
Carrasco: un peritaje contradice la sentencia
Prueba: al afirmar que el soldado estuvo en uno de los dos sótanos del hospital del cuartel, un nuevo estudio abona la tesis del perito que señaló que los homicidas no son los tres condenados.
A partir de muestras de cal y pintura, el estudio de una geóloga que actúa como perito oficial en la causa por los encubrimientos del crimen del soldado Omar Carrasco determinó que éste, vivo o muerto, estuvo en uno de los dos sótanos del hospital del cuartel de Zapala.
El dato contradice frontalmente la sentencia que condenó por el homicidio al subteniente Ignacio Canevaro y a los ex soldados Cristian Suárez y Víctor Salazar.
A su vez, abona el informe de otro perito oficial de la causa, el médico legista de la Policía Federal Alberto Brailovsky, quien declaró que, en marzo de 1994, Carrasco fue secuestrado en el cuartel de 48 a 60 horas y murió a causa de una atención clandestina y con error de diagnóstico de médicos militares y enfermeras del hospital de la unidad.
Al juzgar el homicidio, el Tribunal Oral Federal de Neuquén se negó a escuchar a Brailovsky, y el 31 de enero de 1996, en una cuestionada sentencia, sostuvo que el cadáver permaneció escondido durante un mes en un baño abandonado de la unidad.
Pero en un tramo del estudio que le encargó Guillermo Labate, juez federal de Neuquén que investiga los encubrimientos, la geóloga Adelma Bayarsky comprobó que las muestras de ese baño abandonado no tienen nada que ver con las halladas en una de las medias del soldado, y que éstas son similares a las del sótano.
Carrasco desapareció en el cuartel en marzo de 1994. Su cuerpo fue ocultado hasta que algunos militares fraguaron su hallazgo, el 6 de abril de ese año. Había ingresado el 3 de marzo en el Grupo de Artillería 161 (GA 161) de Zapala. Debido a su torpeza, a su timidez y a una sonrisa que afloraba con los nervios y semejaba una burla, sus tres días de servicio militar obligatorio fueron un infierno.
Omar se convirtió en objeto de bromas pesadas y castigos de sus compañeros y algunos superiores. En la siesta del domingo 6 de marzo de 1994 desapareció de la vista de los conscriptos, que la noche anterior lo golpearon en la litera.
Es probable que ese domingo intentara escapar y recibiera un golpe en el pecho.
La sentencia del Tribunal Oral dice que lo golpearon Canevaro, Suárez y Salazar, que murió en un lapso de entre 30 y 80 minutos y que los tres escondieron el cuerpo en un baño abandonado. Canevaro fue condenado a 15 años y los ex soldados, a diez. Los tres se declararon inocentes del homicidio, pero en contra de ellos actuó un extraño testimonio del sargento Carlos Sánchez.
Este suboficial era el cuarto sospechoso de homicidio, y en ocho declaraciones dijo que no sabía nada, hasta que el Ejército lo trasladó a Buenos Aires y le puso otro abogado. El sargento regresó a Zapala acusando a los otros tres. De ese modo, sólo se lo procesó y condenó por encubrimiento.
Otra contradicción
Entretanto, en las tantas líneas no investigadas hay una que es tabú. Al rato de desaparecer Carrasco, hubo otra extraña desaparición: la del jefe del GA 161, el teniente coronel Guillermo With. Está probado que no salió del cuartel, pero los oficiales que lo llamaron por teléfono y radio para comunicarle la desaparición del conscripto no lo hallaron hasta el atardecer.
Las respuestas de With fueron siempre contradictorias. Declaró que no escuchó las llamadas porque dormía la siesta, porque estaba en el jardín, porque su radio no tenía batería, y porque estaba comprando facturas en Zapala.
Buena parte de la trama judicial del caso Carrasco es tan turbia como la trama del asesinato.
La investigación del homicidio estuvo a cargo del juez federal de Zapala, Rubén Caro, y del fiscal Luis María Viaut, quienes trabajaron asistidos por tres tenientes coroneles y siempre adhirieron a la historia oficial que elaboró el Ejército y convalidó el Tribunal Oral de Neuquén.
El hospital y su sótano
Tras las condenas, el juez Caro mantuvo casi inactiva la causa de los encubrimientos. La semana última, La Nación publicó el testimonio de dos periodistas de Cutral Co que aseguran que, el 6 de abril de 1994, Caro se enteró de la aparición del cadáver cinco horas antes de que algunos oficiales fraguaran su hallazgo en la unidad. Los dos periodistas aseguraron que ratificarán sus declaraciones ante el juez Labate, pero aún no fueron citados.
En el expediente de los encubrimientos, a Caro lo sucedió el conjuez Bruno Bonetti. A instancias del fiscal federal Martín Barba, Bonetti nombró perito oficial al médico legista Brailovsky, a quien el Tribunal Oral no quiso escuchar en audiencia, quizá porque Brailovsky refutaba la historia oficial.
Vacunado después de morir
Con Brailovsky estalló el escándalo. El perito analizó los registros y las recetas del hospital del cuartel y determinó que Carrasco no murió el 6 de marzo de 1994, sino el 8 o el 9, en medio de grandes sufrimientos porque estaba secuestrado y la atención médica que recibió en la clandestinidad partió de un error de diagnóstico.
En su ficha médica consta que el 8 de marzo de 1994, dos días después de su muerte oficial, le aplicaron la vacuna antitetánica. Brailovsky identificó a los médicos y enfermeras militares que lo habrían atendido.
El fiscal Viaut se negó a investigar lo informado por Brailovsky y Bonetti se apartó. El juez Labate lo sucedió y ordenó nuevos peritajes. Entre ellos, la comparación de muestras de cal y pintura que había en el interior de una media del soldado con las muestras de varias instalaciones del cuartel.
Según fuentes de la investigación, la geóloga Bayarsky determinó que las muestras del baño abandonado, puntal de la historia oficial, nada tiene que ver con las de la media. Estas se compadecen con las de uno de los dos sótanos del hospital del cuartel, un sitio al que no tenían acceso ni Canevaro ni los dos soldados, pero sí el personal médico.