Calor militante, desorden y cena en la última noche de Alberto Fernández en México
"Vamos Beto, que hace frío", dice una chica con mochila en la espalda y pantalón a cuadros. Tiene un inconfundible acento argentino al igual que el muchacho que está a su lado, que sostiene un ejemplar de La Muerte de Iván Ilich, de León Tolstoi. La pareja espera, como otros treinta jóvenes argentinos -unos pocos mexicanos completan la escena- que Alberto Fernández salga del colonial Colegio de San Ildefonso luego de una conferencia magistral en la que se sintió a gusto, aplaudido y vitoreado por los asistentes, un auditorio repleto de simpatizantes sin lugar para voces disonantes.
"¡Acá tenés a los pibes, Alberto!", "me fui por culpa de Macri y me devolviste la alegría", gritan otras dos jóvenes, con léxico camporista cuando Fernández enfila hacia la camioneta gris que lo llevará a una cena con la delegación que lo acompañó durante cinco días. En medio de los gritos que siguen, Fernández se toma el tiempo para saludar y sacarse una selfie con cada joven que se lo pide. "Pará, que estás arruinando la foto", reta a uno de los militantes que, sin querer, se interpone entre la lente y su pose con una remera blanca que le alcanzaron.
"Presidente, ¿cuándo va a nombrar a su equipo económico?", grita un periodista de la agencia Bloomberg, interrumpiendo de manera parcial el idílico momento. Pero Fernández no lo mira y sigue con los abrazos y las fotos. "Todo va a ser distinto, van a tener ministerio", le dice a un joven con barba que se presenta como empleado del ministerio y le dice que sufrió "las políticas de Macri" en ese sector. "¡Saludos a Cristina!", le gritan antes de que la puerta de la Van se cierre.
Fernández ni se enteró, pero la logística del acto -diseñada hasta el mínimo detalle por los funcionarios que responden al subsecretario de Relaciones Internacionales de la Cancillería mexicana, Maximilano Reyes- calculó mal la magnitud de la convocatoria. Las 400 sillas del auditorio quedaron chicas, y más de doscientas personas (entre ellos, una veintena de periodistas) forcejearon durante largo rato en la puerta principal del edificio con personal de seguridad que tenía orden de no dejarlos pasar, porque estaba "todo repleto", minutos antes de que Fernández comenzará a hablar.
"Decíle al poli que sos del Washington Post así te deja pasar", le dijo en medio de las tratativas una periodista a otra argentina militante, que también quería pasar para oír a su líder. Finalmente, los periodistas, militantes y curiosos que sobraban fueron ubicados en el patio del establecimiento, y siguieron las alternativas de la clase desde una pantalla gigante.
El clima para Fernández fue el ideal. Expuso durante veinte minutos, en los que atacó a la justicia por "perseguir" a Cristina Kirchner, pidió por la libertad de Lula, elogió a Andrés Manuel López Obrador con una frase de Atahualpa Yupanqui, halagó a Perón y defendió la universidad pública. Luego, llegaron las preguntas del público y, con ellas, otros cuarenta minutos de intervenciones colmadas de loas y algún pedido concreto.
"Juan estaría contento de que estés acá", le dijo la viuda del poeta Juan Gelman, Mara La Madrid, y logró emocionarlo. "No me siento un machirulo como dice Cristina, pero muchas demandas no las tenía registradas", afirmó antes de pedirle a los argentinos "que dejen de ser hipócritas y dejen de castigar al aborto", dejando clara su postura a favor de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. "Siempre digo todos, todas y todes", se sonrió, y recogió más aplausos de la platea.
"¿Cuántos hacen política acá?", preguntó en un momento, y las varias decenas de manos levantadas le dieron la respuesta. Mientras volvía a prometer que la gente "tendrá recursos para consumir" y que "los científicos que se fueron van a volver", se salió del libreto moderado y apuntó a Macri. "El mayor problema es ser liberal e inmoral, porque eso deja como consecuencia cinco millones de pobres", fustigó.
EN VIVO | Desde México - Conferencia Magistral en la UNAM. https://t.co/2Com2QHNDs&— Alberto Fernández (@alferdez) November 6, 2019
Cuando todo terminó, pasó un rato firmando el libro de visitas de la Universidad Nacional de México, promotora de su disertación. Después llegaría el calor militante en la calle, y el final de su última noche en México antes de volver a Buenos Aires.
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