Bullrich y Larreta, entre el “riesgo Milei” y la “rosca Massa”
La precandidata erró al hablar del sistema universitario y creó un problema donde no lo había; el jefe porteño trastabilló bajo la lógica del “consenso autoinfligido”
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Hay dos noticias para Juntos por el Cambio. Una es buena; la otra, mala. La buena noticia es que 2023 puede resultar en la consolidación de los vientos que empezaron a soplar en 2021 y que llevaron al kirchnerismo a la derrota. Y esto, en dos sentidos. Por un lado, que la sociedad continúe, a pesar de y más allá de los errores de la oposición, un camino de independización del kirchnerismo y de los oficialismos provinciales alineados con el oficialismo nacional. Una confirmación del corrimiento de la sensibilidad ciudadana hacia la centroderecha. Las elecciones que ya se acumulan empiezan a dar señales en ese sentido. Por el otro lado, porque este contexto desconcierta al kirchnerismo, lo mismo que sucedió en 2021: el aislamiento en la burbuja kirchnerista, ahora con sello Massa. La rosca Massa al extremo impregnando al kirchnerismo tardío, que construye una unidad más artificial que nunca y continúa su alejamiento de las penurias del votante real. Y que analiza la derrota en San Juan como una “operación de la Corte”: la reducción de la interpretación de deseos electorales al plano de la súper rosca. Un kirchnerismo que se esfuerza por sobrevivir sin percibir su ceguera ante la gente. La posibilidad creciente de un 2021 recargado.
La representación más cabal de ese modus operandi es un Massa a toda adrenalina rosquera que confunde la guerra con la rosca y se autopercibe como guerrero en medio de una batalla. La presión indebida sobre la elección en Tigre y las denuncias en torno a sus pactos con el mileísmo como la espiralización de la rosca. En ese distanciamiento de lo real, Massa cuenta con la complicidad de su socia política y marital, Malena Galmarini. Sin mínima conciencia de la escala disparatada de la manija conyugal que los activa, lo mira descansar después del rosqueo, le saca foto íntima y tuitea: “El reposo del guerrero”. Ni Cristina Kirchner se animó a tanto con su marido.
Hasta ahí la buena noticia. La mala noticia para Juntos está en los errores propios, que son de dos tipos. Uno de ellos, el “riesgo Milei” que afecta al lado de Patricia Bullrich: crear problemas que no existen o plantear soluciones a problemas inexistentes o que, para la mayoría de los votantes, no figuran entre las urgencias del presente, por ejemplo: la inmigración y su impacto en el sistema educativo y de salud.
El “riesgo Milei” encontró su forma cuando el libertario abrió su agenda y desplazó el centro de su propuesta de lo económico a los temas sociales. En el punto culminante de su renovada diatriba contra la legalización del aborto, de su defensa filosófica de la venta de hijos y de órganos y de la reivindicación del uso de armas de fuego, cayó en las encuestas. Fue en junio del año pasado. Su imagen negativa trepó al 50%, el diferencial positivo perdió 10 puntos comparado con mayo de 2022 y la intención de voto cayó del 18 al 13%, según la consultora Raúl Aragón y Asociados. Lo mismo pasó con Ramiro Marra cuando prometió pornografía en lugar de educación sexual integral: perdió apoyo y debió desdecirse.
Los temas forzados y extremos son el gran “riesgo Milei” que hoy enfrenta Bullrich. La precandidata debió dar marcha atrás con su análisis sobre el sistema universitario público y la presencia de extranjeros. Su planteo tuvo dos problemas. Por un lado, Bullrich se equivocó feo y habló de un 50% de matrícula extranjera en la universidad estatal, en lugar del 4,1% real: la precisión de datos estadísticos es marca de identidad de Juntos por el Cambio (JxC), que Bullrich puso en riesgo.
Por el otro lado, la perspectiva elegida sesgó el tema hacia una demonización de los extranjeros. En su voluntad de refuerzo de su identidad política, la bravura con la que se autopercibe para plantear lo políticamente incorrecto la llevó a ver un tema donde no lo había. Su análisis adquirió un sesgo xenófobo. Las universidades argentinas tienen problemas. La presencia de estudiantes internacionales no es uno de ellos.
Su compañero de fórmula, Luis Petri, enfrenta el mismo “riesgo Milei”. El fin de semana sostuvo: “Hay que terminar con los tours sanitarios de extranjeros”. Petri buscó retomar un proyecto de ley que presentó en 2018 para modificar la “política migratoria argentina, ley 25.871″. Fue una respuesta a un pedido de reciprocidad en atención médica que el gobierno argentino presentó ante Bolivia en 2017 y que Bolivia rechazó. El proyecto no pone en riesgo la atención médica de extranjeros, tanto residentes permanentes como no permanentes, pero los dichos de Petri transmiten otra cosa, una interpretación antiextranjera de su posición.
La elección de la variable “extranjero” le viene aportando más pérdidas que ganancias al bullrichismo en su afán de hacer liberalismo más duro. De hecho, Bullrich dejó pasar un debate central. Es cierto que la matrícula extranjera es de 4,1% en la universidad pública. Pero eso es un promedio. Uno de los casos más llamativos, y más significativo por su peso estadístico, es el de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Plata (UNLP): en 2023, uno de cada dos ingresantes a la carrera de Medicina plantense es extranjero.
El tema es crucial no por un sesgo antiextranjero, sino porque conecta con los problemas centrales del sistema de salud. El éxodo de médicos del sistema público; médicos mal pagos; montos extras para quienes tienen cobertura privada, con obras sociales y medicinas prepagas que no llegan a cubrir costos y pagar razonablemente a los médicos; el exilio profesional de médicos argentinos. En definitiva, la escasez de médicos, que se agrava. La graduación masiva de médicos extranjeros no garantiza que se queden en la Argentina. La eliminación del examen de ingreso a Medicina en 2015 incentivó la inscripción masiva de extranjeros. Un tema válido que la imprecisión política viene dejando de lado.
El otro error no forzado en el que cae JxC está del lado de Horacio Rodríguez Larreta: la lógica del “consenso autoinfligido” que lo lleva a buscar aliarse con los ajenos mientras crea polarización con los propios. Es decir, el “fracaso” de Macri o el caso Schiaretti, el loteo de poder de la ciudad llevado a la gran política nacional. Buena parte de la incertidumbre en JxC y de la pérdida de su momentum político en los últimos meses pasó por esa tensión creada por Larreta.
El swinging vote independiente
Esos dos riesgos, el “riesgo Milei” y el “consenso autoinfligido”, son particularmente delicados para JxC porque hay una diferencia sustancial con el kirchnerismo: la mayor independencia de sus votantes. No se alinean tan dócilmente detrás del concepto de “conductor” y su liderazgo, tan caro al peronismo. Ante un pifie, sobreviene la crítica a sus dirigentes.
La semana pasada, por ejemplo, cuando Larreta se autoatribuyó la gesta de la apertura de escuelas durante la pandemia, se encontró con críticas. Simpatizantes y seguidores férreos de JxC le salieron al cruce y le recordaron lo tarde que llegó esa decisión, también en CABA. Le señalaron que en 2020 se montó sobre la presión que ejercieron las familias que finalmente dieron nacimiento a Padres Organizados.
La crítica de los votantes de JxC también se dio cuando Bullrich se equivocó con el tema universitario. También despiertan críticas los elogios de Petri a las políticas de seguridad de Nayib Bukele en El Salvador, plagada de denuncias por violación salvaje de los derechos humanos.
Solo una eventual polarización con Massa, es decir, con el kirchnerismo, en la primera vuelta puede alinear al voto opositor: es decir, el regreso de la polarización como ordenador de la interna de JxC en la segunda instancia de este año electoral, ya pasadas las PASO. Votar contra Massa y derrotar al kirchnerismo aunque sea votando al candidato de JxC menos deseado.
Lo que puede complicar esa voltereta del destino electoral es que Larreta o Bullrich se equivoquen demasiado. El votante independiente siempre tiene a mano el voto en blanco o la abstención cuando el candidato se vuelve peso pesado para la conciencia. Un regusto a xenofobia en el análisis de la matrícula universitaria o de los problemas del sistema de salud o una vocación acuerdista que hace mucho daño llevan zozobra al votante de JxC.
En los electores que no se casaron con ningún candidato, el swinging vote de Juntos se juega día a día. Hay que ver quién espanta menos la voluntad popular de los votantes antikirchneristas en el camino hacia las PASO. El camino es largo.
En este año electoral, Massa puede estar convirtiéndose en el aliado insospechado de la oposición. Claramente, por la crisis económica que el ministro-candidato no logra disimular, a pesar de sus trucos. También porque el autoconvencimiento de Massa de sus propias virtudes políticas y su orgullo a la hora de manejar la rosca empieza a toparse con el horizonte de lo real. San Juan muestra que esa autopercepción y táctica sobregiradas no dan resultados necesariamente.
Los resultados distritales no son directa y sencillamente extrapolables, pero después de la seguidilla de elecciones provinciales un sentido parece empezar a consolidarse. En esa saga, el triunfo de JxC en San Juan es el último dato, y uno contundente. Antes, fue Córdoba: nunca antes Juntos por el Cambio estuvo tan cerca de quedarse con la gobernación. Córdoba votó macrismo a nivel nacional. Esa preferencia creció ahora a nivel provincial. Todo un dato.
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