Elecciones 2023 | La feroz interna kirchnerista en La Matanza contrasta con la apatía vecinal para ir a votar

Cinco balazos –cuatro en la fachada de un club y uno en el portón de una casa– son la muestra más cruda de la feroz interna de Unión por la Patria en el partido de La Matanza. El equipo de campaña de la precandidata a intendenta Patricia Cubria, la rival del actual intendente Fernando Espinoza, asegura que los disparos forman parte de una operación de amedrentamiento del oficialismo local contra ellos, ya que impactaron sobre el Club Estrella Roja, liderado por el primer precandidato a concejal de su lista, y el domicilio de un militante del mismo espacio. Desde el entorno de Espinoza lo niegan, a la vez que desmienten ser autores de las amenazas con armas blancas, piedrazos y huevazos que los candidatos y seguidores de Cubria dicen haber recibido en las últimas semanas.

Hoy, la tensión política dentro del kirchnerismo matancero se ve plasmada en la calle: cartel sobre cartel, es evidente que la lucha entre ambos candidatos por tapar el rostro del otro fue intensa. Pero los vecinos que esta mañana transitan por las veredas de las localidades de Gregorio de Laferrere e Isidro Casanova parecen estar abstraídos de esta batalla. A pocas cuadras del club baleado, aunque en una aparente dimensión paralela, Enrique Palomino (60) dice que todavía no sabe a quién votará y que planea definirlo dentro del cuarto oscuro. “Acá da igual quién gane. Hay que votar porque es obligación, pero a muchos ya no nos importa el resultado. Los políticos son todos iguales”, dice el hombre, recientemente desempleado, desde la puerta de su casa, donde vive junto a varios familiares, incluso sobrinos y sobrinos nietos.

En el barrio 2 de Abril, la apatía de Palomino hacia el proceso electoral no es una excepción, sino la regla. “Corté boleta para no elegir intendente. Total es lo mismo, vivo acá desde que nací y, aunque cambian los políticos, en el barrio nunca cambia nada: la inflación va a seguir creciendo, y yo voy a tener que seguir sacando plata de donde no tengo para pagar una niñera que me permita poder ir a trabajar”, dice Noelia Marcico, de 26, mientras vende tortas y café en la esquina de su casa. Trabaja 10 horas por día en negro en una fábrica de zapatos.

Pero aunque la mayoría de los entrevistados por LA NACION, durante un recorrido por la zona, asegura haber perdido la esperanza por la política, todos se muestran convencidos de que la intendencia la ganará Espinoza, al igual que en las últimas elecciones. “La mayoría lo va a votar a él, calculo que un poco por costumbre”, dice un joven de Laferrere que improvisó una parrilla en la puerta de su casa. “O por miedo, miedo al cambio”, agrega su novia, que lo ayuda con la venta de choripanes.

Gustavo, vecino del barrio San Pedro, en Isidro Casanova, es uno de los matanceros que temen votar diferente. “Tengo que elegirlos a ellos porque son los que me dan de comer. Otra cosa no queda”, dice con aires de resignación este hombre de 50 años, que trabaja como barrendero en una cooperativa municipal desde hace más de 15 años. Prefirió no dar su apellido. “Todos, de todos los partidos, para mí son una manga de ladrones. Son la misma mafia. Si votás a otro por ahí te sacan la asignación universal por hijo. Yo crío a mi hijo solo, mi mujer se murió, necesito la asignación”, sigue el vecino.

La inseguridad, la principal preocupación

Gustavo ya no se anima a dejar que su hijo de 12 años juegue solo en la plaza, como hacía antes. “Me paro en la puerta de casa y lo miro desde acá. Ni yo, que tengo 50, puedo salir de mi casa tranquilo. Falta iluminación. Esta cuadra de noche es oscura, parece un desierto. Estoy enojado, porque en vez de ir para adelante vamos para atrás”, dice mientras camina por la vereda que linda con la nueva cancha de fútbol que el municipio inaugurará en unas semanas, una de las obras que él sí destaca como positivas.

Los vecinos no solo hablan de robos simples: también hablan de muertos, de muertos cercanos. “A mi tío me lo mataron para robarle el celular, hace unos años”, cuenta Marcico. El dinero no le alcanza, pero, de todas formas, por las tardes a veces se moviliza en transportes privados. “Prefiero pagar un Uber, que me sale $ 2000, que estar perdiendo mi vida. Las paradas son peligrosas a la tarde, especialmente la del 368, porque hay mucha junta en la cancha de enfrente, gente drogándose”, dice

Es justamente por la inseguridad que muchos de los vecinos de la zona de San Pedro que, por la cercanía, les toca votar en escuelas del barrio Puerta de Hierro eligen no ir. “Prefieren pagar la multa que entrar a votar ahí”, comenta Armando Salina, de 61, que trabaja como encargado en un edificio en Capital.

Todavía faltan horas para que las primeras definiciones electorales. Sin embargo, fuentes del entorno de Espinoza afirman no tener dudas sobre el triunfo contundente que les espera. Mientras que el equipo de Cubria asegura que la elección es reñida y que tienen posibilidades de ganar. “Tenemos con nosotros al Movimiento Evita y a Barrios de Pie, dos movimientos que laburan muy bien, especialmente en el segundo y tercer cordón, donde están los sectores más populares. En el primer cordón hay mucha gente de la Universidad Nacional de La Matanza apoyando a Patricia Cubria”, dicen personas cercanas a la actual diputada del Movimiento Evita.

A su vez, este espacio político cuenta con el apoyo territorial del primer precandidato a concejal, Gabriel “Lalo” Aranda, presidente de la Comisión Directiva del Club Deportivo Laferrere y también del Club Estrella Roja. Aranda es además el coordinador nacional de la Federación Nacional Popular y Comunitaria de los Clubes de Barrio, que cuenta con unas 70 instituciones a lo largo de La Matanza.

Los dos precandidatos a intendente de Unión por la Patria esperan los resultados a tan solo una cuadra de distancia el uno del otro: Espinoza, en la intendencia y Cubria, en el centro operativo de su campaña, a tan solo 100 metros.

Conforme a los criterios de

Conocé más

Papelitos y democracia

Santa Cruz: adiós al lastre de la ley de lemas

Guerra de números. El arma de doble filo de Milei en el duelo con los gobernadores