Balotaje 2023 | No voté: un zombi votó por mí
Nunca me pasó lo de hoy. Lo juro. Siempre fui a votar feliz de la vida, muy convencido de lo que estaba haciendo. Formaba fila, mostraba mi documento, recibía el sobre y entraba en el cuarto oscuro orgulloso y determinado, como diciendo: ‘acá estoy, país; acá está una humilde persona de a pie que por el solo hecho de votar está siendo elevada a la categoría sublime de ciudadano, un ciudadano que elige a sus representantes’. Por supuesto, tres días después estaba sacado y quería correr a los representantes con baldes de agua hirviendo.
A la siguiente convocatoria, el mismo orgullo y la misma convicción. Bueno, tengo que decirles que esa serie histórica acaba de interrumpirse. Perdí el invicto. Lo confieso con lágrimas en los ojos: esta mañana fui a votar en estado de perturbación mental. “Acá estoy, país: ojo conmigo, no respondo de mis actos”.
Llegué a ese nivel de trastorno por la sencilla razón de que, sin darme cuenta, fue absorbiendo el clima de época; clima de tragedia cívica. Qué preguntas se escuchaban en los bares, en las oficinas, en las casas: “¿Vas a votar a ese? Estás loco. ¿Vas a votar por ese loco? ¿Vas a votar a un tipo que viene para quedarse y no irse nunca más? ¿¡Vas a votar en blanco!? ¡¡¡¿Cómo que nos va a votar?!!!
Dicen que esta veda que empezó hace 48 o 72 horas, ya no me acuerdo, es para reflexionar. ¡Imposible, hermano! Habrán parado de parlotear los candidatos, pero siguieron vivitos y coleando los encuentros con familia y amigos, los corrillos, el WhatsApp, las redes. Casi que prefiero una veda en la que hablen los candidatos y se callen todos los demás. Porque da la impresión de que de una simple boleta puesta en un sobrecito pedorro depende el futuro de 14 generaciones; que el país será o dejará de ser según lo que decidas. ¿Se puede ir a votar así? Yo no pude. Fui, pero no era yo, era una especie de fantasma, un espíritu que se soltó del cuerpo, un zombi. ¿Elegí al candidato equivocado? No me persigan, no me peguen: llevo un certificado de extinción de dominio; allí se explica que tenía dominio sobre mi voluntad y que un mal día, en medio de la campaña, lo perdí.
Hoy a la noche no pienso seguir el escrutinio. Para desintoxicarme, lo que veré en televisión será una película. Una película vieja, de 1972, con Robert Redford: El candidato.
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