Buenas razones para olvidarse de los derechos humanos
Es habitual que a la diplomacia kirchnerista se le reproche su tendencia al aislamiento. Esa caracterización subraya que desde el año 2003 el país ha ido desligándose o, más aún, enemistándose con aliados o socios tradicionales. Pero la imagen de la desconexión no hace justicia a un fenómeno inocultable: el Gobierno lleva adelante una política muy activa y cada vez más coherente de realineamiento internacional. Sobre todo en los últimos dos años. La participación de Cristina Kirchner en la cumbre del G-20, que se celebra hoy y mañana, permite observar con toda claridad esa nueva inserción en el mundo.
Apenas llegó a San Petersburgo, la Presidenta se acercó a los amigos de Bashar Al-Assad en la controversia por el uso de armas químicas en la guerra civil siria. Ante la posibilidad de una acción militar contra el ejército de Siria, ella pidió "que no haya más guerras" porque "las muertes no se las soluciona con más muertes". Y, en una inesperada apelación al criterio de autoridad, agregó: "Hasta el Papa lo dijo".
La señora de Kirchner fue mucho más contemplativa con el régimen de Al-Assad que Vladimir Putin, el aliado más firme de Siria. El presidente ruso admitió ayer que, si se verifica el uso oficial de sustancias químicas, las Naciones Unidas (ONU) podrían contemplar una acción armada.
La posición argentina podría llamar la atención porque proviene de un gobierno que se envuelve en la bandera de los derechos humanos. La Presidenta y su cancillería parecen indignarse más por una operación punitiva como la que propone el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que por la masacre que se le imputa a Al-Assad, capaz de provocar 1400 muertes en un día.
Tal vez el Gobierno se excuse defendiendo el recurso de las misiones humanitarias para tragedias como la de Siria. Pero sonaría poco creíble. Cristina Kirchner perdió la oportunidad de ejercitar esa teoría durante el mes pasado, cuando la Argentina presidió el Consejo de Seguridad de la ONU. Y eso que estaba entusiasmada con el cargo: hasta viajó a Nueva York para la inauguración.
Esta filantropía de bajísima intensidad aparece en todos los pronunciamientos kirchneristas sobre la guerra civil siria. Ya en marzo de 2012, en una reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, el representante argentino cometió la gaffe de expresar su preocupación por el "notorio incremento del uso de la fuerza contra la población civil". Es decir: si los ataques no hubieran aumentado o si el aumento no hubiera sido notorio, no habría de qué acongojarse. Desde entonces, las declaraciones oficiales evitan responsabilizar al gobierno sirio por las aberraciones que comete y prefieren ampararlo frente a intervenciones extranjeras.
El kirchnerismo se permite en Siria una tregua en su lucha por los derechos humanos por una razón sencilla: fueron los funcionarios de Al-Assad quienes llevaron a Héctor Timerman en enero de 2011 al encuentro de Alí Akbar Salehi, por entonces canciller de Irán, para sellar un acuerdo sobre el atentado contra la AMIA. Irán y la organización Hezbollah -a la que se atribuye la ejecución del ataque contra la mutual judía- son los soportes principales del gobierno de Siria. El embajador argentino ante Siria, hoy radicado en el Líbano por razones de seguridad, es Roberto Ahuad, quien suele confesar su admiración por Hezbollah.
En la intimidad del Gobierno explican que Cristina Kirchner prevé una nueva conflagración mundial desatada en Medio Oriente y que ella pretende participar en la construcción del orden que surja después de ella. El 5 de marzo pasado la Presidenta explicó, vía Twitter, que ella buscó un acuerdo con Irán como un aporte para evitar que la humanidad sea conducida a una "guerra de religión".
Sin embargo, es posible que detrás del pacifismo oficial, y de la indiferencia selectiva frente a las violaciones de los derechos humanos, actúen factores más urgentes y prosaicos. Si una intervención militar desencadenara un conflicto internacional alrededor de Siria, la administración de la señora de Kirchner ingresaría en una turbulencia dramática. Sencillo: Rusia, el principal aliado de Al-Assad, es el primer productor mundial de petróleo y gas; y los vecinos de Siria entran en la lista en el siguiente orden: Arabia Saudita, 2º; Irán, 5º; Irak, 7º; Kuwait, 8º; Egipto, 25º; Turquía, 54º; Israel 95º, y Jordania, 96º. Quiere decir que cualquier guerra en esa zona dispararía el precio de los hidrocarburos. Ninguna noticia sería peor para un gobierno que, como el argentino, ha transformado la importación de combustibles en un problema macroeconómico. Hoy esas compras consumen US$ 12.000 al año. La cuenta no incluye el 8% de suba del crudo que se registró en los últimos 15 días. ¿Podría esperar el suplente Sergio Massa un servicio mayor de un dueño de la pelota como Obama?
La restricción energética explica cada vez mejor el alineamiento externo del kirchnerismo. El pasable desdén frente a las masacres de Al-Assad hace juego con el carnalismo de las relaciones con Rusia y China, los más importantes soportes de Siria en el Consejo de Seguridad.
El financiamiento chino se ha vuelto crucial para la construcción de las faraónicas represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Los dos empresarios militantes que participaron de la licitación -Lázaro Báez, de Austral, y el ganador, Gerardo Ferreyra, de Electroingeniería- se asociaron con compañías chinas, que acaso terminen dañadas por la opacidad del concurso. Julio De Vido se sigue resistiendo a suministrar información: cuando los diputados Ricardo Gil Lavedra y Manuel Garrido solicitaron el expediente, el Ministerio de Planificación se lo negó con el argumento de que sólo los ciudadanos están autorizados a realizar ese tipo de requerimiento. Gil Lavedra y Garrido, claro, son legisladores. El más dócil para aceptar esta reticencia informativa es el fiscal Miguel Osorio, quien todavía no pidió los antecedentes del caso. Osorio integra la organización Justicia Legítima.
Para el programa de generación nuclear, De Vido recurrió a inversores rusos, convencido de que la maldición de Chernobyl es una superchería neoliberal. Sería injusto, sin embargo, atribuir sólo al ministro de Planificación estas predilecciones internacionales. En las últimas dos semanas, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, envió un discreto emisario a Pekín y Moscú para profundizar las tratativas. Las reuniones de la Presidenta con sus colegas Xi Jinpin y Putin, junto al Nevá, han sido bien preparadas.
En cambio, con Mariano Rajoy, otro contertulio del Palacio de Constantino, están vedados los temas de energía. Si es para hablar sobre Malvinas y Gibraltar, Rajoy será atendido. Pero ni una palabra sobre la deuda con Repsol, que se discute en el juzgado de Thomas Griesa, quien conoce a la Presidenta como "deudora recalcitrante". Rajoy viajará desde el Báltico hasta el Plata para defender a Madrid como sede de los Juegos Olímpicos 2020. Pero hasta ayer no sabía si lo recibirán en Olivos.
El nuevo encuadramiento internacional, cuya instancia definitoria fue el acuerdo con Irán, influye en otras relaciones. Por ejemplo, las que el país mantiene con el mundo financiero. Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional revisaron su decisión de presentarse como amicus curiae ante los tribunales de Estados Unidos para apoyar a la Argentina en el litigio con los holdouts . En esa vuelta atrás fue decisiva la presión de senadores y representantes de los dos partidos norteamericanos para que no se avalara a un país que pactó con Irán.
Es posible que en la Casa Rosada todavía no hayan tomado conciencia plena de lo que significó ese paso para las relaciones con Estados Unidos. De lo contrario, cuesta entender por qué la embajadora Cecilia Nahón todavía está buscando en San Petersburgo -la entrañable Leningrado- una cita con Obama para su jefa. Aunque, es cierto, la política nunca es geométrica. Y la cumbre del G-20 ofrecerá otro ejemplo: cuando insista en su prédica pacifista, la señora de Kirchner estará irritando al socialista François Hollande, el mayor defensor de una intervención militar en Siria. Es el presidente de Francia, que se presentó ante la Corte Suprema de Estados Unidos como amicus curiae para avalar la posición argentina ante los holdouts .
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