Cayó el gobernador de Santa Cruz y asume otro hombre de Kirchner
Sancho dejó el cargo en medio de una fuerte tensión con los docentes y estatales; en su reemplazo asumirá hoy Peralta, un gremialista negociador que llevará una propuesta salarial; en Río Gallegos la noticia fue recibida con euforia
RIO GALLEGOS.– El presidente Néstor Kirchner decidió ayer reemplazar al gobernador de Santa Cruz, Carlos Sancho, en medio de una fuerte crisis política derivada de reclamos salariales de los docentes y los empleados estatales. El mal manejo policial, que derivó en choques que anteayer habían dejado 23 heridos, provocó la decisión de la Casa Rosada. Esta medida contrastó con la posición que el Gobierno había sostenido el día anterior, cuando acusó a los manifestantes de ser los promotores de la violencia y “autoherirse”.
Por pedido expreso del Presidente, a las 11 de ayer Sancho firmó su renuncia indeclinable al cargo y dejaba otra vez sellada la suerte de esta convulsionada provincia sureña, después de la renuncia –hace un año y dos meses– de Sergio Acevedo. En lugar de Sancho asumirá hoy Daniel Peralta, un hombre de confianza de Kirchner, pero que no pertenece a su círculo más íntimo.
La ciudad fue, desde temprano, toda algarabía. Cuando la noticia se conoció sonaban roncas, en la fría mañana, las bocinas de los autos que pasaban por la esquina de la gobernación, completamente custodiada. Buscaban expresar su apoyo al tendal de carpas que los docentes santacruceños montaron a un costado de la Casa de Gobierno para reclamar por sus salarios. Sólo más tarde llegarían el escepticismo y las dudas.
Peralta, en diálogo telefónico con La Nacion, adelantó que en las próximas horas presentará una propuesta de mejora salarial, tanto para los docentes como para todos los empleados estatales. No quiso hablar de su futuro gabinete. "Para mí es secundario. Lo importante es trabajar para reconstruir la sociedad", sostuvo. Todos los ministros de Santa Cruz habían presentado la renuncia a su cargo; algunos seguirán. Peralta reconoció que instruyó al ministro de Gobierno, Daniel Varizat, y al de Economía, Juan Bontempo, para que pongan en práctica una propuesta para los estales. Ambos llegaron enviados por Kirchner al renunciar Acevedo.
La tarde comenzó con un simple y rápido trámite en la Legislatura local, que previamente se acordó en frenéticas reuniones con los diputados oficialistas, opositores y disidentes.
La cadena de sucesión en la provincia no tenía a Peralta como el primer eslabón para asumir el cargo. Era un diputado en uso de licencia, interventor en el complejo minero de Río Turbio. Kirchner lo había mandado llamar hacía 15 días para resolver el conflicto. Cuando la tensión creció lo eligió para la gobernación.
Como primer paso, Peralta debió volver a su banca. Luego se acordó la renuncia a la presidencia primera de la Legislatura de Judith Forstmann, a quien le correspondía asumir. Por unanimidad en un recinto colmado por los "muchachos peronistas", los militantes de la unidad básica que engendró los comienzos políticos de Kirchner, se aprobó en menos de un minuto. Una nueva moción propuso a Peralta para ese lugar. Otra vez en tiempo récord quedó aprobada. De jeans, camisa a cuadros y campera de cuero marrón, Peralta se paró y se puso al frente para comandar una sesión tan previsible como tumultuosa.
"Estamos defendiendo lo que votaron los conciudadanos", justificó el diputado del PJ Olaf Aaset para avalar la asunción de Peralta. El diputado Omar Hallard, de la UCR, que votó en favor, dijo: "Esta crisis necesita nuestro voto, pero no debe ser meramente un cambio de manos".
Peralta, de baja estatura y simpatía extrema, con su título de gobernador en mano, había cumplido los pasos formales y se alejaba del recinto. Sonaba la marcha peronista.
Minutos antes había pasado casi inadvertida la votación en la que quedó firme la renuncia de Sancho. El saliente gobernador había resistido sus últimas horas en la jefatura de policía, pegada a la Casa de Gobierno. De allí salió a las 11.40, envuelto en un sobretodo azul, sin hacer declaraciones. Sancho habló con Kirchner en la madrugada y admitió la responsabilidad de la represión. "No queremos balas de goma", dijo a LA NACION el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para explicar la decisión del Presidente.
El secretario legal y técnico, Carlos Zannini, santacruceño y de máxima confianza de Kirchner, viajó hasta aquí con Peralta para comandar las negociaciones. Fue quien despertó como pocos en esta ciudad la reacción más dura de los manifestantes.
Unas 300 personas congregadas en el campamento docente al unánime grito de "fuera" le hicieron sentir el clima áspero. Lo escoltaban dos de los 300 gendarmes, que hicieron un doble vallado humano en los alrededores de la Legislatura. "Vine a ver para transmitirle al Presidente lo que está pasando. Acabo de llegar", dijo a LA NACION. Y entró en la gobernación donde pareció manejarse en su ámbito.
Antes de entrar en una reunión con Zannini, Daniel Varizat, ministro de Gobierno, sobre quien pesan las mayores críticas de los manifestantes, dijo a LA NACION: "Tengo la renuncia presentada desde el día en que asumí". No obstante, según Peralta, sigue en el gobierno. Dijo, además, que no se arrepentía de haber afirmado anteayer que Miguel Aranda, el hombre herido en un pie, se había clavado una barreta. "No me arrepiento de nada. Hoy está confirmado que fueron balas de goma, pero el informe que yo tenía en ese momento era que había sido herido con una barreta", se excusó.
La carpa docente guardaba recelo. "Esto es más de lo mismo. A Peralta lo puso Kirchner sin el voto de la gente", se quejó Juan Silva, profesor de geografía del Polimodal 26. La alfombra roja del salón blanco de la Casa de Gobierno estaba preparada ayer para la asunción de Peralta, que será a las 19. Dos horas antes, desde el mismo lugar arrancará una nueva marcha. Otra tarde en la que la ciudad mostrará sus profundas diferencias.