"Casi nos borran de la historia": el relato de las enfermeras de Malvinas que luchan contra el olvido
A 35 años de la Guerra, las veteranas de la Fuerza Aérea lucha por el reconocimiento de sus pares y superiores; una de ellas publica un libro con sus historias
Alicia Mabel Reynoso es una de las 14 enfermeras de la Fuerza Aérea que participaron de la Guerra de Malvinas. Durante casi 30 años se mantuvo en silencio sobre los días de horror que le tocó vivir. Como tantas, trabajó, se casó, tuvo hijos, se separó. Vivió. Pero en 2010 tuvo un intento de suicidio y debió empezar terapia. Siete años después, publica un libro donde narra sus experiencias en el hospital reubicable de la Fuerza Aérea en Comodoro Rivadavia entre el 6 de abril y el 10 junio de 1982, cuando tenía 24 años.
Hoy, a los 61, Alicia integra la segunda brigada aérea de Paraná y trabaja en un centro asistencial. Es una de las responsables de que las enfermeras que cumplieron durante el conflicto con Gran Bretaña fueran reconocidas oficialmente después de la publicación del libro de Alicia Panero, Mujeres Invisibles, sobre su historia.
Alicia habla con LA NACION desde su cuarto en un hotel de Ushuaia. Hacia allí viajó desde Paraná, Entre Ríos, para participar de una serie de actividades oficiales por el 35 aniversario de la Guerra de Malvinas y presentar su libro, Crónicas de un olvido (Editorial Libris). Está con otras dos mujeres, también enfermeras de la Fuerza Aérea, también veteranas: Ana María Masitto y Stella Maris Morales.
Faltan las otras once VGM (Veteranas de la Guerra de Malvinas) de la Fuerza Aérea, que desde distintos lugares del país, buscan que sus pares y sus superiores las reconozcan de hecho como veteranas. Son las vicecomodoros Mónica Rodríguez y Mónica Rosas; las suboficiales Gladys Maluendez, Mirta Rodríguez, Sonia Escudero y Helda Soloaga; y las integrantes del personal civil Stella Maris Botta, María Marta Arce, Liliana Colino, Gisela Bassler y Esther Moreno.
Ninguna recibe pensión, pero no es eso lo que buscan (aunque entienden que les corresponde). “Dejalo bien claro en la nota”, le dice Reynoso a esta cronista. “Las mujeres de la Fuerza Aérea no estamos atrás de un resarcimiento económico. Aquí hay una cuestión de honor, de olvido y violencia. Porque el olvido es violencia. Casi nos borran de la historia. Casi somos unas NN definitivamente. Y ya tenemos suficiente con los NN en este país”.
¿Por qué mantuviste el silencio por tantos años?
Las cosas suceden siempre por un cincuenta y cincuenta. Cuando terminó la guerra, seguimos trabajando. Nos dijeron que no podíamos hablar de lo vivido. Éramos personal militar y acatamos la orden, como corresponde. Pero también nos metimos nosotras mismas en una caparazón. Esto nos hizo mucho daño a muchas.
¿Siguen en contacto entre ustedes?
Estamos todas en contacto. Ahora de hecho estoy con dos compañeras más en Ushuaia y la semana que viene en Córdoba habrá otro reconocimiento. Estamos saliendo a la luz después de tantos años de silencio.
¿De qué forma sienten la falta de reconocimiento?
En los intentos de callarnos. Niegan nuestra existencia. Y si no la niegan, nos dan muy poco apoyo de parte de la superioridad. En la memoria de una mujer hay muchos silencios que dicen muchas verdades. Nuestros compañeros deberían estar contentos de que nuestra causa se reconozca. Nosotras no fuimos a un combate sino a atender a los heridos y nos demuestran no estar contentos con que salgamos a la luz al no decir nada. Ni bueno, ni malo, ni ‘las felicito’. Por ejemplo, para el Bicentenario, el Estado Mayor del Ejército y la Sociedad Militar editaron un anuario que reunió 200 soldados destacados en la historia militar del país. Había personalidades como San Martín, Belgrano, Newbery. Y sólo cinco mujeres, entre ellas la hermana de Güemes, Juana Azurduy, y nosotras. Pero yo no recibí felicitación de la superioridad de la Fuerza. Y esos silencios dicen mucho. Aunque dicen también que vamos en el camino correcto.
¿Las convocaron para los actos de este aniversario?
De parte de la actual conducción de la Fuerza Aérea no nos convocaron para este Dos de Abril. No tuvimos invitación, como veteranas reconocidas que somos. Estas cosas ya no duelen, ni molestan. Pero están. Significan que sigue existiendo la negación.
¿Por qué quieren ser reconocidas?
Estamos cansados de que nos cuenten la media verdad de la historia. Y en la Guerra han contado una media verdad. Cuando sepamos la historia completa vamos a poder elaborar el dolor. La media verdad que contaron siempre fue que no existíamos, que no habíamos estado. Estamos reconocidas por el Congreso con medalla y por la Fuerza Aérea como veteranas. Pero no cobramos la pensión por una actitud totalmente política. En los 90, en la presidencia de Carlos Menem, se firmó un decreto que dejaba afuera de los resarcimientos económicos a las personas que no habían estado en las islas, y la Fuerza Aérea tenía las bases desde donde despegaban los aviones en el continente. Pero yo quiero que dejes bien en claro que las mujeres de la fuerza aérea no estamos atrás de un resarcimiento económico. Aquí hay una cuestión de honor, olvido y violencia. El olvido es violencia. Casi nos borran de la historia, casi somos unas NN definitivamente. Basta de NN en este país. Nosotras logramos salir a la palestra con nuestra verdad, fotos y testimonios y cuanto más nos niegan, más protagonismo tenemos.
¿Cuándo decidiste escribir un libro?
Fue hace tiempo, pero como no soy escritora, no sabía cómo enfocarlo. Hace unos años decidí hablar con Beatriz Morrone, una master en enfermería que me guió. Me dijo que escribiera lo que pasó, tal cual lo viví, ni más ni menos. Fue contar cuál era la función de la enfermera, poner a la enfermería argentina en un lugar preponderante. Me enorgullece que seamos las veteranas de Malvinas las que la hayamos colocado allí.
¿Cómo fueron los años que pasaron entre la guerra y el momento en que empezaste a recordar lo ocurrido?
Me casé en el 86 con un personal subalterno y tuve que pedir la baja. Mi ex esposo es suboficial y yo era oficial.
¿Por qué te diste de baja vos?
Él era militar de carrera y yo profesional. Aparte soy técnica radióloga. Ganaba bien afuera y medio que me lo impusieron. Pero aposté a la familia y a la vida. Primero soy mujer, después enfermera, y tercero militar. Y en esa prioridad seguí mi vida, formé mi familia. Me divorcié y crié a mis hijas sola. Ahora tengo dos nietos y estoy con esta lucha por la visibilidad de la mujer que empecé en 2010.
¿Qué pasó en 2010?
Tuve una crisis nerviosa que me obligó a hacer psicoanálisis profundo. Me sacaron una parte muy oscura en mi vida, cosas que no podía contar. Y cuando lo hice, empecé a sanar por dentro. Es un daño que no se va a reparar nunca pero que puede sanar al contarlo. De a poco, mis compañeras también están animándose a hablar, en gran parte por el daño que nos han dado al tratarnos de NN. Cuando tenés nombre y trabajas entre los pares y no te reconocen, es muy triste.
¿En qué consiste el libro?
Son crónicas en las que voy contando con historias pequeñas lo que vivimos. Cuento la verdad, concreta y precisa. Sin sensacionalismo. Las mujeres estuvimos cumpliendo una función.
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