Berni. El soldado de Cristina que dispara contra Fernández y tensiona al oficialismo
Comenzó a hacer públicas sus diferencias con el Presidente sin que nadie lo calle; se proyectó como candidato pero en Casa Rosada no lo habilitan; Kicillof lo retiene en la gestión
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Para Sergio Berni, cada palabra es munición en la guerra. Decidido a exhibir de forma visceral sus diferencias ideológicas y operativas con Alberto Fernández -y sin que nadie le ordene que se calle- el ministro de seguridad bonaerense se convirtió, ya no en un inconveniente de gestión, sino en un problema político para el Presidente. Soldado fiel a Cristina Kirchner, su ambición de poder lo lleva a jugar con los límites de su propio espacio político. “Todavía no empecé”, lo escucharon decir días atrás cuando le preguntaron si iba a cesar el fuego con la Casa Rosada.
Si hasta hace algunos meses la pirotecnia verbal de Berni iba dirigida a su par nacional, la ministra de Seguridad Sabina Frederic, la novedad es que ahora el funcionario bonaerense se dedica a vilipendiar directamente a Fernández. “Tengo muchas diferencias con el Gobierno y no solo en materia de seguridad, algunas son de café y otras son más profundas”, dijo en televisión días atrás. Así, lleva el debate hacia afuera y no hacia adentro, como fija el manual electoral.
En la Casa Rosada se acostumbraron a digerir sus apariciones públicas con antiácidos. No hay mucho que puedan hacer: quedó demostrado que Axel Kicillof no pretende echarlo de su gabinete, ni Cristina piensa llamarlo al orden. Quienes conocen de cerca a Berni saben que la única forma de que se llame a silencio es que se lo pida la vicepresidenta.
“Cae horrible, pero es propio de la complejidad que tiene esta coalición”, se lamentó esta semana un importante funcionario nacional que tiene acceso directo al despacho presidencial.
Si el Gobierno pretende plebiscitar su gestión en las urnas de este año, todo indica que Berni no encastrará en una lista de candidatos. Él mismo comenzó a reconocerlo en las últimas semanas a su círculo íntimo, según pudo reconstruir LA NACION. “Si el candidato no escrito es Alberto Fernández, yo no represento a eso. No voy a ser candidato de alguien que en 2008 se fue y como jefe de campaña cosechó fracaso tras fracaso. A menos que le juegue una interna”, le dijo días atrás a un hombre de su confianza.
“Ya lo naturalizamos, es parte del inventario de la coalición. Pero políticamente no va a lograr nada. Alberto no va a permitir que sea candidato, un tipo así te desperfila la lista”, advirtió un estrecho colaborador del Presidente. Y lanzó: “Para nosotros, él es el funcionario que no funciona”.
A diferencia de la Casa Rosada, (que entiende que “el candidato es el Gobierno y el Frente de Todos”), Kicillof no cree que los nombres de la nómina sean un detalle accesorio y pugna internamente para colocar a alguien que defienda su gestión. Sin embargo, ya le avisó a la “mesa política” del Frente de Todos que no quiere desarmar su gabinete por las listas. “No es la intención de Axel poner a sus ministros, implicaría reordenar cosas que costó mucho ordenar”, dijo a la nacion un estrecho colaborador del gobernador.
Otro partido
Más allá del 2021, Berni está en una campaña permanente de sí mismo porque su mayor ambición personal es ser candidato a presidente en 2023. Desfila (y juega de visitante) en los medios de comunicación, se exhibe como un “uniformado en acción”, defiende la gestión de la pandemia y dispensa una artillería de declaraciones de alto voltaje político. Es, de los ultrakirchneristas, el que mejor interpela a un público antiprogresista.
Hijo de dos odontólogos de Recoleta y médico de formación castrense, durante la pandemia repartió su tiempo entre su campo en Zárate, su casa en Núñez y una casilla rodante en Puente 12, sus oficinas del cuartel de La Matanza. A Cristina Kirchner la conoce hace 32 años.
Cuando viajó a Santa Cruz, como teniente primero médico asignado al Regimiento de Infantería Mecanizado 35, Néstor Kichner -por entonces intendente de Río Gallegos- lo ayudó a conseguir neumáticos para transitar por el ripio. Desde entonces se convirtió en un militante político del matrimonio Kirchner. En 2003 se ganó un cargo nacional, primero en el Ministerio de Desarrollo Social y después como secretario de Seguridad.
Su antipatía por Fernández nace de sus entrañas, por su lealtad a los Kirchner. “Yo siempre estuve en el mismo lugar, Alberto no. Cuando luchamos cuatro años contra Macri él no estuvo”, le recuerda a sus interlocutores políticos de ocasión. A esa cuestión de piel, se sumaron los chispazos de la gestión. Comenzaron febrero de 2020, con los cortocircuitos por la usurpación de un predio nacional en Los Hornos (La Plata). Siguieron con la desaparición de la niña de siete años encontrada en Luján. Y se cristalizaron cuando Fernández le ordenó a Frederic que coordine el desembarco de gendarmes en el conurbano directamente con los intendentes, haciendo un puente sobre el ministro provincial. “Decidieron dejar a su suerte a la provincia en un tema tan sensible como la seguridad. Es una hijaputez”, se quejó por entonces Berni.
Con los intendentes propios tampoco tiene buena relación. Muchos jefes comunales -que son la primera ventanilla de los vecinos por la inseguridad- le endilgan problemas de gestión. Y Berni les enrostra haberle “entregado el PJ” a María Eugenia Vidal en el gobierno anterior.
Tensión
Cerca del ministro de seguridad bonaerense aseguran que el Gobierno intentó echarlo tres veces y no pudo. En La Plata advierten que, a lo sumo, hubo llamados de la Casa Rosada para “ponerlo en caja”. Como sea, nadie ató al bulldog. “Cristina se puede enojar con Berni por algo de gestión. Cuando fue el levantamiento de la policía se ofuscó porque sintió que Sergio no lo cuidó a Axel. Pero difícilmente lo llame por algo que diga en la tele”, opinó un funcionario de La Plata que conoce de cerca al vínculo entre todos ellos.
Hoy Berni siente, como nunca, una tirantez entre su fidelidad al kirchnerismo y su ambición política y personal. Ya le pasó durante las elecciones partidarias del PJ: había juntado los avales para presentar una lista propia -por fuera de la que encabezó Fernández- y Kicillof lo tuvo que llamar la noche anterior para pedirle que la baje.
“Él cree que si se abre ahora le puede hacer un daño a su espacio político, que puede causar un “efecto Randazzo” y no lo va a hacer. Pero tiene una mirada estratégica hacia el 2023 y ahí no se sabe cómo va a jugar”, dijo a LA NACION un interlocutor frecuente del ministro bonaerense.
En La Plata creen que nunca se animará a cortar el cordón umbilical con Cristina. Un colaborador de Kicillof resumió: “Berni rompe desde adentro, pero al final no se anima a sacar los pies del plato”.
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