Balotaje 2023 | Un triunfo marcado por la fragilidad
Más allá de quién resulte ganador de este balotaje, la nueva gestión deberá entender el origen de su victoria para emprender una gestión que afirme su gobernabilidad
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Sea uno u otro, el candidato que gane esta noche obtendrá un triunfo marcado por la fragilidad. Buena parte de su caudal electoral se habrá nutrido de apoyos provisorios, acaso desganados, que llegaron a su lado por la vía del descarte, pero sin entusiasmo ni demasiada confianza, no unidos por el amor sino por el espanto, como hubiera dicho Borges. Comprender esa fragilidad de origen será la clave para emprender una gestión que adquiera solidez y afirme su gobernabilidad.
La propia naturaleza del balotaje hace que el resultado se defina con “votos prestados”. La que inclina la balanza es la porción del electorado que había elegido otras opciones en la primera vuelta y que hubiera preferido, seguramente, que la alternativa para esta instancia hubiera sido distinta a la que finalmente se planteó. Desde esa suerte de desamparo u orfandad, es probable que, después de vacilar hasta el último minuto, se haya resignado a votar por un candidato del que se siente distante, que no le inspira demasiada confianza y –lo que es peor- que no lo representa en términos de valores, propuestas, estilos y matices ideológicos.
A ese votante “frío”, que votó con desapego y con enormes dudas, le deberá el triunfo el ganador de esta noche. También se lo deberá, por supuesto, a un votante convencido, pero a la vez impaciente, que tal vez se desilusione más temprano que tarde, cuando vea que el ganador no puede hacer o no puede evitar lo que prometió. La pregunta crucial, entonces, tal vez pueda formularse de este modo: ¿Podrá el nuevo presidente convencer a su propio electorado de haber hecho la elección correcta? Los primeros gestos serán fundamentales para empezar a conocer esa respuesta.
Pero el ganador deberá enfrentarse no solo a una base frágil de sustentación, sino a un bloque muy compacto y sólido de oposición. Se ha llegado al balotaje en un clima de aguda polarización, en una sociedad crispada y atravesada por las antinomias. ¿Contribuirá el futuro gobierno a generar un clima de mayor armonía y de convivencia civilizada? ¿Contribuirá la nueva oposición a ese mismo objetivo? Más interrogantes para una etapa en la que, sea quien sea el ganador, la Argentina deberá enfrentar desafíos complejos y dolorosos.
Se ha dicho con razón que esta ha sido la elección más emocional de los últimos cuarenta años. El hartazgo, el miedo, la angustia y la desilusión han jugado un papel decisivo. El resultado nos dirá qué pesó más, pero abrirá otros interrogantes de fondo: ¿Podremos gestar un tiempo de mayor serenidad? ¿Empezará a gravitar la esperanza más que el temor y la rabia? Nunca el futuro ha sido tan incierto.
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