Causas y efectos de la fragmentación cambiemita
Milei no es el motor de ningún big bang (por ahora), sino un acelerador de partículas en colisión de los socios de Juntos por el Cambio
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Menos juntos que en proceso de cambio. La alianza opositora atraviesa un profundo proceso de reconfiguración que, junto con la interna oficialista, altera todo el escenario político.
En el atomizado mundo cambiemita los puntos en común se parecen hoy a partículas dispersas en el espacio. La profusión de candidaturas presidenciales (todo los días se suma alguien) es expresión palpable de una fragmentación que excede ambiciones personales y que encuentra raíces en múltiples elementos divisorios.
Diferencias de diagnósticos, de prospectivas, de creencias, de sesgos, de afinidades y de pertenencia operan sobre un cuerpo en busca de su identidad, en el que cada uno de los miembros principales lo concibe y lo imagina distinto. Problemas de autopercepción.
Así, se puede decir que la aparición del fenómeno Milei potenció lo que estaba larvado desde los orígenes y se había profundizado tras el fracaso económico de Mauricio Macri y la derrota electoral de 2019. El anarcolibertario no es el motor de ningún big bang (por ahora), sino un acelerador de partículas en colisión. Con el riesgo de que los ensayos se escapen del laboratorio.
Otro tanto es lo que provocan la infinidad de disputas, errores e inconsistencias de la coalición gobernante. El efecto espejo dispara ansiedades y elucubraciones en el espacio opuesto, muchas signadas por expresiones de deseos antes que por análisis profundos de variables y probabilidades concretas.
Las sentencias sobre la suerte del Gobierno y el tiempo en el que ocurrirán los distintos diagnósticos muestran la densidad de las diferencias y explican las diferentes tácticas y estrategias que cada uno de los actores despliega. En lo económico, los escenarios de los cambiemitas van desde un colapso anticipado hasta una agonía administrada, pasando por una leve recuperación. En lo político, la prognosis alterna entre la ruptura en breve del FDT, la connivencia forzada y en permanente disputa hasta el final del mandato y un equilibrio inestable que se romperá al momento de definir las candidaturas para 2023.
Sobre esas superficies inestables se diferencian y se posicionan los principales espacios, dirigentes y precandidatos cambiemitas.
Si se tomara como elemento ordenador la variable Milei, Macri y Patricia Bullrich se ubicarían en el centro del cuadrante en el que se le asigna altas chances electorales al “enemigo del Estado”, sostenido por adscripciones ideológicas. Eso los lleva a reforzar una identidad y una narrativa destinada a disputar banderas y votantes con Milei. La creencia de que se está en vísperas de un profundo cambio de época, como un premenemismo del siglo XXI, sostiene el entusiasmo rayano en la excitación que ellos y sus seguidores mostraban en la cena de la Fundación Libertad. Lo confirmaron los discursos en los que se rechazó cualquier eventual contaminación, ya no con algún tipo de populismo sino con alguna variante socialdemócrata.
No resultó fácil establecer muchas diferencias entre Macri, López Murphy, Espert, Bullrich y Cornejo. Aun cuando el radical buscó mostrarse como gestor eficaz y austero, antes que profesar fe liberal.
En esa comida, así como en la cumbre de la AmCham, también quedó claro que en el segmento amarillo quien se ubica más alejado del cuadrante anarcolibertario es Horacio Rodríguez Larreta, hasta tocar las fronteras de los espacios peronista y radical. Por algo los aplausos de los comensales del lunes premiaron a sus rivales.
La sostenida, aunque ahora ralentizada, caída de la imagen del jefe de gobierno reafirma las hipótesis de los dirigentes que coquetean con el universo libertario. Desde esa perspectiva, Larreta paga el costo de un posicionamiento “ambiguo”, que no comprende el corrimiento social hacia la derecha liberal.
El maratonista Larreta
El alcalde porteño responde en modo maratonista, convencido de que el fenómeno Milei es más catártico que ideológico y persuadido de que queda demasiado camino por recorrer. Es más, dice celebrar que otros se lleven la presión y consuman energías cuando la meta aún está muy lejos. Confía en imponerse en un sprint final, aunque algunos empiezan a ponerlo en duda.
A juicio de Larreta y de sus colaboradores, lo benefician los posicionamientos de sus principales rivales de Pro. Primero, porque entienden que Macri y Bullrich se neutralizan, antes que potenciarse. Segundo, porque retendrían a los electores ubicados más a la derecha, que al final igual lo votarían, mientras él evita que se terminen de espantar los que están más en el centro. A los que, como dice, necesitará para poder concretar su proyecto si llega a la presidencia. Los consensos para lograr soporte político son su desvelo.
Del otro lado responden que para ganar y para hacer cambios profundos se necesita prescindir de compromisos con eso que Bullrich llama el establishment político y que Milei descalifica como la casta. También sostienen que no tener una posición nítida ahora tendría consecuencias irreversibles luego.
El mix de elucubraciones (o justificaciones) electorales y de gobierno también impacta. Sobre todo porque para zanjar esos dilemas no existe una ciencia exacta y suele resolverse tanto con la cabeza como con el estómago (sobre todo).
Así, en las últimas reuniones Macri demandó reforzar la identidad amarilla, diferenciándose, particularmente, del radicalismo. El expresidente quiere que la coalición sea más Cambio y no tan Juntos. La pureza ante todo. Liberado de bozales “duranbarbistas” vuelve a su esencia, convencido de que hay un tiempo nuevo (valga la referencia a Bernardo Neustadt) en el que su liberalismo económico es un activo y la corrección política, un pasivo. Para él, la rebeldía es de derecha.
La gran duda es cómo se saldarán esas diferencias en Pro. Nadie imagina que a las PASO llegue más de un presidenciable amarillo, ante el riesgo de ser derrotados por un postulante de otra fuerza de la coalición. Pero Larreta y Bullrich prometen ir hasta el final, mientras Macri hace un ruidoso silencio, a la espera de mejorar en las encuestas,
Un agudo analista de la UCR dice que el problema del macrismo es la ausencia de tradiciones e instituciones partidarias a las que someterse. El liderazgo ahora en cuestión de Macri agravaría el inconveniente: en el pasado lo resolvía ejerciendo su condición de dueño.
¿Neurólogo en fuga?
En las definiciones identitarias y en la retórica político-electoral radica buena parte del núcleo de conflictos, no solo dentro del espacio macrista, sino con los demás socios de JxC, especialmente con los radicales. Cualquier cercanía con las ideas más liberales en lo económico (sin llegar a incluir a Milei) despierta resquemores cuando no rechazos. El diagnóstico y la pertenencia bifurcan los senderos. También las especulaciones y las filias, fobias y desconfianzas personales.
En tal contexto, mientras Gerardo Morales baja el perfil y reafirma su vocación aliancista tras el golpe que le propinaron las versiones sobre supuestos tratos con el oficialismo, emerge cada vez con más fuerza el proyecto presidencial de Facundo Manes. Y el neurólogo abre nuevas incógnitas.
Desde su entorno se escucha con claridad que JxC no es la única opción que evalúa como vehículo para su candidatura. No con la conformación actual. Al temor a no imponerse a un candidato de Pro, más si es Larreta, se agregan las fobias que le despiertan las principales figuras amarillas, a las que acusa de haberlo menospreciado y destratado cuando estaban en el poder.
Para no reducirlo todo al plano emocional, impropio de su profesión, se suman elucubraciones sobre las posibilidades de incorporar a su armado a parte del peronismo no kirchnerista ni macrista, animado por algunos dirigentes y referentes de ese espacio que no lograron encontrar un candidato con posibilidades en anteriores experiencias.
Los análisis no descartan ir por afuera del espacio cambiemita. Aunque para ello Manes deberá convencer a varios de sus soportes partidarios que en breve entronizarán a su hermano Gastón como presidente de la convención radical, espacio en el que se definirán las alianzas electorales.
La moneda está en el aire. Las razones para la fragmentación cambiemita sobran y los efectos se hacen sentir. El oficialismo lo celebra, en busca de absolución, mientras se complican más las respuestas a los problemas, se dificulta la construcción de una expectativa de futuro y la antipolítica se relame. Todo demasiado rápido y furioso.
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