Silvina Batakis, una ministra más sola que cuando llegó sola
La ausencia absoluta de una declaración de apoyo en una docena de días por parte del cristicamporismo y del massismo tiene el efecto de una bomba de vacío sobre la titular del Palacio de Hacienda
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En apenas dos semanas, la gestión de Silvina Batakis aparece afectada por la dolencia que padece todo nuevo funcionario de Alberto Fernández: un acelerado debilitamiento y envejecimiento prematuro. Nada personal, solo funcional.
Batakis llegó hace 12 días a ministra de Economía sola y por descarte, impulsada por el Presidente, aceptada por la vicepresidenta y tolerada por Sergio Massa. No era mucho para la dura realidad que debía afrontar. Pero no era poco para las horas y los días previos que se habían vivido hasta que ella emergió como síntesis en la conflictiva y conflictuada organización política que tenía al país en vilo y al borde del precipicio.
La imagen que hoy le devuelve la realidad no es mejor, sino bastante peor que el día de su arribo. Se ve más sola que cuando llegó.
La cotización de cualquiera de los dólares no oficiales, los precios y el malestar social no frenaron su dinámica negativa, sino que, por el contrario, la aceleraron. Los mercados, la política y la calle le escamotearon hasta su voto inicial de confianza después de que presentó su pliego de intenciones para la gestión.
El orden que la ministra promete y las soluciones que augura necesitan de hechos concretos que los confirmen y de sólidos soportes políticos que los respalden. Pero aún no llegaron ni asoman en el horizonte cercano.
La tregua que permitió la designación de Batakis resulta ahora un acto de fe sin demostración comprobable. Si la falta de una foto conjunta del trío fundador de la alianza oficialista al lado de la ministra operó como una gragea adelgazante para su exiguo poder, la ausencia absoluta de una declaración de apoyo en una docena de días por parte del cristicamporismo y del massismo tiene el efecto de una bomba de vacío, que a nadie pasa inadvertido. La magnitud de las urgencias que debe hacer frente y para lo que la convocaron necesita más que el silencio expectante. Si los propios dudan, qué queda para los agnósticos.
Por el contrario, ofician como un acicate para la desconfianza general la recurrencia de herméticas reuniones entre Fernández, Kirchner y Massa, de las que nada pueden decir sin correr el riesgo de que algo vuelva romperse o demuestre que nada está suficientemente reparado. Lo mismo que las apariciones públicas de un presidente blindado por su entorno y el escepticismo que trasciende del círculo cerrado de la vicepresidenta y el titular de Diputados.
La flamante ministra apenas puede ofrecer como muy modestos logros simbólicos la sonriente foto con el Presidente el día de su asunción y la imagen escoltada por tres ministros nacionales, el presidente del Banco Central y la titular de la AFIP el día de sus primeros anuncios, con la que intentó disimular la delgadez de su equipo, a pesar de la relativa espesura funcional que tienen sus acompañantes. Todo es relativo.
A eso puede agregar Batakis el reconocimiento técnico y a su experiencia en la administración pública que hicieron varios reputados colegas suyos, incluidos algunos que no se inscriben en su misma escuela económica, aunque ninguno oculta el escepticismo sobre los resultados que podrá lograr. Y no solo por sus atributos o deficiencias. Palmadas en la espalda y ningún cheque al portador.
Elogios inoportunos
También tiene para contabilizar la formal aprobación de sus anuncios que hizo ayer el vocero del FMI, Gerry Rice. Aunque la ministra deberá sopesar el costo-beneficio de esos elogios a su “fiscalismo” justo el día en que en la simbólica Plaza de Mayo, frente a su oficina, los movimientos sociales, acompañados por funcionarios y legisladores del oficialismo, le reclamaban más gasto.
Mientras tanto, el dólar ilegal (Cerruti dixit) seguía su escalada hacia otra cima y se difundía otro inquietante índice de inflación, que muy pronto quedará ampliamente superado. Agitación en la calle, en las virtuales pizarras de la cercana city y en los bolsillos de los argentinos.
No ayudan a Batakis tampoco las evidencias de que la tregua en la cima del oficialismo carece de traducción en orden y cohesión en las bases.
La existencia de un apoyo cristicamporista a la movilización callejera, como estrategia para forzar una renegociación del acuerdo con el FMI, no surge de ninguna conspiración mediática, como les gusta creer, denunciar y amenazar a la portavoz oficial y a los portavoces oficiosos del albertismo. Es la explicación que dan tanto en las cercanías de Cristina y Máximo Kirchner como ministros de cuya lealtad al Presidente no se puede dudar.
La fuerza política que desde sus orígenes se preocupó y se jactó de tener el control de la calle ahora practica su deconstrucción. Va por buen camino. Los exiguos números de aprobación de hoy ya están muy cerca de los que tenía cuando llegó, pero van en sentido inverso que entonces, con un movimiento rectilíneo uniforme descendente. Cualquier paralelismo con el país no es mera coincidencia.
El propósito de los (visibles e invisibles) sponsors oficialistas de la movilización de ayer es que Fernández lleve en sus oídos la “maravillosa música” de los bombos y los cánticos que inundaron la Plaza de Mayo a la próxima reunión con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y lo envalentonen para demandarle apoyo para rediscutir con el Fondo. Una misión digna de Tom Cruise.
De todas maneras, los pasos del Presidente suelen ser singulares. Nunca deja oportunidad de sumar algún aporte a la contradicción y la confusión. Como la reunión que anteayer mantuvo con dirigentes de los movimientos sociales más cercanos al oficialismo, muchos de los cuales no se privaron ayer de salir a la calle para reclamar medidas que la flamante ministra de Economía resiste.
Por si eso fuera poco, al carácter simbólico del encuentro con los piqueteros oficialistas o semioficialistas Fernández sumó palabras incongruentes con acciones de funcionarios de su propio gobierno que aún intentan poner algo de orden, transparencia y eficiencia en medio del caos.
Mientras el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, firmaba convenios con universidades para auditar la asignación de planes sociales y el manejo que hacen de ellos los movimientos sociales, el Presidente hablaba de persecución y estigmatización de esas organizaciones ante las denuncias por la administración indebida de los fondos para asistir a los más necesitados. Cristina Kirchner había sido una de las acusadoras públicas.
El frecuente trayecto presidencial en zigzag fabrica atajos que llevan hacia la vicepresidenta a viejos y desilusionados aliados suyos. No es de ahora. Un nuevo cruce de caminos asoma en el horizonte de los dos ahora forzados compañeros de ruta. Massa, en tanto, mira expectante y silente, convencido de que le espera otra oportunidad
En esas contradicciones reparan los tomadores de decisiones. Y se incluyen en ese colectivo agentes financieros, empresarios de todos los rubros, sindicalistas, dirigentes políticos y sociales y ciudadanos comunes que procuran no descender más. Las calles, las encuestas y los mercados lo reflejan. Aunque los voceros de Fernández denuncien (y se lo crean) acciones destituyentes de políticos (de izquierda a derecha) y de los medios de comunicación y conspiraciones del Club de los Devaluadores. La originalidad es uno de los faltantes de la góndola oficialista. Tampoco es de ahora.
El anuncio de una movilización de la CGT cuando aún no se habían desmovilizado las organizaciones sociales que sitiaron las principales oficinas del Gobierno agrega presión a una olla a la que ya no le caben más demandas. No importa que la fecha de realización haya sido fijada para dentro de un mes. Toda una eternidad para la Argentina de hoy. Más importante, en todo caso, es la presión que hasta los gremialistas más cercanos al Presidente ejercen para reabrir las paritarias y lograr aumentos de sueldo, acicateados por la inflación.
Ajustes en secreto
En tal contexto, los desafíos que debe enfrentar la ministra Batakis se multiplican en lugar de reducirse. Y eso aun cuando casi no ha tomado medidas para cumplir con el riguroso rumbo fiscalista prometido en su primera aparición.
Así cobra fuerza el pronóstico de que más que nuevos anuncios para concretar sus propósitos habrá que esperar acciones casi secretas. Eso si antes no encuentra quien la frene o la contradiga. Su predecesor podría contarle miles de experiencias al respecto. Aunque ella tiene otra expertise en la materia. Se pondrá a prueba el doctorado en resiliencia que hizo durante la gestión Scioli, cuando a ambos los asfixiaban quienes hoy necesitan de su benevolencia. Se entiende el silencio de Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
“Hay cosas que tiene que hacer, pero no decir, y es muy probable que las haga si no quiere arriesgar lo poco que tiene para llegar a buen puerto. Por ejemplo, cortar obras públicas”, explicó un economista que suele ser consultado por la vicepresidenta y con quien coinciden algunas fuentes del Gobierno que sobresalen por el realismo que no abunda en su entorno.
La modestia de la obra que lo llevaron a visitar al Presidente esta semana podría ser un anticipo de lo que viene. La repavimentación (no terminada) de una calle del conurbano pronto podría ser un hito mayor.
No parece un menú de digestión fácil para los amantes de la épica y las escenografías faraónicas. Por eso, también Batakis está hoy más sola que cuando llego sola.
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