A continuación, la desgrabación de los principales conceptos de la entrevista de Francisco Olivera a Carlos Pagni:
Carta de Cristina Kirchner
Tiene mucha significación la carta de Cristina Kirchner. Será el hecho político de los próximos días por muchas razones. Un día antes del aniversario en el cual se preveía que iba a aparecer de nuevo con Alberto Fernández. Algo que preveía sobre todo Alberto Fernández. Venía buscando esa foto. La buscó también el 17 de octubre y no la encontró.
Hoy en la Argentina cada vez más la gente, sobre todo en la dirigencia, está viendo la proximidad de una gran tormenta. Ya estamos metidos en ella y el ritmo de esa tormenta es la caída de reservas del Banco Central. Cristina con esta carta se suma a los que dicen: "Yo estoy viendo este problema". Habla de la incertidumbre, centralmente ese es su tema, y plantea mínimamente tres certezas.
La primera es una donde lleva agua para su molino. Tiene derecho de hacerlo, todo dirigente político trata de construir una descripción de la realidad que sume a su liderazgo, a su poder, a su grupo. Dice: "El problema no eran mis formas, mi estilo: pusimos a alguien con otro estilo y el problema sigue estando. El problema es el peronismo. Lo que no toleran quienes nos critican es nuestra ideología, nuestra posición política, nuestra pertenencia en el dial político argentino".
La segunda certeza es la más importante. Ella describe el proceso que llevó a Fernández a la presidencia. Habla de la generosidad de su grupo, con lo cual queda ahí definido un "nosotros" al que no pertenece Fernández, ni Sergio Massa, y mucha gente que rodea al Presidente. Ella dice algo como lo siguiente: "Hemos sido de una generosidad tal que desde el volumen político de nuestra representación hemos desistido de la primera magistratura y propusimos un frente en el cual está incluida gente que pidió la prisión de kirchneristas en público y gente que escribió y publicó libros en contra nuestro". Allí habla de Massa, que pidió la prisión. Y de Vilma Ibarra y Matías Kulfas, a quien en el kirchnerismo tienen muy subrayado por haber escrito Los tres kirchnerismos, donde destroza a Axel Kicillof, que probablemente sea una de las personas preferidas por Cristina Kirchner. Obviamente que criticar la política económica de Kicillof es criticar la política y visión económica de Cristina.
En ese mismo párrafo, ella habla de "un gobierno con funcionarios que funcionan mal". Ahí se abre una posibilidad de interpretación, porque esa afirmación hace juego con mucha información que circula alrededor de la vicepresidenta sobre reuniones de Alberto Fernández con Massa, Máximo Kirchner y "Wado" de Pedro, en las que desde hace semanas le vienen pidiendo un cambio de equipo, de gabinete, y Fernández, hasta hoy, se niega.
La tendencia de hoy en Twitter, que era "Ponelo a Aníbal", probablemente obedece al propio Aníbal Fernández, que tira el centro y lo cabecea. No sé cuánta gente más quiere a Aníbal como Jefe de Gabinete o en una posición dominante. Pero sin dudas hay un problema en el Instituto Patria, en Cristina Kirchner, en La Cámpora con el funcionamiento del gabinete de Alberto Fernández. Y ese problema está centrado en Santiago Cafiero, Matías Kulfas, y últimamente, desde hace una semana, incluye también la crítica a Martín Guzmán. La política de Guzmán está obviamente impugnada porque los resultados que muestra son muy discutibles.
Lo más importante es que esta segunda certeza refuta una idea que es la de Fernández títere. Lo desarrollábamos el programa anterior: creo que si Cristina Kirchner se fuera tres años a Islandia y le dijera a Alberto Fernández "hacé lo que quieras", él seguiría haciendo un gobierno muy errático, porque el problema está en Fernández. No solamente en que éste es un diseño de poder descentrado, donde el centro de gravedad está en la vicepresidencia.
Lo que Cristina viene a decir, viendo los nubarrones, es: "Señores, les advierto, sobre todo para cuando llegue la tormenta, que el que gobierna es Alberto Fernández; que no hay ninguna posibilidad de que en un país presidencialista, y lo digo yo que fui presidenta dos veces y también lo fue mi esposo, que alguien le marque al presidente lo que tiene que hacer". Es decir, Cristina Kirchner en este punto se despega de lo que todos vemos como una política dramáticamente desacertada por parte del Gobierno, sobre todo, en materia económica.
Ella dice: "El que manda es él y por lo tanto los resultados de ese mando son de él. Y al que tienen que criticar es a él". Le está hablando a su grupo y a una cantidad de gente dentro de su grupo. En especial a La Cámpora. Allí sienten algo parecido a esto: "Tenemos un capital político, del que Cristina es la principal accionista, pero ella puso a un gerente que por su mala praxis es capaz de liquidar ese capital político. Esa herencia". Ese es el problema.
En el tercer punto ella habla del dólar. En toda la carta no cabe ninguna duda, ella pone en el centro del problema a Mauricio Macri y en el gobierno y en la figura de Macri, a quien impugna por su gestión económica e institucional. Ya conocemos todos esos argumentos de Cristina Kirchner. Ella le reprocha a Macri lo que Macri le reprocha a ella: poner en tela de juicio el Estado de derecho. Pero después dice: "El problema del dólar es un problema con el que nos hemos encontrado todos. Desde Perón en adelante". Habla, sin nombrarlo, de un video de Tato Bores. No nombra a Tato Bores porque, posiblemente, su hijo Alejandro Borensztein es muy crítico de ella. Por eso lo llama "un reconocido actor cómico argentino". Recuerda que el video es del año 62, antes de que asuma Illia, y ya se hablaba del problema del dólar. Lo que está diciendo es que no tiene que ver con la hiperinflación. Que hay un problema estructural con el dólar porque la Argentina tiene una economía bimonetaria. "Y este problema no lo pude resolver yo teniendo una política económica correcta" –dice-- y tampoco Macri teniendo una política económica incorrecta". Nadie pudo.
Y acá aparece la novedad más importante de esta carta, lo inesperado: "Esto solo se resuelve con un acuerdo nacional donde estén todos los sectores políticos, empresariales, sindicales, mediáticos". Subrayo esta última palabra. Ella sostiene que los medios de comunicación independientes son parte del problema, no de la solución. Es una concepción que ella tiene sobre la vida pública que conocemos muy bien. "Por lo tanto, deben ser parte de este acuerdo", dice y lo deja sobre la mesa en esos términos. No queda claro quién tendría que convocar a ese acuerdo, pero es evidente que si el presidente es Fernández, debería ser Fernández.
La legitimidad de Cristina
Cristina dice que quien manda y tiene el poder es el Presidente, y que Fernández no es un títere, pero es ella la que indica lo que hay que hacer. En el fondo, tiene razón, porque la legitimidad de este Gobierno, hasta ahora, proviene de los votos de Cristina. La carta es relevante porque la firma Cristina, una de las personas con mayor legitimidad electoral que hay en la Argentina. Y ella está convocando a un acuerdo general.
De manera absolutamente casual hay gente en el Instituto Patria que habló con amigos diciendo que, si Macri se acercara a Cristina, tal vez habría un acuerdo. Ese mensaje llegó a José Torello y a Miguel Ángel Pichetto. Y hoy, según tengo entendido, Pichetto habló con Macri de este tema.
Estamos ante una gran incógnita: aún no sabemos si ante la inminencia de una gran crisis, lo que hay es un curso político que se abre a partir de hoy con otro juego. Ahora, va depender de cómo se interprete este mensaje de Cristina ya sea por parte del Gobierno como de la oposición.
Dólar
Lo importante es que Cristina identifica y señala que en el país hay un problema con el dólar. Aunque en realidad el problema que tiene hoy la Argentina es la pulverización del peso. Nadie quiere pesos, por eso vamos todos al dólar. No es como dijo Alberto Fernández una cuestión de especuladores. Es más, lo dice justamente Cristina en su carta: dólares compran todos, los especuladores, los ricos y los pobres, el que quiere salvar su sueldo de la depreciación de la inflación. El problema es el peso, y lo que hace el Gobierno es emitir señales en sentido contrario de las que tendría que emitir.
No sabemos qué sería un acuerdo hoy en la Argentina, eso dependerá del trabajo político que se haga después. Pero tampoco sé si se podría llegar a un acuerdo cuando hay tanta disidencia en relación a las reglas del juego, como sucede con la Justicia. Lo que sí sabemos hoy es que Cristina Kirchner, con o sin coherencia y sin decir cuál es el alcance de ese acuerdo, habla de un acuerdo de todos, en el que incluye a los medios comunicación. En otras palabras, más importante de que convoque a Macri es que también haga un llamado a Clarín, que para ella es el origen de todos los males. Veremos, entonces, cómo absorbe la dirigencia política, sindical y empresarial este acuerdo. Esta es la pregunta que soy se abre.
Pero, ¿qué es lo que importa sobre todo esto? La interpretación. Si yo creo que faltan dólares voy a tener una interpretación y si creo que sobran pesos voy a tener otra. Si sobran pesos lo que me tiene que decir el Gobierno es qué va hacer con esos pesos que sobran. Y si me dice que va a emitir menos pesos me va a tener que explicar cómo financiar el déficit fiscal. Y este camino nos lleva al problema del gasto público. Entonces, proponer un acuerdo sobre el problema cambiario en la Argentina es muy difícil de esbozar sin pensar en un ajuste fiscal y en un ajuste en general de la economía.
Ahora bien, este ajuste ya está sucediendo. Se están licuando los salarios, las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo (AUH), porque el ajuste lo está haciendo de la peor manera el mercado, que va política y socialmente a ciegas. Mientras tanto, caen las reservas del Banco Central, que en el mejor de los cálculos tiene hoy 2400 millones de dólares, como para responderle al mercado que pide dólares. No logran contener al dólar y para hacerlo usan los bonos y el riesgo país llega a 17%.
Es insólito que a dos meses de la renegociación de la deuda la Argentina esté pagando, hipotéticamente, más tasa de interés que la que se pagaba antes de reestructurar. ¿Por qué? Porque el mercado está viendo que va a haber una contracción tal de la economía que la relación entre deuda y producto va a seguir siendo altísima. Los bonistas se cubren porque creen que en cualquier momento el Gobierno, con este gabinete o el que venga, les va a decir de renegociar de nuevo la deuda, pero esta vez con una quita sobre el capital. Martín Guzmán fue un mal ministro de la deuda y ahora es un mal ministro del contado con liquidación y estamos camino a una devaluación que puede ser dramática porque la hace el mercado.
La toma de Juan Grabois en Entre Ríos
Mientras tanto, se agregan más incógnitas. Supongamos que el problema es que no hay dólares. Es obvio que no los va a haber porque la expectativa de la devaluación hace que quien tenga la posibilidad de liquidarlos no lo haga. Eso es un conflicto con el sector exportador al que Alberto Fernández le bajó las retenciones, para seducirlo y que liquiden su producto e ingresen los dólares. Sin embargo, ahora se mandan infiltrados al campo en conflicto sucesorio de la familia Etchevehere, y entre ellos se encuentra alguien tan ligado a este oficialismo como Juan Grabois. Hay funcionarios del Gobierno que van a tomar un campo cuya propiedad por lo menos está en discusión.
Simbólicamente, para el sector agropecuario lo que está haciendo Grabois en el campo de los Etchevehere representa un Vicentin multiplicado por 10. Lo que hay hoy sobre la mesa es un cuestionamiento a la propiedad privada que ya viene sobrevolando la escena argentina con el impuesto a la riqueza, lo de Vicentin y con las tomas en la provincia de Buenos Aires. Sólo que ahora Grabois lo hace de forma sinfónica. Con una escenografía.
Hay un grupo de gente que apuesta a la devaluación, no económica sino políticamente. Porque la consideran inevitable, con todo lo que eso significa: una gran crisis. Uno de ellos es Sergio Massa, que viene diciendo que Venezuela es una dictadura, en un mensaje dirigido a la embajada de Estados Unidos; que hay que hacer una reforma tributaria, y eso se lo dice al Fondo; y que está a favor de la propiedad privada, lo cual está dirigido a quienes temen la radicalización de la izquierda kirchnerista. Massa se prepara para separarse del fracaso.
El otro es Grabois, que se está poniendo en una posición que incomoda muchísimo a Máximo Kirchner y a La Cámpora, quienes están atados a Fernández. El dirigente social se propone heredar a la izquierda kirchnerista, en nombre del Papa Francisco. Da la impresión de que él ya soltó amarras y también se prepara para la devaluación o la crisis. Dentro del kirchnerismo lo critican porque él los pone en un problema: los obliga a reprimir a alguien que, para la ideología de una parte del grupo, es muy simpático.
La pregunta es si Cristina se sumó a este grupo que se diferencia. Yo creo que sí. Ella dice que este es el gobierno de Alberto Fernández; algo similar a lo que dijo Elisa Carrió, cuando sostuvo que Cambiemos era una coalición parlamentaria, pero no una coalición de gobierno. Que el gobierno era de Macri. En esta línea, Cristina se define como la líder del Frente de Todos, pero aclara que el jefe del Gobierno es Alberto. Quiere decir que Massa, Grabois y ahora Cristina apuestan, dicho irónicamente, a una gran tormenta.
Lo más curioso es que, de todo el oficialismo, el que tiene el umbral de sensibilidad más bajo ante la crisis es Fernández. Es el que menos señales emite de entender en qué consiste el problema. Un problema que tiene distintos significados: es la crisis económica que ve Cristina; es la crisis de la propiedad que ve el empresariado; y es la crisis institucional.
La definición de la Corte Suprema
Han convertido a Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli en emblemas frente a una Corte que todavía no se pronunció. La Corte está complicada porque emitió la acordada 7, donde dijo que Bruglia está bien designado. Pero especificó también, en el apartado IX, que otros sí necesitan el acuerdo del Senado y de un concurso. Que no son Bruglia. Separaron a unos de otros. ¿Cómo se vuelve de ahí?
Dentro de la Corte, hay gente que tiene una lógica constitucional y está mirando sólo el marco de la ley. Mientras que otros están mirando un dilema tremendo: si le dan la razón a Bruglia, Bertuzzi y Castelli quedan bien con "el banderazo", los colegios de abogados, las cátedras de derecho y con la prensa que los está observando. Pero le hacen un daño tremendo al Gobierno. En este contexto, hay tres jueces (Ricardo Luis Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti) que vienen de la política, por lo que no son insensibles a la debilidad del Poder Ejecutivo y lo notan.
El tema económico complica mucho esta situación, porque expone la debilidad del Gobierno y nadie quiere ser el culpable de debilitarlo aún más. Sin embargo, la Corte tampoco quiere quedar enfrentada a quienes dicen que, si no se reconoce la corrección del nombramiento de estos jueces (cuestión que la Corte ya dictaminó), se caería la última barrera que hay sobre la institucionalidad.
A la Corte Suprema le debe resultar bastante incómodo pronunciarse en este contexto, pero tampoco puede prologar mucho más la definición. Es evidente que están en un problema y que por eso hay disidencias internas.
La Argentina está ante un conflicto económico, un conflicto social (como el que está simbolizado en la imagen de Grabois, aunque hay tomas en todo el país) y un problema institucional (como el que tiene a la Corte en el centro de la escena).
¿Hay funcionarios que no funcionan?
La misiva de Cristina Kirchner generó una enorme incomodidad en Alberto Fernández, que pensaba relazarse junto a ella este martes, pero no podrá tener esa foto. Cristina está enojadísima por algunas notas que leyó en los diarios, principalmente por una en la que cree que hay un off the record del Presidente y se señala que hay muchas personas dentro del peronismo que ya no la aguantan. Eso es lo que la motiva a afirmar que es víctima y no victimaria. Y que Fernández es quien manda y ella paga el costo.
Hace mucho tiempo que la dupla presidencial no habla. Por eso, para alguien como Fernández -que no tiene votos propios y que está fracasando en temas centrales como la deuda, la economía, el dólar y la pandemia- esta carta tiene aún más incidencia. Porque Cristina fue quien lo puso en la presidencia. Esta es una interpelación que deberá procesar, seguramente conversando con ella, quien -ante la gravedad de la crisis- le dio un mandato: acordar.
Hay muchas hipótesis sobre el hecho de que el Presidente patee el tablero. Pero, al menos hasta ahora, son fantasías. Alberto Fernández ya se fue una vez del lado de Cristina, aunque por alguna razón recientemente dijo que nunca más se peleará con ella. Por algo vuelve a jurar que no se irá otra vez…
Hay quienes dicen que la única salida para este escenario es que se alineen la política económica con el poder político, porque consideran que el liderazgo lo tiene ella. En un mundo totalmente fantasioso, Cristina Kirchner podría reconocer que ella tiene la legitimidad, asume el poder y la política económica, y en un gesto absolutamente inesperado, gira hacia la derecha. Obviamente, envuelta en un discurso de izquierda. Y arregla el problema del peso, que es el que hay que solucionar. Esto quizás no vaya tanto con su personalidad, sino más con la de líderes como Néstor Kirchner, Carlos Menem o Raúl Alfonsín.
El liderazgo de Cristina radica en unas ideas que van en contra de lo que pide la circunstancia económica. Algo de eso hay en lo que ella está diciendo porque, por primera vez, habló de acuerdo. Ella es consciente de que hay una crisis de una dimensión tal que la obliga a emitir este mensaje incluyendo a todos.
Desde mi punto de vista, es imposible –si pretendés hacer un acuerdo con el FMI- hacer una política distribucionista y populista. La discusión hoy en la Argentina es si el ajuste lo hace el Gobierno, la política, o el mercado, siendo este último el más doloroso y predatorio. Cristina sostiene que el ajuste lo tiene que hacer la política, no ella sino un acuerdo nacional liderado por Fernández, aunque se lo vea tan débil.
La clave está en que es muy difícil resolver un problema de esta magnitud sin legitimidad política.
La despedida del expresidente Sanguinetti en Uruguay
En los últimos días en el parlamento uruguayo se produjo una escena muy interesante y aleccionadora para esta escena argentina. Dos personas de gran dimensión: el líder de la izquierda uruguaya, José Mujica, y el político más importante que ha dado ese país en mucho tiempo, y uno de los más completos de América Latina, Julio María Sanguinetti, dejaron el Senado donde convivían. Ambos pronunciaron un discurso de reconciliación.
Sanguinetti dio un discurso muy conmovedor, en el que remarcó que el país se formó porque "detrás de cada guerra hubo una amnistía y una pacificación". "En la democracia es más importante salir que entrar y bajar que subir, porque en definitiva la democracia se basa en una ética de la derrota, en asumir en tu interior la verdad del voto popular", dijo.
Y agregó: "Quien un día conquista el poder democrático debe saber que su primera responsabilidad es el respeto a las minorías y a los derechos ciudadanos. Eso es lo que un día perdimos. Perdimos la libertad porque antes habíamos perdido la tolerancia". Es importante escuchar estas palabras con la clave argentina, con la clave de la polarización, por la que cada bloque paranoicamente piensa que todo se debe a que el otro está organizando el mal.
En el final de su despedida, Sanguinetti recordó cuán enfrentado estuvo con Mujica y terminó citando al gran poeta mexicano Octavio Paz: "La inteligencia al fin se encarna y se reconcilian las dos mitades enemigas. Y vuelven a ser fuente, manantial de faunas, hombre, árbol, imágenes, palabras que son flores, que son frutos, que son actos".
Es interesante la asociación que hace Sanguinetti entre acuerdo y palabra. Porque, en el fondo, el problema radica en que la palabra tenga algún sentido en el intercambio de ideas y la construcción de un proyecto común.
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