era muy cómodo escribir ‘los buenos son los guerrilleros y los malos son los otros’”.
Hay un equívoco trágico que se profundiza por mezquinos intereses políticos. Los graves crímenes de lesa humanidad producidos durante la dictadura militar por el Estado asordinaron hasta invisibilizar los asesinatos salvajes perpetrados por el terrorismo guerrillero. Y lo peor es que se sometió al olvido a las víctimas de esa violencia, que así tuvieron -y todavía tienen- un padecimiento doble: haber sufrido en su momento que les arrancaran de la vida a un ser querido y luego a un Estado que prefiere mirar para otro lado para armar un relato que exalta como héroes a varios de los autores de esos crímenes.
“Montoneros -detalla Reato- había logrado penetrar en las Fuerzas Armadas y en las de seguridad. Justo había asumido un nuevo jefe de la Policía porque al anterior lo habían asesinado. La Policía Federal se había convertido en el blanco preferido de Montoneros. La gente lo consideró un acto terrorista y la represión policial se hizo mucho más fuerte”.
Por primera vez, una sobreviviente del atentado al comedor policial, Liliana Tejedo de Aráoz, se animó a contar por TV lo que sucedió aquel día, en el que su madre perdió la vida.
“Hay un ninguneo con las víctimas y no solo por el kirchnerismo sino también por el no peronismo”, denuncia Reato. Como si fueran sobrevivientes incómodos. De hecho, el periodista no logró presentar el libro ante el Círculo de Oficiales Retirados de la Policía Federal, temerosos quizás de fastidiar al oficialismo, parte del cual reivindica a algunos de los integrantes de aquellas “formaciones especiales” (como las llamaba Perón).
Tampoco Hablemos de otra cosa logró una respuesta del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, para grabar el programa en el mismo lugar de los hechos. Es un episodio maldito que todos prefieren olvidar.
“Los deudos de los que participaron en este hecho cobraron entre cuatro y siete veces más que los familiares de las víctimas”, revela Reato, sin que nadie pueda explicar bien el porqué de tamaña incongruencia. “Los familiares de los policías muertos -subraya el periodista- se acostumbraron a sentirse invisibles. Hay así dos ninguneos con los muertos y sus familias: el simbólico y el económico”.
El autor de Masacre en el comedor asegura que “Rodolfo Walsh era una persona clave e importante en el aparato de inteligencia montonero” y que de él dependía José María Salgado, autor material del atentado. “Los marinos -prosigue Reato- sabían que Salgado trabajaba con Walsh”.
Salgado encontró una muerte horrenda tras ser salvajemente torturado en las mazmorras del régimen y se supone que él fue quien entregó al autor de Operación masacre, al convocarlo a una cita envenenada en las inmediaciones de las avenidas San Juan y Entre Ríos. “Walsh no estaba dispuesto a entregarse vivo porque sabía que las torturas eran feroces”, continúa Reato. Pero Walsh se defendió a balazos y se cree que llegó muerto a la Escuela de Mecánica de la Armada.
“Walsh era en origen del nacionalismo católico, germanófilo, para no decir nazi”, describe Reato y cuenta también su transformación: “Abandonó una vida cómoda para ser un revolucionario y combatiente. Walsh coordinaba a los montoneros infiltrados en las Fuerzas Armadas”. Y agrega: “Walsh deja un legado, que es la crítica a la conducción montonera, pidió abandonar los actos terroristas y guarecerse bajo la bandera de los derechos humanos.” Le hicieron caso, reflexiona Reato.
Respecto de la supuesta intervención en ese atentado del periodista Horacio Vebitsky, Reato la descarta aunque recuerda que durante las entrevistas que le hizo en la cárcel a Jorge Rafael Videla, el exdictador le dijo lo contrario. “Seguimos con esta mochila de los ´70 porque decidimos olvidar algunas cosas y reinventar otras”, sentencia el periodista.
Durante el programa también se habló de la policía a través del tiempo y cómo empezó a perseguir disidentes en los años 30. “En 1945 se creó la Policía Federal, que era la policía de Perón, época en la que se torturaba a muchos disidentes”, recordó Reato. Y cómo en estos días termina defendiéndose de las pedradas en ciertas marchas al Congreso. La ausencia de un término medio. Otro de los dramas argentinos: fluctuar de un extremo al otro.
Aunque no revela cuál será el tema de su próximo libro, Reato adelanta: “Algún otro libro de los ‘70 voy a hacer, pero con ese daré por terminada mi tarea”.
Confesó que quería hacer un libro sobre el macrismo pero que “era una lágrima” pero que hacer uno sobre Alberto Fernández serían “dos lágrimas”.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+
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