Carlos Chacho Álvarez, el político que eligió el ostracismo para pagar sus culpas
El exvicepresidente declinó ser embajador en Perú, pero sigue en contacto con el Gobierno y antiguos colaboradores
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Aquel 6 de octubre de 2000, hace más de veintiún años, sigue siendo una fecha bisagra para Carlos “Chacho” Alvarez. Emocionado, y junto a su pareja Liliana Chiernajowsky, el fundador y entonces líder indiscutido del Frepaso renunciaba aquella tarde a la vicepresidencia y dejaba herido de muerte al gobierno de la Alianza, que encabezaba Fernando de la Rúa y que caería poco más de un año después.
Ni la política argentina ni el propio Alvarez volvieron a ser los mismos desde aquel dramático anuncio, centrado en su rechazo al escándalo de las coimas en el Senado y efectivizado en un hotel Castelar atiborrado de militantes y conseguido “por canje” a último momento. La dificultad para encontrar, sin dinero disponible, un lugar para la comunicación quizá preanunciaba el ostracismo deliberado en el que viviría su protagonista desde aquel entonces. Según quienes lo conocen, Chacho nunca se arrepintió de haber denunciado pago de coimas a senadores peronistas a cambio de la ley de Reforma Laboral. No están tan seguros de que Alvarez aún crea que hizo bien en renunciar, a sólo diez meses de asumir su cargo.
“A Chacho todo le costó mucho a partir de allí. La gente nunca lo puteó en la calle, pero sí le reclamó por qué había dejado solo a De la Rúa”, explica uno de sus colaboradores de aquellos tiempos que siguió en contacto con él durante los años que siguieron.
“Si lo que me está preguntando es si voy a volver a la lucha partidaria, le respondo que no”, le dijo Alvarez al periodista Joaquín Morales Solá en aquel libro conjunto denominado “Sin excusas”, que ambos concretaron en 2002, cuando el gobierno de De la Rúa ya era historia.
Y puede decirse que cumplió: más allá de una extensa carrera diplomática que duró diez años, primero como presidente del Consejo de Representantes del Mercosur y luego como titular de Aladi (ambos en Montevideo), Alvarez no volvió a ser candidato ni funcionario. Su frustrado desembarcó como embajador en Perú durante la pandemia (declinó hacerse cargo por problemas crónicos de salud mientras su pliego era aprobado por el Senado) fue tal vez el último intento de Alberto Fernández de convencerlo por regresar a los primeros planos, aunque Chacho sigue en contacto con el Presidente, atento a todo lo que ocurre y en contacto con sus viejos amigos de la política.
“Se portó bien, dejó en claro que viajar era un riesgo grande para él. Todo lo contrario de otros que se atornillan a los cargos”, lo describe con cariño un testigo de sus charlas con el entonces canciller Felipe Solá, otro viejo amigo del peronismo que lo quería de vuelta en acción.
“No le gusta hablar con los medios ni que hablen de él”, dice otro dirigente cercano. Colaboradores de aquel Senado convulsionado, como Ricardo Mitre, Gonzalo Ruanova y Vilma Ibarra, hoy secretaria de Legal y Técnica, mantienen contacto con él, al igual que el actual canciller, Santiago Cafiero, quien suele intercambiar mensajes. Ante la consulta de LA NACION, Alvarez se excusó de manera diplomática y con una frase sugestiva: “el silencio no será salud pero no contamina”, contestó vía whatsapp para dejar en claro que no volvería a hablar.
El presente
Mudado del tradicional Varela Varelita al bar Oporto en la calle Scalabrini Ortiz, lector voraz como de costumbre y seguidor de “su” Racing Club, Alvarez continúa también-según quienes siguen en contacto-en buenos vínculos con sus amigos internacionales como Luis Inacio Lula da Silva, cuyo retorno al poder hoy espera con ansias el kirchnerismo. Preocupado por los procesos globales, evita pronunciarse sobre los avatares de un Gobierno en el que conserva aún viejos amigos.
Mientras varios de sus compañeros de aquel Frepaso guardan prudente silencio por temor a algún enojo, Graciela Fernández Meijide (su compañera de partido y en la mesa chica de la Alianza) combina recuerdos positivos con deudas pendientes. “Fue y es un gran analista político y tuvo el coraje de salir del peronismo y forzar a la UCR a conformar la Alianza”, recuerda a LA NACION, para luego definir de “apresurada e inconsulta” aquella renuncia que conmovió al país. “El mismo se dio cuenta que se había equivocado, porque luego quiso volver como jefe de gabinete y De la Rúa no tuvo la flexibilidad de aceptarlo”, agrega a este diario la ex ministra de la Alianza. Luego de confesarse “dolida” con su ex jefe político, con quien terminara a distancia, Fernández Meijide apunta como otro error de Chacho “haber renunciado también al Frepaso, con lo cual deshizo el partido, que representó una gran opción socialdemócrata”, culminó.
“El ostracismo fue la manera más contundente de reconocer los errores que cometí en el proceso de conformación y de gobierno de la Alianza”, contestó Alvarez en aquel libro de Morales Solá para explicar su silencio. Una actitud que tuvo su origen en aquel octubre de 2000 y que ya lleva más de veinte años.
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