Barrios de Pie por dentro: cómo funciona la organización que más reclama contra Macri y Vidal
Cooperativas de trabajo, comedores y capacitaciones en oficio forman parte de las actividades de la agrupación; pese a los sucesivos reclamos contra el Gobierno, se beneficia de distintos planes oficiales
Dos niños dibujados resaltan en la pared descascarada. A la altura en la que fueron pintados, parecen sostener cuatro ollas de acero inoxidable que ahora están apoyadas contra la pared y sobre una tarima de madera, pero que el 31 de mayo sirvieron para dar de comer a quienes bloquearon los accesos a la Capital Federal. Y también para el guiso popular que quince días después hubo en el Obelisco.
Los dibujos y las ollas se ven apenas se llega al patio interior de un edificio a medio terminar en el que alguna vez se proyectó un centro de salud. También hay una escalera. Los escalones de cemento que suben se pierden en la oscuridad que hay en el primer rellano, donde la escalera dobla a la derecha y no alcanza a ingresar la luz de ambiente.
Amontonadas y enrolladas en una esquina hay banderas celestes. Probablemente sean las que tienen letras negras con el nombre de la organización y que usan en los incontables piquetes que realizan cada año. De lo que va del 2016, por lo menos una vez al mes las desplegaron en la zona metropolitana.
El túnel de la escalera termina en el primer piso: el hueco de un ventanal sin marcos, en una habitación a la izquierda, deja pasar algunos rayos de sol. Iluminan a tres hombres que están con soldadoras y fierros. La herrería fabrica parrillas, puestos de ferias y otras estructuras de poco tamaño. En el segundo piso, cooperativas de panadería, carpintería, textil y serigrafía se reparten las demás habitaciones.
La dirección es Carlos Casares al 1100, Rafael Castillo, partido de La Matanza. En este edificio a medio construir y lindante a un taller mecánico tiene su corazón una de las organizaciones políticas y sociales que más presiona en las calles contra las administraciones de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal: Barrios de Pie. El reclamo siempre es el mismo: aumento en los programas sociales y alimentos para los comedores. También denuncian que la alta inflación y la suba de tarifas es un cóctel fatal para los sectores más postergados.
El "polo productivo", como lo llaman sus referentes, es el epicentro de una red de actividades de Barrios de Pie que se expande por toda La Matanza. En la zona más caliente de la provincia la organización maneja microemprendimientos, cooperativas de servicios, ferias, un centro de capacitación en oficios y unos noventa comedores. Tiene presencia además en otros partidos del conurbano -como San Martín, Escobar, Lomas de Zamora- y en ciudades del interior del país -Mar del Plata, Rosario, San Salvador de Jujuy-.
"Me gusta venir. Es una ayuda, me da salida laboral", dice a LA NACION Débora, que tiene 37 años y seis hijos. Habla dentro de una habitación de menos de 18 metros cuadrados, donde funciona la panadería "Sabina María Gafín". Lleva puesto un buzo azul oscuro con la inscripción "Argentina Trabaja", al igual que otras cinco mujeres. Todas las mañanas, de lunes a viernes, el grupo amasa y cocina pan, budín, rosca, pastafrola y prepizza que se venden por las calles de Rafael Castillo o en la feria. Con veinte panes diarios vendidos recaudan 200 pesos.
En la habitación de al lado hay una textil, que en homenaje al presidente de Bolivia se llama "Evo Morales". "Conseguimos telas de distintos lados y yo le hago los moldes", cuenta Silvia Caballero y toma un vestido para una nena de dos o tres años que está colgado en una percha. "Las chicas después hacen la ropita o almohadones", agrega.
Según Cabellero, por cada grupo de trabajo hay un responsable y un fondo común de dinero que sirve para comprar material o ayudarse entre los cooperativistas. Más allá del ingreso por lo que se vende, el sueldo fijo de los cooperativistas depende del Estado. Eso explica el buzo azul de Débora: integra el programa Argentina Trabaja, un plan lanzado por Cristina Kirchner que hoy sigue vigente y que Macri llevó a unos 3000 pesos mensuales por cuatro horas diarias de trabajo.
En Marcelo T. de Alvear al 1700, a diez cuadras del "polo productivo", está el Centro de Formación profesional (CFP) "Compañera Carmen Vázquez". En el salón principal de la construcción de dos pisos, siete mujeres sentadas en dos mesas rectangulares blancas hacen funcionar unas máquinas de coser. Otras tres mujeres están paradas. La frase "Seamos realistas, hagamos lo imposible" adorna la pared del fondo.
"Arman lo que ellas quieren. Nosotros le damos la capacitación y la máquina, y también las ayudamos si tienen un trabajito de costura para que se ganen unos pesitos extras", cuenta Alejandra, docente del taller. Dice que el curso tiene 30 alumnos y resalta que algunos son hombres "Se enganchan -explica-, y más en los últimos meses porque necesitan un laburo extra. Acá se nota la crisis".
Atrás del taller de costura, en otro ambiente, una mujer está parada frente a un pizarrón. Un grupo de chicas la escucha. "Este es el curso de peluquería", dice Alejandra y se da vuelta para apuntar hacia el sentido contrario. En una silla de peluquería, una chica acomoda el pelo de otra, que se refleja en un espejo rectangular roto.
Posteriormente, una puerta a la izquierda da paso al taller donde se enseña herrería. Otra, a la derecha, a una sala de computación con trece computadoras. Una escalera sube al primer piso, donde hay más aulas. Electricidad, gasista, construcción en seco y carpintería son otros de los talleres.
"Mil personas por año pasan por los cursos, que están certificados por el Ministerio de Educación bonaerense", asegura Oscari, también docente en un taller de higiene y seguridad. A los maestros, la Provincia les paga entre 4000 y 5000 pesos. A los alumnos, Barrios de Pie le cobra una cuota de cooperadora de 200 pesos.
Según Oscari, los recientes aumentos llevaron a que la factura de luz pase de 1500 a 5000 pesos. "Nosotros compartimos el sueldo para mantener -apunta-. Tampoco es que nos podemos enganchar a la luz".
"Laburamos de lunes a viernes, de 8 a 13, llueva, nieva o caiga piedra", describe Pedro, 44 años y dos hijos. Lanza una carcajada y todo su cuerpo -de no más de un metro sesenta- tiembla. "Acá hacemos todo a pulmón. Será un poco empinado pero hay que limpiar igual. Y también sacamos la basura, así sea de las casas", agrega. Y vuelve a reír y a moverse. Vestido de fajina marrón y con un rastrillo en la mano, Pedro está parado en uno de los márgenes de un arroyo. A su lado, un hombre que le lleva por los menos dos cabezas sostiene con las manos una soga que tiene atada a la cintura. Barranca abajo, la cuerda se extiende hacia una mujer que también está atada. Casi con los pies en el agua, usa un machete para castigar los pastizales.
En el margen de enfrente hay construcciones precarias de casas y se ven bolsas de basura. "Eso es lo de menos. Pensá que hay vecinos que tienen el desagüe del baño que da al arroyo. Los compañeros se meten con el wader para limpiar. Hay que cuidarse de la contaminación", cuenta Ramón, 65 años y cinco hijos.
Ramón, Pedro, el hombre y la mujer atados de la soga y una docena más de personas integran la cooperativa 8 de octubre, una de las que tiene Barrios de Pie que brindan servicios públicos dentro de un plan provincial. Hace diez años que la cooperativa limpia en González Catán el arroyo Morales, desde la ruta 3 hasta la cárcel de la zona, pasando por un cementerio parque. Por su tarea, el gobierno provincial le paga a cada cooperativista un sueldo mensual de unos 3300 pesos. "A la tarde tenemos que hacer una changa para tener una moneda más. Hoy en día no estamos para tirar dulce", dice Pedro.
A un kilómetro del arroyo Morales, un terreno baldío próximo al colegio San Mauricio está ocupado por quince puestos de feria. En uno se venden bizcochuelos; en otro, manualidades. Por los parlantes se escucha cumbia. Hay paquetes de harina, arroz, fideos, arvejas, puré de tomate, yerba y aceite apoyados sobre una mesa de un metro cuadrado.
"Estamos vendiendo diez productos a 120 pesos. Acá se consigue mucho más barato", asegura Norma y muestra un cartel rojo que dice "¡Ahorremos juntos!". Ofrece la más reciente iniciativa de Barrios de Pie: la venta de una canasta de productos de necesidad básica para enfrentar la inflación.
"Cada día la gente necesita más, tanto de la organización como los vecinos -acota Norma, que está en la organización desde sus comienzos-. Acá no discriminamos a nadie. Todo el que quiere economizar puede venir".
Barrios de Pie es la pata social de Libres del Sur, el partido miembro de la alianza Progresistas. Jorge Ceballos, Humberto Tumini y Victoria Donda, hoy diputada nacional, son sus referentes políticos. Nació al calor de la crisis de 2001 y militó en el kirchnerismo hasta después de la pelea con el campo.
En 2009, la organización se paró en la vereda contraria a la entonces presidenta Cristina Kirchner y tomó las calles con reclamos hasta en los supermercados. Se hicieron habituales sus pedidos de comida en Navidad. Esa estrategia de lucha se profundizó con la llegada de Macri al poder: en lo que va del año ya hubo al menos un piquete por mes. La novedad fue la simbólica instalación de ollas populares en el puente Pueyrredón y el Obelisco.
No nos gusta joder a la gente, sólo marchamos cuando rebalsa el vaso
Unas 1500 personas de La Matanza pueden participar en los piquetes, que se deciden previamente en asamblea. Según sus organizadores, el viaje a Capital Federal es "una travesía porque no hay recursos". Para llegar al microcentro porteño, el grupo viaja en el tren Belgrano Sur desde Rafael Castillo a la estación Presidente Illia, para luego subirse al al premetro y conectar con la línea E del subte. Son unos treinta kilómetros de distancia y el viaje dura, mínimo, dos horas.
"Apoyamos al kirchnerismo desde las políticas sociales, pero nos fuimos cuando empezó la corrupción. En ese momento el gobierno estaba muy consolidado y tenía mucho poder, así que casi que vivimos una persecución", recuerda a LA NACION José Oscari, referente de Barrios de Pie.
Pese a la marcada oposición, la organización se nutrió de los programas estatales, muchos aún vigentes. Actualmente, hay unas 5000 familias bonaerenses que participan en distintos planes como el ya mencionado Argentina Trabaja.
Daniel Menéndez, coordinador nacional de la agrupación, admite que la relación con el poder político mejoró con la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada y La Plata, pero no ahorra en críticas hacia Macri. "Ahora existe el diálogo, los funcionarios te reciben y te escuchan, pero el problema es lo que pasa después. La gente que está acá cobra un plan social, pero después a la tarde hacía changas. Eso es lo que se hizo bosta con Macri, las changas", explica. Y piensa que el aumento en un veinte por ciento el presupuesto para los programas sociales y la ampliación de la Asignación Universal por Hijo es insuficiente.
Ahora existe el diálogo, pero el problema es lo que pasa después. La gente que está acá cobra un plan social, pero después a la tarde hacía changas. Eso es lo que hizo bosta Macri
El piquete del 31 de mayo acaparó el foco de atención cuando el ministro de Desarrollo Social bonaerense, Santiago López Medrano, acusó a Barrios de Pie de buscar intencionalidad política y reveló que por mes la Provincia le entrega 45 toneladas de alimentos. Los camiones con comida llegan al edificio de Carlos Casares al 1100 y desde allí son distribuidos por la organización.
Según Menéndez, esa cantidad no alcanza porque en los últimos seis meses los comedores -donde se da una copa de leche- pasaron de sesenta a noventa sólo en La Matanza. "Nos están dando la misma cantidad que antes -se queja-. Ellos generaron pobreza del 30 al 35 por ciento, no aumentaron significativamente la asistencia y encima no quieren que hagamos quilombo. ¡Que se vayan a cagar!".
El último piquete fue el martes pasado. La próxima no tardaría en definirse. Ya hay conversaciones con otras organizaciones para una gran movilización el 7 de agosto, el Día de San Cayetano. "Ahora le mandamos una nota a monseñor Lozano para que prepare una mesa de diálogo social por el deterioro que existe", cuenta Menéndez.
"No nos gusta joder a la gente, sólo marchamos cuando rebalsa el vaso -justifica Oscari-. Pero lamentablemente esto se va dando por la situación económica. Para nosotros sería mejor que el día de mañana no tengamos más comedores y que nosotros podamos hacer actividades como el centro de formación y el polo productivo, pero de producción seria. Ese es el pensamiento, pero ya llevas tantos años en esto que te cansa ver a los compañeros que quieren progresar y no progresan. La situación no te permite avanzar".
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