Balotaje 2023 | El análisis en vivo para seguir una jornada histórica
Cuáles son las claves de este domingo electoral, en el que Sergio Massa y Javier Milei se enfrentan por la presidencia; quién ganará, cómo leer el resultado; una línea de tiempo para ayudar a entender las novedades
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Lo que hay que saber
- Los principales analistas de LA NACION ofrecen aquí su mirada sobre las elecciones presidenciales que hoy definirán quién será el próximo presidente de la Argentina, en un continuado que sigue minuto a minuto las últimas novedades.
22.40 | Sin señales claras, ahora falta el veredicto del mercado
Por Ignacio Federico
El mercado les otorgaba las mismas probabilidades a los dos escenarios: 50% y 50% para Massa y Milei. Pero, además de quién fuera electo presidente, evaluaba distintos contextos según el cómo, es decir, según la actitud que tomara el triunfador frente a los micrófonos.
En el caso de ganar el candidato libertario, tal como finalmente ocurrió, un estudio elaborado por la firma PPI establecía un camino moderado (80%) y uno radicalizado (20%). De las primeras decisiones, de los primeros discursos, de los primeros gestos dependerá qué pueda pasar con el dólar y las principales variables de la economía. El martes se empezará a conocer ese veredicto.
El primer indicio lo dio el ya clásico dólar cripto, que saltó más de 20% una vez cerrado el escrutinio y superó los $1150, pero luego retrocedió hasta los $1014 con el correr de la noche. Que esto se replique en el CCL y demás cotizaciones libres depende de lo que suceda en las próximas 48 horas.
“Desde una perspectiva económica, Milei debería dar señales de renuncia o postergación de la dolarización. Si bien entendemos que no es sencillo semejante anuncio al ser uno de sus principales slogans de campaña, al mercado le bastará que sea catalogada como una ‘reforma de segunda generación’ o suavizada como una ‘competencia de monedas”, explica el texto elaborado por PPI. También dice que “será relevante el apoyo del Pro tanto en los equipos económicos como en la estructura de gobierno” que dé a entender que habrá un proyecto “mixto” de ambas fuerzas. En el discurso inaugural dio pocas pistas al respecto. Sí dijo que “la situación es crítica, no hay lugar para la tibieza, ni para gradualismo, para las medias tintas” y remató: “Si no avanzamos con cambios estructurales vamos a crisis peor historia”. Pero sin dar detalles.
En el escenario moderado, entonces, el CCL “subiría entre 5% y 10%” por la mayor incertidumbre. En tanto, respecto del tipo de cambio oficial, en este escenario se conjugarán dos elementos que “volverían menos probable un salto discreto del tipo de cambio en la semana post elección”. Por un lado, la brecha cambiaria, sin escaparse al 200% previo a las elecciones generales, podría ubicarse en el 155% o 160% ante un Milei más moderado. “Podrían transitarse las 13 ruedas que separan el balotaje del cambio de mando sin una devaluación”, indica, y añade: “Desde una perspectiva política, Massa no tendría incentivos en hacerle parte del trabajo sucio a la próxima administración. A partir del 10/12, vemos un salto discreto inexorable, cuya magnitud dependerá de la brecha cambiaria del momento, pero no visualizamos muy inferior a 50%”.
En cambio, un Milei más radicalizado, que ratifique en las próximas horas la dolarización y el cierre del Banco Central, por caso, le daría mayor impulso al CCL (+24%), según el informe de PPI. “De insistir el libertario en los días subsiguientes con la propuesta e incluso presentar al equipo dolarizador, el CCL podría no tener techo”, resalta. Además, el crawling de 3% del dólar oficial sería “insostenible”.
En la misma línea, un informe de la consultora 1816 dice que el escenario de la dolarización es “caótico”. “En lo económico, porque solo parece posible dolarizar con un tipo de cambio tan alto que implica una probable hiperinflación durante la transición hacia el nuevo régimen”, explica. El martes comenzará a develarse el misterio.
21.38 | Diecinueve días de transición que pueden ser 500 noches
Por Diego Cabot
Subió con cara de derrota: no era para menos. Pese a contar con la billetera más más impresionante que se haya visto en una campaña, Sergio Massa reconoció la derrota. A Javier Milei lo separan 19 días para que le coloquen la banda presidencial.
Justamente, ese tiempo será vital para entender la verdadera dimensión del país que heredará el libertario. Sucede que muchas variables que importan, y mucho, estaban atadas a la expectativa del triunfo del ministro de Economía.
Por caso, los precios de los alimentos, de los combustibles y de la gran mayoría de los bienes de la economía están prendidos con alfileres por el Gobierno, maniatados por el miedo que Massa y su equipo infligía para sostener el status quo.
El dólar, por ejemplo, ese termómetro que se desprende de la cotización libre de la moneda, había sido tabicado por la AFIP con persecuciones policiales en busca de algún que otro bolsero de poca monta. La imagen de algunos procedimientos en la City se usaba como materia prima para presionar a los grandes de verdad.
En este tiempo electoral, desde junio hasta ahora, jamás se pensó en ninguna política pública destinada a solucionar los problemas de fondo. Más bien lo contrario. Si algo estuvo en la mirada del candidato y ministro era la campaña. No importaba el costo, sólo valía mantenerse en el poder. La política antiinflacionaria de Massa se limitó a la presión a muchos empresarios que, mansos, entregaron un tiempo mientras apostaron por el triunfo.
Pero el tiempo se terminó. Más allá del feriado de mañana, a Massa le tocará ver cómo se desarma su castillo de naipes. La duda es ver si lo hará como ministro, o si, en realidad, volverá al llano después de decidir la renuncia, algo que nadie descuenta.
Finalmente, más allá de la voluntad de Massa y Milei, la transición tendrá una dinámica propia. Claro que ambos, con madurez y convivencia, algo que no han mostrado hasta ahora, bien pueden mejorar los largos 19 días que vienen. Massa se ha quedado sin poder de administración. Y Milei, todavía no puede administrar.
Faltan 19 días para que Milei se siente en el sillón de Presidente. Los argentinos esperan que no se cumpla aquel clásico de Joaquín Sabina. Que no sean “19 días y 500 noches”.
20.45 | En shock, el peronismo ya perfila su etapa de resistencia
Por Mariano Spezzapria
Mientras Sergio Massa se preparaba para subir al escenario de su búnker a reconocer la derrota con Javier Milei, por lo bajo ya comenzaba a comentarse la etapa que se viene para el peronismo como principal fuerza de oposición. Entre las primeras consideraciones, los dirigentes apuntaban que la fuerza contará con bloques numerosos que le darán la primera minoría en la conformación del Congreso desde el 10 de diciembre.
La nueva “etapa de resistencia” que empieza a gestar desde ahora el peronismo tendrá además base en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof recibirá a un grupo de funcionarios que en los últimos años fueron parte de la gestión del presidente Alberto Fernández. Uno de los mencionados en ese sentido es el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, anticiparon a LA NACION fuentes cercanas al mandatario provincial.
De todos modos, los resultados del balotaje en la provincia de Buenos Aires descolocaron a Kicillof, ya que Massa apenas pudo derrotar a Milei en territorio bonaerense, cuando se suponía que el distrito era “la llave de la victoria” nacional de Unión por la Patria. Para el gobernador, además, se abre una etapa de dificultosa convivencia con el jefe libertario apostado en la Casa Rosada. Ya se sabe que la Provincia tiene dependencia de los recursos federales.
El papel que jugará Cristina Kirchner a partir de ahora también era motivo de comentarios incipientes entre la dirigencia peronista. La vicepresidenta le sacó el cuerpo a la campaña electoral de Unión por la Patria y este domingo permaneció en Santa Cruz, lejos del bunker de Massa, que sin embargo tuvo la presencia de Máximo Kirchner, quien forjó en los últimos años una relación personal fluida con el ministro de Economía y ahora excandidato presidencial.
“Ella va a seguir siendo la jefa”, sentenció un dirigente que venera a la vicepresidenta, pese a que cuatro años atrás alumbró un gobierno que terminó siendo disfuncional, por su pésima relación con Alberto Fernández. En el massismo, en tanto, todo era decepción este domingo de balotaje: fue Sebastián Galmarini, especialista en materia electoral, quien terminó de convencer a su cuñado de que Milei lo había derrotado y que el partido estaba terminado.
Fue entonces cuando Massa decidió salir al escenario a admitir el resultado adverso. Mientras, por lo bajo, ya empezaban a especular con el nuevo rostro que tendrá el peronismo en la oposición.
19.30 | La Argentina, ante un viraje inédito
Por Damián Nabot
Desde la recuperación democrática, los contextos de crisis y caída económica incuban cambios políticos. Si Javier Milei gana las elecciones, como indican un puñado de estimaciones extraoficiales, el desasosiego frente a la inflación gestó un nuevo giro político en la Argentina. Pero se trataría de un viraje excepcional, del triunfo de una fuerza creada al calor de la elección, con retazos de dirigentes y sin la incorporación de las dos principales fuerzas políticas que signaron el país en su período democrático. Sergio Massa espera con ansiedad que los pronósticos sean errados y se entusiasma con las últimas mesas testigo. El ministro espera protagonizar un fenómeno desconocido: ganar frente a una situación económica adversa. En minutos, el conteo develará para siempre el misterio.
Massa necesita que el buen desempeño que tuvo en la provincia de Buenos Aires, un cálculo en el cual coinciden todos los consultores, alcance para revertir malas elecciones en Córdoba y en Santa Fe. El candidato del peronismo requiere una preeminencia contundente en el Conurbano para revertir otros desempeños flojos del oficialismo. Un panorama difícil para el oficialismo.
Las mesas testigo anticipan sorpresas, en especial en la Patagonia, un distrito donde había sacado ventaja el peronismo. Las lecturas arreciaron alrededor del bajo perfil de Cristina Kirchner, que prefirió saludar e irse cuando las preguntas periodísticas apuntaron a Massa. “Nadie puede arrogarse la facultad de dar consejos”, contestó la vicepresidenta, para tomar distancia del candidato. Cumplió hasta el último momento el compromiso con el candidato oficialista.
Cambio y continuidad alternaron en los últimos 40 años de democracia según el termómetro económico. En 1989, la crisis devoró el proceso alfonsinista y permitió el regreso del peronismo. Al calor del crecimiento y la reducción de la inflación, Carlos Menem tuvo el aval político para reformar la Constitución y habilitar la reelección. Lo logró prácticamente con la mitad de los votos en 1995. El último año del viejo siglo mostró el agotamiento del ciclo menemista, con estancamiento y aumento de la desocupación. Permitió el primer triunfo de una coalición, con Fernando de la Rúa. La crisis de 2001, con la salida sin control de la Convertibidad, marcó otro regreso del peronismo, con una sucesión de presidentes parlamentarios hasta la elección de Néstor Kirchner, en 2003. Su triunfo marcó el inicio la década kirchnerista, hasta la llegada de Mauricio Macri, en 2015, que ganó en la segunda vuelta con el 51,34 por ciento, mientras que Daniel Scioli alcanzó 48,6. Fue un breve interregno de cuatro años para otra coalición, ahora encabezada por Pro, hasta un nuevo regreso del peronismo, con Alberto Fernández como el candidato ungido por Cristina Kirchner. La devaluación y la aceleración de la inflación del último año terminó por signar el debilitamiento de Macri. Desde el regreso democrático, los cambios políticos fueron marcados por un contexto de debilitamiento, crisis o estancamiento económico. Y solo el peronismo logró hilvanar la continuidad de un mismo período político con más de un mandato.
La elección de 2023 expresa un contexto inédito: un gobierno marcado por la crisis económica y la inflación que, sin embargo, mostró capacidad de continuidad, en especial, gracias al experimento de dividir el voto opositor entre Javier Milei y Juntos por el Cambio. Los indicios demuestran que la jugada alcanzó solo hasta el balotaje.
En este caso, a diferencia de las elecciones anteriores, no hubo una coalición formal. Sólo una confluencia de último momento, tras la primera vuelta, cuando Mauricio Macri expresó su apoyo a Milei y apresuró el quiebre de Juntos por el Cambio.
19.00 | ¿Un anticipo? Las claves del triunfo de Macri en el balotaje de 2015
Por José del Rio
Los comicios se cerraron y hay que esperar para obtener los datos oficiales al menos hasta las 21. Sin embargo, es en estos momentos donde vale recordar la experiencia del balotaje anterior para entender cuáles son las claves que pueden darle el triunfo a Javier Milei sobre Sergio Massa o a Sergio Massa sobre Javier Milei. En ambos espacios políticos están tomando sus propios boca de urna y haciendo cuentas reflejadas en las experiencias de 2015.
Ese año la diferencia en el balotaje fue por solo 680.000 votos. En porcentaje equivale a un 2,68%. La fórmula de Mauricio Macri y Gabriela Michetti sacó el 51,34% versus la de Daniel Scioli y Carlos Zannini con el 48,66%. El voto en blanco y los nulos fueron unos 637.319; es decir, un 2,46%. Este punto también está por develarse para las elecciones de este año. La participación, pese al feriado de mañana, finalmente no se vio afectada.
La provincia de Córdoba fue fundamental para el triunfo de Cambiemos en 2015. Allí la diferencia fue de unos 930.000 votos. Un 71,52% contra el 28% que obtuvo el por entonces Frente para la Victoria. En Buenos Aires -dato clave para tener en cuenta también en esta elección- la fórmula Macri-Michetti obtuvo 4,7 millones de votos contra los 4,8 millones de Scioli-Zannini. Casi un empate técnico. Un punto clave para tener en cuenta también de cara a optimismos y pesimismos en esta elección en la que la ansiedad bien puede llevarse un título.
En 2015, Macri se quedó con el 55% de los votos en Santa Fe y Scioli el 44%; en Mendoza con el 57% versus el 42% y en la Ciudad de Buenos Aires el 67,8% contra 32,2%. Aquí hay otro de los puntos a analizar tras la descomposición de Juntos por el Cambio entre PRO, radicales y Coalición Cívica. En Tucumán el peronismo le había ganado 58,6% a 41,4% y en Santa Cruz, 58,33 a 41%. En Chaco, Scioli y Zannini se habían llevado casi el 59% de los votos.
“Ahora nos queda esperar para ver la foto definitiva, mientras tanto vale revisar películas anteriores”, admitió por lo bajo un encuestador que tras sucesivos errores decidió no medir para esta elección definitiva.
18.20 | Un triunfo marcado por la fragilidad
Por Luciano Román
Sea uno u otro, el candidato que gane esta noche obtendrá un triunfo marcado por la fragilidad. Buena parte de su caudal electoral se habrá nutrido de apoyos provisorios, acaso desganados, que llegaron a su lado por la vía del descarte, pero sin entusiasmo ni demasiada confianza, no unidos por el amor sino por el espanto, como hubiera dicho Borges. Comprender esa fragilidad de origen será la clave para emprender una gestión que adquiera solidez y afirme su gobernabilidad.
La propia naturaleza del balotaje hace que el resultado se defina con “votos prestados”. La que inclina la balanza es la porción del electorado que había elegido otras opciones en la primera vuelta y que hubiera preferido, seguramente, que la alternativa para esta instancia hubiera sido distinta a la que finalmente se planteó. Desde esa suerte de desamparo u orfandad, es probable que, después de vacilar hasta el último minuto, se haya resignado a votar por un candidato del que se siente distante, que no le inspira demasiada confianza y –lo que es peor- que no lo representa en términos de valores, propuestas, estilos y matices ideológicos.
A ese votante “frío”, que votó con desapego y con enormes dudas, le deberá el triunfo el ganador de esta noche. También se lo deberá, por supuesto, a un votante convencido, pero a la vez impaciente, que tal vez se desilusione más temprano que tarde, cuando vea que el ganador no puede hacer o no puede evitar lo que prometió. La pregunta crucial, entonces, tal vez pueda formularse de este modo: ¿Podrá el nuevo presidente convencer a su propio electorado de haber hecho la elección correcta? Los primeros gestos serán fundamentales para empezar a conocer esa respuesta.
Pero el ganador deberá enfrentarse no solo a una base frágil de sustentación, sino a un bloque muy compacto y sólido de oposición. Se ha llegado al balotaje en un clima de aguda polarización, en una sociedad crispada y atravesada por las antinomias. ¿Contribuirá el futuro gobierno a generar un clima de mayor armonía y de convivencia civilizada? ¿Contribuirá la nueva oposición a ese mismo objetivo? Más interrogantes para una etapa en la que, sea quien sea el ganador, la Argentina deberá enfrentar desafíos complejos y dolorosos.
Se ha dicho con razón que esta ha sido la elección más emocional de los últimos cuarenta años. El hartazgo, el miedo, la angustia y la desilusión han jugado un papel decisivo. El resultado nos dirá qué pesó más, pero abrirá otros interrogantes de fondo: ¿Podremos gestar un tiempo de mayor serenidad? ¿Empezará a gravitar la esperanza más que el temor y la rabia? Nunca el futuro ha sido tan incierto.
17.40 | Jóvenes movilizados como nunca: un mensaje para el próximo presidente
Por Gail Scriven
“Quiero fiscalizar, pero me dicen que ya no hay lugar”. “En La Matanza está todo completo, me mandaron a José C. Paz”. Frases así se repetían en las redes sociales y chats de WhatsApp durante las últimas semanas entre jóvenes del corredor norte del conurbano. Todos coincidían en que se trata de un fenómeno nuevo, una movilización pocas veces vista, y que se dio también en otros lugares de la provincia y del país. Exalumnos de decenas de colegios de distintos lugares organizaban chats masivos y compartían formularios para disponer de una masiva red de voluntarios y capacitarlos, desde La Matanza hasta Tigre. Los grupos de WhatsApp colapsaban, uno detrás de otro, por la cantidad de sus participantes.
“Nunca vi algo así. Salió de los propios jóvenes, se armaban grupos que se iban completando. Yo llegué a contabilizar cinco. El máximo que permite WhatsApp en un grupo es de 1024 personas, y se iban completando de un minuto para otro”, dice Agustín Astarloa, de 23 años, que fiscalizó por cuarta vez hoy, esta vez en José C. Paz. “Me anoté enseguida, y recibí un mensaje que me avisaba que quedaba como suplente. Estaba todo completo”, dijo con sorpresa, y contó que se terminó inscribiendo en otro grupo, para una zona en la que le habían dicho que faltaban.
¿Qué hubo de distinto en estas elecciones, en esta campaña tan atípica? El mensaje del “cambio” que prometían tanto Javier Milei con su motosierra como Patricia Bullrich y, ya en las últimas semanas, paradójicamente, el propio candidato oficialista, Sergio Massa, claramente fue dirigido a ese electorado, que parece haberse volcado masivamente tanto en las PASO como en la primera vuelta presidencial por el candidato de La Libertad Avanza.
“Este año somos muchísimos más, nunca vi que rechazaran a fiscales”, decía al mediodía otro joven, de 28 años, que fiscalizaba en otra mesa del conurbano, para La Libertad Avanza. “Sabemos que la gran batalla es en el conurbano, pero al menos intentamos cuidar los votos”, decía.
Más de 8 millones de personas que en la primera vuelta no eligieron ni a Massa ni a Milei tuvieron que votar hoy por otro candidato. Son las reglas del balotaje. La gran mayoría de estos votantes se presentaron a sufragar obligados a optar por el “mal menor”, o incluso a votar en blanco. Esta movilización casi espontánea de jóvenes en defensa del voto, esta politización, que no debe ser confundida con adoctrinamiento, solo puede ser interpretada como una de las pocas luces de esperanza que emergieron de una de las campañas más sucias en los últimos años. Gane quien gane, además de enfrentar un descalabro económico y un desafío político descomunal, el próximo presidente tendrá fundamentalmente una deuda con estos jóvenes.
17.10 | El misterioso veredicto de Elsa, la votante acorralada en el cuarto oscuro
Por Jorge Fernández Díaz
Vamos a llamarla Elsa. Una vez la mencioné en la radio por su verdadero nombre y también por su apellido, y me llamó a casa para advertirme cariñosamente que nunca más lo hiciera: sus hijos se lo habían recriminado; son peronistas en grado de tentativa.
Elsa es vecina del barrio y fue amiga de mi madre; una especie de tía postiza que ya está en silla de ruedas, que aprendió a usar WhatsApp y que no se priva de enviarme sus críticas, sus comentarios sobre la política y sus dudas zigzagueantes. Si la vida le hubiera dado la oportunidad, quizá habría sido una gran periodista.
Hoy la llevaron a votar a la escuela de siempre, que queda a veinte metros de mi casa. En el ocaso del domingo de las elecciones generales, me había mandado un audio que recién pude escuchar de madrugada; despejando su florida desesperación, encontré una declaración firme y seca a favor del voto en blanco en el balotaje.
Cuando Mauricio Macri y Patricia Bullrich se plegaron al libertario, se sintió traicionada por ellos. Tres días después me recordó que era hija de dos inmigrantes perseguidos por el fascismo (español e italiano), y que por lo tanto no le daba el estómago para votar a “ultraderechistas” (sic). Y que tal vez se vería obligada a hacer lo que nunca: meter la boleta de un peronista (un “truhan”, lo llamó) para defender el “sistema”.
Dos semanas más tarde, Elsa parecía convencida de que Macri era su guardaespaldas personal en el mundo de Milei, y que le daría sustento y racionalidad. Comenzó a ver a Milei con otros ojos: parece más maduro y sosegado, me escribió. “Te vas a tapar la nariz y vas meter la boleta de La Libertad Avanza”, la puncé. “Jamás”, me respondió, pero no siguió escribiendo esa tarde, lo que me pareció sospechoso.
Elsa me mandó notas e informaciones sobre las trampas que hacía Sergio Massa con fondos del Estado, pero sin agregar reflexiones; también terroríficos datos económicos que iban saliendo en los diarios. Se la notaba indignada. Tardó veinticuatro horas en mandarme su veredicto sobre el debate presidencial: Milei daba pena, porque era un improvisado, pero también porque Massa era impiadoso, “capaz de cualquier cosa, me dio miedo” (sic). “¿Más vale malo conocido que malo por conocer?”, le pregunté irónicamente.
El jueves tuvo un té con cuatro amigas en una confitería de Belgrano y se sorprendió de que todas hablaran del balotaje, pero que al final casi ninguna quisiera largar prenda: “Dicen que lo van a decidir el día de la elección y en el cuarto oscuro. Con el impulso del momento”. Ayer me envió un audio donde rememoraba, con algo de melancolía, las veces que había sufragado contrariada y las ocasiones en las que se había equivocado fiero. Se declaró “acorralada”. Hace un rato, después del almuerzo, me preguntó si yo había votado en blanco. Le dije la verdad, y le exigí que ella también confesara su decisión final. Me respondió: “Nunca, pero nunca lo vas a saber. Ni vos ni los chicos”. Elsa piensa llevarse ese secreto a la tumba.
16.30 | El libertario que juega para los dos bandos
Tal vez se trate de unas de las grandes ironías de una jornada que se definirá voto a voto. Ricardo Argentino Bussi, diputado nacional electo por La Libertad Avanza, atraviesa un protagonismo fugaz en el ajedrez político tucumano. Su alianza con Javier Milei lo empujó a estar entre dos fuegos: cuidar los votos del libertario o hacer la vista gorda ante las tropelías del peronismo tucumano, su gran benefactor desde hace décadas a cambio de atomizar a la oposición.
Bussi es el hijo del militar que gobernó la provincia en 1976 y en democracia (1995-1999), y al que la Justicia consideró como uno de los criminales más feroces de la dictadura. Desde hace años que el peronismo tucumano financió las campañas de otras fuerzas menores con el fin de dividir a la oposición. Así hasta lo reconoció públicamente José Alperovich, el exgobernador que tuvo en un puño a la provincia entre 2003 y 2015. Esa estrategia reveló que Ricardo Bussi fue funcional a los últimos triunfos del kirchnerismo en Tucumán.
Frente a estas sospechas de doble juego, el comando fiscalizador nacional de La Libertad Avanza, a partir de una intervención directa de Patricia Bullrich, dispuso reforzar con fiscales pagos en Tucumán, donde manda el PJ. Es decir, se intervino con tropa macrista el trazado de control que había hecho Fuerza Republicana, el partido de Bussi. Fue un llamado de atención el resultado de las generales: Massa remontó allí más de diez puntos, Milei perdió tres y Bullrich cayó siete. El rearmado urgente reencontró a dos viejos aliados: a Bussi con Pablo Walter, exsenador de Fuerza Republicana que juega desde hace años activamente en Pro.
En junio, cuando Tucumán eligió gobernador, Bussi, que contó durante la campaña con el apoyo personal de Milei, quedó lejos de la pelea. Salió tercero, a una distancia considerable del segundo y de la cima. Incluso, cosechó menos votos que en 2019, cuando lo eligieron 136.613 personas. Fue la séptima vez consecutiva que intentó llegar a la gobernación. Solo una vez estuvo cerca de ganar. Fue hace 24 años, cuando intentó suceder a su padre, pero cayó ante el peronista Julio Miranda después de un recuento de votos que duró casi un mes y fue judicializado. Tucumán siempre fue un banco de pruebas. De lo bueno y de lo malo.
15.40 | El mundo tampoco le dará respiro al próximo presidente
Por Inés Capdevila
A Alberto Fernández le gusta responsabilizar al mundo por todos los males de su mandato, que no son pocos. La pandemia, las guerras, la inflación y las tasas altas, la sequía, todas conspiraron contra él –suele quejarse- y conjuraron el escenario de pobreza, informalidad, deuda, falta de divisas y de futuro que agobia a la Argentina y que no le dará ni un minuto para festejar al candidato que hoy gane la presidencia.
Sí, todos esos fenómenos asolaron al mundo desde que Fernández asumió, el 10 de diciembre de 2019, a hoy. Pero mientras la mayoría de los países comienza a recuperarse, la Argentina se hunde más y más. La crisis de inflación global golpeó en 2021 y 2022, pero este año llegó con índices a la baja. América Latina tendrá en 2023 un 5% de inflación y un 3,6%, en 2024, según el FMI. En la Argentina ya ni sabemos en cuánto terminará este año…
La sequía, por ejemplo, afectó tanto a nuestro país como a Uruguay; la economía argentina se reducirá en 2023 un 2,5%, según el FMI, en tanto que la uruguaya crecerá un 1%. Hasta la economía de Ucrania avanzará este año (2%). Los tumultos del mundo se mezclaron con una gestión primero deficiente y después ausente y la Argentina siguió la senda inversa de una región que crece poco, pero crece.
Cuando Alberto Fernández asumió, el mundo giraba con algo más de serenidad que hoy. Las proyecciones de crecimiento eran algunas décimas más altas, la inflación global estaba quieta, la guerra más caliente era la comercial y la amenaza de terrorismo islámico empezaba a ceder aunque la erosión democrática inquietaba más y más al mundo.
Cuatro años después, el mundo aún no hace pie ni logra recuperarse de los cisnes negros que con regularidad irrumpieron para convertirlo en un planeta mucho más desafiante y peligroso que el de 2019.
La pandemia se fue, pero en su camino arrasó con la salud, la economía y el ánimo global. Viejos conflictos se convirtieron en guerras–la invasión de Rusia a Ucrania; el enfrentamiento entre Israel y Hamas- que desestabilizan al mundo y alimentan las grietas dentro de muchos países. Hoy nadie sabe ni cómo ni cuándo terminarán. La inflación global se descontroló y el remedio –la suba de tasas- es malo, pero el trauma de los precios fue tan grande que pocos saben cómo desarmarlo.
Las soluciones de los tomentos globales parecen distantes cuando no imposibles y el mundo acumula problemas y amenazas, desde guerras latentes (Taiwán) hasta fenómenos tecnológicos (inteligencia artificial) y naturales (cambio climático) capaces de dar vuelta nuestras vidas.
Ya ninguna potencia tiene la habilidad y el poder para resolverlos por sí sola. Y las dos naciones más influyentes – unos Estados Unidos y una China tan interdependientes como enemistadas- apenas saben o pueden conducir su competencia sin provocar más riesgos existenciales para el planeta.
La Argentina se hunde y, para rescatarla, el próximo presidente necesitará del mundo. Pero el mundo, agobiado y fragmentado, tendrá poco tiempo y paciencia para ella.
14.50 | Los tres factores clave que Massa y Milei siguen en este balotaje
Por Claudio Jacquelin
No faltaba nada en las vísperas para que a este balotaje le sobrara dramatismo y tensión. Pero las encuestas cerradas en las 48 horas previas a la elección aportaron un nuevo elemento. Salvo contadísimas excepciones, la mayoría da un favorito, que es Javier Milei, pero hay un elemento que permite mantener la incertidumbre a pleno. Todos los sondeos tienen un elevado porcentaje de indecisos, pese a la proximidad del comicio, que podrían alterar las proyecciones y desbaratar pronósticos.
En ese contexto, dirigentes, consultores y estrategas de campaña de las dos fuerzas en pugna coinciden en que hay tres factores clave para definir esta elección a la que parecía llegarse con una paridad aun mayor que la que dieron los últimos sondeos. La participación (cuántos electores vayan hoy a votar), el voto afirmativo por uno u otro candidato y la fiscalización tendrían un peso relevante.
Esos tres elementos permiten al equipo de Sergio Massa mantener la confianza en que, al final, el candidato oficialista terminará imponiéndose, aunque por un margen muy ajustado. Sus propias encuestas no son las que les permiten sostener la ilusión, ya que las dos a las que le han dado más credibilidad durante toda la campaña muestran diferencias muy mínimas, dentro del margen de error, a favor de Massa. Nada en que confiar.
Por eso, la esperanza massista se sostiene en que, como ocurrió en la primera vuelta, el aparato peronista imponga la capacidad de movilización de sus fieles y que baje la participación de los que rechazan a su candidato o están enojados con el oficialismo, por la pésima performance del gobierno al que el ministro-candidato pertenece.
Según admiten referentes territoriales oficialistas, no han faltado recursos -más bien, todo lo contrario- para lograr el objetivo y evitar que ellos y su gente no pongan todo su esfuerzo a raíz de que ya resolvieron su destino electoral en las elecciones locales. “A mí me dieron el doble de lo que necesitaba”, reveló un puntero de una provincia del norte que fue crucial para que Massa se impusiera el 22 de octubre. No se trata de un solista. Hay un coro que replica la misma melodía.
En el espacio libertario, en cambio, esperan que el fin de semana largo no afecte la asistencia de sus votantes menos convencidos, pero a los que los anima un fuerte rechazo a la continuidad del oficialismo con otra piel. Pero su asistencia es más espontánea y no depende de la movilización partidaria. A diferencia de la primera vuelta, cuando el aumento de la participación favoreció ampliamente a Massa, en el equipo de campaña de Milei consideran que cuantos más vayan a votar hoy mayor será la diferencia a favor de su candidato. El apoyo del macribullrichismo alimenta esa ilusión.
Como ocurre siempre en los balotajes, esta elección se define más por el rechazo que por la adhesión a un postulante u otro. De allí, que la campaña del miedo de uno y otro lado haya sido dominante desde que se abrió el camino a la segunda vuelta. La que haya calado más hondo y haya motivado más temor habrá influido fuertemente.
Sin embargo, todo exceso puede costar caro y varios consultores advierten que la andanada oficialista en ese sentido, con el uso de todo el aparato estatal y público, puede haber saturado y activado un rechazo. “El sentimiento antikirchnerista se reavivó en las últimas semanas, a pesar de que Massa ocultó a todo el kirchnerismo, al reinstalarse la lógica amigo-enemigo y los ataques implacables. No hay un solo miedo”, revela una consultora para explicar el crecimiento en favor que empezó a registrar en los últimos días.
Como último factor clave aparece la capacidad de fiscalización a lo largo de toda la jornada electoral, admiten en los dos campamentos. La eficacia depende desde cuidar que nunca falten boletas hasta asegurarse que todos los votos que están en las urnas de cada mesa aparezcan en los telegramas que sirven para el conteo provisional y en las actas que definen el escrutinio provisional.
La instalación de la palabra fraude por parte de los libertarios, sin evidencias ni elementos que lo ameriten, no ayuda a llevar tranquilidad a una elección que podría resolverse por márgenes muy ajustados, aunque las encuestas de última hora puedan proyectar otro panorama. Como se sabe, la fiscalización depende de cada fuerza política. Los libertarios hasta casi último momento seguían ajustando detalles y limando asperezas con sus nuevos aliados amarillos en esta materia.
El dramatismo con el que se desarrolló la campaña, el carácter antagónico de las dos propuestas que llegan al segundo balotaje presidencial de la historia electoral argentina y la crispación existente hacen que en esta jornada la atención estará puesta no solo en el resultado final. Todo los detalles cuentan.
13.30 | Dos cenas, una palabra incómoda y la moda de la unidad nacional
Por Carlos Pagni
La unidad nacional está de moda. Sergio Massa hizo de esa aspiración un slogan de campaña. Y siguió insistiendo, pícaro, a pesar de la veda electoral. Hoy Pamela David tuiteó que anoche había comido con Sergio Massa. Y que Horacio Rodríguez Larreta será el ministro de Economía si Massa gana hoy la elección. La conductora es la esposa de Daniel Vila, uno de los amigos empresarios que el candidato peronista no tiene.
A Pamela David le contestó Milagros Maylin, la mujer de Larreta. Dijo que anoche había comido con su pareja y que él le aseguró que jamás formaría parte de un gobierno kirchnerista. La palabra kirchnerista no es una palabra bienvenida en el massismo. Menos en un día de elecciones.
Son anécdotas. Lo importante es que Massa fantasea con incorporar figuras ajenas a su grupo para dar una imagen de amplitud y, sobre todo, disolver a Cristina Kirchner y a sus feligreses en un conjunto más extenso.
Lo llamativo es que Javier Milei camina tras el mismo objetivo. En las últimas horas prestó atención a dos detalles. Uno: la hospitalidad que experimentó en Córdoba, donde cerró su proselitismo, de parte de la gente de Martín Llaryora, el intendente de la ciudad y futuro gobernador de la provincia. Córdoba, donde estarían disponibles los votos de Juan Schiaretti, es la clave a la que apuesta Massa para ganar la elección. A pesar de que Schiaretti es otro peronista que enfatizó su neutralidad llamando a Massa “kirchnerista”.
El otro dato que Milei está mirando es la cordialidad con que lo trató Florencio Randazzo cada vez que se cruzaron tras las cámaras, en los dos primeros debates. Una simpatía mutua que viene desde las sesiones de la Cámara de Diputados.
Son relaciones a tener en cuenta, para un candidato de La Libertad Avanza que, en cualquier momento, explorará las filas peronistas agitando la bandera de la unidad nacional. No aspira a diluir a Mauricio Macri. Pero sí a resistir la presión de la dirigencia del Pro para colonizar un eventual gobierno suyo.
12.30 | De no creer: hoy no voté; un zombi lo hizo por mí
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Nunca me pasó lo de hoy. Lo juro. Siempre fui a votar feliz de la vida, muy convencido de lo que estaba haciendo. Formaba fila, mostraba mi documento, recibía el sobre y entraba en el cuarto oscuro orgulloso y determinado, como diciendo: ‘acá estoy, país; acá está una humilde persona de a pie que por el solo hecho de votar está siendo elevada a la categoría sublime de ciudadano, un ciudadano que elige a sus representantes’. Por supuesto, tres días después estaba sacado y quería correr a los representantes con baldes de agua hirviendo.
A la siguiente convocatoria, el mismo orgullo y la misma convicción. Bueno, tengo que decirles que esa serie histórica acaba de interrumpirse. Perdí el invicto. Lo confieso con lágrimas en los ojos: esta mañana fui a votar en estado de perturbación mental. “Acá estoy, país: ojo conmigo, no respondo de mis actos”.
Llegué a ese nivel de trastorno por la sencilla razón de que, sin darme cuenta, fue absorbiendo el clima de época; clima de tragedia cívica. Qué preguntas se escuchaban en los bares, en las oficinas, en las casas: “¿Vas a votar a ese? Estás loco. ¿Vas a votar por ese loco? ¿Vas a votar a un tipo que viene para quedarse y no irse nunca más? ¿¡Vas a votar en blanco!? ¡¡¡¿Cómo que nos va a votar?!!!
Dicen que esta veda que empezó hace 48 o 72 horas, ya no me acuerdo, es para reflexionar. ¡Imposible, hermano! Habrán parado de parlotear los candidatos, pero siguieron vivitos y coleando los encuentros con familia y amigos, los corrillos, el WhatsApp, las redes. Casi que prefiero una veda en la que hablen los candidatos y se callen todos los demás. Porque da la impresión de que de una simple boleta puesta en un sobrecito pedorro depende el futuro de 14 generaciones; que el país será o dejará de ser según lo que decidas. ¿Se puede ir a votar así? Yo no pude. Fui, pero no era yo, era una especie de fantasma, un espíritu que se soltó del cuerpo, un zombi. ¿Elegí al candidato equivocado? No me persigan, no me peguen: llevo un certificado de extinción de dominio; allí se explica que tenía dominio sobre mi voluntad y que un mal día, en medio de la campaña, lo perdí.
Hoy a la noche no pienso seguir el escrutinio. Para desintoxicarme, lo que veré en televisión será una película. Una película vieja, de 1972, con Robert Redford: El candidato.
11.45 | Con el “Micrelei” o un Plan Llegar: las tres certezas de la economía que viene
Por Francisco Jueguen
“Todos estaban llenos de pesos y buscaron cómo escapar”, explicó un experto sobre el dilema de tener una moneda decorativa. El contador, un consultor de más 30 empresas, caminaba por el salón en el que se realizaba el cocktail del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP) en el Hotel Alvear la semana pasada. “Todo el que importa compró acciones de empresas; el que no, se fue al dólar MEP [subsidiado por el Gobierno]”, contó sobre la estrepitosa caída de demanda de pesos y la cobertura preelectoral en dólares, quizás menos urgente que en etapas previas.
Para las encuestas, Javier Milei tiene más chances de ganar este domingo, aunque por escaso margen. Pero para el mercado, Sergio Massa está más cerca de ser presidente. Se nota en la tensa calma del dólar con relación al dramático cierre en la previa al 22 de octubre pasado. Que Massa gane es la posibilidad de evitar una devaluación brusca. De hecho, en su equipo consideraron un fracaso el salto del dólar post-PASO consensuado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo único que logró fue impulsar una nominalidad que cercenó la competitividad ganada y que aceleró la fuerte inercia inflacionaria impulsada por la falta de dólares, la emisión monetaria y la brecha cambiaria.
Pero será una falsa paz. Hay algunas certezas entre los economistas. El dólar, que tiene un atraso de casi 40%, deberá tener otro valor si el futuro gobierno desea sumar reservas al vaciado Banco Central (BCRA). Si Milei gana es probable que los tipos de cambio libres toquen altas cotizaciones el mismo martes y empujen al Gobierno a una devaluación similar a la de agosto. Luego, el ritmo podría ser más disruptivo: eso implica una salida del cepo o una dolarización sin dólares. Habrá que ver qué imposiciones del nuevo gobierno acepta el actual ministro de Economía en ese escenario. Sin embargo, algunos analistas también explicaron el veranito de las últimas semanas con un nuevo concepto: el “Macrilei”. Se trata de la licuación que hizo el expresidente de las promesas más audaces del libertario.
Si Massa gana, optaría por otro Plan Llegar. El próximo puente sería hasta marzo -con yuanes- hasta que aparezca la próxima cosecha. El apagón importador, en tanto, se extenderá, con la probabilidad de que surjan más faltantes para las Fiestas. Massa requerirá de algo más que el crawling peg (microdevaluaciones) que se puso en marcha la semana pasada para construir ese espacio de tiempo. Las apuestas son un desdoblamiento o un tipo de cambio diferencial similar al que terminó la semana pasada (30% al CCL o más, y el resto al oficial) para incentivar liquidaciones que igualmente serán esquivas a la espera de un plan de estabilización: un cambio obligado para el próximo presidente. Este plan llegaría con un nuevo gabinete, nuevo ministro y un plan integral para generar confianza.
En ese escenario, hay tres certezas: el dólar subirá. El descongelamiento del tipo de cambio sumado al de bienes y servicios (como las tarifas) implicará además una mayor inflación en el corto plazo (este año rozaría el 200%). El ajuste de las cuentas que propugnan los dos candidatos más la suba de precios llevará a una recesión este año, y también el que viene. A pesar de que, como dijo un importante petrolero la semana pasada en los pasillos del Hotel Alvear, “la moneda está en el aire”, los resultados de cara o cruz se parecen bastante en materia económica: recesión, inflación y devaluación. Pero habrá, claro, significativos matices frente a una audiencia que esperará en alerta máxima las primeras palabras y medidas del próximo presidente. Esos serán el ritmo del cambio y la gobernabilidad ante el ajuste.
11.00 | Los cuatro interrogantes de esta elección que definirán cómo será la futura presidencia
Por Luciana Vázquez
Hay una primera pregunta obvia que se responderá esta noche: ¿quién será elegido presidente? Sin embargo, hay un riesgo: que esa pregunta tampoco encuentre una definición contundente y quede pendiente. Si la diferencia entre Massa y Milei queda reducida a un margen de error, la Argentina se enfrenta a días de incertidumbre hasta que se fije el resultado en el escrutinio definitivo. Un círculo del infierno político que nadie desea. Por eso la segunda pregunta clave de este domingo es: ¿por cuánto ganará el que gane?
El margen con el que Massa o Milei ganen las elecciones es importante, aunque esa relevancia no durará mucho. Si el margen alcanza para definir un ganador pero es apenas una diferencia técnica, desde mañana, el presidente electo se va a enfrentar al desgaste: su legitimidad electoral deberá enfrentar los embates de la mitad de la Argentina que no lo votó, que reclamará su cuota de escucha -enorme- en el proceso que se inicia.
La expectativa de que una presidencia “débil”, por no contar con el apoyo de la mitad de la sociedad, pueda estar más abierta a los consensos de Estado puede no cumplirse: en esa coyuntura electoral, una presidencia “débil” puede ser simplemente eso, “débil”.
Si la diferencia es mayor, el presidente electo puede tener una ventana de oportunidad al menos hasta el 10 de diciembre: el desconcierto de la facción derrotada ante la contundencia de su fracaso puede reordenar las aspiraciones de la política y las expectativas de la sociedad. El poder, y los votos, siempre disciplinan. Pero la Argentina enfrenta desafíos enormes no sólo en lo económico sino también en relación a nuevas grietas impensadas que se abrieron: aunque los márgenes de triunfo y de derrota resulten más amplios, el 11 de diciembre empezará el tiempo de descuento. Hoy, el tiempo argentino es súper veloz.
Hay una tercera pregunta que afectará el resultado pero también la gobernabilidad: ¿quién se queda con el voto de los conurbanos? Es decir, ¿cómo votarán los conurbanos que marcan las posibilidades de éxito de Massa o Milei? La votación se juega ahí, en los conurbanos de la provincia de Buenos Aires y de Córdoba. Pero, más que nada, lo que se juega en esos territorios es la gobernabilidad futura, sobre todo en el conurbano bonaerense. ¿Por cuántos votos ganará el candidato elegido en ese conurbano empobrecido?
Hay una última pregunta que sí logrará responderse esta noche: ¿cuál será el tono del discurso de aceptación de la derrota y cuál el de triunfo del candidato electo? En esa retórica, se cifra desde el valor del dólar al día siguiente hasta la convivencia social.
10.15 | Un efecto revelador en esta Argentina en tinieblas
Por Jorge Liotti
Todos miran números pero nadie sabe cómo terminará la contienda de hoy. Todos conocen a los candidatos, pero nadie puede pronosticar cómo gobernarán si ganan. Todos saben los enormes desafíos que enfrentará quien resulte victorioso, pero nadie se atrevió a hablar frontalmente de ellos. Las elecciones tienen un efecto revelador en esta Argentina en tinieblas.
De pronto se levanta el telón y emerge un presidente que hasta ahora fue difícil identificar, que en 20 días debe articular un equipo, un discurso y un plan de acción. Las elecciones siguen actuando como un muro, que por un lado contiene socialmente, canaliza frustraciones y genera expectativas; y por el otro, impide ver qué hay detrás.
En las democracias funcionales, las campañas electorales son una iluminación del debate público, que en general tienen un alto nivel de correlación con lo que ocurre después. El voto queda así revalorizado como instrumento de decisión. Pero aquí, ¿cuál de todos los Massas posibles asumiría si se impone hoy? ¿Por qué caminos lo llevarían su pragmatismo extremo y su tacticismo irrefrenable? ¿Qué Milei se haría cargo: el loco de la motosierra o el que en el último tramo trató de dar señales de previsibilidad? ¿Cómo reaccionaría y qué temple demostraría cuando empiece a tropezar con todas las dificultades que la gestión garantiza? Preguntas en la niebla. Esto no quiere decir que dé lo mismo que gane uno u otro; claramente son dos candidatos muy distintos, que representan ideas y hasta valores diferentes. En ese sentido es una definición mucho más ideológica que la de 2015, cuando Mauricio Macri y Daniel Scioli no eran disímiles entre sí.
El problema mayor reside en que la elección resuelve solo una parte del acertijo, que por cierto no es menor: quién se hará cargo del asunto. Pero esa legitimidad de origen de los gobiernos democráticos es rápidamente desafiada por los resultados de la gestión. Ocurrió con varios países de la región, cuyos mandatarios sufrieron una profunda erosión en su primer año de mandato. La Argentina llega a esta instancia con un caudal inédito de demandas y déficits acumulados a lo largo de las últimas décadas en el plano económico, social y político. Es una herencia pesadísima que deberá afrontar el ganador de hoy, con lo cual asumirá con ese riesgo latente.
El país llega al momento más crucial de su historia moderna sin certezas. Es el punto en el que los caminos se bifurcan y no hay una hoja de ruta para saber cuál es la senda virtuosa. Lo de hoy es un ejercicio expresivo de voluntad popular sin GPS. Esta noche se levantará el telón y empezará una nueva obra, de la que nadie parece conocer verdaderamente el guion.
9:30 | El drama de los indecisos
Por Hugo Alconada Mon
Son, según las encuestas, hasta 4,8 millones de argentinos. Entrarán al cuarto oscuro sin tener claro a quién votarán como el próximo Presidente o si optarán por sufragar en blanco, si buscarán anular su voto o si ni siquiera irán a votar. Son ellos los que definirán la elección entre Javier Milei y Sergio Massa: los indecisos.
Estudios como el desarrollado por la Universidad de San Andrés muestran que hasta el 13% de los 37,5 millones de ciudadanos habilitados para votar llegan al balotaje sin saber a quién prefieren más o a quién rechazan menos. Hombres y mujeres de clase media o trabajadora, de todas las edades, según coinciden distintas encuestas, que comparten una característica: un desencanto profundo con la política, de la que desconfían tanto como la rechazan.
Esos indecisos salieron sin una respuesta clara del debate del domingo pasado, según concluyó el Observatorio Pulsar de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ahora, mientras acuden a los centros de votación, esos votantes acaso busquen una respuesta íntima a algunas preguntas: ¿Cuál es el mejor –o el menos malo- de los dos candidatos? ¿Cuál resulta más digerible o menos indigesto? ¿Cuál es preferible que gane o que pierda? ¿Quién plantea propuestas más aceptables o menos inaceptables?
Otros hombres y mujeres acaso prefieran plantearse el dilema en términos más cercanos a su vida cotidiana: ¿A quién le confiaría sus hijos? ¿A quién le compraría un auto? ¿A quién tendría de socio comercial? ¿Con quién podría compartir un trabajo cotidiano o, incluso, un departamento? ¿Quién cree que jugaría más limpio al fútbol o cualquier otro deporte? ¿Con quién iría a cenar?
Las respuestas de los indecisos a esas y otras preguntas más complejas o más sencillas pueden definir el balotaje, aunque otros ciudadanos ocultan detrás de una declamada indecisión su “voto vergüenza”. ¿Cuántos son? Difícil saberlo, aunque la Universidad de San Andrés estima que serían otro 10% del padrón. Y sobran antecedentes de ese tipo en Argentina, donde el ejemplo icónico lo encarna Carlos Menem, con su reelección en 1995 y los “yo no lo voté”.
¿Quién le genera más o menos rechazo?
Ésa es la cuestión.
9:00 | Desayuno de editores
Los argentinos ya están hablando en las urnas: el resultado de este balotaje marcará a fuego el futuro del país. En LA NACION seguimos desde el amanecer la información relevante de este día histórico y, a tono con lo excepcional del momento, abrimos a nuestra audiencia la primera reunión de la mesa de editores. Al comando del secretario general, José Del Rio, los periodistas encargados de coordinar el operativo electoral analizan cuáles son las claves de la jornada, qué consecuencias pueden tener los resultados, dónde mirar cuando empiecen a conocerse los datos del escrutinio, y la perspectiva económica del lunes.
8.00 | El punto de partida de un domingo histórico
Acaban de abrir los colegios de votación. Para empezar el día, tres columnas políticas de la edición de hoy de LA NACION retratan el estado en que se llega a este balotaje:
- Joaquín Morales Solá anticipa la enorme reconfiguración política que empezará a vivir la Argentina mañana y el rol que tendrán en ese nuevo escenario Cristina Kirchner y Mauricio Macri.
- Jorge Fernández Díaz nos ofrece un artículo de fondo que describe con fina precisión a los dos candidatos que se enfrentan hoy. Se titula “Una cita con la amargura, pase lo que pase”.
- Martín Rodríguez Yebra analiza la estrategia que les permitió a Massa y a Milei llegar al balotaje contra todos los pronósticos, el efecto del debate y los intentos de última hora para agitar el voto emocional, con un interrogante, ¿cómo jugará el miedo?
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