Bilateral: amable en el trato, firme en los reclamos, el planteo ambivalente de EE.UU.
Con Biden se aceitó la relación, pero en los temas centrales, como la deuda y Nicaragua, Washington reclama claridad
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WASHINGTON.- El gobierno de Alberto Fernández tiene una enorme ventaja con Estados Unidos: América latina es un caos. A la Casa Blanca le faltan socios. Iván Duque quedó devaluado, y está de salida. Jair Bolsonaro arrancó mal con Joe Biden, y nada sugiere que la relación vaya a cambiar. Lo mismo ocurrió con Andrés Manuel López Obrador, a quien le interesa poco la arena global, o construir cercanía con Washington. Es un vínculo transaccional. Sebastián Piñera, un presidente al que Biden conoce bien, tiene sus propios problemas, y, como Duque, sus días en el poder están contados.
La relación con Estados Unidos avanza en esa aridez turbulenta. Aun cuando el Frente de Todos esté lejos de ser todo lo que Washington desearía que fuera, es, hoy por hoy, un socio potable en la región, aunque en determinados temas cruciales, como la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la situación en Nicaragua, la administración Joe Biden no se priva de exhibir firmeza.
El Gobierno aprovecha la buena voluntad que reina en Washington para ayudar al país, similar a la de Europa. Pero las internas, contradicciones y dilaciones frentistas conllevan, para algunos, un costo: impiden el tejido de una relación más sólida que ayude a apuntalar la economía.
“No tengo dudas de que hay buena relación, y buena voluntad, y nadie quiere un enfrentamiento o tensión con la Argentina, sobre todo en el actual contexto regional”, dijo a LA NACION Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, quien recibió a María Eugenia Vidal y Sergio Massa con días de diferencia. “Pero en cuanto a establecer una alianza más robusta, hay interrogantes pendientes”, completó. Shifter enumera “temas de fondo” que, a su juicio, perduran, como la falta de un plan sólido, las señales mixtas en política económica, el poder de veto de Cristina Kirchner, y la retórica anticapitalista.
La visita de Massa, la figura política con más llegada a Estados Unidos en el oficialismo, reforzó los lazos. Massa mostró que existe un vínculo muy cercano con Juan González, el hombre de Biden para América latina. “El mensaje fue la visita”, definieron fuentes oficiales en la capital estadounidense. En el Gobierno tienen mucha confianza en la relación con la Casa Blanca, y destacan un activo de la Argentina: el papel que puede jugar Alberto Fernández en una región cada día más complicada. Shifter coincide en que es una ventaja.
La buena voluntad de Washington quedó a la vista durante el paso de Massa por la ciudad. Pero también la falta de un plan económico. Eso quedó explícito luego de la conversación de Wally Adeyemo, el número dos del Tesoro, con el ministro Martín Guzmán. (El Gobierno todavía no puede llegar a Janet Yellen, ocupada en temas más importantes para el mundo que la Argentina.)
El comunicado posterior del Tesoro dio un primer guiño a la negociación por la deuda, pero reiteró un reclamo ya añejo de la comunidad internacional: pidió “un marco sólido de política económica”. Es lo que ya pedía el FMI. Es, en última instancia, lo que piden los países del G-7, acreedores finales en el Fondo y el Club de París. La llave para destrabar el embrollo de la deuda está en Buenos Aires, donde siempre estuvo.
La muy criticada abstención en la votación en la Organización de Estados Americanos (OEA) a la resolución que condena la ola de arrestos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua generó mucho ruido. En el Gobierno sostienen que es solo eso: ruido. “No hay repercusiones en la relación bilateral. Hay gestos que no se ven. La votación no fue traumática”, afirmaron fuentes oficiales en la capital.
El Departamento de Estado remarcó que el compromiso con los derechos humanos es un pilar de la relación. Ante una consulta de LA NACION, un vocero reiteró que el voto argentino en la OEA, donde Estados Unidos y otros 25 países condenaron los arrestos, había causado decepción, pero reconoció una “preocupación compartida” por Nicaragua. “Nos decepcionó que la Argentina no se uniera a los 26 estados miembros que votaron a favor de la resolución de la OEA sobre Nicaragua, pero notamos la preocupación compartida de la Argentina por el arresto de figuras políticas y el compromiso de Argentina con el pleno respeto de los derechos humanos en Nicaragua”, señaló el vocero.
José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch, dijo que la abstención de la Argentina y México fue una “vergüenza”, y que los fundamentos de la decisión eran “penosos” y “disparates”. Shifter cree que el voto no pone en juego la relación, pero acarrea un costo al debilitar la confianza en el compromiso del país con los derechos humanos. Y coincidió en que las explicaciones fueron poco convincentes. Aparece un problema recurrente: la comunicación. Ante un tema sensible y una ola previsible de críticas, el Gobierno no diseñó una respuesta contundente. Una consecuencia: en sus dos encuentros públicos en Estados Unidos, Massa debió responder preguntas sobre la abstención, y tuvo que hacer de canciller y reforzar la postura argentina al punto tal de llegar a decir que no se puede tolerar que haya presos políticos en ningún país de la región, y que los países debían actuar y “levantar la voz”.
En sus reuniones públicas y privadas, Massa también se encargó de alentar las expectativas de un eventual acuerdo con el Fondo, sin descartar avances –o al menos un atisbo de avance– antes de las elecciones legislativas. Para los escépticos, se trató solo de una estrategia para evitar cimbronazos en el dólar durante la campaña. El acuerdo aún se ve después, incluso a principios de 2022.
La buena voluntad de Washington para acompañar la negociación por la deuda existe. Sin esa buena voluntad no se puede, pero solo con buena voluntad no alcanza. La paciencia tiene límites. Incluso en medio de una pandemia, y en una región caótica.
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