Caso Loan: Gustavo Valdés pone a prueba su liderazgo en Corrientes en medio de una profunda crisis
El gobernador de la UCR debe resolver su sucesión, prevista para 2025, y busca que la desaparición del niño de 5 años no afecte a su gestión
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CORRIENTES.– Gustavo Valdés, el gobernador de Corrientes, recibió el 13 de junio un llamado inquietante. Le informaron sobre la desaparición de un niño de 5 años de un campo del interior profundo del departamento San Roque. Así supo de Loan Danilo Peña. Once días después, el mandatario radical dio una primera conferencia de prensa en la que dijo que sería “un posible caso de trata de personas”, además de aclarar que no era su voz la que circulaba en un polémico audio presuntamente armado con inteligencia artificial.
Valdés logró su reelección en 2021 por una mayoría abrumadora y el año que viene dejará la gobernación porque ya no puede ser reelecto por segunda vez. La desaparición de Loan Danilo Peña no encuentra antecedentes cercanos en la provincia, porque el secuestro de Cristian Schaerer, ocurrido el 21 de septiembre de 2003, fue más bien una venganza contra su padre, Juan Pedro “Vasco” Schaerer, funcionario del “régimen nuevista” encabezado por “Tato” Romero Feris, que el radicalismo vino a suplantar hasta hoy.
Aquí y ahora hay un niño de 5 años, inocente de cabo a rabo, que se perdió del patio de la casa de su abuela en un paraje de 9 de Julio, un poblado de menos de 3000 habitantes. Hay también una investigación con problemas de arranque que giró hacia la deslealtad de un comisario, ahora preso, acusado de plantar pruebas, desviar la investigación y encubrir a los responsables del posible rapto. Un comisario llamado Walter Maciel sobre el que pesa ahora, además de una vieja denuncia de abuso y traslados por inconducta, la desobediencia de una orden judicial para cerrar los anillos de seguridad como establecen los protocolos en casos de extravío de personas, como el de Loan.
Esta situación, grave de por sí, abrió un panorama difícil para el gobernador Valdés, que no sólo debe lidiar con la búsqueda de un niño perdido o raptado, sino que además debe sortear el fuego amigo y cruzado entre los jefes policiales, fiscales y jueces, que hacen todo para justificarse, pero culpándose mutuamente. Hay en la disputa judicial-policial el tufillo agrio de cuentas viejas que no fueron del todo saldadas. Está claro que el caso interpela directamente al gobernador y a su estructura de poder como no había pasado ni siquiera con otros episodios, como los incendios de 2022.
Es difícil, además, porque en Corrientes sucedió otra cosa, independiente y anterior al lamentable caso de Loan: desde el 1° de marzo de 2024, día de la Asamblea Legislativa que abre el año parlamentario, se adelantaron todos los tiempos electorales que deben concluir recién el año próximo, con la sucesión de Valdés.
El gobernador aprovechó el escenario de apertura de sesiones para decir varias cosas desde el punto de vista político electoral: que no reformaría la Constitución, que por lo tanto no forzaría un tercer mandato (pedido que le hacían sus aliados en virtud de su imagen positiva alta, aún seis años después de su primer día en el palacio de gobierno) y que por lo tanto, según dijo entonces, se abrió el camino de la sucesión “pensando en el futuro”. Hubo quien dijo que esa frase de Valdés condensó el deseo de que fuera su hermano Juan Pablo, hoy intendente de Ituzaingó, quien se siente en el sillón de Ferré, la poltrona desde donde se manda en Corrientes.
La sucesión y la interna radical
Esa situación, que para algunos fue un error de cálculo, para otros fue una estrategia para reperfilar el esquema de alianzas que rige desde 2001. Para el consenso político vernáculo, fue cualquier cosa menos una jugada inocua. Es que desde marzo hasta hoy, proliferaron nombres de posibles candidatos. Hay por lo menos una decena. Y como la mayoría de los partidos y dirigentes enrolados en el frente gobernante (que en la última elección sumó más de 30 partidos) sabe que Valdés no podrá reelegir, empezaron a reclamar espacios. Incluso el senador Carlos “Camau” Espínola se lanzó a la carrera. Ya compitió dos veces por el cargo, y en ambas quedó en las puertas.
Ahora, dice, podría ser candidato a gobernador por un frente que recogería retazos del radicalismo y del justicialismo, pero bajo la bandera libertaria. Ya no es un secreto que el exmedallista olímpico, si tiene que hacerlo, podría ser el representante de La Libertad Avanza en Corrientes. Pronto para verificarlo, aunque hay indicios que ni el propio “Camau” se apura a desmentir. Todo se potenció cuando Camau acompañó al oficialismo en el Senado al tratar la Ley Bases.
A todo esto, el liderazgo de Valdés no se discute: ni dentro de los límites provinciales ni del radicalismo. Mucho menos dentro del gobierno. Pero es cierto también que ostenta un poder con fecha de vencimiento, al menos en lo formal. Eso lo sabe mejor que nadie Ricardo Colombi, quien aun pese a su edad y al propio reconocimiento de que hay temas de la actualidad social y política que lo superan ampliamente, está decidido a retomar el control del gobierno. Quiere ser candidato y no lo niega. Dice que lo será por dentro o por fuera de la alianza oficialista. Pero no sólo eso: también quería seguir teniendo el control del radicalismo, y para ello intentó, en una jugada al menos desprolija, extender sin internas su propio mandato partidario que expiró en abril.
Enterados de la jugada de Colombi, que pretendía esmerilar el poder de Valdés, embarrar la cancha e incluso pedir la intervención del partido, en supuesta connivencia con el actual titular nacional de la fuerza, Martín Lousteau (con quien Valdés tuvo diferencias privadas y públicas), la Convención radical sesionó de urgencia, ratificó un calendario electoral, pero al mismo tiempo dio por concluido todos los mandatos, lo que no fue más que una respuesta política para proteger la institucionalidad del partido, pero que en el barrio adquiere siempre otro nombre: dicen que echaron a Colombi y encima le mojaron la oreja. Colombi fue a la justicia, pero no consiguió más que un freno.
Ese estado de cosas en la interna radical amenaza con escalar, porque la pelea de fondo es la de ese liderazgo irresuelto entre Colombi y Valdés: entre el padre del proyecto y uno de sus mejores intérpretes, alguien que aún con todas las crisis que tuvo que atravesar y que lidera una gestión envejecida por una permanencia tan larga en el poder, mantiene una imagen positiva cercana a la cantidad de votos cosechados hace dos años: 76%. Sobre esa base construye su aspiración de liderar el radicalismo local y proyectar el futuro: el suyo y el del gobierno. El final de esa disputa está abierto.
No obstante el gobierno está firme, pese a todo, y están firmes los candidatos que está mirando el propio Valdés. Pero las peleas internas crecen y ahora se expanden por las responsabilidades del caso Loan.
La oposición, que además de mínima está atomizada en Corrientes, juntó fuerzas para interpelar al ministro de Seguridad, Buenaventura Duarte, e incluso para pedir su destitución por mal desempeño. Se abroqueló además para hacer denuncias públicas e incluso para motorizar algunas manifestaciones lícitas en señal de protesta.
El asunto es que también hay dirigentes que aprovechando el caso de la desaparición del niño de 9 de Julio, apelan a todo lo que está a su alcance para lanzar dardos envenenados con el único objetivo de resquebrajar la coraza que protege al gobierno.
Gustavo Valdés viene siendo objeto de operaciones de prensa que se profundizaron con el caso de Loan Peña (el más sonado fue la difusión de un audio apócrifo donde daba supuestas órdenes e insultaba a todo el pueblo de 9 de Julio por salir a las calles). También es objeto de zancadillas políticas, porque sus detractores ven una oportunidad de oro para hacer mella donde las crisis anteriores no impactaron.
Lo distinto ahora, además de este caso excepcional que no encuentra antecedente inmediato (las últimas desapariciones de chicos en Corrientes fueron tres y ocurrieron entre 1993 y 1998), es que la relación de Valdés con Colombi parece estar en un punto de no retorno, lo que genera muchos cortocircuitos, porque Colombi es cualquier cosa menos un jugador ingenuo; y sediento de poder, es capaz de generar daño. Esa es la palabra que usan muchos radicales que lo conocen al milímetro, que militaron con él y que ahora decidieron pasar a la vereda de Valdés: “Colombi tiene capacidad de daño”.
A todo esto, mientras la oposición apunta contra Valdés por el caso Loan y apalancada en ello trata de rearmarse y constituirse en una opción de gobierno para 2025, los socios políticos del radicalismo también juegan su juego: tensionan en la Legislatura con algunas normas, por caso el planteo del presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani, que impulsa una reforma del sistema electoral, lo cual incluye eliminar la boleta sábana para votar con boleta única. El radicalismo dijo que no fue consultado. Y se opone.
Como el diferendo escaló, el gobernador Valdés sugirió que “si vamos a cambiar el sistema electoral, cambiemos todo”, incorporando, por ejemplo, la ficha limpia para cargos electivos, y un límite para la reelección indefinida de la que gozan los legisladores.
De avanzar eso, Cassani sería uno de los primeros en verse afectado: desde 2009 es titular del cuerpo, pero tiene incluso más años como diputado. Casta pura, al decir del presidente Javier Milei, aunque está claro que no es el único.
La relación con la Nación
El cuadro se completa con el escenario externo: la relación de Corrientes con la Nación y con el presidente Milei. Se trata de una relación existente pero distante, abonada sólo por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que es el que tiende los puentes, aunque por el momento sin mayores resultados. Corrientes reclama deudas históricas por las regalías de Yacyretá y Salto Grande, reclama fondos por las obras públicas paralizadas, por el fondo de incentivo docente retirado e incluso por las deudas no compensadas de la caja previsional. Ni hablar de los reclamos por los subsidios al transporte y a la energía.
Milei visitó un par de veces la provincia cuando era candidato. El privilegio se repitió ya como Presidente: vino a ver a sus amigos de un club libertario, juntó a toda la clase dirigente de Corrientes y allí mismo, en la cara, los llamó casta, prebendarios, habló del Estado como organización criminal y nombró al Congreso, por primera vez, como “nido de ratas”. Cruzó palabras con Valdés, pero poco más. Todo quedó supeditado a la aprobación de la Ley Bases, norma a la que Corrientes aportó sus tres senadores (“Camau” Espínola incluído) y la mayoría de sus diputados.
Lo que urge ahora es el despegue, porque Valdés debe atender no sólo las alternativas de la búsqueda de Loan, ya en manos de la justicia federal, sino también el frente interno, convulso en lo político y complicado en lo social, porque su suerte es inherente a la marcha de la economía, y la pobreza derivada de la recesión y el ajuste, agravó la situación de precariedad estructural de una porción importante de la población.
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